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miércoles, 24 de junio de 2020

Postales de Alce Viejo (01) | El Día de la Bruma



Postales de Alce Viejo | Por Rebelde Buey
01. El Día de la Bruma

Como cualquier pueblo, Alce Viejo tiene muchas costumbres y tradiciones. Solo que mientras en otros lugares celebran la Fiesta del Zapallo o el Día del Arquero, nosotros tenemos… bueno, ahora me doy cuenta que es difícil explicar algunas costumbres de Alce Viejo.
Una de las tradiciones menos conocidas es El Día de la Bruma (también conocido como el Día de la Niebla). Por la geografía en la que Dios nos puso en este mundo, en nuestro pueblo nunca hay bruma ni niebla. Excepto un día al año, en otoño. No se sabe por qué, tampoco qué día exacto cae (como la lluvia de Santa Rosa), pero lo hace pisando el invierno.
Ese día, una niebla espesa cubre todo el pueblo y los alrededores por unas cuantas largas horas, al punto que no se ve nada y los autos deben dejar de andar. Ese día, en este pueblo, la tradición es que tanto hombres como mujeres pueden hacer libremente lo que quieran con quien quieran (sexualmente hablando, se entiende). Es una jornada en que nadie hace nada a escondidas, porque el día los esconde a todos. Está permitido lo que sea, nadie puede reclamar nada y ninguna infidelidad se considera cornada. Alguna vez alguien va a hablarles más largo y tendido sobre este día tan particular, pero al menos déjenme decirles que esta tradición arrancó hace como cien años, cuando en un otoño cayó a Alce Viejo un circo de esos con animales, payasos, enanos, hombres-bala, lanzadores de cuchillo y lo que se les ocurra. Con toda esta gente repartida a lo largo y ancho del pueblo, porque era su día de descanso, esa tarde cayó la bruma. Las mujeres en Alce Viejo siempre fueron mal atendidas por sus maridos, desde el día de su fundación, y esa tarde se desbocaron y aprovecharon la niebla, y los del circo las garcharon a todas.
A las que estaban en las plazas, se las cogieron en las bancas; a las que estaban en el cine, las hicieron mamar en las butacas; y las que estaban haciendo la cola en el Banco, bueno… a esas simplemente les hicieron la cola en el Banco, ahí no hubo diferencias.
Y qué les cuento que a los dos meses, con el circo ya huido hacía rato, el pueblo entero vio con sorpresa que la mayoría de las mujeres estaban todas embarazadas; y a los nueve, pariendo como chinchillas de cría: enanitos, payasitos y bebés lanzadores de cuchillitos. Bueno, tal vez estoy exagerando, es que el vino a esta hora pega y hace hablar y exagerar, pero ustedes entienden.
Desde entonces y para salvar un poco el honor de una legión completa de cornudos, se estableció que ese día todo el mundo —hombres y mujeres— podía darse un recreo del matrimonio. Aunque, se sabe, está mal visto que los cornudos usen ese derecho. Es como una traición a las costumbres del pueblo. No es ilegal, pero si a un marido o novio lo pescan tratando de echarle el ojo a una mujer, la gente del pueblo empieza a mirarlo mal, con desconfianza.
En mi caso, y a pesar de que mi esposa solo me fue infiel una o dos veces, El Día de la Bruma por desgracia siempre la agarra lejos de mi protección. El año pasado la agarró en la casa quinta de Lobos, con don José y Botellón, así linda como la ven en la foto. Es que siempre esos días previos a la niebla sopla viento norte y levanta temperatura que parece verano, y entonces rumbeó para allá. Cada tanto va para la quinta, pero don José no se la coge, ella me dice que la respetan, igual que a mí. Pero ese día terminó siendo El Día de la Bruma, y bueno, me la cogió.
Yo estaba en mi trabajo cuando me enteré.
—Mi amor, ¿estás viendo por la ventana? —me dijo ella por teléfono.
Yo no había visto y me asomé.
—¡Carajo! —dijo uno de mis compañeros, a mis espaldas—. ¡Se viene la niebla!
—¿Dónde estás? —le pregunté a Marina, con el corazón acelerándose por la preocupación.
—¡Me la van a garchar! ¡Me la van a garcha! —gritaba mi compañero, tecleando desperado su celular, sin conseguir comunicarse con su mujer.
Todos los años lo mismo, cuando venía la niebla. La mayoría de los hombres nos atropellábamos para contactar con nuestras mujeres y saber dónde estaban y, sobre todo, si estaban solas. El Día de la Bruma era como si viniera una ola gigante de cornadas de la que ningún hombre podía estar realmente a salvo.
—En la quinta de Lobos, mi amor, ya te había dicho…
—¿Estás… estás sola? —Yo sabía que no, lo mío era un simple deseo.
—Ay, mi amor, no… Están don José, Botellón…
—Marina, te tenés que ir de ahí. Pediles que te llevan a casa antes de que llegue la niebla.
—Acá ya está casi encima, amor. Pero no te hagas tanto drama, don José y Botellón siempre me respetan.
—¿Vos decís que don José no te va a querer coger…?
—Ay, no sé, don José se está sobando la garcha ahora mismo mientras me ve hablando con vos… No sé qué pensar…
—Te van a garchar, la puta madre…
—No importa, mi amor, es el Día de la Bruma, no es como si te estuviera metiendo los cuernos…
Era cierto y no lo era. Qué me importaba si no se consideraba una infidelidad, o si yo mismo podía ir a buscar a otra mujer. ¡Me la iban a coger igual!
—Bueno, son dos nada más —dije calculando los costos—, don José y Botellón.
—Y el Indio.
—¿El Indio también?
—Siempre están juntos. ¿Te acordás hace dos años, cuando la Bruma también me agarró acá?
—Bueno, está bien. Son tres que ya te cogieron, pero escuchame: no salgas de la casaquitna. No quiero que te garchen más tipos en el camino.
—No, amor, quedate tranquilo, que me quedo acá para que me garchen ellos tres, nada más.
Por alguna razón ese comentario no me dejó tan tranquilo como ella deseaba. Atrás mío, mi compañero había logrado comunicarse con su esposa: “¡¿Cuántos son!?”, le gritó aterrorizado.
Yo regresé mentalmente con mi mujer:
—Apenas baje la niebla y se pueda andar en auto, te voy a buscar.
—Sí, sí, dicen que este año va a durar entre seis y ocho horas, nada más.
—Tratá de que no te cojan mucho, por favor.
—Y, no sé, Lucrecio… Ya don José me está metiendo mano y me hace agarrarle la pija…
—Aguantá, Marina… ¡Resistí lo que puedas! —En ese momento escuché por el teléfono lo que me pareció un bocinazo de auto, y temí lo peor—. ¿Qué es eso? ¿Qué está pasando?
—Nada, amor. Creo que llegaron unos amigos de Botellón en una camioneta. Pero casi no puedo ver por la niebla… —Comencé a escuchar unos vozarrones masculinos, muy risueños, como si fuera un grupete de cinco muchachotes que venían a una fiesta—. Te dejo, don José me está puerteando y no quiero que se me queje…
—¿Unos amigos? ¿Cuántos son, Marina? ¿Quiénes son? ¿Hola? ¿Hola…?

