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viernes, 13 de mayo de 2016

El Pueblo Mínimo — La Turca: Noche Uno

EL PUEBLO MÍNIMO:
LA TURCA: Noche Uno
(VERSIÓN 1.0)

Por Rebelde Buey


Fue en el invierno aquel tan feo que casi se lleva a don Pascual. El peor invierno de los últimos cincuenta años, más helado que el patio trasero de Satanás. Fue ese invierno donde el agua se congelaba, los charcos se hacían vidrio y hasta los peces amanecían muertos.
Vino con frío, y el frío vino con la Turca, una noche cualquiera. Cayó sin avisar y con dos bolsos grandes, dos bolsos que eran casi una mudanza. Los tres vagos que fumaban en la puerta de Las Cuadrillas casi se caen de hocico al verla, porque además de bolsos traía un par de tetas como melones, una cintura de adolescente  y unas caderas que evidenciaban un culazo lleno, de mujer voluptuosa. Era bonita y de cabello muy negro, largo y ondulado, y le había tocado una cara de puta que bien la bendecía o maldecía según quien diga.
La mujer se les acercó con paso lento y a pesar de los bolsos las caderas se movieron con sensualidad.
—¿Está el Porotito? —preguntó sonriendo, y en esa sonrisa se iluminó y embelleció como una virgen. Sí, la cara de puta era una bendición.
Los tres vagos le tomaron los bártulos y le sonrieron en una galantería barata y obvia.
—¿Quién?
—El Porotito. O Poroto.
—Ah, el Poroto… —celebró uno.
—¿Sos la novia? —le sonrió otro.
—Soy la esposa —dijo la mujer, puro orgullo.
Los vagos abrieron la puerta ancha de Las Cuadrillas y vocearon fuerte hacia adentro:
—Poroootooo… —uno.
—Porotiiiiito… —secundó otro, y todos rieron.

