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viernes, 21 de octubre de 2016

El Pueblo Mínimo:
La Turca: Anexo 01

EL PUEBLO MÍNIMO:
LA TURCA: Anexo 01: El Tune
(VERSIÓN 1.0.1)

Por Rebelde Buey


Esto que se relata sucedió luego de la segunda noche de la Turca en las Cuadrillas —en la que los compañeros de trabajo del Poroto abusaron masivamente de su mujer mientras éste dormía— y antes de la tercera y última noche de la pareja en Las Cuadrillas —donde una veintena de hombres le cogieron la boca a la mujer mientras él la abrazaba dormido por detrás.

Durante la mañana y la tarde el Poroto prácticamente no vio a la Turca, estuvo trabajando en el astillero y gestionando permisos para conseguir un lugar donde dormir con su mujer.
Para ella, en cambio, fue un día de revelaciones. Reconoció Ensanche por segunda vez con ojos nuevos. No porque el pueblo ameritara otra lectura, sino porque ella era una nueva mujer. No podía negar que lo había convertido en cornudo a su marido, se sentía más o menos justificada la primera noche cuando lo hizo con el Morcilla, pero dejarse coger luego por quince tipos no tenía perdón. Ni lógica: ella no era así. Lo bueno era que Poroto solo la descubrió con el Morcilla y la perdonó, no tenía ni idea de la segunda noche, así que “técnicamente” solo le había sido infiel una vez. ¿Pero qué pasaría si los compañeros de su marido se le insinuaban otra vez? Ella no estaba segura de poder negarse. Lo lamentó por su Porotito, la verdad es que no se merecía ser un cornudo, no era un cretino como la mayoría de los hombres. Y sin embargo…
En ese juego pasaba algo inexplicable que le hacía subir la adrenalina, que la envalentonaba y le daba miedo a la vez ¿Qué era? Un año viviendo sola en otro pueblo, con su marido apareciendo una semana cada seis meses, y nunca le había sido infiel al Poroto. De hecho, nunca desde que se casaron. Y no le faltaron oportunidades: el dueño de la casa que alquilaba le proponía pagar con una revolcada prácticamente todos los meses, y el almacenero, el chico de la verdulería, el del cyber, los vecinos… En ese año, de una manera u otra, la mayoría de los hombres de los alrededores de donde vivía se la quiso coger. ¿En Ensanche sería distinto?
Se encontró preguntándose no tanto eso —se sabía dueña de un cuerpo voluptuoso, caliente, así que descontaba que sería igual— sino más bien qué haría ella cuando las propuestas se repitieran. No podía engañarse, las cosas habían cambiado. El Poroto ahora era un cornudo y ella no pensaba deshacerlo.
Fue a recorrer Ensanche y ahora lo encontró más familiar, iluminado por el sol que se colaba entre nubarrones, con las casas raleadas entre manzana y manzana que esta vez no le parecieron solitarias sino discretas. Se preguntó en cuántas habría mujeres como ella, casadas y apenas satisfechas. Entró al almacén a curiosear —era el único lugar donde se podía entrar a ver algo y donde había una persona— y de pronto se encontró allí observando y evaluando al negro que atendía. Y por Dios, ¡era algo viejo pero estaba bueno! Hizo como que miraba unas baterías cerca de él, para verlo de cuerpo entero detrás de la caja. Era un negro alto y fibroso, rápido de mirada, con el rosto curtido que no llegaba a ser rústico. La Turca se dio cuenta que ese negro era un macho típico, como alguno de sus amantes que había tenido antes de casarse. Se lo podría coger sin ningún problema (se había dejado la noche anterior por quince tipos más feos). Se lo quería coger. “Ay, Porotito, mi amor… —pensó—. Me lo voy a coger”.
Le acercó un blíster con dos Duracell y le sonrió al negro.
