MICRO NEWS:  El Faro, Parte III: Tipeo 100%, Correcciones 50% — Esta 3ra parte se publicará completa | Fidelidad Intermitente (2,3,4) Tipeo 80%, (5,6,7) Escrito 100% | ►Hay una actualización en el sub-blog Plop!


domingo, 21 de julio de 2019

Zara (I) [Compilado de la Primera Parte]

Zara (Parte I) 
[Compilado de la Primera Parte]
Por Rebelde Buey

SOBRE LAS FOTOS: Para que no me denuncien el blogluego de un mes de publicación, las fotografías de personas reales que inspiran estas historias son borradas y reemplazadas por dibujos y arte parecidos


ZARA 01
—Zara, ¿de dónde venís con el chico?
—De… de comprar…
—¿De dónde venís, Zara? Te’stuve llamando toda la tarde y el puto celular apagado, y ahora volvés vestida así como si nada, con esa minifalda, esas botas y ese escote… ¡y encima de noche!
—Fui… al pueblo y a hacer unas compras.
—¡Te fuiste a lo de don José! ¡Te fuiste a lo de don José a que te garche y te llevaste al chico!
—No pasa nada, amor, lo pusimos con la tele y estuvo toda la tarde mirando dibujitos.
—¡Carajo, Zara, con el chico no! Ya 'suficiente conque'ese viejo te dé pija cuando se le antoje, que encima te le dejás con Rapidín en la misma casa!
—Ya te dije que estuvo viendo dibujitos, no es para tanto...
—Quedamos en que no volvían a hacerlo con nuestro hijo en la misma casa.
—Es que vos no estabas, la chica no podía venir y don José… Ya sabés lo insistente que es cuando tiene sus urgencias…
—¡Es que tiene urgencias casi todos los días!
—Bueno, ché, lo decís como si sus ganas fueran mi culpa.
—¿Al menos lo hicieron con la puerta de la habitación cerrada?
—S-sí… No… Bueno, más o menos…
—¿Cómo más o menos...?
—Es que en un momento tu hijo se puso fastidioso y tuve que ir a ver tele con él…
—¿¡Así desnuda como estabas!?
—No, no, tonto: en bombacha y corpiño… Así que fui con él, pero como a don José no le importa nada, salvo desahogarse adentro mío, yo me puse detrás de Rapidín, tras el respaldo del sillón, para que don José me corriera la bombachita para un costado y me diera bomba por atrás.
—¿Qué carajo…?
—No te preocupes, no se enteró de nada… Yo estuve acariciando al chico desde atrás un buen rato, hasta que don José me volcó toda la leche adentro.
—¡Estás loca! Mirá si el crío nos sale maricón, ¡o cornudo!
—No digas bobadas, vos lo criás, lo mantenés y lo cuidás... pero ya sabés… es más parecido a cualquiera de los amigos de don José que a vos…




ZARA 02
—¿Pero cómo se te ocurrió ir vestida así? ¿Estás loca?,¡es la ropa más de puta que tenés!
—Y bueno, amor, es lo que me pidieron que llevara, qué sé yo... Ni que fuera la primera vez que la uso…
—Ya lo sé, por eso, porque es la ropa con la que te cogen en grupo.
—Pero si era un grupo, ya te dije que se iban a juntar varios... Eran como cinco.
—¿C-cómo…? ¡Me dijiste que te iban a coger solamente tres!
—Sí, iban a ser tres, pero después cayeron dos tipos más... Creo que eran amigos de un amigo de don José, o algo así, no sé...
—Igual no es excusa. No podés andar así vestida y hacer de cuenta que es lo más normal del mundo.
—Ay, nadie me vio, amor… Nos pasaron a buscar por la puerta de casa con un autazo, y de ahí directo a lo de don José. No había nadie en la calle.
—¡No es por la calle, Zara, es por nuestro hijo! Te vio vestida así, como una puta, y después te lo llevaste a esa… a esa… orgía a la que te obliga ir ese viejo hijo de puta.
—Rapidín ya está acostumbrado a cómo me visto, amor, me ve cambiarme cada vez que salgo a que me… bueno, ya sabés. Y lo de don José… no es que me obliga, es mi elección. Me dijo que si quiero que esa verga me siga dando bomba, cada tanto tengo que aceptar que traiga a dos o tres amigos.
—No debiste ir así, te podías haber cambiado en lo de don José. Y avisarme para que yo me quede con el chico, no sé por qué siempre te lo llevás a los lugares donde te hacés coger.
—Esa era la idea, Celino, pero no hubo forma de convencer a Rapidín. Don José le dijo por teléfono que tenía una camioneta de regalo para él y el pobre estuvo excitado e insoportable toda la tarde. Quería ir sí o sí a lo de don José. ¡Igual que su mami!
—¿Encima te lo tomás a broma? Zara, no es bueno que el chico ande por ahí mientras a su madre la empernan entre dos o tres tipos.
—Cinco. Acordate que a eso de las nueve cayeron otros dos, y también los tuve que atender.
—No lo puedo creer… ¿Y el chico vio todo!?
—¿Estás en pedo, Celino? ¿Qué clase de madre te pensás que soy? El chico estuvo toda la tarde y parte de la noche con su bendita camioneta. Rrrummm, para allá... Rrrrummm, para acá... Al principio quería que lo viera, y don José y los muchachos se pusieron impacientes porque no me podían llevar a la habitación a darme murra, pero en un momento no se aguantaron más y me llevaron igual. Se metieron todos adentro y a mí me también me metieron en la pieza, con ellos, pero asomándome por la puerta hacia el pasillo donde Rapidín me mostraba cómo manejaba la camioneta.
—¿Te... te garcharon delante del chico?
—¡No, tonto! ¿No me escuchás? Yo quedaba cubierta detrás de la puerta, solamente asomaba la cabeza para mirarlo y hablar con él. Y don José y los otros me fueron cogiendo de pie, aprovechando que la puerta también los cubría a ellos. Gracias a esta ropa que tanto me criticás pudieron darme bombearme un buen rato sin desvestirme, y así tu hijo no se dio cuenta de nada.
—O sea que encima tengo que agradecer que te hayas ido vestida así de puta…
—Y, sí…
—Ay, Zara, tenés que recapacitar… No podés seguir exponiendo a Rapidín a que cualquier tipo te...
—Olvidate, tu hijo estaba tan en la suya que no se dio cuenta de nada. Andaba lo más feliz del mundo con su camioneta, yendo de acá para allá mientras a la mamita se la estaban garchando... 
—Zara, no lo digas así… No seas tan gráfica…
—Pero si es verdad... Me tuvieron encerrada cuatro horas ahí adentro usándome como a una puta y tu hijo con la camionetita. Si no fuera que esta vez grité mucho, ni se acordaba de mí.
—¿Por qué gritabas? Si ese viejo hijo de puta te garcha cuando quiere, ya estás acostumbrada a semejante vergón. ¿O también estaba la bestia esa de Botellón?
—No, Botellón, no estaba. Pero los dos nuevos... Ufff... no sabés... Por suerte don José y los otros también la tienen enorme y como que me fueron estirando, pero igual...
—No es justo, Zara… Cualquier conocido de don José tiene derecho a garcharte y a mí no me permiten más que tocarte un poco para hacerme una pajita…
—Deberías hacerte amigo de don José, mi amor. Es la manera más segura de cogerme.
—Ah, y encima seguís cargándome…