Se hizo un silencio a la espera de alguna respuesta. El vapor salía de los alientos y los hombres se frotaron las manos sin disimulo.
—Hace mucho frío, entremos.
—Estás loco —dijo ella—. Están todos para dormir, la mitad debe estar en bolas.
—No verías nada que no hayas visto antes.
La mujer sonrió.
—Por el Porotito prefiero congelarme acá afuera.
Hubo algo en el tono de la mujer que desilusionó a los vagos. Se percibía amor y respeto hacia su compañero, que de alguna manera inexplicable combinaba bien con la cara de puta y la voluptuosidad de sus curvas. La miraron mejor. Estaba metida en un jean ajustadísimo, con botas de cuero, abajo, y una polera de lana, arriba, que le marcaba las tetotas redondas e infladas. La camperita entallada tenía las solapas arriba, enmarcándole un cuello delicado y unas orejitas que apenas se veían por el abundante y ondulado cabello negro.
—¡Turca! —dijo el Poroto al asomarse por la entrada.
—¡Mi amor! —gritó la Turca, histérica de felicidad, y de un salto abrazó a su marido con manos al cuello y piernas a la cintura, estampándole un beso tan ruidoso que hizo reír a los otros—. ¡¡Mmmmmuaaaack!!
Entre risas y chicanas, los vagos se metieron en la barraca y los dejaron solos.
—¿Qué hacés acá, Turca, estás loca? ¡Y con este frío!
El Poroto la abrazó para protegerla, aunque ella estaba más abrigada que él.
—¿Qué, no estás contento de verme? —sonrió la Turca.
—Sí, boba, pero si voy a ir a casa el mes que viene.
—No aguantaba más, quería ver a mi Porotito.
—No me digas Porotito. No me hagas mala fama con los muchachos.
—Ellos no saben por qué te digo Porotito.
—Basta, Turca —La miró—. ¡Qué linda que estás, mi amor! Vamos a recuperarnos, ¡hace cinco meses que no hacemos nada!
—Hablarás por vos —rio la Turca.
Ambos rieron. Era una broma. La Truca era leal. Aunque muchas veces Poroto se preguntó si eso de vivir separados tanto tiempo no la haría flaquear: a la Turca le gustaba más el sexo que a él.
—¿A dónde estás parando, mi amor?
—¿Cómo a dónde estoy parando?
Recién ahí Poroto se percató de los bolsos.
—¿Qué pasó? —se alarmó.
—Me echaron de la casa.
—¿Qué?
—El tipo vendió la casa. Hay que buscar otra.
—¿Pero qué…? ¿Cómo…?
—Mejor, Porotito, ya estaba cansada de vivir sola y que nos viéramos cada seis meses…
—Es solo un año y medio hasta hacer algo de plata…
—Qué me importa la plata, ¡yo quiero estar con vos!
—Yo también, mi amor, pero… Dios, te miro y se me para la pija…
La Turca volvió a reir.
—Vamos a algún lugar. Quiero hacerte de todo, Porotín.
—Es que… no hay. Y menos a esta hora. Hagámoslo acá…
—¿Estás loco? ¡Hace un frío de cagarse!
—Justamente, así entramos en calor…
—No voy sacarme los pantalones para que se me congele el culo.
—Dale, Turca, aunque sea haceme un pete.
—Porotito, si habitualmente me cuesta encontrártela, imaginate con este frío.
—No seas guacha, Turca, no me jodas con eso.
—Si sabés que no importa, bobo… Si me importara el tamaño…
—Ya sé, ya sé.
Un par de años atrás, medio tomados y en la cama, se habían contado mutuamente sus romances y sus grandes amantes. Poroto había tenido cuatro novias, de las cuales solo había cogido con tres. Tuvo algún otro encuentro ocasional, pero nada tan grandioso como para considerarlo seriamente como amante. Cuando le tocó hablar a la Turca, en cambio, no paraba de nombrar novios y especialmente amantes. En el racconto se hizo evidente que casi todos los reseñados tenían un instrumento más grande que el suyo, lo que no era difícil pues su pijita era bastante modesta. Pero en lugar de ser humillante, esa noche fue inmejorable. Poroto se dio cuenta que el amor que sentía la Turca era más grande que cualquier cuestión de tamaño, y que en verdad a ella no le interesaba tanto, porque, como le dijo esa misma noche mientras se montó sobre él: “si me importara el tamaño de la pija me hubiera quedado con cualquiera de los otros cuarenta tipos que me cogí antes que vos”. Esa noche, embriagados, hicieron el amor como nunca.
En el comedor hacía tanto frío como afuera, no podían pasar la noche allí. En el baño tampoco.
—Porotito, estoy cagada de frío y con más ganas de coger que nunca. Arreglá esto, estoy…
—¿Qué querés que haga, Turca? Son las doce de la noche, no se  puede ir a ningún lado. Mañana buscamos algo para alquilar.
—¡Qué mañana! ¡Quiero coger ahora! Y después quiero que me hagas cucharita en un lugar calentito… Llevame a un telo.
—Qué telo, boluda, en este lugar no hay nada. Esto ni siquiera es un pueblo.
—Y vamos a tu cama.
—Estás en pedo, mi amor. Es una cuadrilla. Son como cincuenta camas una al lado de la otra sin divisiones.
—Ya sé, salame, pero acá me estoy congelando. Nos acostamos en tu cama, yo vestida para que nadie me espíe, y nos mandamos un “calladito” —propuso la Turca con una sonrisa cómplice—. Nadie se va a enterar, y te prometo que mañana a la mañana no abro los ojos para no espiar a nadie.
Poroto dudó.
—Si se enteran en el astillero que metí una mina…
—¡Dejate de joder, Poroto, hace cinco meses que no cogemos! Dale, ya deben estar todos dormidos, no se van a enterar… Ni nos sacamos la ropa, dale…