—¿Sos nueva en Ensanche o estás de visita?
—Ni estoy de visita ni soy nada nueva…
Rieron. El negro la miró a los ojos y luego le miró sin el menor disimulo los pechos grandes bajo el pullover y las ancas generosas. La Turca se mojó ante tanta decisión.
—¿Trabajás en el astillero? ¿Ya te mudaste?
—Mi marido trabaja en el astillero, todo el día… —No podía estar haciendo eso, no podía regalarse tan fácil—. Voy a estar re aburrida todo el tiempo. ¿Qué hace la gente en Ensanche para no aburrirse…?
—Se acuestan a la hora de la siesta…
—¿Y no les aburre eso?
—Los que se aburren son los que no se acuestan —guiñó un ojo el negro.
La Turca le festejó la picardía con una sonrisa bien de puta entregada. Miró alrededor, el almacén se parecía a los supermercaditos chinos de las ciudades, pero más empobrecido: era una caja rectangular con una sola hilera de góndolas hasta el fondo, e iluminada por la frialdad del neón.
Me dijeron en Las Cuadrillas que el mes que viene vas a poner un cine.
El negro Tune echó una risita en el único gesto de humildad hasta el momento.
—No, no. Voy a acondicionar un cuartito que tengo al fondo. Le robo un poco de espacio al almacén y pongo una tele gigante HD para pasar películas una vez por semana.
—¡Qué bueno!
—Es que se supone que en septiembre viene a instalarse toda una oficina de Buenos Aires al astillero… un gerente y muchos empleados, y como cada vez hay más gente en Ensanche… ¿Querés ver?
La invitación fue intencionada. No había nadie y era un hecho que el Porotito más tarde o más temprano iba a ser cornudo también del negro.
—Mostrame —dijo ella, y el negro se salió de la caja para guiarla hacia el fondo del almacén.
La llevó de la cintura como para que la acompañe. La Turca estaba con un jean ajustadísimo, uno que le hacía explotar el culazo que le había dado la naturaleza y que se le metía en el orto con calzador. Descontaba que el Tune se lo había estado mirando cuando ella buscaba las baterías, ahora la tocaba para ver si estaba firme.
Llegaron al cuartito, un rectángulo oscuro y mugriento lleno de trastos, que observaron desde la puerta.
“Allá va esto, allá va aquello”, decía el negro. La Turca ni lo escuchaba, solo pensaba en lo que le abultaba al Tune en el pantalón de gimnasia.
“Dios —pensó—, ¿qué me está pasando? El Porotito no se merece que esté pensando estas cosas…”. E inmediatamente entró sola, sin que nadie le dijera de pasar al cuartito. Vio la colchoneta tirada en el piso y sonrió. “Negro hijo de puta, acá te debés coger a todas las putitas casadas del pueblo…”.
El Tune había dejado de explicar. Parecía desconcertado por la iniciativa de la mujer. La Turca se le acercó. Respiraba como jadeando. De pronto lo arrinconó contra una pared.
—No sé qué me pasa —le susurró ella, tan pegado a él que el negro le sintió el aliento—. Anoche lo hice cornudo a mi marido con quince tipos… ¿Podés creerlo…?
El Tune abrió los ojos.
—¿Entonces es cierto?
Carajo ¿Ya se sabía en el pueblo? Que en el transcurso de una mañana se supiera en Ensanche que su marido era un cornudo asustó y excitó a la Turca de una manera que nunca imaginó.
—Es cierto… —le confesó, y bajó una mano y rozó el bulto del negro como si fuera casual. El dorso y canto de su mano tocó la verga enorme y más dura que la piedra—. Pero el Poroto no se lo merece… ¿entendés…?
—No creo que el cuerno se entere de nada… Acá en Ensanche ningún corundo se entera de nada… —murmuró el negro como si estuviera en misa. Quedaron pegados uno con el otro.
