LA
TURCA: Noche Uno
(VERSIÓN 1.0)
Por
Rebelde Buey
Fue en el invierno aquel tan feo que casi se lleva a
don Pascual. El peor invierno de los últimos cincuenta años, más helado que el
patio trasero de Satanás. Fue ese invierno donde el agua se congelaba, los
charcos se hacían vidrio y hasta los peces amanecían muertos.
Vino con frío, y el frío vino con la Turca, una noche
cualquiera. Cayó sin avisar y con dos bolsos grandes, dos bolsos que eran casi
una mudanza. Los tres vagos que fumaban en la puerta de Las Cuadrillas casi se
caen de hocico al verla, porque además de bolsos traía un par de tetas como
melones, una cintura de adolescente y
unas caderas que evidenciaban un culazo lleno, de mujer voluptuosa. Era bonita
y de cabello muy negro, largo y ondulado, y le había tocado una cara de puta
que bien la bendecía o maldecía según quien diga.
La mujer se les acercó con paso lento y a pesar de los
bolsos las caderas se movieron con sensualidad.
—¿Está el Porotito? —preguntó sonriendo, y en esa
sonrisa se iluminó y embelleció como una virgen. Sí, la cara de puta era una
bendición.
Los tres vagos le tomaron los bártulos y le sonrieron
en una galantería barata y obvia.
—¿Quién?
—El Porotito. O Poroto.
—Ah, el Poroto… —celebró uno.
—¿Sos la novia? —le sonrió otro.
—Soy la esposa —dijo la mujer, puro orgullo.
Los vagos abrieron la puerta ancha de Las Cuadrillas y
vocearon fuerte hacia adentro:
—Poroootooo… —uno.
—Porotiiiiito… —secundó otro, y todos rieron.
Se hizo un silencio a la espera de alguna respuesta.
El vapor salía de los alientos y los hombres se frotaron las manos sin
disimulo.
—Hace mucho frío, entremos.
—Estás loco —dijo ella—. Están todos para dormir, la mitad
debe estar en bolas.
—No verías nada que no hayas visto antes.
La mujer sonrió.
—Por el Porotito prefiero congelarme acá afuera.
Hubo algo en el tono de la mujer que desilusionó a los
vagos. Se percibía amor y respeto hacia su compañero, que de alguna manera
inexplicable combinaba bien con la cara de puta y la voluptuosidad de sus
curvas. La miraron mejor. Estaba metida en un jean ajustadísimo, con botas de
cuero, abajo, y una polera de lana, arriba, que le marcaba las tetotas redondas
e infladas. La camperita entallada tenía las solapas arriba, enmarcándole un
cuello delicado y unas orejitas que apenas se veían por el abundante y ondulado
cabello negro.
—¡Turca! —dijo el Poroto al asomarse por la entrada.
—¡Mi amor! —gritó la Turca, histérica de felicidad, y
de un salto abrazó a su marido con manos al cuello y piernas a la cintura,
estampándole un beso tan ruidoso que hizo reír a los otros—. ¡¡Mmmmmuaaaack!!
Entre risas y chicanas, los vagos se metieron en la barraca
y los dejaron solos.
—¿Qué hacés acá, Turca, estás loca? ¡Y con este frío!
El Poroto la abrazó para protegerla, aunque ella
estaba más abrigada que él.
—¿Qué, no estás contento de verme? —sonrió la Turca.
—Sí, boba, pero si voy a ir a casa el mes que viene.
—No aguantaba más, quería ver a mi Porotito.
—No me digas Porotito. No me hagas mala fama con los
muchachos.
—Ellos no saben por qué te digo Porotito.
—Basta, Turca —La miró—. ¡Qué linda que estás, mi
amor! Vamos a recuperarnos, ¡hace cinco meses que no hacemos nada!
—Hablarás por vos —rio la Turca.
Ambos rieron. Era una broma. La Truca era leal. Aunque
muchas veces Poroto se preguntó si eso de vivir separados tanto tiempo no la
haría flaquear: a la Turca le gustaba más el sexo que a él.