ZARA 03
—Zara, te lo pedí por favor. Si te vas a coger al hijo de mi patrón, por lo menos hacelo de manera discreta… 
—Pero si fui discreta. Me cogió primero en su auto y después me llevó a su casa para usarme toda la noche. No fuimos a ningún telo ni lugar público donde me pudieran ver, tal como vos querías.
—Lo que yo quería era que no te cogieran más tipos, Zara, ¡y menos el hijo de mi patrón!
—Bueno, vos sabés a lo que me refiero… 
—Te la pasaste toda la previa en el bolichito del centro, sentada sobre el capot de su auto y vestida como una puta.
—¿Y dónde querías que me sentara, en el auto del barman? Después me quiere coger el barman y vos te quejás.
—¿Tengo que explicarte cómo funcionan estos pueblos chicos, mi amor? ¿No sabés que si vas con semejante escote y te exhibís en su auto y en público es como si declararas que sos su putita?
—Ay, no exageres…
—El auto es como una prolongación de la pija de ese cretino, y a vos te vio todo el pueblo sentada… ¡en la punta de su auto!
—¿Ahora sos psicólogo, Celino?
—Zara, no me cargues, me prometiste ser discreta y lo primero que hiciste fue mostrarte un viernes a la noche en el centro del pueblo como una trola en el auto de otro... ¡Ahora todo el mundo se debe estar pensando que soy un cornudo!
—No, mi amor, todo el mundo piensa que sos un buen padre.
—... y que vos sos la putita nueva de ese hijo de mil putas de Emanuel...
—Eso sí pueden pensarlo. Pero las envidiosas, mi amor. Siempre hay envidiosas en estos pueblos chicos. La mayoría de los tipos que me vieron vestida así arriba de ese auto ya lo sabían o lo sospechaban.
—¡Zara, por lo que más quieras, comportate! No vuelvas a exhibirte tan regalada para otro, ya bastante cómo te vestís los jueves a la noche cuando vas al boliche de la ruta con tus amigas y se hacen coger por los del otro pueblo.
—Eso es diferente, Celino, no seas injusto. Eso lo hacen todas, es como una tradición acá en Alce Viejo y todo el mundo lo acepta lo más bien.
—Todo el mundo, no; solo las mujeres… y los tipos que se las garchan. Los cornudos no lo aceptamos…
—Sí, sí, claro… por eso no va ninguno a espiar a su novia o esposa a Esquina del Cuerno, ¿no? Por eso vos nunca fuiste a ese parador a revisar auto por auto hasta dar con el que me estaban garchando, ¿no? [NOTA: más detalles en próxima serie de foto-relatos “Equina del Cuerno”].
—Emmm… Estemmm… ¡No me cambies de tema, Zara! Acá la cuestión es que si todo el mundo se entera que también te coge el hijo de mi patrón, entonces te van a querer coger sus amigos, y ya no voy a tener tiempo de cuidar a Rapidín para que sigas saliendo.
—Ay, no te preocupes, cuerno, que si me empiezan a coger seguido Emanuel y sus amigos, tu patrón seguro te va a dejar salir antes para que me cuides a Rapidín y así tener más tiempo de devolverme a casa toda llena de leche.


BONUS (Antes de la Salida):
—¿Y, Celino, qué tal? ¿Cómo me veo para salir con el hijo de tu patrón?
—¡Carajo! Eso es muy escotado, mi amor. ¿No tenés algo más tranquilo? Con ese escote te va a querer coger las tetas y te va a terminar volcando la leche ahí… 
—Sí, como don José…
—¿Don jo…? S-sí, bueno, pero con don José ya estoy acostumbrado… Vos sabés que tus tetas son mi debilidad y no quisiera que nadie te las coja ni las enleche… Bueno, salvo por don José, que ya lo viene haciendo…
—Y Botellón. Acordate que la tiene tan bestialmente grande que las primeras veces me daba miedo y sólo le permití cogerme las tetas, sin penetración.
—Emmm… sí, don José y Botellón, solamente…
—Ah, y el Cuervo, el amigo de don José que trajo con Cogote, te acord… ah, Cogote también, ahora que recuerdo.
—¡Está bien, está bien, Zara, dejá de hacer memoria! Y fijate si vas con otra cosa más tranquila, es el hijo de mi patrón y no quiero que se piense que soy un cornudo.
—Pero si me levantó delante tuyo el día que fui a visitarte a tu trabajo, ¿te acordás? Y vos te hiciste el tonto mientras Emanuel me decía cosas zarpadas y me invitaba a conocer su nueva casa, que era “donde se rendían todas las putitas casadas”. ¿Te acordás?, así lo dijo. Y vos calladito y cabizbajo como un buen cornudo.
—Dejá de decir que parecía un cornudo, Zara. Era el hijo del patrón, ¿qué iba a decir? Y además ¿cómo me iba a imaginar que terminarían en una cita donde iba a querer cogerte?
—Te pudiste dar una idea cuando adelante tuyo me dijo: “Nos encontramos a tomar algo el viernes a la noche en Twinky’s, sin el cuerno, y después vamos a casa, que con ese cuerpazo que tenés, quiero cogerte toda la noche”
—¿Qué? No, yo escuché que dijo otra… Está bien, basta de recuerdos, andá así como estás, que encima vas a llegar tarde y no quiero que Emanuel se enoje conmigo…
—Ay, mi amor, no te preocupes que después de esta noche vas a ser su cornudo favorito, te lo prometo…
—Andá, andá, pero por favor, por-fa-vor… manejate con discreción. Si no queda otra que cogerte a ese pendejo hijo de puta, por lo menos hacelo con discreción.
—Tranquilo, Celino, nadie va a siquiera sospechar que el hijo de tu patrón también me coge. Nadie. Te lo prometo.