Lo primero que hizo la Turca justo antes de meterse en la cama fue quitarse las botas y el jean.
—Turca —susurró en la oscuridad el Poroto— ¡Dijimos con ropa!
—No seas bobo, ¿me vas a decir que no te gusto así?
La Turca giró para su marido. Estaba en polera ajustada y tanga blanca de encaje, ancha a los costados y detrás muy muy metida entre las nalgas, enterrada en medio de ese culo fabuloso y redondo. La Turca tenía el mejor cuerpo que Poroto había visto en su vida. Los muslos carnosos y poderosos lo enloquecían, y la tanga sometiéndose en la concha, sumida y a la vez protectora, fue una imagen que le endureció la pija como una piedra.
—Metete en la cama —susurró él, ya adentro.
—No, primero decime si estoy linda.
—¡Shhht! —la calló Poroto. Estaban en el medio de la barraca llena de hombres dormidos, ella semidesnuda, con el culazo pleno a la vista de cualquiera, aunque en la semi oscuridad. Poroto se preguntó si alguno no estaría despierto y haciéndose el tonto—. Sí, sí, mi amor, estás recontra buena.
Recién ahí la Turca sonrió y se metió bajo las sábanas.
—¿Qué hacés vestido? Sacate el pantalón, no me vas a coger con el pantalón puesto, ¿no?
—¡Shhhht! Hablá más bajo, Turca, que vas a despertar a todos.
—¿Qué tiene, Porotito? ¡Estamos casados! Vení, a ver… Mmm… Dejame encontrar el “porotito”…
—¡Turca, te pueden oír!
—Ay, mi amor, están todos dormidos. Además, a mí me gusta que sea chiquito tu porotito…
—Sí, claro, te gustan chiquitos…
—¡Acá está! —celebró la Turca—. Costó pero lo encontré, ¿eh?
Poroto rio.
—Boba.
—Uy, mi amor, estás re caliente.
—Sí, boluda, hace cinco meses que no cogemos…
—Que no cogés… Mmm… Tenés lechita en la punta, mi amor… —Y del entusiasmo, la Turca levantó la voz más de la cuenta—. Estoy re caliente, mi amor, cogeme, ¡no aguanto más! —y se quitó la polera.
—¡Shhhhh! Turca, por favor —susurró desesperado Poroto, pero en la voz se le notaba que él también estaba entusiasmado.
Giraron y él quedó detrás de ella. La frazada fue a la cintura y de pronto la espalda de su esposa, ancha, cruzada por el elástico del corpiño, le quedó adelante.
—Qué hermosa sos, mi amor… Cómo te amo, Turquita…
Le acarició la espalda y ella sacó cola y lo apretó abajo. Poroto corrió un poco más la frazada y el culazo lleno de su mujer quedó ahí, para él, hermoso y regalado, ensartado de tela blanca, como una premonición. Le fue imposible no buscar ese culazo con sus manos y no llenárselas con los nalgones. Y amasarlos.
—Mi amor, qué pedazo de culo que tenés… Por fin te lo voy a coger…
No se dio cuenta pero esta vez fue él quien levantó la voz. La Turca paró más el culo y Poroto sacó su pija, movió para un costado la tela que había entre los dos cachetones, se acomodó, buscó, puerteó y finalmente penetró.
—¡Ahhh…! —gimió, rendido ante el cuerpazo de su mujer.
La Turca rio brevemente con su triunfo. Sintió la penetración y acomodó mejor la cola. La sintió más adentro. Su marido volvió a jadear. Sintió las manos agarrarle el culazo con gula, con desesperación, y el incipiente bombeo. Ya de arranque con todo, demasiado con todo. Demasiado desesperado.
—Tan rápido no, mi amor… Acordate las últimas veces…
Poroto frenó.
—Es que estás muy buena, Turca. Y hace cinco meses que no cojo. —Y bombeó otra vez con todo.
De pronto Poroto se congeló. En seco. Por completo congelado.
Y ella lo supo.
—No, Poroto, no seas hijo de puta…
—Shhhhhh… Quietita, quietita… No te muevas…
—Sos un hijo de puta, no me podés hacer esto.
—Quietita, Turca, ni respires… que si respirás me voy…
—¡Me cogiste medio minuto, Poroto; si te vas, te mato!
Y entonces:
—¡Ahhhhhhhhh…!
—¡Sos un pelotudo, me cogiste medio minuto!
—¡Ahhhhhhh…! Perdón, mi amor…  No quise… Ahhhhhhh…
—¡La puta que te parió, Poroto, siempre me dejás re caliente!
—¡Shhh! Mi amor, no grites.
—¡No estoy gritando, estoy recaliente!
—Estás gritando, amor. Perdoname.
—Te dije que no me cogieras tan rápido. Parecés un pendejo, ¡no sabés controlarte!
—Es que estaba muy caliente, Turca. Hace cinco meses que no cojo.
—¡Yo tampoco, pelotudo! ¡Cinco meses esperando para dos segundos de mierda!
—Treinta segundos.
—No me hagas chistes… La puta madre, encima me hacés chistes…
—Mi amor, no grites… Escuchame, en un rato me recupero.
—Ya sabemos cómo es tu recuperación. Hasta mañana o pasado ni se te va a parar... Sos un pelotudo, Poroto; te amo, pero sos un pelotudo.
Se acomodaron en cucharita y no hablaron más. A las dos de la mañana el Poroto estaba roncando y la Turca estaba despierta, igual que una hora antes. E igual de caliente.