—¿A dónde estás parando, mi amor?
—¿Cómo a dónde estoy parando?
Recién ahí Poroto se percató de los bolsos.
—¿Qué pasó? —se alarmó.
—Me echaron de la casa.
—¿Qué?
—El tipo vendió la casa. Hay que buscar otra.
—¿Pero qué…? ¿Cómo…?
—Mejor, Porotito, ya estaba cansada de vivir sola y
que nos viéramos cada seis meses…
—Es solo un año y medio hasta hacer algo de plata…
—Qué me importa la plata, ¡yo quiero estar con vos!
—Yo también, mi amor, pero… Dios, te miro y se me para
la pija…
La Turca volvió a reir.
—Vamos a algún lugar. Quiero hacerte de todo, Porotín.
—Es que… no hay. Y menos a esta hora. Hagámoslo acá…
—¿Estás loco? ¡Hace un frío de cagarse!
—Justamente, así entramos en calor…
—No voy
sacarme los pantalones para que se me congele el culo.
—Dale,
Turca, aunque sea haceme un pete.
—Porotito,
si habitualmente me cuesta encontrártela, imaginate con este frío.
—No seas
guacha, Turca, no me jodas con eso.
—Si sabés
que no importa, bobo… Si me importara el tamaño…
—Ya sé, ya
sé.
Un par de
años atrás, medio tomados y en la cama, se habían contado mutuamente sus
romances y sus grandes amantes. Poroto había tenido cuatro novias, de las
cuales solo había cogido con tres. Tuvo algún otro encuentro ocasional, pero
nada tan grandioso como para considerarlo seriamente como amante. Cuando le
tocó hablar a la Turca, en cambio, no paraba de nombrar novios y especialmente
amantes. En el racconto se hizo evidente que casi todos los reseñados tenían un
instrumento más grande que el suyo, lo que no era difícil pues su pijita era
bastante modesta. Pero en lugar de ser humillante, esa noche fue inmejorable.
Poroto se dio cuenta que el amor que sentía la Turca era más grande que cualquier
cuestión de tamaño, y que en verdad a ella no le interesaba tanto, porque, como
le dijo esa misma noche mientras se montó sobre él: “si me importara el tamaño
de la pija me hubiera quedado con cualquiera de los otros cuarenta tipos que me
cogí antes que vos”. Esa noche, embriagados, hicieron el amor como nunca.
En el
comedor hacía tanto frío como afuera, no podían pasar la noche allí. En el baño
tampoco.
—Porotito,
estoy cagada de frío y con más ganas de coger que nunca. Arreglá esto, estoy…
—¿Qué querés
que haga, Turca? Son las doce de la noche, no se puede ir a ningún lado. Mañana buscamos algo
para alquilar.
—¡Qué
mañana! ¡Quiero coger ahora! Y después quiero que me hagas cucharita en un
lugar calentito… Llevame a un telo.
—Qué telo,
boluda, en este lugar no hay nada. Esto ni siquiera es un pueblo.
—Y vamos a
tu cama.
—Estás en
pedo, mi amor. Es una cuadrilla. Son como cincuenta camas una al lado de la
otra sin divisiones.
—Ya sé,
salame, pero acá me estoy congelando. Nos acostamos en tu cama, yo vestida para
que nadie me espíe, y nos mandamos un “calladito” —propuso la Turca con una
sonrisa cómplice—. Nadie se va a enterar, y te prometo que mañana a la mañana
no abro los ojos para no espiar a nadie.
Poroto dudó.
—Si se
enteran en el astillero que metí una mina…
—¡Dejate de
joder, Poroto, hace cinco meses que no cogemos! Dale, ya deben estar todos
dormidos, no se van a enterar… Ni nos sacamos la ropa, dale…
Lo primero
que hizo la Turca justo antes de meterse en la cama fue quitarse las botas y el
jean.
—Turca —susurró
en la oscuridad el Poroto— ¡Dijimos con ropa!
—No seas
bobo, ¿me vas a decir que no te gusto así?