ZARA 04
—Dale, ¿qué esperás?
—Zara, no te puedo sacar esta foto.
—Uy, no empecés, Celino, me sacaste veinte fotos así para mandarle a los amigos de don José. Y después ellos me sacaron fotos diez veces peor para mandarte a vos. ¿Qué te pasa ahora?
—Es que no le puedo mandar una foto tuya súper regalada a mi patrón, mi amor. ¿Estás loca?
—Al hijo de tu patrón, Celino. Si ya me viene cogiendo desde hace un mes, ¿qué te molesta?
—¡Que el número al que querés que se lo mande es el de don Perno, no el de su hijo!
—Te dije que el de Emmanuel no anda. Tenemos que usar el celular del padre para arreglar este convite. 
—¿Qué convite? ¡Un garchadero, eso es lo que es!
—Dale, sacame.
—¿Para qué querés que te saque? Ya te coge. Ya te vio así más veces que yo en un año entero.
—No es para él, tonto. Es porque va a invitar a unos amigos y quiere que vean lo que se van a comer.
—Zara, por favor, más tipos no, te lo suplico…
—No me lo digas a mí, ¿yo qué culpa tengo?
—Cada vez te coge más gente. Me dijiste que con el Emmanuel te ibas a comportar para mantener este asunto bien discreto en el trabajo…
—Del trabajo nadie sabe nada, vida. Estos amigos son de otro lado…
—No importa, cuantos más tipos del pueblo te empiecen a coger, más rápido va a correr la noticia de que soy un flor de cornudo!
—No, mi amor, no, quedate tranquilo. Creo que vienen de Buenos Aires.
—De Buenos Aires…
—Sí, así nadie te conoce y me pueden coger tranquilos… Todo el finde.
—¿T-todo el finde? Pero ¿y Rapidín?
—Cuidalo como el padre que decís que sos. Digo, como el buen padre que decís que sos…
—Bueno, si no son de acá y nadie se entera… y nunca más van a volver… casi no serían cuernos… ¿no…?
—Claro que no, mi amor: solamente me van a tener dos días en una habitación dándome pija por todos lados y llenándome de leche hasta rebalsar… Así que nada que ver con cuernos.
—C-claro… N-nada que ver…
—Ahora sacá la foto y mandala al número que te di.
—E-Está bien, pero… Tengo miedo que se olviden de borrarla o pase algo y la vea mi patrón… Si llegara a pasar eso se va a pensar que soy un flor de cornudo y no lo voy a sobrellevar! 
—No seas paranoico, Celino. No hay manera de que Emmanuel se olvide de borrar la foto antes de que la vea su padre.
…Click!


------- Y A LA NOCHE, POR TELÉFONO...


—Mi amor, tengo buenas y malas noticias…
—¿Qué pasó ahora, Zara?, no me asustes.
—La buena es que los amigos de Buenos Aires de Emmanuel no pudieron venir. 
—Uh, qué suerte. Me dan mala espina los porteños. Son todos unos agrandados y abusones de la gente buena del interior. ¿Y la mala?
—La mala es que la foto que mandaste la vio tu patrón.
—¿¡Qué!?? Pero la puta madre, Zara, te dije que no había que mandarla. Ahora se va a dar cuenta pensar que sos una puta. Ahora se va a dar cuenta que soy un cornudo! No voy a poder mirarlo a los ojos en el trabajo.
—Tranquilo, Celino, tranquilo, que lo convencí de que no se enoje ni ande diciendo nada de que te hago cornudo…
—¿En serio? ¿No va a decir nada? Ay, mi amor, hacés que me vuelva el alma al cuerpo… ¿Y cómo lo convenciste?
—Dejándome coger también por él.
—Qué!? ¿Pero qué carajo…?
—¿Viste qué rápido lo solucioné? ¿No estás orgulloso de mí?
—Ahora también te va a coger don Perno… La puta madre, Zara, eso es peor, me convierte en el cornudo del trabajo. 
—No, Celín, no! Si solamente me van a coger tu patrón y Emmanuel. Tus compañeros ni se van a enterar, justamente por eso me abro de piernas con don Perno, para que no ande de chismes.
—Tenés razón, mi amor, disculpame. Es que toda esta situación me pone muy nervioso.
—Sí, te noto re paranoico, como sospechando que cualquiera se puede aprovechar de vos.
—Zara, arreglá con mi patrón para que te coja otro día. Hoy necesito dormir acurrucado con vos… Salí de esa casa antes de que te coja, yo agarro a Rapidín y te paso a buscar con el auto ahora.
—Ay, ya es tarde, mi amor, me hubieras dicho antes. Estoy en la cama de tu patrón esperando que termine de ducharse. Y ya estoy en ropita interior, don Perno estaba como muy ansioso… Mirá, te mando una foto para que me veas.
Click!



—¿Te gusta como estoy, mi amor?
—Estás… estás recontra cogible…
—Ay, gracias, es lo que me dijo tu patrón.
—Zara, cogetelo mal… Arruiná la noche, que se crea que sos un desastre así no quiere repetir…
—No puedo, vida, ya sabe todo. Emmanuel le dijo cómo la chupo hasta la base y que no le hago asco a ninguna verga… Así que ahora me quiere probar todo el fin de semana. Y además me tengo que coger a su hijo.
—P-pero… ¿¡te van a coger los juntos!?
—No, amor, no, ¿qué clase de esposa te creés que tenés? Me voy a ir pasando de habitación a habitación a medida que me vayan cogiendo y se vayan deslechando… durante todo el finde. 
—La puta madre, Zara… Te dije que no enviáramos esa foto…
—¿Vos me pasás a buscar el domingo a la noche, no? No quiero abusar de la hospitalidad de don Perno y Emmanuel.
—Sí, Zara… Dios no permita que abusemos de esos dos pobres hijos de remil putas…
—Te dejo que viene tu patrón, cuerno. ¡Uy, cómo carga! Te veo en dos días, chau!
—Esperá, Zara! Zara… Zara…
…tu-tu-tu-tuuu…




ZARA 05
—Zara, ¿dónde vas vestida así?
—De don José. ¿Te gusta mi amor?
—S-sí, bueno, no sé… Ya sabés que no me gusta que vayas con esos tipos en minishort y tremendo escote. ¿Y Rapidín?
—A él también le gusta cómo estoy vestida.
—No, Zara, me refiero a que qué hacés llevándote a nuestro hijo a la casa de ese hijo de puta que lo único que hace es aprovecharse de nosotros.
—Es que no lo puedo dejar acá con vos, mi amor. ¿No ves cómo estás?
—En cama y con 40 de fiebre. 
—Razón por la cual no podés andar levantado para cuidar a nuestro hijito.
—Razón por la cual vos no deberías ir a esa casaquinta, para quedarte y atenderme un poco, que estoy muy enfermo.
—Sí, Celino, creeme que no quería ir. Le dije a don José que estabas así… pero no le importó, está con ganas deslecharse y... bueno… ya sabés cómo es.
—No podés decirle que sí a todo, estoy con cuarenta grados.
—No sabés lo que le insistí… 
—Me imagino.
—Es que ya arregló con dos amigos; si no voy, el pobre don José va a quedar mal…
—Igual no lo decía por mí. Habíamos quedado en que nunca más ibas a dejarte coger con Rapidín en la misma casa. 
—Ya te dije que le pongo los dibujitos y ni se entera.
—¿Y yo cómo sé si eso es así? La última vez quiso entrar a la habitación y casi te ve cogida por el viejo! No confío en ese crápula.
—Ya lo pensé. Soy la mejor esposa del mundo ¿o qué? Le pongo el Baby Call, como cuando era un bebé y lo monitoreábamos en su habitación mientras nosotros lo hacíamos en la nuestra, te acordás?
—No, lo que me acuerdo es que le poníamos el Baby Call en su cunita mientras don José y Remolacha te recontra cogían en nuestra habitación.
—Ay, dale, no seas pesado con los detalles, vos sabés a lo que me refiero.
—Mi amor, el Baby Call tiene un alcance de treinta metros. Vos te vas a la quinta que queda como a diez kilómetros.
—Bueno, te llamo por Wasap y dejo el celular al lado del chico. Si escuchás que se queja o algo, me llamás al teléfono de don José.
—N-no me gusta llamar a don José. Me da miedo que se enoje. Siempre se enoja.
—Si don José es un pan de Dios! Bueno, ahora te dejo que no quiero llegar tarde y hacer quedar mal con sus amigos a don José.

