MICRO NEWS:  El Faro, Parte III: Tipeo 100%, Correcciones 50% — Esta 3ra parte se publicará completa | Fidelidad Intermitente (2,3,4) Tipeo 80%, (5,6,7) Escrito 100% | ►Hay una actualización en el sub-blog Plop!


viernes, 26 de junio de 2020

Postales de Alce Viejo (02) | La Torre


Postales de Alce Viejo | Por Rebelde Buey
02. La Torre

Algo de lo que poco se conoce sobre Alce Viejo es que tiene un edificio. Bueno, en verdad no es un edificio, pero en el pueblo se lo conoce como “La Torre”. Es una casa enorme y costosa de tres plantas, ubicada en la cima de una pequeña elevación, mucho menos que una sierra, desde la cual se domina al pueblo y al paisaje.
El propietario es uno de los más ricos de la zona, es el dueño del astillero que está en Ensanche, un tipo de 50 y largos, bronceado y canoso, un especie de playboy europeo de los años 70. Se llama Víctor Della Garccia, aunque al ser apellido italiano se pronuncia Víctor Delagarcha, y que, por la fama de pijudo y cogedor compulsivo que tiene, en el pueblo le decimos Víctor Telagarcha, en referencia a que si se cruza con tu mujer, de seguro te la garcha. Porque bueno, tiene una obsesión por las mujeres comprometidas. Sí, ya sé, como todos en Alce Viejo. Excepto los cornudos.
Se sabe que la mujer que vaya allí, a La Torre, terminará entre las sábanas del señor Víctor. No es que sea obligatorio, pero el hijo de puta es muy seductor, y la fama de cargar un miembro de proporciones notables lo ayuda. Además, a esta altura, las mujeres que caen allí “para ver el pueblo” o conocer la casa, saben de la fama y los rumores sobre el edificio. Quien vaya es porque está dispuesta a pagar el peaje establecido.
Y vaya que caen a visitarlo. Casi a diario. En general a la tardecita, después del horario de trabajo (es que el señor Víctor Telagarcha es muy trabajador, por eso la casa que tiene), y la cosa se extiende hasta la noche, sin horario preciso de retorno. De ahí que muchos días puede verse un auto al pie del edificio, esperando, con un cornudo al volante mirando su reloj a cada rato. Si su mujer echa un vistazo rápido al paisaje desde el balcón, y recorre el caserón sin mayor preámbulo, bajará para regresar con su marido —o al pueblo— al cabo de un par de horas, que es lo que se sabe el señor Telagarcha hace durar el tour por su habitación. Pero a veces el anfitrión quiere hacerla recorrer una segunda vez, o trae uno o dos amigos para que la visita de la señora sea guiada por adelante y por atrás. Y ahí el cornudo al volante deberá esperar no menos de cuatro horas.
Es un poco patético verlos llegar en sus autos, dejando a sus mujeres yendo hacia La Torre, siempre de minifaldas o vestiditos cortitos y botas altas, siempre vestidas medio putas para que el dueño de casa se las garche con más ganas. Algunos las dejan con lágrimas en sus ojos, otros con el gesto fruncido de bronca y rencor, y no pocos son aún peores: las dejan con una sonrisa idiota de cornudo que no sabe que su mujer va al matadero. Esos son los que me resultan más patéticos de todos.
Pero tan solo la mitad de las mujeres que pasan por La Torre tienen a sus maridos o novios esperándolas abajo con un auto. A la otra mitad las esperan en sus hogares, creyendo que ellas están de visita en casa de su mamá o hermana.
Mi mujer, en cambio, es uno de esos pocos casos en que el señor Víctor no aplica su exigencia de cogérsela. Y no podría aunque quisiera. Marina es una mujer muy fiel, solo me ha hecho cornudo una o dos veces en la vida, lo que originó una crisis en la pareja (bueno, dos crisis) que hizo que finalmente comprendiera su error, y me prometiera no volver a hacerlo nunca más. Va a La Torre cada cuatro meses, como las otras casadas de Alce Viejo, pero en vez de ir directamente a la habitación, como todas las putas del pueblo, ella no se deja manipular y se la pasa casi todo el tiempo en el balcón.
—Prefiero que el señor Telagarcha me dé en el balcón, mi amor —me dijo una vez, de regreso…
—¿Cómo que te dé? ¿¡Que te dé qué cosa!?
—…así puedo ver el techo del auto donde vos estás, mientras me la como toda.
—¿Qué te comés qué…? Marina, no te habrás…
—Ay, no seas sucio, Lucrecio, ¡estás hablando de tu esposa! Los esconcitos y masas con que siempre agasaja a sus visitas.