La Turca
giró para su marido. Estaba en polera ajustada y tanga blanca de encaje, ancha
a los costados y detrás muy muy metida entre las nalgas, enterrada en medio de
ese culo fabuloso y redondo. La Turca tenía el mejor cuerpo que Poroto había
visto en su vida. Los muslos carnosos y poderosos lo enloquecían, y la tanga sometiéndose
en la concha, sumida y a la vez protectora, fue una imagen que le endureció la
pija como una piedra.
—Metete en
la cama —susurró él, ya adentro.
—No, primero
decime si estoy linda.
—¡Shhht! —la
calló Poroto. Estaban en el medio de la barraca llena de hombres dormidos, ella
semidesnuda, con el culazo pleno a la vista de cualquiera, aunque en la semi oscuridad.
Poroto se preguntó si alguno no estaría despierto y haciéndose el tonto—. Sí,
sí, mi amor, estás recontra buena.
Recién ahí
la Turca sonrió y se metió bajo las sábanas.
—¿Qué hacés
vestido? Sacate el pantalón, no me vas a coger con el pantalón puesto, ¿no?
—¡Shhhht!
Hablá más bajo, Turca, que vas a despertar a todos.
—¿Qué tiene,
Porotito? ¡Estamos casados! Vení, a ver… Mmm… Dejame encontrar el “porotito”…
—¡Turca, te
pueden oír!
—Ay, mi amor,
están todos dormidos. Además, a mí me gusta que sea chiquito tu porotito…
—Sí, claro,
te gustan chiquitos…
—¡Acá está! —celebró
la Turca—. Costó pero lo encontré, ¿eh?
Poroto rio.
—Boba.
—Uy, mi
amor, estás re caliente.
—Sí, boluda,
hace cinco meses que no cogemos…
—Que no
cogés… Mmm… Tenés lechita en la punta, mi amor… —Y del entusiasmo, la Turca
levantó la voz más de la cuenta—. Estoy re caliente, mi amor, cogeme, ¡no
aguanto más! —y se quitó la polera.
—¡Shhhhh!
Turca, por favor —susurró desesperado Poroto, pero en la voz se le notaba que
él también estaba entusiasmado.
Giraron y él
quedó detrás de ella. La frazada fue a la cintura y de pronto la espalda de su
esposa, ancha, cruzada por el elástico del corpiño, le quedó adelante.
—Qué hermosa
sos, mi amor… Cómo te amo, Turquita…
Le acarició
la espalda y ella sacó cola y lo apretó abajo. Poroto corrió un poco más la
frazada y el culazo lleno de su mujer quedó ahí, para él, hermoso y regalado,
ensartado de tela blanca, como una premonición. Le fue imposible no buscar ese
culazo con sus manos y no llenárselas con los nalgones. Y amasarlos.
—Mi amor,
qué pedazo de culo que tenés… Por fin te lo voy a coger…
No se dio
cuenta pero esta vez fue él quien levantó la voz. La Turca paró más el culo y
Poroto sacó su pija, movió para un costado la tela que había entre los dos
cachetones, se acomodó, buscó, puerteó y finalmente penetró.
—¡Ahhh…! —gimió,
rendido ante el cuerpazo de su mujer.
La Turca rio
brevemente con su triunfo. Sintió la penetración y acomodó mejor la cola. La
sintió más adentro. Su marido volvió a jadear. Sintió las manos agarrarle el
culazo con gula, con desesperación, y el incipiente bombeo. Ya de arranque con
todo, demasiado con todo. Demasiado desesperado.
—Tan rápido
no, mi amor… Acordate las últimas veces…
Poroto
frenó.
—Es que
estás muy buena, Turca. Y hace cinco meses que no cojo. —Y bombeó otra vez con
todo.
De pronto
Poroto se congeló. En seco. Por completo congelado.
Y ella lo
supo.
—No, Poroto,
no seas hijo de puta…
—Shhhhhh…
Quietita, quietita… No te muevas…
—Sos un hijo
de puta, no me podés hacer esto.
—Quietita,
Turca, ni respires… que si respirás me voy…
—¡Me cogiste
medio minuto, Poroto; si te vas, te mato!