Esa fue la última vez. Conozco a mi mujer desde hace ocho años (casados desde hace seis), con tanta mala suerte que los ocho años me la terminaron cogiendo en distintas circunstancias. Antes que la que les conté, la niebla nos agarró en el cumpleaños de mi mejor amigo, en su casa. Me la garcharon todos. Porque, bueno, era el Día de la Bruma. Me la llevaron de la mano hacia la habitación de mi amigo, ella yendo de espaldas a mí, en vestidito bien cortito terminado en minifalda, con las ancas arriba, duras, y las piernas como columnas. Detrás de ella, igual que chacales, mis siete amigos. No me dejaron entrar. No se supone que al marido o novio lo dejen entrar, aunque a veces los dejan. Como sea, mi mujer en un momento se asomó, desnuda y evidentemente lecheada en las piernas y las tetas, y me dijo que la radio decía que la niebla iba a quedarse toda la noche, que si quería que me fuera a casa o a tratar de encontrar alguna mujer. Pero yo no soy así, soy rebelde, no me gustan las tradiciones. Preferí quedarme en el pasillo escuchando cómo se iban deslechando mis amigos uno a uno y cómo ella iba acabando con cada cogida.
Otra vuelta la niebla nos agarró cenando en la parrillita de la ruta, y me la terminaron cogiendo una docena de camioneros. Y la primera vez, todavía novios, nos agarró en casa de mi tío y me la garcharon tío y primos.
Bueno, los estoy cansando con mis experiencias personales que a nadie le importan. Mejor sigo haciendo un recorrido memorioso por Alce Viejo, que para eso están leyendo esto.


►Al final se compilarán todas las postales en un solo post.
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7 COMENTAR ACÁ:

Mario M dijo...

Buenísima la primera postal. Me encanta la reacción desesperada de los cornudos y la tranquilidad de la esposa ante la inminente enfiestada que le iban a dar. Talento puro.

Vikingo Miron dijo...

Que gran cornudo Lucrecio, me gusto esta combinación de la niebla, la purga y un apocalipsis que en lugar de Zombies.....simplemente se arma el garcherio total.

Encantador Alce Viejo.

SALUDOS VIKINGO MIRON

Anónimo dijo...

Luks: Puede ser que esta postal este inspirada en la pelicula "La Purga"?? jajaja muy loco, gracioso y morboso a la vez! impresionante!

Rebelde Buey dijo...

me gustó cómo quedó. tal vez demasiado sexual, pues la idea original era mostrar simples pincelazos del pueblo. quizá éste vaya a ser la mejor postal de todas

Rebelde Buey dijo...

en verdad, no. está inspirada en la foto que ven acá arriba (como casi todo lo que escribo, salvo excepciones). De todos modos, sí, mientras la escribía me daba cuenta que en un punto era la misma mecánica que La Purga, jajaja. eso tb me hizo gracia xD

Rebelde Buey dijo...

tiene toques "de terror", no? jajaja como le respondí a Luks, acá abajo, la mecánica resultó la de La Purga, y evidentemente tb tiene elementos de La Niebla, aunque no fueron buscados. Todo salió mientras escribía

Anónimo dijo...

"Te dejo, don José me está puerteando y no quiero que se me queje…"

- Genial Rebelde -.

Att. Calosgouzy

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