…………………

*A ver ahí si anda… Hola… Hola, Celino, ¿me escuchás?
—Ho-hola, mi amor… Qué rápido llegaste.
*Holaaa…
*Ufff… qué buen orto te hace esa tanguita, bebé...
—Hola, yo te escucho. ¿Q-quién está ahí?
*Ah, ahí estás, mi amor.
*Es el cuerno, ¿no?
—Escucho… emmm escucho otras voces...
*Sí, es que le pusimos la tele a Rapidín, para poder ir a la habitación tranquilos...
—¿Está ahí con vos Rapidín?
*Sí, está viendo la tele al lado mío.
*Qué lindo orto tragatrapos, hija de puta… Qué lindo es manoseártelo…
*Saludá a papi, Rapidín!
*Cómo te hace la conchita ahí abajo, te vamos a surtir verga entre todos a la vez
—Mi amor, qué está pasando? Estás con Rapidín o ya estás en la pieza?
*No, acá en el living... pero tu hijo no quiere hablarte. Está colgado con Disney Channel.
—Mi amor, me pareció escuchar a...
*Dale, putón, cortala con el cuerno y vamos para la pieza.
*Celino, acá los señores me dijeron que por favor te pida si no podemos hablar después, que me necesitan para una consulta.
—Qué consulta? Te qieren garchar entre los tres!
*No, vida, son cinco. Al final cayeron dos amigos más de don Jo… Ah, ¿no son sus amigos, don José? Bueno, dos tipos más que no sé de dónde sacó don José… ¿Qué? ¿De dónde? Ay, no, don José, no le puedo decir eso al cuerno, se muere!
—¿Qué? ¿Qué cosa? ¡Hola! No se lo escucha lo que dice don José.
*No, que son dos amigos más de don José.
—No, antes me dijiste que no eran amigos. ¿Quiénes son ésos? ¿De dónde salieron?
*Bueno, mi amor, te dejo que ya me corrieron la tanguita y me están puenteando y no quiero que Rapidín se de cuenta.
*Dale, putón, cortala con el pelotudo ése!
*Quíntuple penetración te hacemos hoy.
*Hacemos video para el cuerno?
—Zara! Qué están diciendo? Qué video? Hola... 
*No sean malos, quedamos que los videos se borran apenas los vemos, salvo los que usan para invitar a más amigos...
—Hola! holaaa... Qué video…? No hagan ningún video! Hola…
*...y ahora seguimos con las Aventuras de Bety Boop...




