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martes, 11 de octubre de 2022

Revistas de los 90s - (01)



En esta sección transcribiré algunas historias aparecidas en las revistas Testimonios, Adultos e Intimidades, publicaciones argentinas de los años 90. 
No son relatos de mi autoría (lo aclaro por si las moscas), sino anónimos, pero los publico acá porque: a) valen la pena, aunque muchos son muy breves; b) sirven para que puedan ir leyendo algo, ya que estoy escribiendo poco y nada; y c) son relatos que no encontrarán en la web, pues son extraídos de revistas de papel de aquellos días.
Voy a poner este tipo de material en una sección aparte, que encontrarán en la columna de la derecha (en la web) o alguna de las secciones de abajo (en Android)


EL JEFE
Por intermedio de la revista deseo compartir con los lectores mi experiencia extramatrimonial. Con Julián llevamos siete años de casados, con una convivencia normal. Es el empleado de una inmobiliaria, lo que lo lleva a estar muy seguido fuera de casa por algunos días. En marzo del año pasado, al día siguiente de su partida, tuve que ir a su oficina para cobrar su sueldo, y en el momento en que Ernesto extendió su mano para darme el cheque, me dijo que los ingresos de Julián podrían incrementarse aún más si yo colaboraba. Ingenuamente pregunté “cómo”, a lo que Ernesto, con un brillo inusual en sus ojos, contestó:
—Dándome ciertos gustos.
Ernesto es el dueño de la inmobiliaria. Es morocho, de ojos claros, alto, bien robusto, de sonrisa blanca, impecable. Con todo esto, sumado al aspecto rudo que tiene, le respondí que tal vez. 
Al regresar a casa me sentí un poco turbada por su insinuación, porque nunca, hasta ese momento, había ni siquiera pensado en cornear a mi marido, ya que ambos nos entendemos muy bien, y en la cama, aunque un poco rutinario, el sexo es bueno. Con mis 29 años, la verdad siempre fantaseaba con un tipo que no fuera mi marido. Él es muy tradicional en la cama, nada de sexo oral ni anal, aunque yo insistí en varias oportunidades para que me diera el gusto, pero me contestaba que a él no le agradaría hacerlo por otro lado que no fuese por la raja. Finalmente opté por no pedírselo más.
Luego de pensar un poco me dije que no era para morirse eso de ser infiel, y llamé por teléfono a Ernesto y le pregunté si seguía en pie lo de darle algunos gustos. Como su respuesta fue que sí, lo invité a casa para para esa noche. 
Para darles una idea de mí, les cuento que soy blanca, mido 1,70, tengo ojos verdes y si bien mi cuerpo no es el de una modelo, tengo piernas bien formadas, la cola firme y tetas que más de uno desearían.
Esa noche me vestí con lo mejor, portaligas incluido, y arriba me puse una blusa muy escotada que dejaba adivinar los voluptuosos senos que tengo.
Cuando sonó el timbre, abrí y ahí estaba Ernesto con un ramo de rosas en la mano. Ni bien cerré, me arrinconó contra la puerta y me encajó un chupón en la boca que hizo que me mojara. A la vez comenzó acariciándome los muslos mientras con la otra mano me sobaba una teta. Luego de unos besitos y mordisquitos me abrió la blusa y mis tetas quedaron bamboleantes frente a su boca que, desesperada, no sabía cuál chupar primero. Lo tomé de la mano y lo llevé hasta el living. Allí desprendí su pantalón, que cayó al suelo, y por arriba del bóxer pude apreciar un miembro respetable.
