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lunes, 5 de agosto de 2019

Jordy 03 [Ayudá a Decidir a Prudencio]


—¿Y? ¿Qué decís, Prudencio? ¿Sí o no?
Le iba a decir que no. No podía terminar esa noche en una cama con ella sin que terminara riéndose de mi tamaño, o desilusionándose de mi desempeño, o furiosa por la estafa montada.
Así que mi respuesta era no.
—Prudencio, ¿estás acá?
—¿Eh? Sí, sí.
Jordy sonrió como una gata sensual, con una mezcla de alegría y libidinosidad. Había interpretado mi “sí” como “sí, vamos a coger”. Y en verdad mi sí había respondido a su segunda pregunta: si yo estaba ahí. Tan absorto quedé en mis pensamientos que fue como si despertara. El problema es que planeaba decir que no, pero interpretó que sí.
Y ahora no podía echarme atrás, sería peor.
Pedimos que envolvieran la comida, la breve espera fue una muestra de lo pifiado de toda la situación. Ella contenta como una nena de ocho años, tomada de mi brazo, confiada en que había encontrado el santo grial, y yo mudo, congelado, tiritando de frío, dije, que en realidad era de nervios; con una taquicardia que pensé que me tendrían que llevar al hospital.
Fuimos a su casa. La mía era un pobre sucucho y creo que ella lo calculaba, pues no insistió nada cuando le dije que prefería ir la suya. Entramos, había lindo clima adentro, cálido, con unos muebles bonitos y cómodos, y una luz tenue que invitaba fácilmente a los arrumacos. Me pregunté cuantos tipos habrían entrado a ese apartamento. Cuantos tipos habrían disfrutado de esa calidez. O dicho de otra manera, cuántos tipos habrían entrado en Jordy y disfrutado su calidez. No había respuesta que me gustara, aunque pensar en los chongos que se la hubieran cogido al menos me distrajo de lo que en minutos iba a ser un desastre. Mi mayor desastre de toda la vida. 
Picoteamos un poco de comida, así como venía del paquete, pues algo de hambre teníamos. Y enseguida ella comenzó. Me tomó de la cintura, me besó brevemente en el cuello y en el instante siguiente estábamos besándonos con pasión, cruzando lenguas, mordiéndonos los labios, manoteándonos como animales. Dios, qué increíble cuerpazo tenía Jordy. Era un placer poner las manos en cualquier lado que cayeran. Agarrara lo que agarrara, siempre era una sensación desbordada. La tomé de la cintura, primero, y no me animé enseguida a moverme de allí. Ella sí, tomó mi mano mientras me comía la boca, y me guió hacia su pecho izquierdo. Me emocioné casi hasta las lágrimas. El pecho durito y abundante, el perfume de ella invadiéndome los pulmones... Estaba más al palo que nunca. Jordy me quitó el saquito y comenzó a desabrocharme la camisa. Yo aproveché y la manoseé el otro pecho, hurgando entre el escote del vestido. Era la gloria, mírenla. Enseguida fue a buscarme abajo y me espanté. No quería que me palpara, no iba a encontrar casi nada, así que aproveché el manoseo mutuo y me corrí sutilmente. Pero un minuto después fue a buscarme de nuevo. Tenía que manosearle el culazo antes de que ella descubriera que tenía una pijita miserable. Metí mano bajo su falda. Casi me salta la leche, pura carne de exportación. Me llené las manos con sus nalgotas, las mismas que había visto ir y venir durante toda la noche, las mismas con las que me había deleitado en alguna foto que me mostrara Emmanuel. Manosear ese culo y jugar con los elásticos y la tela de su ropa interior era el Cielo. Era lo mejor que me había pasado en la vida y que me pasaría hasta el día mi muerte. Tan abstraído con el contacto de ese culazo estaba, que me distraje y Jordy me alcanzó abajo.
Supongo habrá creído que no estaba al palo, o que en el movimiento manoteó otro lado. Cuestión que no solo no dijo nada sino que se quitó el vestido y quedó, como la ven, regalada en una ropa interior que la hacía la mujer más cogible con la que jamás me había cruzado.



