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jueves, 6 de febrero de 2020

Valen (03) - El Ángel Guardián


NOTA: Para evitar denuncias al blog, la foto de la chica real que inspiró este relato acompañó la publicación durante unos meses y luego fue reemplazada por una foto de porno mainstream.


VALEN: El Ángel Guardián
Por Rebelde Buey — (VER 1.2)

Yo tengo y vengo de una familia grande, de esas bien italianas, llenas de parientes por todos lados, de saludos ruidosos, de pasión por la política y el fútbol, ya se darán una idea. En casa, una vez por mes, más o menos, mis padres juntan para el almuerzo a sus hermanos, a sus padres y algún amigo. Los hermanos vienen con sus hijos —mis primos—, y de mis abuelos vienen tres, pues mi abuelo por parte de padre falleció hace años. La singularidad siempre fue dada por el amigo invitado: Ángel.
Ángel es un señor de más o menos 85 años, tal vez más, amigo de mi padre. Es una amistad heredada de mi abuelo fallecido, lo que se conoce como un amigo de la familia. Es un señor siempre alegre, muy educado y de modales refinados. Tiene dinero como para pagar la deuda externa, pero jamás hace alarde de eso, ni siquiera de manera pasiva. Yo sospechaba que de jóvenes, Ángel se cogía a mi abuela a espaldas de mi abuelo. Aunque por cosas que escuché con el tiempo, ahora podría asegurar que no era tan a sus espaldas. De esto no tengo pruebas, son todas ideas mías de cosas que escucho, y de lo que fui conociendo a Ángel.
Porque apenas comenzaron a aparecer mis formitas de mujer, Ángel y yo nos fuimos haciendo más y más amigos. Al terminar el almuerzo, las mujeres iban a lavar los trastos y chismorrear entre ellas, y los hombres se quedaban hablando de política y fútbol. Mis primos y yo íbamos a jugar, pero así como yo fui creciendo, también ellos, y a partir de cierto momento, a las sobremesas también ellos se quedaban.
Ángel no.
Ángel era como yo: un espíritu libre y alegre, buscando siempre que cada momento fuera de felicidad. Empezamos a hablar en el parquecito, yo columpiándome sola porque mis primos “ya eran grandes” y se quedaban a la sobremesa, y él escapando de la tertulia pues “no hay nada más aburrido que la política”. Nos hicimos amigos enseguida, quizá porque ya habíamos compartido innumerables almuerzos y meriendas, pero esa primera vez que hablamos a solas, fue como si de verdad él me conociera, como si fuéramos almas gemelas, sólo que él tendría 80 y yo… bueno, una dama nunca dice la edad.
Hablábamos de cosas que no hablaba con nadie. De la gente, de las relaciones, de libros importantes. Ángel sabía de todo, y todo lo hacía sonar como un cuento divertido. Conocía hechos históricos de esos que no están en los libros. Recuerdo que la primera vez que hablamos de sexo fue porque comentó un montón de anécdotas sobre las mujeres de los próceres y de otros hombres importantes de todos los tiempos. Él estaba al tanto de cada uno de los casos de infidelidad femenina de la historia del mundo. Fue divertido. Y en un punto excitante. Porque todas esas mujeres eran —o él las presentaba— como emancipadas, rebeldes contra las imposiciones de la época, románticas…
Sí, Ángel influyó en mí y en mi manera de entender la pareja y la sexualidad.
No eran un secreto nuestras charlas “a solas”. Se daban en el parquecito pegado a la casa, podían vernos desde la cocina. Y por supuesto siempre alguno salía a respirar o fumar ahí a siete metros, y nosotros teníamos que moderar el tono de lo que hablábamos. No había celo ni preocupación, Ángel no solo era un buen amigo de la familia —de verdad era un buen hombre y un buen amigo— sino que a esa edad lo veían —era— inofensivo.
La única que cada tantos meses me sacaba el tema de Ángel era mi abuela.
—¿Qué tanta charla con ese viejo ricachón? —me decía en broma— ¿Querés que te ponga en la herencia?
Nos reíamos y le contaba solo una parte de lo que hablábamos. Pero mi abuela no era ninguna tonta.
—A veces aprendo más cosas con Ángel que en el colegio, abuela.
—Uy, si te contara las cosas que nos enseñó a tu abuelo y a mí…
En aquellos días no la interpreté. Hoy me queda claro que el abuelo era un cornudo consciente y que Ángel le cogía a la mujer, que por fotos que cada dos por tres mostraban, estaba tremenda de buena en esos 60s de minifaldas y botitas cortas.