El canto había girado y ya la mano tomaba plena y sin eufemismos el tronco de la verga, por sobre el pantalón.
—Dios, tendría que haber venido a vivir acá con mi marido mucho antes…
La Turca tomó la verga ahora con las dos manos, siempre por sobre la delgada tela, y se agachó en la semi penumbra hasta ponerse de rodillas.
Entonces sonó el celular.
—¡Carajo, el cornudo! —se sobresaltó, y amagó incorporarse, pero el Tune, más tranquilo, le apoyo una manaza sobre la cabeza y la mantuvo de rodillas antes sus piernas abiertas.
—Hola, mi amor —saludó la Turca, y con su mano libre amasó la verga por sobre pantalón.
—Hola, Turquita. Hablé con mi jefe.
—¡Uy, qué bueno... ! —se le escapó a ella cuando la verga del Tune se asomó por arriba del elástico, mostrando una cabezota gorda y enorme, oscura y enrojecida en los bordes del glande.
—Sí, pero no tanto. No hay en Ensanche un puto lugar hasta dentro de un mes, que parece que viene un montón de gente…
—Síííííí… —dijo la Turca, que bajó el pantalón hasta medio muslo y vio a pleno el vergón que se prometía. La Turca había visto —y disfrutado— pijas de todos los tamaños. Esta era de las más grandes. Y venosas. La tomó con la mano libre y la sintió caliente y palpitante—. Ay, Dios…
—Bueno, tampoco es para tanto… —respondió Poroto—. Igual tengo una buena noticia… —la Turca apretó la verga por el tronco, cerca de la cabeza, y de la punta salió una gota de líquido preseminal—. ¿Querés que te la dé?
Así de rodillas como estaba, con el celular en la oreja, la mujer alzó la vista y miró a los ojos al negro que todavía la sostenía del techo de la cabeza.
—Sí, quiero que me la des —le sonrió al Tune.
La verga, durísima y para arriba, fue tomada por una mano y guiada hacia el rostro de la Turca.
—Nos dejan construir un cuartito dentro de Las Cuadrillas para nosotros, hasta que podamos alquilar una casita.
—Ay, Dios… —murmuró la Turca llevándose la verga a la boca—. ¡Qué pedazo de pija…! —y la engulló de un bocado.
Como la voz había ido bajando por la emoción, Poroto no terminó de escucharla.
—¿Qué? ¿Qué, mi amor? ¿”Ay, Dios” qué?
La Turca tragó glande y un poco más, y agitó suave la mano sobre el tronco, arriba y abajo. Soltó la boca de la pija con un sonido acuoso y chispeante.
—Que cómo dentro de Las Cuadrillas —La Turca suspiró y volvió a abrir la boca. El Tune le acercó la cabeza con su mano y ella volvió a tragar pija.
—Claro, para evitar que vos duermas con todos los hombres y no pase… bueno, vos sabés… Nos van a construir un cuarto para nosotros. Va ser como una casita de madera adentro de Las Cuadrillas, ¿entendés? Es solo un cuarto, para darnos intimidad… Mi amor… Mi amor... ¿Me estás escuchando?
La Turca escuchaba, aunque no podía soltar el vergón rugoso del negro. Desde que se casara con el Porotito que no mamaba una pija como esa. Tal vez la del Morcilla, pero los otros quince solo se la habían cogido, y por otro lado chuparle la pija a su marido era como chupar un dedo. Soltó la verga y respondió apurada.
—¡Sí! ¡Sí! —y volvió a mamar.
—¿Sí, qué? Mi amor, ¿me escuchás?
Ahora el Tune la estaba aplicando presión sobre su nuca, para obligarla a tragársela toda. Era imposible, tenía la mitad adentro, con la garganta forzada, y ya comenzaba a carraspear y babear como un camello. Se la quitó, tosiendo, casi en una arcada. Solo poco más de la mitad.
—Ahhhggg… ¡cof! ¡cof!
—Mi amor, ¿me escuchaste?
—Sí, cuerno. Vamos a vivir en un cuartito dentro de Las Cuadrillas para que tus compañeros no puedan cogerme.
Al otro lado de la línea Poroto calló. La Turca aprovechó para seguir mamando.
—Bueno, te acepto que lo del Morcilla  me tiene un poco… paranoico…