“Ahhh… Ahhh…” Era como un murmullo para el Poroto. “Ahhh… Así… Así…” Un murmullo venido de un sueño. “Seguí… Sí… Así… Ahhh…” Ese ronroneo que se hace más y más lejano a media que te vas despertando, pero en ese caso se hacía más y más presente.
Poroto abrió los ojos en medio de la oscuridad. No se dio cuenta al principio si estaba despierto o seguía dormido. Había soñado que se cogía a su esposa por horas, y ahora le parecía escuchar el jadeo y la vocecita de ella.
—Así… Así… Qué rico, Morcilla… Cómo te la siento…
Era un murmullo. Era la Turca. Y era real. Poroto extendió su brazo instintivamente hacia donde debiera estar su mujer. No estaba.
—Qué buena que estás, gurisa… Te cogería hasta quedar chupau como una naranja…
—¡Shhht! —se rio la Turca—. Más bajo, que lo vas a despertar —y enseguida—: ¡Ahhhhh…!
Poroto se terminó de despertar. Era su mujer. ¿Pero se la estaban cogiendo o era una broma? No supo cómo reaccionar. Se sintió dolido, pero aún más impotente que dolido. Siempre se había preguntado cómo la Turca, con semejante cuerpazo y carita de turra, nunca lo había engañado. Y ahora no sabía qué hacer.
A los gemidos de su mujer se le agregaron los jadeos del hombre. ¿Había escuchado Morcilla? Se le erizó la piel. El Morcilla tenía ese apodo porque cargaba con una tranca tan gruesa, tan larga y tan negra como una morcilla. Y una de las grandes. Poroto entreabrió los ojos y procuró acostumbrarse  a la penumbra. De las claraboyas siempre venía algo de luz y en unos minutos pudo ver mejor. Tres camas más allá había un cuerpo que se movía. Como un bulto latigueando a ritmo.
—Ahhh, por Dios, Morcilla, qué bien que… ohhh… Así… Así… Clavá más… Ahhhhh…
La Turca hablaba en voz baja pero el silencio de la noche la ponía en evidencia. El movimiento se hizo más fuerte y el camastro del Morcilla comenzó a rechinar. Poroto se alteró. Hasta ese momento no sabía bien qué hacer, pero el wiki-wiki-wiki de los elásticos iba a despertar a sus compañeros. Poroto se horrorizó ante la idea de que todos en Las Cuadrillas supieran que el Morcilla lo había convertido en un cornudo. No podría volver a mirar a sus amigos a los ojos, de la humillación.
—Sentila, putita… ¡Sentí la pija de un macho de a de veras!
—Sí, Morcilla, esto es una pija… ¡Esto es una pija de verdad…!
El comentario tocó el amor propio de Poroto. El wiki-wiki era cada vez más fuerte y más rápido, y su mujer y el Morcilla se cuidaban menos de contener la voz.
—¡Ay, así! Clavame así, Morcilla, como recién, que te la siento toda…
—No podés ser tan puta, Turca, recién acabaste otra vez.
Poroto no aguantó más, ¿cuánto hacía que se la estaban cogiendo? Se levantó de la cama y avanzó con pasos dudosos en la oscuridad.
El wiki-wiki se frenó. Los murmullos se silenciaron. Poroto avanzó una cama y ya vio lo que sucedía en la tercera. Ahí delante suyo, el Morcilla estaba arrodillado sobre el colchón dándole bomba a su mujer, en perrito. La Turca tenía la cabeza en la almohada y el culo en punta, el culazo, mejor dicho, con la tanga blanca estirada para un costado, cortándole un cachete en diagonal. Poroto llegó al camastro. Las garras del Morcilla se clavaban en las nalgas redondas, infladas de su mujer, y las abría para que el vergón grueso y oscuro llegara más hondo.
—¡Mi amor! —se soprendió la Turca, y hubo un poco de vergüenza y disculpa en sus ojos.
—¿Qué carajo…? Turca, vos no… Vos no…
La Turca había hablado en voz baja, Poroto no.
—¡Mi amor, no hables fuerte, vas a despertar a todos!
—¡Qué me importa! ¡Te estás dejando coger por el Morcilla!
—Callate, bobo, que si los despertás vas a ser el cornudo de Las Cuadrillas.