Y entonces:
—¡Ahhhhhhhhh…!
—¡Sos un
pelotudo, me cogiste medio minuto!
—¡Ahhhhhhh…!
Perdón, mi amor… No quise… Ahhhhhhh…
—¡La puta
que te parió, Poroto, siempre me dejás re caliente!
—¡Shhh! Mi
amor, no grites.
—¡No estoy
gritando, estoy recaliente!
—Estás
gritando, amor. Perdoname.
—Te dije que
no me cogieras tan rápido. Parecés un pendejo, ¡no sabés controlarte!
—Es que
estaba muy caliente, Turca. Hace cinco meses que no cojo.
—¡Yo
tampoco, pelotudo! ¡Cinco meses esperando para dos segundos de mierda!
—Treinta
segundos.
—No me hagas
chistes… La puta madre, encima me hacés chistes…
—Mi amor, no
grites… Escuchame, en un rato me recupero.
—Ya sabemos
cómo es tu recuperación. Hasta mañana o pasado ni se te va a parar... Sos un
pelotudo, Poroto; te amo, pero sos un pelotudo.
Se
acomodaron en cucharita y no hablaron más. A las dos de la mañana el Poroto
estaba roncando y la Turca estaba despierta, igual que una hora antes. E igual
de caliente.
“Ahhh… Ahhh…”
Era como un murmullo para el Poroto. “Ahhh… Así… Así…” Un murmullo venido de un
sueño. “Seguí… Sí… Así… Ahhh…” Ese ronroneo que se hace más y más lejano a
media que te vas despertando, pero en ese caso se hacía más y más presente.
Poroto abrió
los ojos en medio de la oscuridad. No se dio cuenta al principio si estaba
despierto o seguía dormido. Había soñado que se cogía a su esposa por horas, y
ahora le parecía escuchar el jadeo y la vocecita de ella.
—Así… Así…
Qué rico, Morcilla… Cómo te la siento…
Era un
murmullo. Era la Turca. Y era real. Poroto extendió su brazo instintivamente
hacia donde debiera estar su mujer. No estaba.
—Qué buena
que estás, gurisa… Te cogería hasta quedar chupau como una naranja…
—¡Shhht! —se
rio la Turca—. Más bajo, que lo vas a despertar —y enseguida—: ¡Ahhhhh…!
Poroto se
terminó de despertar. Era su mujer. ¿Pero se la estaban cogiendo o era una
broma? No supo cómo reaccionar. Se sintió dolido, pero aún más impotente que
dolido. Siempre se había preguntado cómo la Turca, con semejante cuerpazo y
carita de turra, nunca lo había engañado. Y ahora no sabía qué hacer.
A los
gemidos de su mujer se le agregaron los jadeos del hombre. ¿Había escuchado
Morcilla? Se le erizó la piel. El Morcilla tenía ese apodo porque cargaba con
una tranca tan gruesa, tan larga y tan negra como una morcilla. Y una de las
grandes. Poroto entreabrió los ojos y procuró acostumbrarse a la penumbra. De las claraboyas siempre
venía algo de luz y en unos minutos pudo ver mejor. Tres camas más allá había
un cuerpo que se movía. Como un bulto latigueando a ritmo.
—Ahhh, por
Dios, Morcilla, qué bien que… ohhh… Así… Así… Clavá más… Ahhhhh…
La Turca hablaba
en voz baja pero el silencio de la noche la ponía en evidencia. El movimiento
se hizo más fuerte y el camastro del Morcilla comenzó a rechinar. Poroto se
alteró. Hasta ese momento no sabía bien qué hacer, pero el wiki-wiki-wiki de
los elásticos iba a despertar a sus compañeros. Poroto se horrorizó ante la
idea de que todos en Las Cuadrillas supieran que el Morcilla lo había
convertido en un cornudo. No podría volver a mirar a sus amigos a los ojos, de
la humillación.
—Sentila,
putita… ¡Sentí la pija de un macho de a de veras!
—Sí,
Morcilla, esto es una pija… ¡Esto es una pija de verdad…!