La Turca seguía sobre la pija, la mano bajaba y subía recorriendo el tronco en una paja infernal. El Tune cerró los ojos y echó la cabeza hacia arriba. La Turca se quitó la verga de la boca y lo buscó con la mirada.
—¡Cuando quieras, hijo de puta…!
Al otro lado, Poroto no terminó de entender.
—¿Cuando quiera…? La arman mañana… la hacen en un día…
El Tune tomó a la Turca de los cabellos y acompasó la mamada y la paja con su propia pelvis. Comenzó a cogerle la boca y zarandearle la cabeza como a una maraca. Los cabellos se le sacudían.
—Me viene, putón… Seguí que me viene.
Y la mamada se aceleró. Furiosa.
—¿Hola? ¿Me pareció escuchar a un tipo, amor? ¿Estás con alguien?
—Oh, por Dios, que bien que la chupás…
—Hola, hola…
—Te la suelto, puta, ahí te va… ahí te… va… Ahhhhhhhhhhhhhhh
—Hola, hola, mi amor ¿Qué fue eso? ¿Se ligó?
—¡¡¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhh…!!!
—¿Hola…?
El gemido del Tune no se calmaba, la Turca seguía pajeando y tragando la leche que no parecía acabar nunca. Tragó el primer y el segundo chorro, que fueron fuertes, y luego el tercero, el cuarto y el quinto, apenas menos copiosos. La Turca tragó, tragó y tragó. Hacía muchos tiempo no recordaba un ordeñe tan productivo. Sin saber por qué, escuchar a su marido desesperado al otro lado del teléfono mientras ese negrazo la acababa en la boca le regaló una especia de orgasmo leve, una cosa rara que nunca le había pasado antes.
—Mi amor, ¿estás ahí? ¿Por qué no contestás?
La Turca tragó lo último de la leche y se quitó el vergón de la boca, que ahora comenzaba a perder rigidez. Un hilo grueso y blanco le partió los labios y se corrió por su mejilla. Con la lengua se limpió lo que pudo.
—Acá estoy, cornudito —dijo con espontánea felicidad.
—¿Por qué me decís cornudito? ¿Por qué no me contestabas?
—Por lo del Morcilla, ¿por qué va a ser?
—No me gusta que me digas cornudito.
—Bueno, es cariñoso…
—¿Por qué no me contestabas?
—Estaba tomando la leche…
—¿Al mediodía?
—¿Conocés algún restaurante en Ensanche?
Poroto calló. De pronto estaba contrariado.
—Bueno, te llamé para darte la noticia, pensé que te iba a alegrar… Lo bueno es que ésta va a ser la última noche en que vamos a dormir en medio de todos mis compañeros… La última, ¿entendés? Después vamos a tener nuestro espacio privado.
Había algo extraño en el tono de Poroto. Como si lo dijera con cierta nostalgia, como si le avisara a ella que esa noche ofrecía una última oportunidad.
—Mi amor… —dijo la Turca, que seguía de rodillas, masajeando la pija del negro sobre su rostro. Cada tanto estrangulaba el troco y lo escurría hasta sacar un gotón de la punta que, sumisa, engullía—. Acabo de tragarme todo esto y es mucho.
—¿De qué hablás, Turca?
—Dejame digerirlo.
—¿Qué tenés que digerir? Es la única opción que tenemos y es muy buena.
—Sí, sí… Es muy buena… La mejor de los últimos tiempos, junto con la de Morcilla.
—Ya te dije que con el Morcilla nunca más. Eso NO pasó.
—No, mi amor, no pasó…
La Turca terminó de masajear la pija y, mirando al Tune a los ojos, colgó la llamada.
—Dejame ir a cerrar el almacén —pidió el Tune—. Ya es la hora de la siesta. Te voy a enseñar cómo se divierten las mujeres por las tardes mientras los maridos se rompen los cuernos en el astillero.
La Turca vio al negro salir del cuartito para cerrar el negocio, apagó su celular y se quitó el jean y la polera, y quedó en bombacha y corpiño sobre la colchonetita. Estaba a punto de convertirse en otra típica esposa de Ensanche. Otra más de las putitas cogidas por el Tune. O por cualquiera.

