JORDY 6
Todas las opciones eran
buenas para pasar la noche de bodas. Y a la vez, terribles. Me di cuenta que
los anfitriones de las tres opciones ya habían cogido con mi flamante esposa y
—sin lugar a dudas— mucho mejor y muchas más veces que yo. La casa quinta de
Lobos la veté de plano. De todos los lugares era el mejor, el más bonito y el
más cómodo. Pero estaba don José al cuidado, y a don José yo le tenía miedo. No
era el único que le temía, no crean, algunos de mis compañeros de jornal
sentían lo mismo. Especialmente los que habían ido a esa casa quinta con sus
esposas, aceptando una invitación aparentemente inocente. Yo había visto
manejarse a don José con algunos de los turistas que vienen de Buenos Aires,
para el verano, y no me gustaría estar en los zapatos de los pobres cornudos
que caen en sus garras. Y sí, cornudos, perdonen ustedes, pero es que es lo que
son, que yo lo vi. Vi cómo maltratan a los esposos y los hacen trabajar duro en
la quinta mientras el viejo y Botellón les garchan a las mujeres.
—¿Y, Prudencio? ¿A dónde
vamos?
Me decidí por la casa de
Emmanuel. No me gustaba que hubiera tantos tipos, pero a la vez eso podía ser
un reaseguro. Uno me la podía coger en un descuido, pero cinco o seis, era
imposible. Por otro lado, conocía a los chicos, tenía confianza con ellos, y la
opción de don Perno era más peligrosa: era mi patrón. ¿Y si me pedía el derecho
de pernada? Ya saben, que el patrón sea el primero en cogerse a la recién
casada. Creo que ya no es más legal, aunque no estoy seguro. En Buenos Aires sé
que no, pero acá es distinto. A casi todos mis compañeros jornaleros les hizo
valer el derecho de pernada y les garchó a sus esposas en la misma noche de
bodas o en el día anterior. Y mis compañeros se la bancaron chitos, al lado de
sus mujeres mientras eran penetradas por el viejo, porque se sabe que es un
derecho que tienen los patrones. Es una de las desventajas de ser jornalero,
¿no? Después ya no te la garchan, obvio. Bueno, eso es lo que creen mis seis
compañeros que no son cornudos conscientes, como sí lo son los otros cinco.
Vi a Jordy impaciente,
mirándome como si yo fuera un inútil incapaz de tomar una decisión. La vi con
su vestidito marrón apretadísimo, marcándole el culazo y enterrándosele entre
las nalgas, y a los tipos pasar por la vereda y mirarle el culo sin el menor
disimulo, sabiendo que yo no iba a quejarme.
Y me pregunté cuánto tiempo
tardaría esa mujer en pedirme el divorcio.
—Vamos a lo del patroncito.
Nos pasaron a buscar en el
BMW blanco del Emmanuel. Al principio me gustó el gesto, después no tanto. Eran
cinco, al final, y me sentaron adelante, con el Emmanuel. Jordy fue atrás, pero
como no había asiento disponible, se tuvo que sentar a upa de Julián, que la
recibió con gusto y con la mano abierta, que fue a parar sin querer a los
muslazos de mi esposa y allí se quedó. Jordy no parecía nada incómoda,
seguramente porque ya conocía a todos ellos de una manera íntima, y un manoseo
casual o una apoyada inocente no significaban absolutamente nada para ellos.
—Hola, chicos —saludó mi mujer
con una sonrisa enorme y extendiendo su cuerpo y su mano hacia el último, el
del otro extremo del auto, para darle un beso en la mejilla— Ya soy la flamante
esposa de Prudencio. Nuevita sin estrenar.
Hubo un coro de aullidos y
semi risas en el auto. Yo me puse rojo como un tomate. Para saludar, Jordy se
inclinó tanto que debió apoyarse en el muslo de otro de los chicos, mientras
Julián debió sostenerla de las ancas y la cola, metiéndole una mano grosera, o
bien manoseándola. La mano de Jordy se resbaló desde el muslo hacia adentro y
terminó enterrada entre las piernas y el bulto de Joaquín.
Jordy no se incorporó de
todo, por no decir casi nada, así que quedó muy inclinada y prácticamente
recostada sobre mis cuatro amigos. Julián ya no solo le manoseaba la cola,
tiempo después yo sabría que también pretendía meterle mano por debajo de la
pollera mientras mi mujer trataba de impedírselo.
Llegamos y los chicos
entraron primero. Tuvimos con Jordy un minuto de soledad e intimidad, que
aproveché para reclamarle.
—Jordy, ¿qué pasó en ese
auto? Te quedaste recostada sobre los cuatro como si fueran una cama.