Descendiendo lentamente hasta ponerme de rodillas liberé del encierro a su pija, que totalmente parada era hermosa, de piel suave, gorda de unos veintitrés centímetros, creo, y su cabeza era como un damasco. Muy lentamente me la fui introduciendo en la boca donde apenas entraron unos centímetros. No sin dificultad comencé a ir y venir por esa hermosa pija mientras él me hablaba.
—Así, mamita… Así, putita hermosa… ¡Cuánto deseaba este momento…!
Yo estaba encantada disfrutando cada milímetro de su imponente verga. Aceleré mis movimientos y Ernesto pidió que me detuviera, pero como no le hice caso, agarrándome de la cabeza me atrajo hacia él y, dando un gemido de placer, me descargó toda su leche en la garganta. La tragué como si fuera un néctar de vida, pero era tanta la cantidad que no pude evitar que se me escaparan algunas gotas por las comisuras de los labios. Luego seguí succionándolo hasta que lo dejé completamente limpio.
Me sentí dominada por su pija. Realmente estaba dispuesta a hacer con él lo que nunca hice con mi marido. Tomamos unos tragos. Me preguntó por qué accedí a serle infiel a mi marido y contesté que porque no me cogía como yo deseaba. Luego, en el dormitorio, me cogió en todas las posiciones que quiso. Yo alcancé por lo menos cuatro orgasmos. Su pija me hace sentir que estoy llena y me brinda sensaciones nunca antes descubiertas.
Cuando quiso hacerme la cola, le dije que tuviera cuidado porque hasta ese momento era lo único virgen que me quedaba. No me creyó, pero luego de decírselo varias veces se dio cuenta que no le mentía. Me dijo que no podía creer que un hombre fuera tan estúpido como para no comerse un pavito tan apetecible como el mío. Me acarició íntegra mientras que con su lengua hacía círculos alrededor de mi ano. Luego de encremarme yo el ano, le encremé a él la pija, que parecía reventar de tan dura que estaba. Me puso en cuatro patas al borde de la cama, y luego lentamente comenzó a presionar.
Eran tantas mis ansias por recibirlo que yo misma empujaba hacia atrás y me iba clavando en ese enorme ariete que estaba desvirgando mi cola. Al comienzo sentí una leve molestia, pero se fue cuando comenzaron a acostumbrarse mis esfínteres. Me tomó por las tetas y las estrujaba con locura. Cuando entró toda, ni yo creí que iba a aguantarlo. Comenzó con pequeños movimientos de vaivén, primero suaves, luego no violentos, pero sí con firmeza, mientras yo gozaba a más no poder.
—Tu marido no va a creer que este hermoso culito esté tan abierto como está ahora… —me decía—. Mirá, mi amor, cómo se come mi pija gorda… ¡Gozalo, mamita!
Habré estado enculada unos diez minutos y mientras Ernesto me sodomizaba comencé a sentir suaves sensaciones en mi vientre, que terminaron en un orgasmo largo y maravilloso para ambos. 
La verdad es que me siento muy bien con Ernesto porque siempre me coge con ganas. Es todo un macho. A Julián nunca le contaré que su jefe le coge a su mujer. Cuando vuelve, a él lo recibo como siempre. A veces me hace el amor y yo finjo gozar, pues en varias oportunidades estuve cogiendo con Ernesto en la misma cama hasta poco antes, y como él es exigente conmigo, me deja sin fuerzas.
Mi marido no tiene idea que su mujercita lo cornea. Es más, Ernesto amoldó todos mis agujeros a su medida, así que la pija de Julián prácticamente no la siento. Aparte de hacerme hermosos regalos, me preguntó si quería participar con otro amigo de él, también bien dotado, y hacer un trio. Le respondí que con él voy hasta el fin del mundo. Pero eso lo contaré en la próxima. Por ahora soy una mujer muy feliz, estoy bien cogida y mi marido es flor de cornudo.