ZARA 06
—¡Zara, son las once! ¿De dónde venís tan tarde?
—¿Tarde?, son las once de la mañana...
—¡Pero saliste ayer a las nueve de la noche!
—Es que tu patrón estaba hecho un toro. Se ve que festejar el día de San Valentín lo inspira, es un romántico.
—Qué romántico si lo único que hace es garcharte dos o tres veces por semana desde hace no sé cuánto.
—No seas envidioso, si sabés que es un romántico. Fijate las flores que me regaló, y me llevó a cenar y todo.
—¿Cómo a cenar? Quedamos en que te coge solamente en su casa de “trampas”. ¿Fueron a un restaurante lleno de gente? Zara, te pedí por favor que si me ibas a cornear, lo manejaras con discreción.
—Tranquilo, Celino, me llevó fuera del pueblo, a la parrillita de la ruta.
—No será la de un tal Antonio, ¿no?
—Puede ser ésa porque en un momento tu patrón me dijo: “agradecele a Antonio por ese pedazo de carne que te estás tragando”. Porque estábamos comiendo en la parrilla, no te pongas paranoico, eh?
—Ese Antonio es un hijo de puta, mi amor. Un abusivo. Tiene fama de pijudo y de cogerse a un montón de mujeres casadas de acá del pueblo.
—Sí, tal cual. Es ese Antonio.
—La puta madre, Zara, no puedo creer que hayas dejado que mi patrón te lleve a ese lugar que todo el mundo sabe que se garchan a las mujeres de los viajantes desprevenidos.
—Pero no fue a eso, amor. Fuimos a festejar San Valentín, súper romántico todo.
—Antes de salir te pidió que te vistieras bien putita, qué romántico. Además, el que debería festejar San Valentín con vos soy yo, tu marido.
—Pero vos nunca me cogés, Celino, siempre estás trabajando.
—¡Porque el hijo de puta de mi patrón me manda a hacer más cosas para garcharte más tiempo!
—Bah, puras excusas. Un hombre siempre se hace tiempo para atender a su mujer. Y hoy por hoy me atienden más tu patrón, el hijo de tu patrón y ahora Antonio. Al final ellos tienen más derecho a festejarme el día de San Valentín que vos.
—¿Cómo Antonio? Me dijiste que no fueron a que te coja Antonio.
—Era la idea, pero por culpa tuya, que nunca querés que la gente me vea así linda en lugares públicos, tu patrón le pidió a Antonio un lugar privado para cenar él y yo, para que nadie nos vea. Y el único lugar privado en esa parrillita es al otro lado del biombo que está detrás de la caja.
—Detrás del… ¡Carajo, ahí es donde Antonio se garcha a todas las casadas del pueblo!
—Pero no era nuestro caso. Tu patrón, en ese sentido, es un caballero. Se sentó en una banqueta y me hizo arrodillar en cuatro, así vestidita como estoy, de frente a él. Vino Antonio y puso una especie de tabla arriba mío y quedé como si fuera una mesita. Tu patrón se abrió la bragueta del pantalón y peló el vergón rechoncho que ya sabés que tiene…
—N-no… no sabía…
—Yo no podía levantar ninguna mano para agarrársela porque las cosas de arriba de la mesa se iban a caer, así que con mucho cuidado acerqué mi boquita hacia la vergota, que por suerte siempre la tiene al palo. Y de a poco me la fui metiendo. Primero la besé como para humedecerla, y la hice jugar entre los labios hasta que me tragué la cabecita… Bue, la cabecita… vos me entendés. Tu patrón empezó a comer como si estuviera en la parrilla, usándome de mesa, mientras yo lo mamaba. La pija se le agrandó más, ¿podés creer?, y me la fui tragando hasta el fondo. Se me hacía difícil bombearle la pija con la boca sin mover arriba el plato, el vaso y la botella de vino, pero el bueno de tu patrón a veces me daba una mano y las agarraba, para que mi mamada fuera más eficiente.
—Qué bueno mi patrón, pedazo de hijo de puta abusiv…
—Mi amor, ¿estás al palo?
—¿Eh? N-no… no, nada que ver… Seguí… em! Seguí contando.
—Se la estaba chupando así como te dije, llegando hasta la base y teniendo arcadas y tos, que hacían mover un poco la mesa. Pero yo tragaba todo lo que podía, y sin ayuda de mis manos. En eso vino Antonio para traer la cuenta. Son mil pesos, dijo. Y tu patrón le contestó: “Es San Valentín, cobrate de este putón”. No se hizo mucho problema Antonio por la cuenta, te digo. Se bajó el cierre, se bajó el jean, y se arrodilló atrás mío con la verga ya dura, tan grande como la cuentan. Me tomó de cada muslo, me dijo algo así como “qué buenas piernas y que buen culo que tenés, pedazo de puta” y me levantó la minifalda. Tenía puesta la ropita interior que me compraste vos para nuestro último aniversario, ¿te acordás? re linda! Bueno, se ve que a él mucho no le gustó porque la corrió para un costado hasta romperla y me penetró ahí mismo sin piedad, a lo bruto, como si yo fuera un pedazo de carne.
—Y… te ofendiste, ¿no?
—Obvio que me ofendí. Pero antes empecé a acabar como una enajenada, ya en la segunda estocada. Nunca me había pasado, Celino, ni siquiera con vos que sos el que mejor me coge.
—¡Pero si nunca cogemos!
—Antonio me empezó a bombear la conchita como un preso, mi amor, la fama que tiene la tiene bien ganada. Y yo entré a acabar, entre la verga de Antonio y la que me estaba masticando de tu patrón, en un momento no aguanté más y levanté las dos manos y el torso para agarrarle la pija, y le regalé a tu patrón la mamada que se merecía por haber tenido el detalle de una velada romántica por San Valentín.
—¡Pero qué romántica si te hizo garchar por ese otro hijo de puta!
—No seas malo, Celino, ¿sabés lo que cuesta mantener una micro empresa como la parrilla con esta crisis, y encima los impuestos que hay que pagar?
—¿P-pero qué carajo tiene que ver con…?
—Cuestión que me bombeaba con ganas, con furia, como si se estuviera vengando de alguien, y me decía: “tomá, putón, tomá verga de la buena. Te voy a dejar ensanchada para el cuerno! Te voy a dejar la leche y te voy a hacer un hijo para que críe el pelotudo de tu marido!” Y más fuerte clavaba. En un momento pensé que te conocía, porque se refería a vos siempre como cornudo, pero no. Me estuvo bombeando como quince minutos mientras yo se la mamaba a tu patrón. Dios, qué pedazo de verga… al final no aguantó más y se deslechó adentro, como hacen todos, y me gritaba puta, puta, esta leche es para el cornudo, y esas cosas que gritan los hombres cuando acaban.
—Yo no grito eso.
—Claro.
—¿Y qué hicieron hasta las once de la mañana? No me vas a decir que ese Antonio te siguió cogiendo porque por más macho que digan que es, no me creo que…
—No, no, mi amor, Antonio me cogió solo dos veces. En ese momento y como a las cinco de la mañana. El resto me fueron cogiendo distintos camioneros que llegaban.
—¿Qué!?
—Sí, primero ahí atrás del biombo. Mientras yo se la seguía chupando a tu patrón los tipos iban pasando de a uno y me iban clavando. Pero por supuesto en un momento me di cuenta que aquello no era serio de mi parte. Pensé en vos todo ese tiempo y dije “no, esto no está bien”. Entonces después del quinto o sexto que me llenó de leche (no recuerdo cuántos porque como todo eso pasaba a mis espaldas casi ni vi quién me cogía), decidí que fueran a cogerme cada uno en su camión, así de paso los miraba a la cara cuando me eyaculaban adentro. A tu patrón le pareció bien pero antes quiso acabar, y como dijo que ahí abajo no la metía ni loco por el enchastre de semen que había, me tomó de la nuca y apretó fuerte contra sí mismo y casi sin dejarme respirar me la escupió toda hasta la garganta. Como se la venía mamando hacía una hora, me acabó un litro, casi me ahogo en serio, porque en el entusiasmo no me aflojaba la nunca. Me la tragué toda, como la buena esposa que soy.
—La mía nunca te la tragaste…
—Una vez sí, en Miami.
—Eso fue un sueño que tuve y te conté. Nunca fuimos a Miami.
—Bueno, no te escapes por la tangente, la cuestión es que de ahí en más me la pasé de camión en camión, y a eso de las ocho de la mañana tu patrón me llevó a su casa “de soltero” para que me pudiera pegar una ducha y descansar. Bah, descansar… apenas me bañé me regaló tremenda cogida y me acabó adentro, “para que le lleves la leche al cuerno”, me dijo. Y acá estoy, con la leche de tu patrón, como vos querías.
—¡Yo no quería eso!
—Ah, sí. Como él quería.
—Al final todo lo que preparé para nuestra noche de San Valentín quedó en la nada… Y vos ni debés tener ganas, con todo el calvario que pasaste…
—Mi amor, para vos siempre tengo tiempo de festejar San Valentín… Vení… Chupame acá abajo… Dale, antes de ir a bañarme…
—Pero Zara, últimamente siempre festejamos haciéndote sexo oral…
—Dale, mi amor, chupá… Así… Así, muy bien… uhhh… muy bien, mi amor... Así... Tragá…
—Mmmmñ…
—Tragá, cuerno, limpiá toda la lechita de tu patrón...
—Mggghhhfff…!