—Ay, Prudencio, somos
buenos amigos.
—Estabas demasiado cómoda
con ellos… y Julián te manoseó los muslos y creo que te metió mano en la
cola.
—No es nada, Prudencio, no
te pongas paranoico.
—Jordy, te lo pido por
favor, me prometiste…
—¿Qué te prometí?
—Que en cuanto nos
casáramos no me ibas a hacer cornudo como los otros jornaleros. Y ya estamos
casados desde hace tres horas.
—Eso no es así.
—¿Cómo que no es así?
Venimos del registro civil.
—El matrimonio no es
oficial hasta que no lo consumamos.
—¿Que qué?
—No estamos casados
todavía, Prudencio. Si yo quisiera, o vos, claro, me iría por mi cuenta a donde
se me antojara y ni divorcio haría falta. Solo una anulación.
—¿Me estás jodiendo?
—Es verdad, ¿no lo sabías?
—¿Cómo voy a saber
eso?
—Bueno, sabelo. Hasta ahora
es como si estuviéramos divorciados, o fuéramos amigos, o lo que vos prefieras.
—¡Yo prefiero estar casado
con vos!
—Bueno, consumamos el
matrimonio.
—¿Y cómo lo consumamos?
—¡Haciendo el amor,
Prudencio! Haciéndome mujer. Tu mujer. Desvirgándome. Bueno, en mi caso tal vez
no, pero la idea es esa: me tenés que hacer el amor de una manera inolvidable,
me tenés que convertir en mujer, o reconvertir en otra mujer: la tuya. Tenés
que hacerme sentir tu hombría, desgarrarme por dentro con ese instrumento que
Dios le da al hombre para herirla y amarla en el mismo acto, para marcarla como
propia y ofrecerse a ella como suyo por siempre.
Carajo, estaba al horno.
—P-pero…las últimas dos
veces casi ni me sentiste…
—Me dijiste que eran los
nervios. Estoy segura que hoy, ya casados, va a ser diferente y te voy a sentir
adentro mío como el verdadero macho que seguro sos. Y si no, mañana nos
divorciamos.
Lo último lo dijo en broma
y se rió. Yo también me reí, pero de nervios.
Cuando llegamos nos instalaron
en una habitación muy grande, con una cama matrimonial enorme, tele, baño en
suite y un carrito con champaña y otras bebidas. Por viejos comentarios de los
lunes, sabía que ese era el altar donde sacrificaban a sus “víctimas”. Cada
noviecita o esposa de Alce Viejo que se garcharon Emmanuel o los otros, había
pasado por esa cama. Todas y cada una de las mujeres de mis cumpas jornaleros,
y hasta Jordy, cuando no salía conmigo, ya la tenían transitada. Eso me dejó
una sensación agridulce en la boca. La habitación sin dudas era grandiosa, pero
cada uno de los que estaban en esa casa se la habían garchado justamente allí.
Los chicos nos dejaron solos y Jordy me pidió un minuto para cambiarse.
Aproveché y salí para hablar
con Emmanuel y los chicos.
—Se va a divorciar.
Emmanuel me recibió
sonriendo pero se le quebró la mueca cuando me vio angustiado de verdad.
—¿Qué decís, Prudencio,
estás loco? Si se acaban de casar.
—Cuando no consumemos el
matrimonio se va a divorciar. Yo lo sé. Lo siento en mis tripas. ¡No me va a
sentir y se va ir a la mierda!
—Calmate, Prudencio. Estás
diciendo locuras. Se te va a parar, no te pongas nervioso.
—No es que no se me para,
Emmanuel. Nunca se los dije porque me dio vergüenza, pero las dos veces que me
la cogí ni me sintió. Creo que si no era por mis movimientos ni se daba cuenta
que la tenía adentro.
—Estás exagerando.
—Les digo en serio, chicos.
En un rato cuando me la vaya a coger, se va a creer que no, y se va a ir al
registro civil a deshacer todo. ¡Me lo acaba de decir!
—¿Te dijo eso?
—Me lo dijo en chiste, pero
yo sé mucho de mujeres, ¡son esos chistes que son verdad!
—¡Prudencio, calmate, estás
histérico! Y vos no conocés un comino de mujeres, menos de Jordy. No te va a
dejar, solo tenés que ir ahí y disfrutar.
—¡Me va a abandonar! Me va
a abandonar en diez minutos cuando se entere que soy una farsa.
Tenía un nudo en la
garganta, me había estado dando manija y ahora el corazón me latía como el
galope de un galgo.
—Ayúdenme, muchachos… —rogué.
—No podemos hacer nada,
Prudencio.