Quedé atónito, congelado de la emoción. Y de estar ahí con semejante mujer.
Esa distracción me costó caro: me bajó los pantalones y el calzoncillo en un solo movimiento. Y quedé desnudo ante ella. Tan desnudo como humillado.
—Pero… —atinó a decir, y calló. Estaba sorprendida, se notaba en el gesto que no entendía nada, como las víctimas de las cámaras sorpresa de la tele —. Pero… —volvió a repetir.
Me puse de un rojo violento, casi vino. En la semipenumbra habré parecido ceniciento. No iba a hacerme cargo. No iba a decirle nada. La humillación ya era suficiente.
—Me dijiste… —¡Yo no le había dicho nada!—. No entiendo, me dijiste…
Me empujó suavemente sobre un sillón y se acercó a mi entrepierna. Ya no era una gata sensual, parecía una doctora investigando una verruguita. Abrió un poco mis piernas y se ubicó en el medio, acercó su cara a mis genitales, y extendió su mano hacia mí.
—Fueron los chicos —fue mi patética disculpa. Como si ella fuera a saber de lo que yo estaba hablando.
Estiró índice y pulgar hasta casi tocar mis genitales, los abrió tomando la medida desde la base hasta la punta. Sé que es un ejercicio básico, pero puesto así, en ese momento, creo que tomé real dimensión de lo pequeño que lo tenía, desde el punto de vista de una mujer. Y más de ese tipo de mujer.
—¿Qué pasó…? No digo que es un micropene, técnicamente creo que no lo es, pero…
—Jordy, te lo pido por favor…
—Me mentiste…
—No, Jordy. Los chicos dijeron eso del caballo, no sé por qué. Yo nunca lo dije.
—En la cena, Prudencio…
En la cena no le había dicho que no, era cierto. En un punto, tenía razón, le había mentido como un idiota.
—Perdoname, Jordy, te juro que no soy un cretino como todos los demás… Es que no supe cómo decirte que la tenía… Bueno, vos me ves. ¿Cómo te lo iba a decir? Iba a sonar muy raro…
Jordy resopló fuerte, como cansada, como si cien vidas le hubieran caído todas juntas, ahí. La expresión libidinosa y los ojos chispeantes se fueron. Quedó una mujer de rostro calculador y pragmático. Creo que mi humillación y calentura de tenerla ahí semi en bolas no me dejaron ver que además ella olió algo de mí: miedo.
—¿Qué tan dispuesto a formar rápido una familia estás? ¿O eso también era una mentira?
¿Qué podía responder? No lo estaba, hasta que Emmanuel me dijo que Jordy buscaba eso. Con ella ahí adelante, si quería le hacía una docena de hijos esa misma noche.
—Sí, estoy dispuesto. ¡Con vos sí, Jordy! ¡Con vos, cualquier cosa!
Me miró. O me evaluó en silencio. Seguía arrodillada entre mis piernas, yo desnudo y tiritando de nervios, ella con su rostro a pocos centímetros. Volvió a resoplar y su aliento cosquilleó mis huevos y mi pitito. Se me paró otra vez, aunque ella no lo notó.
Se puso de pie de un salto.
—Vamos a la cama —ordenó. Fue algo maquinal, no había pasión. Casi se podría decir que había resignación.
Pero me la iba a coger.