Poroto tomó aire como para putearla pero se lo ahogó. La miró con furia, la señaló con dedo acusador y masculló una maldición.
—¿Y qué carajo soy? —volvió a los murmullos Poroto— ¡Me estás convirtiendo en el cornudo de Las Cuadrillas!
Poroto no se dio cuenta, pero en la oscuridad, Morcilla retomó muy muy lentamente —casi imperceptiblemente— el bombeo.
—No sos el cornudo si no se entera nadie, amor.
—Te está cogiendo el más pijudo de la cuadra, se van a enterar todos.
—No —dijo ella—. Morcilla es de confianza. Le hice prometer que no contara nada.
Morcilla, detrás de la Turca y disimulando menos el bombeo, le sonrió al Poroto y le hizo pulgares arriba.
—No lo puedo creer… Vos no sos así, Turca. No eras igual a todas las demás…
—No me trabajes la culpa, Porotito. Te dije que estaba recaliente, que hacía cinco meses que no cogía, y vos no me aguantaste ni un minuto.
Poroto tenía argumentos, pero sobre todo, ganas de gritarle. Se hastió de hablar entre cuchicheos mientras el Morcilla la llenaba de verga a su mujer. Regresó a su camastro rumiando contra lo putas que eran todas las mujeres, y contras las pijas grandes y gordas.
En cambio cuando su marido se alejó, la Turca sintió la pija del Morcilla más adentro y más activa, llenándola de carne como no la habían llenado nunca desde que se casara con el Porotito, y se abandonó al placer. Hundió la cara en la almohada para que no se escuchara su goce.
—Ahhhhhhhhh…
Pero el goce se empezó a escuchar unos minutos después cuando la cogida se fue transformando en un garche furioso.
—¡Ah, por Dios! ¡Dame más, dame más, Morcilla!
Wiki-wiki… wiki-wiki…
—¡Tomá, puta, tomá! ¡Hasta los huevos, hermosa…!
—¡Ahhhhhh…!
Wiki-wiki… wiki-wiki…
—¡Qué pedazo de culo, Turca! ¡Si yo fuera tu marido te daría verga todos los días!
Wiki-wiki… wiki-wiki…
—Y me vas a dar, Morcilla… Ahhhhh… ¡Esta pija merece la puta que se te antoje!
—¿Qué son esas palabras? —Poroto había reaparecido y se había agachado sobre la cabecera donde estaba su esposa—. ¿Cómo que te va a coger todos los días, estás en pedo?
El murmullo cuidadoso de Poroto contrastaba irrisoriamente contra el ruido de los elásticos de la cama, y del fap! fap! de la ingle del Morcilla contra la cola de su mujer. Esta vez, el morocho no dejó de cogérsela ni aflojó el tranco una pulgada.
—¡Contestame, Turca!
—¡Ahhhhh…! ¡Ahhh…! No sé, mi amor, son cosas que se dicen cuando te cogen… Ahhhhh…
La cabeza le bailaba a la Turca en sacudones iguales. Atrás, el Morcilla no paraba de castigarla con vergazos fuertes como puntapies.
—No quiero que te vuelvan a coger. Es esta y nada más, ¿oíste?
—Ahhh… Ahhh… Ay, Porotito, la re siento… no sabés… Qué pedazo de pija tiene tu amigo…
—¡Turca, por favor, parecés una puta!
—¡Me siento inflada de verga, Porotito! ¡La siento mucho más que cuando me cogía Lisandro!
Lisandro era un patova estúpido que se la había cogido regularmente hasta que se pusieron de novios en serio.
—No me podés hablar así, Turca, soy tu esposo. Si te cojo mal podemos arreglarlo, pensé que yo te gustaba y…
—No, mi amor… —La Turca lo tomó de una mejilla con ternura. Morcilla la seguía bombeando y el contacto amoroso se contaminó con el ritmo del bombeo—. Me gustás… Me gustás así como sos… Te amo, bobo… Sabés que lo del tamaño no me importa y… ¡Oh, por Dios, qué pedazo de verga tiene este hijo de puta! Seguí… Seguí, Morcilla, seguí… Así… Así… Ahhh… ¡No pares!
—Mi amor, me estabas diciendo que me amabas y que el tamaño no te…
—¡¡Ahhhhhhhhh…!! Sííííí… Más fuerte, Morcilla, así… Ahhhh… ¡Toda, Morcilla, toda!
—Mi amor, bajá la voz, vas a desper…
—¡¡Ahhhhhhhh…!!
—Poroto, tu mujer se viene otra vez. Sostenela de los hombros que yo no aguanto más y así le mando la leche al fondo.
—¡Sí sí, Morcilla, llename!