—Hay algo… Se me ocurrió
que… Pero no sé si les va a…
—Lo que sea, Prudencio. Lo
que sea para que la Jordy no te deje.
—Es que no les va a gustar…
Sería como abusar de su generosidad…
—Prudencio, estamos acá
para servirte a vos y servirla a ella.
—Bueno, se los digo, pero
no se enojen conmigo. El año pasado vi una película vieja en la tele, a la
noche. Era como del año 1300 o 1400, algo así, en un pueblito. Las mujeres del
pueblo, cansadas de que sus maridos se acostaran con la puta del barrio, ocupan
el lugar de la puta y se tapan con una manta para que no les descubran la
identidad. Y así logran que sus maridos se las cojan a ellas, creyendo que se
cogen a la puta. ¿Entienden?
—...
—Le apagamos las luces a la
Jordy, la tapamos con alguna excusa y uno de ustedes toma mi lugar.
—¿Qué?
—Por favor, tienen que
ayudarme, es una sola vez, un ratito apenas, así ella cree que consumó el
matrimonio conmigo y ya no se va a poder divorciar.
—Cuando nos hable y no le
podamos contestar se va a avivar; Jordy no es tonta.
—Yo me quedo ahí, al lado
del que vaya. Así que voy a poder hablarle como si fuera yo el que se la coge.
Entonces se abrió la puerta
de la habitación y salió Jordy, ya preparada para la noche de bodas, en un body
verde de encaje que la ceñía como un corsé, se le enterraba entre las nalgas
generosas y le hacía explotar las tetotas arriba. Cruzó delante de todos con un
andar felino y una sonrisa pícara en la boca. Era una bomba sexual. Una bomba
atómica sexual. Si me divorciaba, me moría.
—Voy a cambiar el hielo,
que el champagne se va a entibiar…
Y se alejó unos pasos
bamboleando el culazo que la naturaleza le dio, dejándonos a todos colgados
como un gancho.
—Yo me anoto —dijo de
inmediato Julián.
Me dio la sensación que el
turro de Julián quería aprovecharse de la situación.
—Pensaba en Emmanuel. Es el
padrino.
—Está bien —dijo Emmanuel—
pero para que funcione, tu plan necesita algunos ajustes.
Me instruyó rápidamente en
lo que debía decirle a Jordy. Debía jugarla de 50 Sombras de Gray, me dijo,
Dios sabrá qué significa eso. Debía proponerle un juego de seducción, de
sensaciones nuevas y de un camino sofisticado para otro placer. Lo tuve que
aprender y recitar de memoria, y funcionó. Jordy se mostró receptiva, abierta y
aceptó de buena gana la baja de luces y vendarle los ojos para lo que siguiera.
Le tapé los ojos con mi
corbata, y le dije que esta noche era especial y que lo íbamos a hacer así. Que
había tomado una pastilla para que ella me sintiera más duro.
E hice pasar a Emmanuel.
Entró en puntas de pie y
tuve que cerrar la puerta rápido porque los otros cuatro estaban espiando como
hienas. Emmanuel casi se me muere. Jordy estaba sobre la cama, arrodillada y
expuesta, regalando su culo al que venía, que era yo, pero iba a ser Emmanuel.
Sonrió con gesto de lobo y no pude culparlo: Jordy estaba para clavarla hasta
con el pantalón puesto.
—Dale, Prúdens —ronroneó
Jordy—. Te estoy esperando…
Emmanuel se acercó despacio
y me hacía señas. Se puso detrás de ella.
—Sí, mi amor… —dije. Me
puse al lado de Emmanuel, que ya se había colocado tras su culazo en punta—.
Vas a ver que de esta manera me vas a sentir como nunca… y no nos vamos a
divorciar…
Emmanuel, a mi lado, estiró
su mano y comenzó a acariciar la cola de mi recién casada esposa. Yo tragué
saliva. Me hubiese gustado a mí estar haciendo eso, pero estos eran momentos
excepcionales, debía ser fuerte. El manoseo furtivo fue abarcando una nalga
completa, luego la otra, y en segundos circunvalaba todo el culazo de nalga a
nalga, y se aventuraba abajo, en la conchita aun protegida por el body.
—Ay, Prudencio, te pusiste
el perfume de Emmanuel… Qué buen detalle…
Mi amigo no dejaba de
acariciarla, ya más bien le fregaba la conchita como preparándola para lo que
venía.
—S-sí —dije dudando, no
habíamos tenido en cuenta los olores—. Me prestó un frasquito para hoy…
—Mmmm… Quizá tengamos
suerte y se te pegue algo de él y me cojas como Dios manda y no como las otras
veces…
Sí, fue humillante. Pero en
ese momento Emmanuel había sacado su garcha, gorda, dura, enorme como una
banana de Ecuador, y la arrimaba a la conchita de mi mujer mientras le
acariciaba las nalgas con fruición pajera. Les garantizo que la humillación me
pasó desapercibida.