El
comentario tocó el amor propio de Poroto. El wiki-wiki era cada vez más fuerte
y más rápido, y su mujer y el Morcilla se cuidaban menos de contener la voz.
—¡Ay, así! Clavame
así, Morcilla, como recién, que te la siento toda…
—No podés
ser tan puta, Turca, recién acabaste otra vez.
Poroto no
aguantó más, ¿cuánto hacía que se la estaban cogiendo? Se levantó de la cama y
avanzó con pasos dudosos en la oscuridad.
El wiki-wiki
se frenó. Los murmullos se silenciaron. Poroto avanzó una cama y ya vio lo que
sucedía en la tercera. Ahí delante suyo, el Morcilla estaba arrodillado sobre
el colchón dándole bomba a su mujer, en perrito. La Turca tenía la cabeza en la
almohada y el culo en punta, el culazo, mejor dicho, con la tanga blanca
estirada para un costado, cortándole un cachete en diagonal. Poroto llegó al
camastro. Las garras del Morcilla se clavaban en las nalgas redondas, infladas
de su mujer, y las abría para que el vergón grueso y oscuro llegara más hondo.
—¡Mi amor! —se
soprendió la Turca, y hubo un poco de vergüenza y disculpa en sus ojos.
—¿Qué
carajo…? Turca, vos no… Vos no…
La Turca
había hablado en voz baja, Poroto no.
—¡Mi amor,
no hables fuerte, vas a despertar a todos!
—¡Qué me importa!
¡Te estás dejando coger por el Morcilla!
—Callate,
bobo, que si los despertás vas a ser el cornudo de Las Cuadrillas.
Poroto tomó
aire como para putearla pero se lo ahogó. La miró con furia, la señaló con dedo
acusador y masculló una maldición.
—¿Y qué
carajo soy? —volvió a los murmullos Poroto— ¡Me estás convirtiendo en el
cornudo de Las Cuadrillas!
Poroto no se
dio cuenta, pero en la oscuridad, Morcilla retomó muy muy lentamente —casi
imperceptiblemente— el bombeo.
—No sos el
cornudo si no se entera nadie, amor.
—Te está
cogiendo el más pijudo de la cuadra, se van a enterar todos.
—No —dijo
ella—. Morcilla es de confianza. Le hice prometer que no contara nada.
Morcilla,
detrás de la Turca y disimulando menos el bombeo, le sonrió al Poroto y le hizo
pulgares arriba.
—No lo puedo
creer… Vos no sos así, Turca. No eras igual a todas las demás…
—No me
trabajes la culpa, Porotito. Te dije que estaba recaliente, que hacía cinco
meses que no cogía, y vos no me aguantaste ni un minuto.
Poroto tenía
argumentos, pero sobre todo, ganas de gritarle. Se hastió de hablar entre
cuchicheos mientras el Morcilla la llenaba de verga a su mujer. Regresó a su
camastro rumiando contra lo putas que eran todas las mujeres, y contras las
pijas grandes y gordas.
En cambio cuando
su marido se alejó, la Turca sintió la pija del Morcilla más adentro y más
activa, llenándola de carne como no la habían llenado nunca desde que se casara
con el Porotito, y se abandonó al placer. Hundió la cara en la almohada para
que no se escuchara su goce.
—Ahhhhhhhhh…
Pero el goce
se empezó a escuchar unos minutos después cuando la cogida se fue transformando
en un garche furioso.
—¡Ah, por
Dios! ¡Dame más, dame más, Morcilla!
Wiki-wiki…
wiki-wiki…
—¡Tomá, puta,
tomá! ¡Hasta los huevos, hermosa…!
—¡Ahhhhhh…!
Wiki-wiki…
wiki-wiki…
—¡Qué pedazo
de culo, Turca! ¡Si yo fuera tu marido te daría verga todos los días!
Wiki-wiki…
wiki-wiki…
—Y me vas a
dar, Morcilla… Ahhhhh… ¡Esta pija merece la puta que se te antoje!