Hasta que un día, un par de años después, Ángel me pidió —con una educación y un tacto como jamás vi en otro hombre— que le mostrara los pechos. Lo dijo de una manera tan envolvente, haciéndome sentir la única mujer en el planeta, que me fue natural aceptar la propuesta.
Estaba en la hamaca, aunque ya estaba más grande que para hamacas. Estábamos solos y era otoño casi invierno. Llevaba una minifalda que me cortaba los dos muslos que el asiento me hacía gorditos, y ahora que lo pienso, casi con seguridad le mostraba sin querer —¿o no existe el sin querer?— mi bombachita blanca. Miré hacia la casa. Se escuchaba la charla acalorada de siempre y en la cocina no había nadie espiando. Miré a Ángel. Me abrí muy disimuladamente dos botones de la camisa y corrí para un costado la solapa, exponiendo uno de mis pechos y parte del otro, con corpiño de encaje.
—Ay, Valen, que hermosa persona sos…
Fue extraño, porque el momento no era pajero y a la vez sí. Me gustó mostrarle. Me hubiera gustado mostrárselas sin corpiño, pero era arriesgado.
—¿Le gustan? —dije a medias vanidosa y a medias buscando su aprobación.
—Sos perfecta, Valen…
—Usted las quería ver sin corpiño, ¿no?
—Está bien, las quería ver como sea.
—Acá no se puede. Hagamos una cosa —resolví de pronto—: después de la merienda vaya al baño. Yo voy dos minutos depués. Toco preguntando si hay alguien y me dice “ya salgo”. Al salir, ábrame y cierre la puerta, en ese pase se las muestro a las dos, sin nada. Va a ser un segundo, ¿eh? Pero estoy segura que le va a gustar. A mí me va a gustar.
—Ay, Valen, Valen… Si hubiera habido una mujer así en mi juventud…
—La abuela era así —le dije con picardía. Y me fui de la hamaca para ir por la merienda.
El pase en el baño salió tal cual lo planeado. Todos estaban en el comedor o en el living. Golpeé y Ángel abrió la puerta. Yo la ocupaba toda. Ya me había quitado el corpiño y desabotonado la camisa, y apenas me miró, desplegué las solapas hacia los costados y mis tetitas quedaron expuestas a sus ojos, que se le agrandaron como si fueran dos huevos fritos. Ingresé al baño, mientras él salía, con lo que por un segundo estuvimos pegados, él mirando extasiado hacia abajo, a mis tetas que quedaron casi junto a su rostro. Él salió, yo quedé adentro. Y él, siempre caballero, fue cerrando, mientras yo le mostraba más mis tetitas, sonrisa pícara en mi rostro, y moviéndome con la cinturita quebrada como una nena sexy.
Eso cambió todo, desde ya. Pasamos a tener nuestras charlas en un jardín de invierno que estaba pegado a la casa, casi como parte ella, y que era de facto un invernadero. Comencé a mostrarle los pechos cada vez que nos encontrábamos, y él a darme unos pesos, como hacen los abuelos con los niños. Yo sentía mucho placer en ser admirada así, con tanto respeto y devoción, y a la vez a salvo, porque estaba claro —lo habíamos dicho— que no iba a pasar nada más allá de nuestras charlas.
Y más cuando pasé a tener un novio.
—Soy tan solo un admirador de la belleza femenina, Valen… —me dijo un día— Especialmente si es la hija de un amigo.
Esa sola frase me hizo mojar abajo. Y mucho. ¿Por qué mi novio no era así?
—Ay, Ángel… O usted o yo nacimos en la década equivocada…
—Mi amor, no te pongas nostálgica. Celebremos que nos encontramos en este mundo de seis mil millones de personas. Somos parte de un milagro.
Ángel siempre encontraba las palabras más idóneas. Y positivas.
—¿Y ahora que tengo novio? Yo quiero seguir teniendo nuestras charlas… Y quiero seguir mostrándole mis pechos…
—Mi amor, sos dueña de una personalidad encantadora… y de una picardía que… bueno, espero que justo ahora no se apague.
Ese “justo ahora” me derrumbó por dentro. En ese momento yo hacía tan solo un mes que salía con el que ahora todos le dicen el cornudo.
—Tal vez con él no me haga falta ser así de pícara… —le dije, con tan poca convicción que Ángel evitó mis ojos.
A esa altura ya sabía que mi novio era un desastre en la cama. Sólo que aún conservaba algo de esperanza en que podría cambiar… aprender cosas… hacerse algo, lo que sea, para no ser tan aburrido y acabar tan rápido.
Mi abuela me había dicho que en sus días ella también tuvo esperanzas… pero que los hombres no cambian.
—Y las mujeres tampoco —opinaba por su lado Ángel, sonriendo con intriga.
Me dio el dinero que me daba siempre después de deleitarse con mis pechos y me cerré la camperita.