ZARA 07
—Zara, vení, sentate, por favor… 
—Sí, mi amor. ¿Acá enfrente tuyo, así me mirás las piernas? 
—Eh? Sí, donde quieras. 
—No te hagas el tonto, cada vez que me pongo este vestidito me mirás con cara de perro alzado… 
—Sí. Bueno, es que yo hace mucho que no… ¡No importa!, escuchame… 
—¿Te pensás que no me doy cuenta que esperás a que me siente para ver si se me ve un poco la bombachita? Pero no me jode, ¿eh? Me encanta que seas así de pajerito conmigo, me hace sentir que seguís enamorado después de tantos años de matrimonio… 
—Sí, sería bueno que esos vestiditos los usaras alguna vez para mí. Te los veo puestos solamente cuando vas o venís de hacerte garchar por don José o por mi patrón. 
—Peor sería que fuera hecha una ciruja. ¿O cómo quedarías vos si yo voy mal vestida a lo de don Perno o su hijo? Serías el hazmerreír de todos. 
—Ya soy el hazmerreír, Zara… Cada vez que te agarran de las dos nalgas y te penetran mirándome a los ojos, se ríen de mí. Y no lo digo en sentido figurado, las pocas veces que estuve presente cuando te garcharon hicieron literalmente eso de reírse en mi cara. Pero no importa, escuchame. Quiero que nos pongamos de acuerdo en algo... 
—Decime, mi amor. 
—Desde hace unos meses te garcha mi patrón, ¿verdad? En la casita que tiene en las afueras para que no se entere su mujer. 
—Don Perno, sí. Que tiene una poronga que… 
—No importa, Zara, escuchá. Y además te garcha regularmente su hijo. 
—El Emmanuel. Ufff… qué aguante tiene ese mach… 
—¡Zara, concentrate! 
—Vos deberías concentrarte. Te olvidaste de don José, que está a cargo de la casa-quinta de Lobos, de Botellón, del Indio, de los amigos que siempre trae don José, y no podés olvidarte de Rápido y Furioso. 
—¡Ese idiota no cuenta! Te cogió a sola vez, y sólo porque nos quedamos encerrados sin querer un fin de semana completo en esa quinta del infierno. 
—Sí, me acuerdo. ¿Quién hubiera dicho que Rápido y Furioso calzaba lo que calzaba, ¿no? 
—No importa, Zara, escuchame, desde hace media hora quiero dejar en claro algo de lo que ya hablamos mil veces. 
—Ya te dije que con forro no quiere nadie. No me lo digas a mí, decíselo a los… 
—No, no… Es sobre don Perno y su hijo. Quedamos en que te cogían, siempre y cuando lo hicieras con discreción. 
—¿Y ahora qué hice? Celino, no seas injusto, hago todo lo humanamente posible para que tu patrón y su hijo me garchen tal y como vos querés. 
—¡Pero si yo no quiero que te garchen! 
—Y… ¡así pareciera que no! 
—Pero carajo, te digo que no… No importa, escuchame y dejá de desvariar. Zara, ¿en qué quedamos vos y yo sobre la discreción? En que yo te pasaba a buscar después de garchar o, si era muy tarde y no queríamos despertar a Rapidín, mi patrón o su hijo te traían, frenaban un segundo nada más, y de manera muy discreta vos entrabas a casa. 
—Lo que siempre hacemos. Orgullo de mujer, soy. 
—Emmanuel te acaba de dejar en casa a las diez de la mañana. 
—Bueno, a las cuatro de la madrugada o a las diez, ¿qué diferencia hace, mi amor? 
—Con semejante cochazo, de día, y vos bajándote vestida como una puta hacen toda la diferencia. Te vio la cuadra entera, Zara. ¡Vos, la esposa de un pobre jornalero como yo, saliendo de un auto importado con un vestidito tan corto que se le ve la bombacha, tacos aguja y un escotazo hasta el borde de los pezones! 
—Decime si no estaba re linda! Para la alfombra roja, por lo menos. 
—Te vieron don Pancho, Benigno, doña Gertrudis, el repartidor de diarios, los dos albañiles que están haciendo arreglos en lo del vecino y la mujer del farmacéutico. 
—Sí, pero nadie que no supiera o ya sospechara algo. Mi amor, la mujer del farmacéutico es más rápida que yo, don Pancho ya sabe que sos cornudo… si me clava cada dos por tres. 
—¿C-cómo que te clava cada dos por tres? Me dijiste que había sido una sola vez, y que lo hiciste porque estabas borracha. 
—Sí, sí, eso quise decir, que sabe que sos cornudo porque una vez me cogió aprovechándose que estaba borracha… cada dos por tres… 
—¡Zara, la puta madre! 
—El repartidor de diarios me vio mil veces entrando a las casas de don Perno, de don José y de un montón más. Imaginate, ¡si anda día y noche con la bicicleta por todo el pueblo! Los albañiles, más tarde o más temprano lo iban a saber en profundidad, y el Benigno es más cornudo que vos, quedate tranquilo. 
—Sí, re tranquilo. Te devuelven a las diez hecha una puta y no pasa nada. Ahora mismo todo el barrio debe estar hablando de la nueva atorranta que traen en un auto importado después de un viernes a la noche. 
— No te preocupes, mi amor, ya lo hablaban... La única que es un poco chusma es doña Gertrudis, que se la pasa espiando por las cortinas para ver si me pesca metiendo tipos en casa cuando vos estás trabajando. Y nunca me engancha. 
—¿Cómo que nunca te engancha? ¿¡Vos metés tipos acá mientras yo me mato trabajando para mi patrón!? 
—Bueno, ya no te matás tanto, mi amor. Alguna ventaja te trajo que don Perno me coja más seguido que vos. De eso no hablás, ¿eh? 
—¡No me cambies de tema, Zara! ¿Vos metés tipos acá cuando yo estoy en el trabajo? 
—Antes estabas con los jornaleros cultivando y cosechando y ahora estás en la administración. 
—¡Zara, decime la verdad! 
—¿Quieres la verdad? ¿Quieres la verdad? ¡Tu no puedes con la verdad! 
—¿Qué carajo…? Me estás hablando como en Los Simpson. 
—En realidad es de una película de Tom Cruise. 
—Zara, te tomás esto para la joda pero me estoy calentando en serio. Te juro que si es verdad que metés tipos acá adentro mientras yo trabajo, se pudre todo. ¡Decime la verdad! 
—La verdad es que mientras don Perno me siga cogiendo y no reciba quejas mías sobre vos, seguro te mantiene en la administración y no te vuelve a mandar al campo con los jornaleros. 
—¿Qué? ¿Cómo que mientras no reciba quejas tuyas…? 
—Así me dijo el otro día, cuando me remachaba contra el cabezal de la cama. 
—Bueno, ¿pero por qué ibas vos a tener quejas sobre mí? Soy el marido perfecto: te cuido a Rapidín para que puedas coger más cómoda, salís todas las noches, te dejo garchar con don José, los otros viejos y el hijo de mi patrón… 
—Es que vos estás más pendiente de los chismes de una vieja que de la palabra de tu propia mujercita. 
—¿De doña Gertrudis? ¿Esa vieja amarga que vive asomada a la ventana para inventar no sé qué historias sobre la gente…? Nooo, mi amor… 
—No sé, Celino, no me parecés convincente… ¿De verdad creés que mientras vos estás trabajando yo meto tipos acá en la casa? 
—Nooo, ningún tipo. ¿Y de verdad vos tenés alguna queja sobre mí, para contarle a don Perno y que mande de vuelta a los cultivos? 
—No, ninguna queja. 
—... 
—Ah, a la tarde pasá por la lencería del centro y elegime algo lindo, que esta noche parece que por fin Emmanuel trae a sus amigos de Buenos Aires… 
—Ningún problema, mi amor.