Fin del Capítulo


MUCHAS GRACIAS MIGUEL POR EL TIPEO!! =D

16 COMENTAR ACÁ:

Pedro Picapiedra dijo...

Extraordinario. Como casi todos tus relatos.
Enhorabuena. Eres genial en este tipo de relatos

PUI dijo...

Que tremendo puton que es la turca, Rebelde!!! Y q hijo de puta el Tune!! QUE PLACER LLENARLE LA BOQUITA DE LECHE A UNA MUJER MIENTRAS EL MARIDO ESCUCHA POR TELEFONO!!! Tremendo anexo, Rebelde!!! Gracias!!!!

Anónimo dijo...

Me gustó mucho, nada extenso pero muy intenso y con mucho morbo como siempre jajajaja

Victor

Anónimo dijo...

Que personajes!! La turca, el tune y poroto, definen bien la clasica relacion hotwife, corneador y cornudo, me encanto simple concreto y muy morboso, me imagino lo que va a ser ese cuarto en el astillero jajaja gozada la turca, grande rebelde!!!
Saludos
Vikingo Miron

Anónimo dijo...

Vos te das cuenta que estas GENERANDO ADICTOS, Rebe???
Y gente que anda por ahi con SINDROME DE ABSTINENCIA de tus textos??
Cuanto van a tardar tus relatos en estar dentro de una lista de SUBSTACIAS ILEGALES???Cuando se aviven del EXCESO DE PLACER que provocan...

Mi Rendida Admiración. Sos siempre igual a vos mismo, fiel a tu esencia(como AC/DC) y eso es lo bueno!!!

carlosnava57@hotmail.com

Rebelde Buey dijo...

el cuartito ese va a ser algo... impensado, creo yo jajaja

Rebelde Buey dijo...

últimamente estoy escribiendo más breve.
ayer justamente iba a comenzar a tipear una historia nueva (un unitario unido a EL PUEBLO MÍNIMO) y me di cuenta qu parecía una versión "resumida" de una mini serie. así que tendré que re escribirla o desarrollar mejor cada elemento. la cagada es que serían 20 páginas tiradas a la basura. ='(

Rebelde Buey dijo...

muchas gracias pedro!! =D

Rebelde Buey dijo...

la del teléfono es un clásico. lo he hecho en la vida real en los dos roles, como cornudo y como corneador, jajaja

Rebelde Buey dijo...

la verdad, escribo como me sale. no podría escribir escenas -o lo que sea- que no me suene coherente con la historia o los personajes (más que nada por el verosímil). supongo que a la larga eso da una fidelidad a uno mismo, pero yo qué sé... jajajaj

trabajabdofederico dijo...

Carlos tiene TODA la Razón.
a mi me paso, tus relatos son "!ADICTIVOS!"
Nosotros ya no entendemos los fines de semana, sin ellos.

trabajabdofederico dijo...

Llámenme anticuado.
Pero a mí, me gustan “Las TRADICIONES”
Y si en el Ensanche, es costumbre cogerse a las mujeres hermosas entre todos!
Y hacer cornudos a los esposos, pues…?
Que ¡Vivan las Tradiciones!

luisferloco dijo...

Muy buena historia. Aunque dice fin, parece un "continuará"...

Rebelde Buey dijo...

sí, es el FIN de esta historia, pero hay más historias de estos personajes.
se lo voy a sacar para evitar confusiones.

PUI dijo...

Tal cual, Rebelde! En unos de mis primeros trabajos, cuando era pendejo, en una empresa grande, tenia un jefe q era un hijo de puta, nos maltrataba a todos! Y nos usaba para sus asuntos particulares, eso era lo q mas me rompia las pelotas! Hasta q un dia me mando a su casa a media mañana, a buscar algo q se habia olvidado, y me atendio la mujer... mamma mia, que pedazo de hembra y de puta!!!! Me pego una cepillada como no me habian pegado en mi corta vida: chupada maestra, cuevita en todas las posiciones, rompida de culo, y acabada en el orto con puteadas al cornudo... yo estaba en la gloria! Y cuando me estaba por ir, me pide q espere y lo llama al marido a la oficina, y le dice q no ee sentia bien y que me habia pedido si le podia hacer unas compras, y q yo habia salido a comprar, y me guiña un ojo, tapa el auricular y me dice bajito: "pará no te vayas que quiero que me des la lechita en la boca mientras habl8 con el pelotudo"... mamita, Rebelde, que placer indescriptible! Cuando hablaba él, ella chupaba. Cuando respondia ella, me pajeaba. Siempre sonriendo y mirandome a los ojos con una cara de "puton cosmico", como decis vos!!! Y cuando vio q me venia la leche de nuevo la hija de puta le dice: "espera q ahi llega de vuelta el pendejo, le voy a abrir"... y tal cual: abrio la boca y le volqué toda la lechita adentro, con el cornudo escuchando del otro lado del teléfono!... me hice adicto, Rebelde! Pensa que en esos años no era tan facil porque no existia el celular!

Calosgouzy dijo...

“Ay, Porotito, mi amor… —pensó—. Me lo voy a coger”.

"...amagó incorporarse, pero el Tune, más tranquilo, le apoyo una manaza sobre la cabeza y la mantuvo de rodillas antes sus piernas abiertas."

Este tipo de frases y situaciones son las que hacen de las historias de Rebelde Buey, piezas únicas de morbo cornudo.

¡Felicitaciones sinceras!

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