—¿Qué son
esas palabras? —Poroto había reaparecido y se había agachado sobre la cabecera
donde estaba su esposa—. ¿Cómo que te va a coger todos los días, estás en pedo?
El murmullo
cuidadoso de Poroto contrastaba irrisoriamente contra el ruido de los elásticos
de la cama, y del fap! fap! de la ingle del Morcilla contra la cola de su
mujer. Esta vez, el morocho no dejó de cogérsela ni aflojó el tranco una
pulgada.
—¡Contestame,
Turca!
—¡Ahhhhh…! ¡Ahhh…!
No sé, mi amor, son cosas que se dicen cuando te cogen… Ahhhhh…
La cabeza le
bailaba a la Turca en sacudones iguales. Atrás, el Morcilla no paraba de
castigarla con vergazos fuertes como puntapies.
—No quiero
que te vuelvan a coger. Es esta y nada más, ¿oíste?
—Ahhh… Ahhh…
Ay, Porotito, la re siento… no sabés… Qué pedazo de pija tiene tu amigo…
—¡Turca, por
favor, parecés una puta!
—¡Me siento
inflada de verga, Porotito! ¡La siento mucho más que cuando me cogía Lisandro!
Lisandro era
un patova estúpido que se la había cogido regularmente hasta que se pusieron de
novios en serio.
—No me podés
hablar así, Turca, soy tu esposo. Si te cojo mal podemos arreglarlo, pensé que
yo te gustaba y…
—No, mi
amor… —La Turca lo tomó de una mejilla con ternura. Morcilla la seguía
bombeando y el contacto amoroso se contaminó con el ritmo del bombeo—. Me
gustás… Me gustás así como sos… Te amo, bobo… Sabés que lo del tamaño no me
importa y… ¡Oh, por Dios, qué pedazo de verga tiene este hijo de puta! Seguí…
Seguí, Morcilla, seguí… Así… Así… Ahhh… ¡No pares!
—Mi amor, me
estabas diciendo que me amabas y que el tamaño no te…
—¡¡Ahhhhhhhhh…!!
Sííííí… Más fuerte, Morcilla, así… Ahhhh… ¡Toda, Morcilla, toda!
—Mi amor,
bajá la voz, vas a desper…
—¡¡Ahhhhhhhh…!!
—Poroto, tu
mujer se viene otra vez. Sostenela de los hombros que yo no aguanto más y así
le mando la leche al fondo.
—¡Sí sí,
Morcilla, llename!
—¡Morcilla,
acabale afuera! ¡Ya demasiado que te la estás cogiendo!
—¡Ni en
pedo, Poroto! ¡La leche va toda adentro, como debe ser! ¡Ahhhh…!
—Morcilla,
te lo pido como amigo…
—Dejalo, mi
amor, no estoy ovulando…
—Te acabo,
puta... ¡Te la suelto!
—Sí, sí, Morcilla,
¡llename de leche!
—¡Por favor,
bajen la voz!
—Tapale la
boca a tu mujer con la almohada, yo sé lo que te digo… Ahhhhh…
Poroto vio
el cambio de expresión en Morcilla y a su mujer a punto de gritar. Tomó la
almohada de debajo de ella y se la llevó a la cara. Morcilla comenzó a bombear
más fuerte. Le daba tan rápido y tan violento que enseguida levantó a la Turca
y comenzó a cogérsela en el aire. Y más violentamente aún. Se hizo difícil sostener
la almohada, parecía que en cualquier momento el Morcilla iba a abrir a su
mujer en dos.
—¡Ahí va la
leche, putón! ¡Ahhhhhhh…!
Y en ese
momento, entusiasmada por el orgasmo del macho y el bombeo casi asesino, la
Turca comenzó a gritar bajo la almohada.
—¡¡¡Ahhhhhhhhh…!!
¡¡Ahhhhhhh…!!
Poroto le
sostenía la cabeza al frente con la almohada, y sobre la nuca con su otra mano,
mientras el cuerpo y la misma cabeza de ella se agitaban como la copa de un
árbol en medio de una tormenta. Morcilla no dejaba de manosearle el culazo y clavarle pija a cuchilladas.