—¡Morcilla, acabale afuera! ¡Ya demasiado que te la estás cogiendo!
—¡Ni en pedo, Poroto! ¡La leche va toda adentro, como debe ser! ¡Ahhhh…!
—Morcilla, te lo pido como amigo…
—Dejalo, mi amor, no estoy ovulando…
—Te acabo, puta... ¡Te la suelto!
—Sí, sí, Morcilla, ¡llename de leche!
—¡Por favor, bajen la voz!
—Tapale la boca a tu mujer con la almohada, yo sé lo que te digo… Ahhhhh…
Poroto vio el cambio de expresión en Morcilla y a su mujer a punto de gritar. Tomó la almohada de debajo de ella y se la llevó a la cara. Morcilla comenzó a bombear más fuerte. Le daba tan rápido y tan violento que enseguida levantó a la Turca y comenzó a cogérsela en el aire. Y más violentamente aún. Se hizo difícil sostener la almohada, parecía que en cualquier momento el Morcilla iba a abrir a su mujer en dos.
—¡Ahí va la leche, putón! ¡Ahhhhhhh…!
Y en ese momento, entusiasmada por el orgasmo del macho y el bombeo casi asesino, la Turca comenzó a gritar bajo la almohada.
—¡¡¡Ahhhhhhhhh…!! ¡¡Ahhhhhhh…!!
Poroto le sostenía la cabeza al frente con la almohada, y sobre la nuca con su otra mano, mientras el cuerpo y la misma cabeza de ella se agitaban como la copa de un árbol en medio de una tormenta. Morcilla no dejaba de manosearle  el culazo y clavarle pija a cuchilladas.
—¡Sentí, puta! ¡Sentí la leche! ¡¡Ahhhhhhhhhh…!!
—¡¡Mmmggg…! ¡¡Mmmggghhhfffffhhh…!!
En medio de los dos orgasmos, Poroto no se había dado cuenta que la cama había abandonado el wiki-wiki y se había transformado en un concierto de chillidos amorfo de buen volumen. Recién lo advirtió cuando el Morcilla, ya vaciándose dentro de su esposa, comenzó a aflojar el bombeo. Los gritos de la Turca también se aflojaron y entonces retiró la almohada.
—Te amo, mi amor… —fue lo primero que dijo la Turca cuando le quitó la almohada de la cara, y le zampó un beso en la boca, el beso más enamorado  que Poroto recordara en años—. ¡Ay, Dios, cómo te amo, Porotito!
Poroto estaba confundido. No entendía —aunque le gustó el beso— cómo su mujer podía tener ese sentimiento sobre él con la verga del Morcilla todavía adentro, y el semen rebalsándole de la concha. ¿Sería culpa? ¿Sería manipulación? Parecía más bien todo lo contrario, la Turca se veía más sincera que nunca.
Morcilla retiró el vergón de la conchita de su mujer con un sonido acuoso. La quitó y en el mismo movimiento le pegó una nalgada.
—Te felicito, Poroto. Flor de mujer tenés.
Poroto se sintió extrañamente orgulloso. La Turca se incorporó, así en tanga blanca y corpiño corrido, le dio un piquito a Morcilla y tomó a su marido de la mano rumbo a la cama de ellos.
—¿Qué carajo pasó? ¿Qué fue todo eso?
Ya estaban acostados nuevamente. Poroto no entendía. ¿Estaban peleados? Ella actuaba como si no hubiera hecho nada malo. El seguía confundido.
—Vamos a dormir, mi amor. Mañana busco una casa para alquilar acá en Ensanche así nos instalamos. Quiero que nos casemos, que tengamos muchos hijos, que vivamos juntos hasta hacernos viejitos…
—Ya estamos casados… Hablás como una loca…
—Entonces nos casamos de nuevo. Desde hoy te amo el doble, así que nos casamos el doble.
—Está bien, alquilamos algo y tenemos hijos y todo eso, pero nunca más lo de recién, ¿entendés? Yo también te amo pero no quiero ser el cornudo de Las Cuadrillas.
La Turca se salteó el reclamo:
—Vamos a dormir, amor.
—Bueno, pero no… Está bien, vamos a dormir. Pero que no se repita, ¿eh? Por suerte parece que nadie escuchó la cogida.
Se acostaron en cucharita y enseguida se durmieron. Alrededor, cincuenta y cinco tipos jóvenes y fornidos que venían de coger poco y nada permanecieron en silencio y despiertos hasta entrada la madrugada. Algunos sonreían premonitoriamente.