Exactamente igual que un mes después, solo que con la presencia de mi novio en la casa, hablando de fútbol con mis primos. Ese día Ángel me dio el doble de lo que me daba siempre. Estaba particularmente entusiasmado con la presencia de mi noviecito, a quien, en nuestras charlas, le decía graciosamente el cuerno, o el cornudo. Aunque aún no lo era.
Pero Ángel tenía ojo clínico. Jamás fallaba.
Para la siguiente reunión familiar, mi novio ya era oficialmente un cornudo más en este planeta. Y con varias astas.
Ángel recibió la noticia con una alegría desmesurada, como si se tratara de mi compromiso para casarme. Mi abuela, a la que le contaba todo, extrañamente también.
—Ay, me gusta mucho este chico para vos, Valen —me dijo mi abuela cuando le conté que me acosté con dos amigos de él—. Y ahora que lo hacés cornudo, más todavía. No lo dejes escapar, ¡es de los buenos!
Con Ángel, la cosa no cambió pero sí se puso más intensa. Desde que le conté que hice cornudo a mi amorcito, insistió en tocarme los pechos. Y cómo decirle que no a mi confidente especial. Ay, pobre Ángel, la primera vez que se llenó las manos con mis tetas pensé que se moría de un paro cardíaco. ¿Habrá tenido una erección? Es un señor muy mayor, pero me gusta pensar que sí, que conmigo la tuvo.
—Qué suerte tiene tu novio… qué lindos pechitos que puede disfrutar… —me decía mientras me los amasaba con dulzura y éxtasis.
—Sí que tiene suerte, pero más suerte tienen sus amigos, que los disfrutan el doble de veces que él, jajaj!
—Uy, sí, qué lindo que lo hagas tan cornudo… Se nota que él va a serlo toda la vida, con la mujer que sea… Se le ve en la cara. Y vos... vos sos una zorrita exquisita, con cara de nena buena y una disposición para los hombres que me dan ganas de tener cuarenta años menos y hacerte mi putita… A veces envidio a tu padre, ¿sabés? Me gustaría tanto que fueras mi hija y ayudarte a hacer cornudo a tu novio…
Era la primera vez que se ponía en esa posición, y por alguna razón yo lo esperaba desde hacía tiempo. No se equivoquen, no era una postura de poder, todo lo contrario. Al decir esas palabras, Ángel se puso en una posición vulnerable por primera vez desde que lo conocí. Y eso me acercó aún más a lo muy cerca que ya estaba de él.
—Qué lindas cosas que dice… sería lindo jugar a eso. A que fuera como un papá postizo y me ayudara.
—Te llenaría de regalos, serías mi hija favorita.
—Un regalo por cada cuerno que le ponga a mi novio…
—Un regalo cada vez más importante, así te aliento a que seas más feliz al lado de tu novio…
—Si me va a regalar algo más importante por acumulación de cuernos, en un año me va a tener que dar un Porsche —me reí.
Pero él no estaba para risas.
—Sabés que te puedo comprar un Porsche mañana mismo si me hacés tu papá postizo.
Lo estaba diciendo en serio. Muy en serio.
—Ay, Ángel, no diga tonterías… Por más lindas que sean las cosas que dice… ¿qué Porsche?
—El que te guste. Siempre que yo te pueda a ayudar a hacer cornudo a tu novio…
—No, no, Ángel… ¿en serio? No sé qué decir. Aunque me vendría bien un autito, ahora que empecé a estudiar…
Ángel se acerco un paso para besar uno de mis pechos desnudos. Y carajo, sí que sabía lo que hacía. La abuela tenía razón.
—Está bien —claudiqué, y Ángel se retiró de mis pechos, haciendo que lo extrañara ya en ese mismo momento—. Supongo que a mi novio le va a gustar que no ande en colectivo y tren a la noche cada vez que regreso de la facultad.
—Hacelo por tu novio, entonces.
—Sí, para que esté más tranquilo… ¿Pero cómo se justifica que yo tenga semejante auto?
—Eso es fácil, te lo vas a ganar en un concurso. De ahora en adelante dejame esas cosas a mí, vos dedicate a coger con cuanta buena... verga gruesa se te cruce… Gruesas y venosas... y en cantidad…
Me mojaba nada más de oírlo hablar.
—Y bueno, si es para que él se quede tranquilo…
—Llamame mañana y en la semana vamos a un concesionario a comprar tu auto. Y después pasamos por mi departamento a planificar de qué manera puedo ayudarte a ser feliz con tu novio.
—A hacerlo cornudo.
—Voy a hacer todo lo posible para que no pueda pasar por la puerta, de la cornamenta que le hagas.
Me seguía mojando cada vez más. Quizá porque en ese momento escuchaba la voz de mi novio, haciéndose el importante con mis primos en la casa, a veinte metros.
—Sí, papá Ángel.