Estábamos cogiendo. Estábamos haciéndolo como animales. Bueno, yo, al menos. Transpiraba como nunca, me movía, le hincaba las uñas en las ancas y la clavaba la pija como un animal. Pero ella ni se mosqueba. A golpe de vista parecía que ni se había enterado que me la estaba garchando. Es que, créanlo o no, mi pito es muy muy chico, y el culazo de ella me la hacía difícil. Apenas si lograba llegar con dificultad a su conchita; ya hundirlo allí era una empresa costosa. Por supuesto, lo logré, luego de unos diez minutos de pesadilla, en los que Jordy me miraba y no ayudaba, castigándome por haberle mentido. Como sea, logré penetrarla, y ya me la cogía, pero que le entraran unos pocos centímetros supongo que a ella no la conmovían.
Yo me movía como un mono en celo, saltando sobre su culazo y transpirando la gota gorda, y ella, tirada sobre la cama boca abajo, el torso un poco levantado, respiraba como si estuviera navegando el catálogo de Netflix. En un momento sonó su celular, que lo tenía al lado. Yo la bombeaba y ella simplemente estiró la mano y tomó el teléfono. Decía Emmanuel, lo leí clarísimo. Era un mensaje de wasap. Así que de pronto, mientras yo me la estaba garchando con furia animal, ella sin siquiera transpirar se puso a cruzar mensajes con Emmanuel. ¿Le estaría diciendo que estaba conmigo? Seguramente no, todo esto también la estaba abochornando a ella.
—Jordy, si querés… —la veía tan en otra que nada de esto tenía sentido— Si querés lo dejamos para otro día…
—No, Prudencio, dale. Perdoname, es que me cuesta arrancar. Dale, dame duro…
—¿Seguro?
Entonces respondió otro mensaje y dejó el celular. Giró y me dijo, sonriendo, pero no como antes:
—Sí, soy dura para acabar. Pero me gusta que mis hombres acaben. Acabá rápido, dale. —Algo me decía que sus palabras escondían otras intenciones— Aprovechá para manosear esta cola y acabá de una buena vez…
Creo que me sentí peor en ese momento que cuando me desnudó. Estaba claro, no la iba a volver a ver nunca más.
Comencé a bombear con furia, vengándome de mi propia mala suerte y estupidez. No sé cuántas chances verdaderas tenía con esa mujer, pero había logrado lo de siempre: acabar con ninguna.
—¡Dale, Prudencio, venite!
—Es que no tengo mucha fricción, Jordy. ¡Tenés tremendo culazo!
—Los otros hombres llegan sin problemas, Prudencio, no es la cola, son los cuatro centímetros de tu pitito…
—Jordy…
—Dale, acabá de una vez, Prudencio. Si querés que esto funcione, más vale que me acabes rápido.
¿Qué esto funcone? ¿Me estaba tomando el pelo?
—Si querés lo dejam…
—¡Uy, dejá de dar vueltas, Prudencio, y acabame que no tengo toda la noche!
A la mierda con todo, apenas si le estaba enterrando la cabeza, algo era algo. Miré el culazo todo regalado para mí y me desleché como un crío.
 —¡Ahhhhhhh…!
Mandé el primer lechazo y ya Jordy comenzó a moverse.
—Esperáaahhh… Ahhh...
Se salió. El segundo lechazo (ok, lechacito) dio en su cola.
—Pará, jordy, que estoy acabando.
—Sí, Prudencio, te re sentí —mintió—. Me encanta cuando me acaban así, con ganas.
El tercer lechazo dio sobre las sábanas, ella buscaba incorporarse.
—Creo… creo que ni pude acabar adentro… Por un lado, mejor…
—Acabaste adentro.
—No sé, me parece…
—Te digo que acabaste adentro, Prudencio. Yo lo sentí. Bien adentro me la mandaste.
—P-pero… si vos misma me dijiste que la tengo chiquita...
—La leche me la mandaste bien adentro, Prudencio.
—¿Seguro?
—Soy yo la que tiene experiencia en esto, ¿no?
Me quedé en silencio y arrodillado sobre la cama, desnudo y con mi pijita patética brillosa de semen. Sin saber qué hacer. Ella se cubrió los pechos con una sábana y otra vez consultó el celular. Esta vez la hora.
—Es tarde, Prudencio. Mañana seguro tenés que ir a trabajar temprano.
—Mañana es domingo.
—Quise decir que yo tengo que ir a trabajar temprano. ¿Te pido un remís?
—P-pero… ¿no vamos a hablar? ¿Se terminan así la citas?
—Sí, sí, estas citas a veces son así. Si tuvieras experiencia, sabrías.
Era obvio que algo andaba mal, pero no iba a preguntar. Sentía que mi accionar de toda la noche era no solo el bochorno más grande mío, sino también la peor experiencia de ella en toda su vida. No lo había dicho; no hacía falta. Y si yo insistía en quedarme o preguntar qué pasaba, podría salir a la luz. Y no iba a soportarlo.
—E-está bien… Supongo… Entiendo que no quieras que nos volvamos a ver…
—¿Yo te gusto? —me preguntó mientras me acercaba el pantalón y la camisa, para apurarme.
—Sí, obvio.
—Y querés formar rápido una familia, ¿no? Eso es lo más importante.
Me terminé de poner todo, excepto los zapatos.
—Está bien, no hace falta que me digas estas cosas para no herir mis sentimientos. Entiendo que yo no te…
—Supongo que si vos querés una familia bien rápido, y yo quiero un tipo decente y serio, lo lógico es que volvamos a vernos… A pesar de tu… “mentirita”…
Me abrió la puerta y me ofreció los zapatos que colgaban de sus dedos. Fue el momento más frío de la noche, a pesar de que afuera no llegaba a los cinco grados. Eso hizo que me detuviera un instante, sin tomar los zapatos ofrecidos. Supe que estaba en un momento bisagra, que podía definir mi destino con aquella mujer.
Ok, la tenía chiquita. Ok, ella era una mujer sensual y todo lo que quieran. Pero yo no había pedido esa cita. Y yo también valía lo mío (aunque no en lo del sexo, pero no todo es sexo en la vida, ¿no?). Así que pensé la situación por un segundo, y me di cuenta que tenía al menos dos opciones.