Fin.

** SE PUEDE COMENTAR. NO LE COBRAMOS NADA. =)



24 COMENTAR ACÁ:

pui dijo...

Uhhhh Rebelde... que manada de lobos asesinos acechando... pobre porotito, en que pedazo de cornudo se va a convertir!!!!

Vladimir La Croix dijo...

Por mas que la mujer ame a su pareja, si en el sexo no son compatibles, siempre buscara satisfacer sus necesidades, naturaleza humana a su maxima expresión.

Ahora la pregunta obligada: ¿La Turca siguió su sexto sentido para encontrar al "mejor dotado" y los sonidos del sexo despertaron a los demas hombres?,o ¿fue tocando uno por uno hasta encontrar al que mejor el encajara?

Genial como siempre el relato.

Saludos y un abrazo desde México.

Anónimo dijo...

Aunque el argumento no tenga nada que ver....me hace acordar un poco ( el encierro, el mal clima, la violencia latente) a la última peli de Tarantino: LOS 8 MAS ODIADOS...¿te quedara un wester, sensei REBE???
carlos"benjamín" nava

Cricra dijo...

"—Poroto, tu mujer se viene otra vez. Sostenela de los hombros que yo no aguanto más y así le mando la leche al fondo".....por Dios como me gustan estas frases...el renunciamiento de todo el orgullo en pos de que ella sienta que se hace todo por ella y su placer...

Happy Bull dijo...

La escena de: "..No sé, mi amor, son cosas que se dicen cuando te cogen… Ahhhhh…" ja ja ja ja me pareció muy cómica, Magnífico relato Rebelde, como siempre. El morbo a 1000%. Saludos.