—¡Sentí,
puta! ¡Sentí la leche! ¡¡Ahhhhhhhhhh…!!
—¡¡Mmmggg…!
¡¡Mmmggghhhfffffhhh…!!
En medio de
los dos orgasmos, Poroto no se había dado cuenta que la cama había abandonado
el wiki-wiki y se había transformado en un concierto de chillidos amorfo de buen
volumen. Recién lo advirtió cuando el Morcilla, ya vaciándose dentro de su
esposa, comenzó a aflojar el bombeo. Los gritos de la Turca también se
aflojaron y entonces retiró la almohada.
—Te amo, mi
amor… —fue lo primero que dijo la Turca cuando le quitó la almohada de la cara,
y le zampó un beso en la boca, el beso más enamorado que Poroto recordara en años—. ¡Ay, Dios,
cómo te amo, Porotito!
Poroto
estaba confundido. No entendía —aunque le gustó el beso— cómo su mujer podía
tener ese sentimiento sobre él con la verga del Morcilla todavía adentro, y el
semen rebalsándole de la concha. ¿Sería culpa? ¿Sería manipulación? Parecía más
bien todo lo contrario, la Turca se veía más sincera que nunca.
Morcilla
retiró el vergón de la conchita de su mujer con un sonido acuoso. La quitó y en
el mismo movimiento le pegó una nalgada.
—Te
felicito, Poroto. Flor de mujer tenés.
Poroto se
sintió extrañamente orgulloso. La Turca se incorporó, así en tanga blanca y corpiño
corrido, le dio un piquito a Morcilla y tomó a su marido de la mano rumbo a la
cama de ellos.
—¿Qué carajo
pasó? ¿Qué fue todo eso?
Ya estaban
acostados nuevamente. Poroto no entendía. ¿Estaban peleados? Ella actuaba como
si no hubiera hecho nada malo. El seguía confundido.
—Vamos a
dormir, mi amor. Mañana busco una casa para alquilar acá en Ensanche así nos
instalamos. Quiero que nos casemos, que tengamos muchos hijos, que vivamos
juntos hasta hacernos viejitos…
—Ya estamos
casados… Hablás como una loca…
—Entonces
nos casamos de nuevo. Desde hoy te amo el doble, así que nos casamos el doble.
—Está bien,
alquilamos algo y tenemos hijos y todo eso, pero nunca más lo de recién,
¿entendés? Yo también te amo pero no quiero ser el cornudo de Las Cuadrillas.
La Turca se
salteó el reclamo:
—Vamos a
dormir, amor.
—Bueno, pero
no… Está bien, vamos a dormir. Pero que no se repita, ¿eh? Por suerte parece
que nadie escuchó la cogida.
Se acostaron
en cucharita y enseguida se durmieron. Alrededor, cincuenta y cinco tipos
jóvenes y fornidos que venían de coger poco y nada permanecieron en silencio y
despiertos hasta entrada la madrugada. Algunos sonreían premonitoriamente.
Fin.
** SE PUEDE COMENTAR. NO LE COBRAMOS NADA. =)
24 COMENTAR ACÁ:
Uhhhh Rebelde... que manada de lobos asesinos acechando... pobre porotito, en que pedazo de cornudo se va a convertir!!!!
Por mas que la mujer ame a su pareja, si en el sexo no son compatibles, siempre buscara satisfacer sus necesidades, naturaleza humana a su maxima expresión.
Ahora la pregunta obligada: ¿La Turca siguió su sexto sentido para encontrar al "mejor dotado" y los sonidos del sexo despertaron a los demas hombres?,o ¿fue tocando uno por uno hasta encontrar al que mejor el encajara?
Genial como siempre el relato.
Saludos y un abrazo desde México.
Aunque el argumento no tenga nada que ver....me hace acordar un poco ( el encierro, el mal clima, la violencia latente) a la última peli de Tarantino: LOS 8 MAS ODIADOS...¿te quedara un wester, sensei REBE???
carlos"benjamín" nava
"—Poroto, tu mujer se viene otra vez. Sostenela de los hombros que yo no aguanto más y así le mando la leche al fondo".....por Dios como me gustan estas frases...el renunciamiento de todo el orgullo en pos de que ella sienta que se hace todo por ella y su placer...