ZARA 08
—Ay, no, cornudo, no entendiste nada… 
—¡Zara, no me digas cornudo delante de nuestro hijo…!
—No pasa nada, Celino, ya está acostumbrado… Si siempre escucha que todos te dicen así. 
—No, todos no. Solamente don Perno… Bueno, y Emmanuel, el hijo de don Perno… Y don José… Ah, y Botellón, también. Y el Indio, claro… Y Antonio, el de la parrilla… Y los amigos de Buenos Aires de Emmanuel… Aunque si incluimos a amigos, también deberíamos mencionar a los amigos del Patrón: el Cuervo, don Julio, Aguijón, Sanmatías, don Ramón, Fuenteseca y don Felipe. Pero solamente esos pocos me dicen cornudo.
—Ya lo sé, mi amor, es un círculo re chiquito y que de seguro nunca se va a agrandar como tu cornamenta.
—No me cargues, Zara. Igual no entiendo qué tiene que ver que todos estos tipos te cojan, con lo de mi amigo Martín. ¡Con mis compañeros de trabajo no, Zara, te lo pido por favor!
—Nada que ver, Celino… Te lo explico otra vez, que parece que estás nervioso y te me perdés… El que me llevó a coger a su casa, esa que queda como a siete leguas, fue don Perno, tu patrón. O sea, fue como todos los martes, jueves y sábados, solo que esta vez no había amigos suyos que se sumaban a la cogida masiva…
—¿C-cómo “esta vez”? Vos me dijiste que no pasaba nunca, que eso se daba de milagro.
—No, corazón, así fue al principio. Desde hace un par de meses don Perno siempre me espera con tres, cuatro, cinco amigos y me van dando de a uno, o a veces de a dos. Por eso los últimos tiempos llegaba un poco más tarde…
—S-son todos de Buenos Aires, ¿no…?
—Emmm… sí, sí, todos de Buenos Aires… Aunque también hay algunos de por acá. De Alce Viejo, de Lobos, de Ensanche… o los machos que vienen de Tronco Grueso. Pero son muy discretos, mi amor, nadie piensa que vos sos un cornudo. 
—La puta madre, la re puta madre… ¿Y cómo entra Martín en todo esto? Don Perno prometió que nunca se iba a filtrar entre mis compañeros que él y su hijo te cogían. Zara, esto no me gusta nada, si mis compañeros se enteran…
—No, Celino, tranquilo. Pasa que hubo como un malentendido. Martín va a verlo siempre los domingos, fijo como un centinela, pero este tarambana cayó un día antes. 
—Escuchame, se trata de uno de mis cuatro compañeros de oficina. Es un lugar muy chico, si él se entera que don Perno te coge, casi que es como si lo supieran los otros muchachos. Más tarde o más temprano van a enterarse de que soy un cornudo.
—Es que Martín está como vos, en una situación muy parecida a la tuya, así que a él tampoco le conviene decir nada.
—¿Cómo yo? ¿¡Martín!? No lo puedo creer, siempre pensé que era un machazo nato, y más con la pija que carga.
—La pija no tiene nada que ver, Celino. Fijate que hoy mismo Sanmatías, uno de los cuatro amigos que trajo don Perno, no la tenía muy grande que digamos pero la venía usando como los dioses… 
—Pará, pará, pará… Hace un rato me dijiste que don Perno esta vez no había llevado a nadie.
—Sí, lo dije para que no te enojes. Pero yo no te puedo engañar, mi amor, no me sale faltarle el respeto en la cara al hombre que amo.
—Dios, me estoy sintiendo mal…
—Bueno, no sé qué hizo Sanmatías con las almohadas pero las acomodó de manera tal que yo quedé toda enrollada y con el culito apuntando al cielo. Y ahí me clavó. No te podría decir cómo porque no lo podía ver, pero lo sentía como si la tuviera más grande que don José. Creo que se puso al revés, no sé, pero me frotaba el clítoris de otra manera. La cuestión es que me estuvo bombeando cinco o diez minutos y empecé a acabar como una puta. Y eso lo entusiasmó y me empezó a dar más fuerte.
—¿Y qué tiene que ver todo esto con Martín?
—Porque cuando me estaba por acabar, cuando ya me lo estaba gritando como un desaforado, entre nalgadas y penetraciones a los saltos, que hacían subir y bajar la cama… ya sabés: “¡te la suelto, puta, te suelto la leche adentro para hacerte un hijo!”
—S-sí… Lo… usual…
—Bueno, justo en ese momento aparece Martín, tu compañero de oficina, con una mujer. Y ahí el viejo que me garchaba me empieza a acabar. “Tomá, puta, tomá la leche”. Y yo lo miro a Martín a la cara, y él me ve y me reconoce; y me doy cuenta que está dándose cuenta que el patrón y cuatro más se están garchando a la mujer de su compañero… ¡Y con Sanmatías en ese preciso momento vaciándose adentro mío! Fue como una explosión. Martín sonrió con cara de turro, la misma que te dije que me hace a tus espaldas cuando voy a verte a la oficina.
—¡Nunca me dijiste eso!
—Te podés imaginar que toda la situación me indignó. Increíblemente se me disparó otro orgasmo, quién lo hubiera imaginado, pero esta vez mucho más intenso.
—¿A…cabaste…?
—Acabé como una ninfómana, entre gritos, puteadas, mientras el otro me terminaba de llenar de leche y tu amigo se acercaba para entender lo que no podía creer con sus ojos.
—No es mi amigo.
—Acabé fuerte y acabé largo, al punto que mientras el orgasmo se retiraba pero no había terminado, ya otro de los amigos de don Perno me estaba penetrando y dándome verga en bombeos cortos, como si yo fuera un pedazo de carne.
—¡Qué horror!
—Emmm… sí, horrible…
—¿Y Martín estaba con su mujer? ¡Ojala se la hayan cogido!
—Sí, mi amor, vino con una mujer. Muy linda, vestida muy sexy, bastante puta te diría. Evidentemente lista para ser garchada o, al menos, para que los viejos la midieran y la aprobaran para garcharla otro día. Fue todo muy extraño…
—Sorprendente… nunca hubiese imaginado que Martín también entregara su mujer para que don Perno se la garchara… don Perno y los que él quisiera.
—No, mi amor, no. Martín trajo una mujer para que se la garchen, pero no era la de él.
—¿Qué?
—Es Jordan, la mujer del Prudencio. Mirá, le saqué una foto ahí mismo para que veas lo linda que es.


—Carajo con la mujer del Prudencio…
—Yo no tenía idea, me lo dijeron ahí: parece que don Perno y el Emmanuel les garchan las mujeres a todos los jornaleros.
—No puede ser… ¡Son once jornaleros! 
—Doce, mi amor. Vos también son jornalero, aunque ahora estés en administración.
—Me niego a creer que los otros once sean tan cornudos conscientes como yo. Quiero decir...
—Ah, eso, no. La mitad no lo sabe. Pero igual les garchan a sus mujeres mientras doblan el lomo en el campo para don Perno. El viejo y varios amigos se las van pasando como si fueran figuritas, y cuando llegan a la última, vuelven a empezar con la primera. Parece que yo era la que les faltaba para completar las doce. Porque en eso el patrón es muy noble. Quiere cogerse como Dios manda a las esposas de sus doce jornaleros, no quiere discriminar a ninguno.
—No lo puedo creer… Bueno, al menos cuando llegó esta mujer… Jordan… te habrán dejado lib…
—¡Qué libre ni libre! Nos pusieron a las dos enfrentadas en la cama, en perrito, de modo que mi hombro derecho se trababa con el hombro derecho de ella. Y nos empezaron a bombear fuerte a las dos a la vez. No sabés qué lindo huele Jordan… daban ganas de darle un beso… Como nos bombeaban re fuerte, así con violencia, nos íbamos para adelante, pero los hombros de la otra hacían que aguantáramos, entonces la pija nos entraba a fondo.
—P-pero… Y Martín…? Seguro se fue enseguida, no? Decime que dejó a la mujer del Prudencio y se fue…
—No seas infantil, Celino. Con lo macho que es y la verga que tiene se me vino al humo enseguida. Se ve que me tenía ganas de siempre, mi amor. Me llenó de pija y me tironeaba los pelos para atrás mientras me bombeaba, pero se ve que te respeta porque no me acabó. Eso lo hizo un rato después, en una de las postas, y se deslechó en la mujer del Prudencio. Aunque por ahí, más tarde, también me llenó a mí... La verdad que estaba difícil darse cuenta, en medio del lío no sé ni quién me la puso. Si pasaba el perro y me la ponía, ni me enteraba…
—¡Carajo, si te garchó Martín, en la oficina se va a saber que soy un cornudo igual que todos los otros!
—No, Celino, tranquilo, Martín es muy discreto.
—¡Qué va a ser discreto si le entregó la mujer del Prudencio a don Perno!
—Ah, en eso tenés razón. Pero igual nadie quiere que la gente se entere que me cogen, mi amor, ya te dije que don Perno es muy serio. Aunque creo que si en la oficina se filtra que sos cornudo, te van a mandar de nuevo al campo con los jornaleros. Don Perno no quiere que se mezclen las cosas: los cornudos en un lado, en el campo, y los que les garchan a sus mujeres en otro, en la administración.
—La puta madre, Zara… No quiero volver a trabajar de jornalero…
—Ah, pensé que no querías que volvieran a cogerme…
—…
—…
—Sí, sí, eso quise decir.