Rebelde Buey dijo...

así es, amigo Pui. este es solo el comienzo. y no sucede otra cosa que la confirmación de eso. como debe ser, jajaj

Rebelde Buey dijo...

en mi cabeza, ella —inquieta por lo vivido con su marido un rato antes— quedó despierta, igual que el que se atrevió a encararla. de ahí el encuentro; es decir, fue por azar.
pero como eso no está contado, la pregunta es muy muy válida, jajaj

Rebelde Buey dijo...

no vi esa peli porque mis amigos cinéfilos que la vieron le bajaron el pulgar, así que no puedo opinar sobre semejanzas o climas.
sí puedo decirte que lo que sigue no tiene nada de western, sino mucho de este blog, jajaj

Rebelde Buey dijo...

también a mí me gustó mucha esa frase. es cierto lo del renunciamiento que mencionás, y también hay un atropello sobre el cornudo, en el que el cornudo no puede reaccionar. =D

Rebelde Buey dijo...

muchas gracias, happy bull. siempre trato de que los relatos tengan cuernos, morbo y humor. siendo esto de los cuernos un juego de pareja, el humor es como una referencia del "ok" de los dos. =)

Calosgouzy dijo...

Ensanche, ¡vaya pueblo!
Me encanta cuando el tipo la sigue bombeando suavecito mientras el Poroto habla con su amada esposa.

Anónimo dijo...

Porotito lo maximo...............exelente primer capitulo Rebelde...............gracias, Tua amigo Camilo.

Unknown dijo...

Exitante y muy morboso relato espero con ansias continuación besos desde Colombia

Fan Numero Uno

Anónimo dijo...

la mejor frase para mi: "—Dejalo, mi amor, no estoy ovulando…"

Abre todo un mundo de posibilidades y morbo...

Grande Maestro...


Hielo Negro...

Rebelde Buey dijo...

seeeeeee ese accionar disimulado del macho tb me calienta, jajaj
vendrán más historias no solo de Ensanche, sino del pueblo cercano, Alce Viejo, donde viven la Yesi, don Brótola, Paloma etc.

Rebelde Buey dijo...

gracias, camilo!!
hay tres capítulos más (al menos) y un anexo (al menos)

Rebelde Buey dijo...

sí, liliana, más historias de esta pareja es lo que viene. voy a publicar una seguidilla de LA TURCA así conocen a la putita y su cornudo.

Rebelde Buey dijo...

jajaja!! no se me había ocurrido por el lado de las "posiblidades", ese tópico un poco lo abordé con ELIZABETH, pero jugar con eso no estaría mal.
de todos modos, esta mini saga es bastante acotada en lo temático, ya vas a ver (parecerá un tramo de una novela)

trabajabdofederico dijo...

Jaja muy divertido y morboso
Y la turca es INOCENTE!
La carne es débil.

Además ¿¡ni modo que se congelara!?
Y le PROMETIÓ que NO diría nada.
Eso “!ya es GARANTÍA!”

Unknown dijo...

Impecable.. Creo que cada parrafo esta cuidado a un nivel milimetrico. Si tengo que elijir uno es el que ella le dice al mismo tiempo el tamaño no importa amor y que pedazo de pija tiene morcilla jajajaja es GENIAL!!!

Rebelde Buey dijo...

eso le pasa al poroto por comportarse como un chico. hay que tener disciplina, si se hubiese aguantado como corresponde, nada de eso (y de lo que viene) le habría pasado, jajaja

Rebelde Buey dijo...

jajaja!! quedó divertido ese diálogo. efectivamente fue pensado de esa manera que vos decís (contradictorio).
muchas gracias por notarlo y marcarlo =)

Diegote dijo...

"—Te felicito, Poroto. Flor de mujer tenés."
Tus historias son geniales, y tu edición siempre cuidada. Pero esa frase me mató. Sos un artista, Rebelde. Gracias por tanto, perdón por tan poco.

ANdrés Torres dijo...

Eres sutil con los detalles para dejar a la imaginación y al tiempo tan explícito para esa mezcla de componentes exactos para imaginar y al tiempo no tanto mis respetos y saludos desde Colombia un gran fan

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