Bueno, al final hubo relato en Febrero. Tenía éste escrito a medias y lo terminé recién. Hay otro, también de Valen, en esta línea de relato más tradicional, pero es más largo que el de hoy, así que será para más adelante. Espero les haya gustado este Ángel Guardián.

12 COMENTAR ACÁ:

pui dijo...

Uhh Rebelde, qué sutileza... Cornudo, corneador, putita... Se nace, o se hace??? Gracias!!

David tatuado dijo...

Me encantó!! Espectacular!! Muy morboso y dulce también!!
Gracias

Vikingo Miron dijo...

Querido Rebelde! Este fantastico y morboso relato tiene poco de relleno para el mes de febrero, donde me apures esta naciendo una saga formidable...con un personaje carismático como Angel saliendo de lo normal y lo que estamos acostumbrados....el dialogo entre Valen y Angel de lo mas morboso de los ultimos tiempos.
No dejas de sorprenderme, gracias por tanto!

SALUDOS VIKINGO MIRON

Rebelde Buey dijo...

escribiendo los micro relatos de Valen, comencé con esas fotos y se me ocurrió el personaje de Ángel y prácticamente escribí el diálogo principal de un tirón (finalmente, el corazón del relato). pero era obvio que daba para mucho más que un micro relato, tenía una impronta diferente, importante.
un día antes de publicarlo (ahora, hace tres días) comencé a escribir todo el relato y mejoré los diálogos y algunas lineas que ya tenía.
La verdad es que me gustó mucho. De lo último que vengo escribiendo, mi favorito. No sé si se convertirá en una saga, no creo (no lo pensé así, aunque la idea de un sugar daddy que ayude a cornear al novio de su protegida me gusta, así que quién sabe jejej)

Rebelde Buey dijo...

muchas gracias david! sí, tiene cierta dulzura , gracias x notarlo
=D

Rebelde Buey dijo...

Es cierto, es de los relatos sutiles. fijate que casi no hay sexo. Respecto de "se nace o se hace?" es una pregunta que me vengo haciendo desde hace unos meses. ando con ganas de buscar la respuesta escribiendo mi "autobiografía" cornuda (por decirlo de algún modo), una serie de anécdotas y textos breves, seguramente desordenadas, donde voy a contar todas y cada una de mis experiencias de vida que yo sospecho me llevaron hacia el gusto por ser cornudo, y por supuesto también cómo después experimenté con el cuckolding con mis parejas.
Salvo los nombres, la voy a hacer fiel a lo que viví en la realidad (cero ficción), de modo que no va a haber sexo, y cuando lo haya, será mencionado o descrita alguna particularidad, pero no relatada para calentar.
y de paso van a redescubrir muchas cosas que escribí en algunas series jajaja

Fede dijo...

Genial relato. Tendrias que hablar con mi Vero.... da para hacer un libro

Anónimo dijo...

Al principio parecía que no me iba a gustar del todo, pero terminó siendo un gran relato, muy morboso como la incitan a cornear al novio.

Anónimo dijo...

Hermoso relato Rebelde. Me gustó mucho.

Unknown dijo...

amigo por favor sigue escribiendo la seguiente parte de este relato la verdad es genial te felicito

Rebelde Buey dijo...

hola desconocido.
desgraciadamente no hay segunda parte de este relato, es un unitario. sí habrá más relatos de la chica, pero no por un tiempo.

Rebelde Buey dijo...

cuando quieras

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