ZARA 09
—Zara, ¿dónde estás? 
—Hola, mi amor, qué lindo que me llamaras. 
—Estás en la casa quinta con don José ¿no? 
—Sí, mi amor, hoy es miércoles, ya sabés que les toca a don José, Botellón y los que ellos traigan. ¿Me extrañás? 
—¿Qué? Ah, sí, pero no te llamo por eso, Te llamo porque te pedí que tengas cuidado con la foto de la casa quinta que fueras a publicar, y acabo de verla… ¡Es un escándalo! 
—Pero si no mandé ninguna de las que me estaba garchando don José… 
—Sí, pero la foto que publicaste… 
—...o las que me estoy cabalgando el vergón de Botellón… 
—Ya sé, ya sé, pero la fo… 
—...o esa que me están haciendo candado mientras vos salís atrás tratando de hacer dormir a Rapidín… 
—¡Pará, Zara, dejá de recordarme todos los que te garchan más que yo! La foto que publicaste está mal. Para el anuncio del alquiler de la quinta subiste una tuya donde se te ve medio culo, estás re regalada y con tremenda cara de puta. 
—Es que es la única foto que tengo en esta casa donde no me está garchando nadie. 
—Zara, por lo que mas quieras, bajá esa foto, ya la vieron todos mis compañeros de trabajo… La están viendo ahora… Se están calentando con tu cola casi desnuda… 
—Pero si Martín ya me la viene haciendo desde hace una semana. 
—Ya sé, ya sé, cuando llevó a la mujer del Prudencio a que se la garchen en la casa de don Perno… Pasa que ahora la están viendo los otros tres, y están con cara de alzados como la que ponen los tipos antes de proponerte… bueno, “cosas”, vos entendés. 
—Ay, mi amor, no pasa nada, ni que nunca me la hubieran visto… 
—¡Zara, no! 
—Celino, ya sabés que antes de que nos pusiéramos de novios yo los conocía… Era la putita del grupo, mi amor, ¿no te acordás? Me cogieron casi todos los de tu oficina, incluso los otros seis que ya no trabajan ahí. 
—P-pero… ¡ahora no sos así! Ahora sos una mujer decente, ¡esposa y madre de un hijo! 
—Bien que te aguantás como un cornudo que me coja tu patrón… o el hijo de tu patrón… o don José, casi todos los días… o Botellón, día por medio… y cada tanto los dos o tres amigos que traiga don José o don Perno… y vos en casa cuidando el hijo que te hizo Rápido y Furioso… 
—Zara, no me tenés que recordar eso todos los días; desgraciadamente lo sé. Pero esto es distinto, ellos no tienen idea que te garcha esa manga de viejos aprovechadores. 
—Vos sabés perfectamente que yo no soy una puta, y eso es lo único que importa. 
—Con esta foto se van a creer que te dejás por cualquiera y te van a empezar a proponer porquerías a mis espaldas… 
—También sabés que eso jamás lo voy a permitir. 
—Gracias, mi amor. 
—A tus espaldas, nada. Aunque la verdad duela. 
—Mi amor, pensé que lo que no ibas a permitir es que vuelvan a cogerte como antes de conocernos. 
—Por supuesto, yo no lo permitiría… pero ¿y si tu patrón los invita un día de esos que le toca cogerme…? No le puedo decir que no… 
—Por eso, mi amor, bajá esa foto. Por lo menos que mis compañeros de trabajo no se enteren que soy un cornudo. 
—Está bien, Celino, ya la saco. Al final vos siempre me coartás la libertad de expresión… 
—¡Pero qué expresión! ¡Lo que yo quiero es que no te cojan más tipos! 
—Por una vez que salgo linda en una foto y no puedo mostrársela a nadie… 
—No digas así, me hacés sentir mal… 
—Ahí está. Ya la bajé… 
—Gracias, mi amor. No sabés lo que esto significa para m… 
—Esperá… Me están llegando un montón de mensajes… 
—¿C-cómo mensajes? ¿Al aviso del Facebook? 
—No, tontín, ya te dije que lo saqué, como vos me obligaste. Estos son mensajes de wasap. 
—¿De wasap? ¿Quién te manda mensajes de wasap? 
—Los chicos. 
—¿Qué chicos? 
—Tus compañeros, amor. Vieron la foto y se acordaron de los viejos tiempos… 
—¿Los cinco juntos? 
—No, Celino, no seas abombado. Cada uno me está mandando su propio mensaje… 
—¿Pero qué…? ¿Pero cómo…? ¿De dónde carajos sacaron tu teléfono? 
—Lo tienen desde siempre, amor. Acordate que antes de que fuéramos novios yo era la putita del grupo de ellos y me… 
—Sí, ya lo dijiste hace un rato, no me tenés que repetir una y otra vez que eras la putita del gru… 
—¡Jajaja! Me mandan fotos de sus pijas, como si no las conociera… 
—Bueno, pero eso era antes. Ahora estás casada conmigo… 
—Sí, obvio… Uh, qué locura, no me acordaba que las tenían tan gruesas… 
—No estarás mirando las cochinadas que te envían esos sinvergüenzas, ¿no? 
—Eh? No, no… 
—Zara, vos… este… vos me vas a respetar, ¿no? 
—... Wow! Emmm… esperá…. ¿Qué? 
—Que por favor me tengas presente y me respetes, mi amor. 
—Ah, sí, sí, cuerno, sí… Respeto total, como siempre. 
—Me amás, ¿no? 
—Te dejo que tengo que tengo que atender unos mensajes… 
—Mi amor… mi amor… … … mi amor… … … … puta madre!


FIN (de esta Primera Parte)


0 COMENTAR ACÁ:

Publicar un comentario