MÁS ABIERTO
En el #46 de la revista prometí contar muchas cosas de mi intensa vida sexual, antes, durante mi noviazgo y durante mi matrimonio (desde hace quince años que estoy casada). Pues bien, en esta oportunidad relataré algunas cositas de estos últimos tiempos. Ya que mi esposo está acostumbrado a mis andanzas (anteriores a la aparición de mi relato en Adultos, y después, sobre todo a partir de aquel testimonio en el que me llovieron cartas que me permitió conocer a varios), en esta oportunidad me referiré a mi muy especial y hermosa relación con él.
Mal pudiera pensar alguien que se trata de un oprimido o masoquista, todo lo contrario. Es mi hombre ideal, bueno, atento y, sobre todo, ambos somos muy cómplices el uno con el otro. Si bien yo le puse los cuernitos muchas veces después de casados —a solo ocho meses de matrimonio le puse el primero—, siempre él supo, cuando estábamos de novios, cuál era mi forma de ser y de sentir, y no solo la respetó sino que la alentó. Y yo, a mi vez, de a poco, lo fui sacando de su bisexualidad y puedo decir, con pleno conocimiento, que hace más de diez años que no tiene aventuras con su mismo sexo. Su única debilidad ha quedado limitada a nuestro pequeño círculo de tres, que es el único “deporte” o maratón que practicamos con asiduidad.
Ahora bien, para poder continuar, deberé aclarar que cuando estamos con otras personas en nuestras sesiones, yo lo llamo cariñosamente “mi cornudito”, y luego, cuando las acciones toman otro ritmo más intenso, le llamo en el momento oportuno y le digo:
—Vení, cornudo, mirá cómo me entra. ¡Me están cogiendo mejor que vos!
Y mi amante de turno se suma y le dice:
—Mirá cómo me cojo a tu señora… Tu mujer la chupa como los dioses… Seguí, putita, tragátela toda, así, mientras el cornudo nos mira...
A veces mi esposo nos graba y luego escuchamos juntos o con otra persona el cassette y cuando me han acabado (siempre tengo a mi lado un amante de alrededor de 30 años o menos, para que duren más tiempo), enseguida viene mi marido a limpiarme con su lengua y luego me penetra, pero en dos o tres embestidas ya está acabando de la gran calentura que tiene.
Nuestros encuentros nunca duran menos de tres horas y hace pocos días me enojé, pues teníamos una cita con una persona que conocíamos por la revista con quien ya habíamos salido en tres oportunidades, pero esta vez nos falló, y entonces fue que me bajé del auto, dejé a mi marido y me fui decidida a hacer un levante en la calle (estábamos en Barrio Norte —un barrio de clase media alta), dejando a mi esposo en el coche. 
A las dos cuadras me salió al cruce un muchacho de unos 25 años y me fui en su auto a Palermo. Allí estuvimos besándonos y demás cosas, y no me había dado cuenta de que mi media naranja nos había seguido. El asunto es que nos fuimos a un hotel (pidió medio turno pero valió por dos) y al salir me lo encontré a mi esposo esperándonos. Los presenté (mi amante se puso algo nervioso, pues no sabía ni entendía nada) y mi marido rápidamente me metió en el hotel y pidió la misma habitación que habíamos ocupado mi amante y yo, y durante un turno (no dejó hacer la habitación) y en las mismas sábanas en que lo había corneado momentos antes, me pasó la lengua por todos lados, y me cogió como hacía tiempo no lo hacía. Luego nos fuimos a desayunar y a dormir a casa. Ya eran las 7 de la mañana.

4 COMENTAR ACÁ:

Vikingo Miron dijo...

Increible el aporte y la vuelta, gracias crack!

SALUDOS VIKINGO MIRON

Anónimo dijo...

Que buena idea, Rebelde. De verdad que extrañamos tu ausencia... sigue publicando, por favor!

Eros dijo...

Esas revistas! Qué buenos tiempos! Genial la idea. Yo lamentablemente las vendí hace tiempo a las que tenía pero se deben conseguir todavía ahora que la digitalización estaá disponible para todos.

Fede dijo...

Excelentes recuerdos. Yo era canillita y me pagaba con ese laburo los estudios. Ahí empecé a leer Adultos y EntreNos.... así convencí a la que era mi novia y hoy esposa. Fuimos swingers muchos años y hará unos 10 somos feliz matrimonio cuckold. Desde ya, Rebelde, estamos a tu disposición para que hables con ellas y lleves sus anécdotas a éstas páginas

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