La escena de: "..No sé, mi amor, son cosas que se dicen cuando te cogen… Ahhhhh…" ja ja ja ja me pareció muy cómica, Magnífico relato Rebelde, como siempre. El morbo a 1000%. Saludos.
así es, amigo Pui. este es solo el comienzo. y no sucede otra cosa que la confirmación de eso. como debe ser, jajaj
en mi cabeza, ella —inquieta por lo vivido con su marido un rato antes— quedó despierta, igual que el que se atrevió a encararla. de ahí el encuentro; es decir, fue por azar.
pero como eso no está contado, la pregunta es muy muy válida, jajaj
no vi esa peli porque mis amigos cinéfilos que la vieron le bajaron el pulgar, así que no puedo opinar sobre semejanzas o climas.
sí puedo decirte que lo que sigue no tiene nada de western, sino mucho de este blog, jajaj
también a mí me gustó mucha esa frase. es cierto lo del renunciamiento que mencionás, y también hay un atropello sobre el cornudo, en el que el cornudo no puede reaccionar. =D
muchas gracias, happy bull. siempre trato de que los relatos tengan cuernos, morbo y humor. siendo esto de los cuernos un juego de pareja, el humor es como una referencia del "ok" de los dos. =)
Ensanche, ¡vaya pueblo!
Me encanta cuando el tipo la sigue bombeando suavecito mientras el Poroto habla con su amada esposa.
Porotito lo maximo...............exelente primer capitulo Rebelde...............gracias, Tua amigo Camilo.
Exitante y muy morboso relato espero con ansias continuación besos desde Colombia
Fan Numero Uno
la mejor frase para mi: "—Dejalo, mi amor, no estoy ovulando…"
Abre todo un mundo de posibilidades y morbo...
Grande Maestro...
Hielo Negro...
seeeeeee ese accionar disimulado del macho tb me calienta, jajaj
vendrán más historias no solo de Ensanche, sino del pueblo cercano, Alce Viejo, donde viven la Yesi, don Brótola, Paloma etc.
gracias, camilo!!
hay tres capítulos más (al menos) y un anexo (al menos)
sí, liliana, más historias de esta pareja es lo que viene. voy a publicar una seguidilla de LA TURCA así conocen a la putita y su cornudo.
jajaja!! no se me había ocurrido por el lado de las "posiblidades", ese tópico un poco lo abordé con ELIZABETH, pero jugar con eso no estaría mal.
de todos modos, esta mini saga es bastante acotada en lo temático, ya vas a ver (parecerá un tramo de una novela)
Jaja muy divertido y morboso
Y la turca es INOCENTE!
La carne es débil.
Además ¿¡ni modo que se congelara!?
Y le PROMETIÓ que NO diría nada.
Eso “!ya es GARANTÍA!”
Impecable.. Creo que cada parrafo esta cuidado a un nivel milimetrico. Si tengo que elijir uno es el que ella le dice al mismo tiempo el tamaño no importa amor y que pedazo de pija tiene morcilla jajajaja es GENIAL!!!
eso le pasa al poroto por comportarse como un chico. hay que tener disciplina, si se hubiese aguantado como corresponde, nada de eso (y de lo que viene) le habría pasado, jajaja
jajaja!! quedó divertido ese diálogo. efectivamente fue pensado de esa manera que vos decís (contradictorio).
muchas gracias por notarlo y marcarlo =)
"—Te felicito, Poroto. Flor de mujer tenés."
Tus historias son geniales, y tu edición siempre cuidada. Pero esa frase me mató. Sos un artista, Rebelde. Gracias por tanto, perdón por tan poco.
Eres sutil con los detalles para dejar a la imaginación y al tiempo tan explícito para esa mezcla de componentes exactos para imaginar y al tiempo no tanto mis respetos y saludos desde Colombia un gran fan
Publicar un comentario