OPCIÓN A: Me iba y que se fuera a la mierda. No la llamaría nunca. No preguntaría por ella jamás a Emmanuel o los otros chicos que se la garchaban. Si tanto quería un tipo serio, que me llamara ella, que me buscara y que se dejara de joder con eso culparme a mí por mi tamaño. Como si yo hubiese elegido tenerla chica. Ya le había dicho que eso fue cosa de Emmanuel, no mía. Si quería durazno, que se bancara la pelusa. Debía irme inmediatamente de allí y que fuera lo que Dios quiera; había vivido sin ella hasta hoy, podía vivir sin ella unos años más.

OPCIÓN B: El único que podría ayudarme en esta situación, por conocerla a ella y a mí —pero sobre todo a ella— era el Emmanuel. Debía llamarlo ahora, ya mismo, antes de irme, y pedirle consejo. El Emmanuel sabría si era mejor irme o quedarme; y de quedarme, cómo y qué decirle. Además, él la conocía a la Jordy, me podría indicar si toda esta frialdad nueva era un rechazo o algún tipo de histeria de esta mujer. De última, si lo consultaba, sentía que de una manera aunque sea residual, en los almuerzos de los lunes lo tendría de mi lado.


¿Qué debe hacer Prudencio? Ayudalo a tomar la mejor decisión votando una de las dos opciones.
Sólo debés escribir en los comentarios OPCIÓN A u OPCIÓN B, con tu nombre o seudónimo abajo, como si lo firmaras. Si estás logueado, tu voto vale más.


El domingo 11 de Agosto a las 24 hrs se cierra la votación, y el lunes 19 se publica la continuación de la historia, de acuerdo a lo que votó la mayoría.

versión1.5 —

8 COMENTAR ACÁ:

Cat dijo...

OPCIÓN A. El pobre nunca sabria como lamar a una mujer, además un mujerazo como Jordi. Es ella quien quier un hombre serio para formar rápido una família... y además el ha abusado de ella, de su confianza y reputacion, quando se ha liado con ella... Hay que reparar-lo.
Cat

Mr Cuckold dijo...

A

Daz dijo...

A... no me explayo en el porque para no darte letra, :P

mmrujano dijo...

Definitivamente la opción B

Anónimo dijo...

Mi voto es por la opción B.
¡¡¡Vaya morbo de historia Rebelde!!!

Carlos, de Colombia.

Vikingo Miron dijo...

A pesar de tratar de cogerla....hay una humillacion bien importante que recibe el cornudo y es deliciosa, el dialogo con ella minimizando toda la actitud de el (aparte de los 4 cm) y el cambio radical de Jordy.

Yo creo que LA OPCION B es la mejor...Emanuel es un personaje que se presta bien para la humillacion y entrar en juego.

SALUDOS VIKINGO MIRON

pui dijo...

Opción A, Rebelde!!

Mikel dijo...

Hola REbelde, acabo de llegar de un viaje y no habia entrado hasta ahora. Es un relato increible. El momento de prudencio cogiendo pero viendo deconcentrada a su futura esposa es genial. Y cuando se corre y ella se retira es maravilloso, con una carga de leche dentro es suficiente...ya te veo venir...jaja
Yo estoy por la opcion B. Debe preguntar a los expertos....
Gracias!!!!!

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