—Ah, por un momento pensé que…
—Me la da en el balcón mientras te miro, amor. ¿O preferís que me le dé en la habitación, como el primer día que fui?
—No, en la habitación no quiero que te dé ni el saludo. Ya bastante susto me llevé ese día.
—Te dije que no pasó nada, además en aquella oportunidad no había escones, solo me tomé la leche en la cama.
—No quiero rememorar ese episodio, casi me agarra un infarto.
—Uf, vos siempre el mismo desconfiado que por cualquier frasecita se hace historias raras.
—Me llamaste jadeando y me decías “Mi amor, Telagarcha me está dando la leche ¡Me la voy a tomar toda!” ¿Qué iba a pensar?
—Que tu mujercita es una santa y estaba merendando con su jefe.
—No es tu jefe, es el dueño de la empresa donde trabajás.
—Bueno, pero él me consiguió el trabajo, no? Me dijo que me contrataba en su astillero si venía a visitarlo una vez cada cuatro meses… Pobre señor Telagarcha, está tan solo en su torre de marfil…
—¡Qué solo ni qué torre de marfil, si se la pasa garchándose casadas todos los días!
—Pero a mí no. Yo solo vengo a agradecerle por el trabajo. Dos horas cada vez. Salvo que esté con sus amigos, ahí son cuatro horas...
—De eso no me quejo. Me gusta que seas agradecida.
—Al señor Telagarcha, también le gusta.
 No recuerdo si ésa vez fue la tercera o la cuarta, pero a esta altura no importa: hace ya cuatro años que llevo a mi mujer a visitar La Torre, a tres veces por año saquen la cuenta. Y cada vez se demora más en bajar. Es que el último año y medio casi siempre cayó cuando había visitas en la casa, amigos del señor Telagarcha o gerentes del astillero. Y ahí el horario se pone incierto. Una vez había siete invitados más, y le estuvieron dando escones y haciéndola tomar la leche durante siete horas.
Esa noche me llamó desde arriba:
—Mi amor, no sé hasta qué hora me voy a quedar, si querés ir para casa, andá.
—¿Qué pasó? Acá se estacionaron dos autos y subieron un montón de tipos trajeados.
—Es que vinieron siete directores de una empresa canadiense y los tengo que atender a todos.
—¿Cómo atender? Pero si tu trabajo no es atender clientes. Y tu horario de trabajo es...
—Mi amor, me lo pidió el señor Telagarcha como un favor personal. Quiere que los atienda uno por uno y después a todos juntos, para ayudarlo a cerrar un contrato.
—Está bien, mi amor, pero prefiero esperarte. Me quedo más tranquilo si estoy cerca, así a esos tipos no se les va a ocurrir pasarse de vivos.
—Ay, mi amor, por estas cosas te amo tanto. ¡Tengo el mejor marido del mundo!
Me la devolvieron al amanecer, en un estado deplorable: despeinada, maquillaje corrido, ropa puesta al revés y unas ojeras que no le había visto nunca. Se ve que el trabajo fue más duro de lo esperado.
—Es que les costaba acabar, no sabés lo creativa que me tuve que poner para que cada uno acabara con la lectura de su contrato.
Supuse que porque eran canadienses y los contratos estarían en castellano. Por las dudas preferí no preguntar. Lo que sí pregunté es quién tomó la foto que están viendo, y así me enteré que fue el dueño de casa.
—Pero quedate tranquilo, Lucrecio, el señor Telagarcha coge tanto en la semana que no necesita faltarte el respeto llenándome de leche.
Así que, por suerte, la cola que ven en la foto está a salvo.


►En un par de días, más lugares, costumbres y tradiciones desconocidas de Alce Viejo.

3 COMENTAR ACÁ:

Anónimo dijo...

LUKS: buenisimo lo unico que no me gusto es el nombre de "víctor", si lo pronuncias completo no queda bien (a mi paorecer) el apodo quedo Genial... pero creo que quedaria mejor con nombres tipo Mario Telagar... o Sandro Telagar...

Vikingo Miron dijo...

jajaja Grande Rebelde, fantástico el nombre y la explicación a lo Wikipedia.

"Se llama Víctor Della Garccia, aunque al ser apellido italiano se pronuncia Víctor Delagarcha, y que, por la fama de pijudo y cogedor compulsivo que tiene, en el pueblo le decimos Víctor Telagarcha,"

Me encantan estas historias, es como una guia por Alce Viejo, lugares y personajes Historicos!

A esperar la proxima.

SALUDOS VIKINGO MIRON

Mario M dijo...

El nombre del corneador es para morirse de la risa. Ese tono gracioso complementa muy bien. También es cómico el descaro de Marina dando explicaciones. Otro excelente relato.

Publicar un comentario