Para que después no digas
que no te escucho, mi amor, lo pensé bien y tenés razón, no podemos darnos el
lujo de que me echen por un capricho mío. Así que al final hice lo que me
dijiste, regresé a la fábrica y hablé con mi supervisor. Estaba re caliente
conmigo —caliente de enojado, obvio— y yo aproveché eso.
Lo descoloqué de entrada.
Me arrodillé delante de él como para pedir perdón e hice lo que vos me dijiste:
me tragué el orgullo. Pero mi supervisor es malo, por eso tengo problemas con
él, quería que me lo trague más.
Más no puedo, le dije. “Te
lo vas a tragar todo igual”, me ordenó. Pero me costaba un montón. Porque ya me
conocés, yo soy muy orgullosa. Hasta arcadas me empezó a dar (de la
impotencia). Por suerte en un momento a mi supervisor se le terminó la
paciencia, me tomó de los cabellos y presionó hacia abajo y poco a poco me fui
tragando todo el orgullo. Hasta la base.
Moqueaba, me salían
lágrimas; me sentía atragantada de angustia.
Al final en un
momento él decidió acabar. Acabar con la reunión, porque estaba en medio del
turno de trabajo y si venía su jefe y nos veía así, lo iban a echar a él
también.
Entonces me levantó la
cabeza y me dijo:
—¡Te la echo toda!
Yo pensé que era un tonto,
si ya me había echado. Y lo que yo quería era recuperar mi trabajo. ¿Ves con
qué brutos tengo que lidiar todos los días, mi amor?
Así que llevando tu consejo
más allá, pensé: si hasta ahora me fue bien tragándome el orgullo, debería tragármela
todavía más. Pero el supervisor me sorprendió. Empezó a agitarse, supongo que
estaría enojado conmigo, y ahí me anunció:
—Te la echo en la cara.
—Sííííí… —le grité
desesperada, porque pienso que si la idea es recomenzar con un vínculo laboral
de cero, lo mejor es echarse los reproches en la cara, nada de andar por
atrás.
—¡Te la echo toda, puta!
En la fábrica le dicen puta
a todas las chicas, es un ambiente muy machista que a vos te incomodaría.
Me quité el orgullo para
dejar de tragármelo por un momento y así de rodillas como estaba le ofrecí el
rostro pleno para que me la eche toda. Empezó a agitarse como un toro en celo y
en unos segundos echó sobre mi cara todo lo que venía acumulado.
Unos minutos después, con
mi supervisor desahogado y conciliador, me dijo:
—Te voy a reincorporar.
Pero a tu trabajo habitual le vamos a sumar una charla de capacitación diaria
como la de recién. Cuando termine la jornada y se vayan todos, te venís a mi
oficina y le damos una hora completa donde te vas a tragar el orgullo las veces
que se me antoje y por donde te diga. Así que andá avisándole al cuerno que vas
a llegar todos los días una hora más tarde.
Acá le dicen cuerno a los novios de algunas chicas que trabajamos en la fábrica; debe ser una cosa del
sindicato, no sé. Así que ponete contento, mi amor, que desde mañana me reincorporan en
la fábrica, como vos querías. Y con un bono mensual del capataz, como yo
quería.
¿No hacemos un gran equipo
juntitos?
FIN - ver 1.1
2 COMENTAR ACÁ:
¡Genial! Me gustó mucho.
Carlos, de Colombia.
Corto, morboso y como me gustan las relacion Hotwifes/Jefes..ya sea el de el o el de ella.
Gracias Rebelde
SALUDOS VIKINGO MIRON
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