Jordy estaba cerca del
borde de la cama, pero Emmanuel, con manos fuertes y decididas la trajo hacia
esta punta, dejándole el culo casi afuera de la cama, para garchársela desde el
piso.
—¡Uy, Prudencio, qué rudo
estás hoy!
Emmanuel le corrió el body
de lado, liberándole la conchita para lo que él quisiera. Tomó su vergón y se
lo pasó por toda la raya, pintándolo como una brocha de verga.
—S-sí, Jordy, estoy hecho
todo un… un… ¿un macho?
Emmanuel se ensalivó la
mano y, con la mano, la cabeza de la verga. Jordy jadeó presintiendo el
momento. Emmanuel me hizo una seña de que se la iba a clavar, alentándome a
hablar. Apoyó el glande en la rayita.
—Jordy, hoy me vas a sentir
como nunca —dije.
Y Emmanuel empujó y se
clavó a mi mujer como un cuchillo a un pan de manteca.
—Ahhhhhhhhh… —gimió fuerte Jordy—.
¿Qué es eso…?
Jordy amagó girar para ver
qué estaba sucediendo.
—Nada, mi amor —me apuré—.
Es la pastilla que me tomé.
Emmanuel retiró y volvió a
clavar.
—Ahhhhh… —otra vez ella—.
¿Qué pastilla es, Prudencio? La tenés igual de ancha y larga que la de
Emmanuel… Ahhhhhh…
—S-sí, debe ser el perfume…
Estaba asustado. No sabía
qué decir.
—Oh, por Dios qué buena
pija… Seguí clavando, Prudencio… Seguí cogiéndome con la pija de Emmanuel…
Y Emmanuel comenzó a
serruchar un poco más fuerte.
—Es mi pija, Jordy.
—Sí, Prudencio, sí, claro
que es tu pijita… Pero con esa pastilla se te siente como la de Emmanuel…
La puta madre, Jordy no era
ninguna tonta, estaba a punto de descubrirme. Si faltaba algo para que quiera
divorciarse, era eso.
—¡No, mi amor, soy yo!
Emmanuel ya se la bombeaba
a discreción. La tenía tomada de cada nalga y empujaba cintura, pelvis y verga
adelante y bien profundo.
—Es como si me cogiera
Emmanuel… Ahhhh… Seguí, Emmanuel, seguí…
Y Emmanuel seguía. Jordy se
agitaba y el cabello se le mecía adelante y atrás con cada latigazo de verga de
mi amigo.
—P-pero soy yo —rogué más
temeroso que nunca.
—Sí, cuerno, sos vos… Dale
que sos vos…
¿Me había dicho cuerno? Con
el fap fap de la cogida de Emmanuel sobre sus nalgas y los gemidos de Jordy, no
había escuchado muy bien.
—Mi amor, es la pastilla…
pero soy yo…
—Ahhhh… Claro, Prudencio,
es la pastilla… Ahhhhh… Qué pedazo de pija, mi amor… Qué pedazo de pija que me
está cogiendo…
Se puso raro en un momento,
porque Emmanuel, que la venía friccionando desde hacía un rato, comenzó
inevitablemente a bufar y jadear también.
—Ay, Prudencio, esa
pastilla hasta te hace jadear como Emmanuel…
¿Me estaba tomando el pelo?
Estaba seguro que la farsa se iba a descubrir en cualquier momento.
Emmanuel seguía
cogiéndomela y de a poco la iba empujando hacia adelante. Jordy lo aguantaba
para que el vergón le llegue más hondo, los gemidos de muerte y vida de ella lo
atestiguaban. El culo de mi esposa se corría un poco y cada tanto Emmanuel lo
volvía a su lugar y lo ponía nuevamente en punta, para no perder la línea.
Finalmente debió subir un pié sobre la cama, elevarse un poco y clavársela de
arriba abajo para llegar definitivamente hasta los huevos.
—Ahhhhhhhh por Diossss síííííííí!!
—Mi amor —atiné a decir.
Estaba celoso, para qué negarlo. Mi esposa estaba gozando más con mi amigo que
conmigo, pero debía sostener la mentira porque si se daba cuenta me podía pedir
el divorcio.
—Qué pedazo de pija,
Emmanuel —dijo en medio de gemidos y bufidos desesperados—. ¡Llename de leche!
¡Llename de leche que estoy por acabar!
Emmanuel, sin dejar de
bombearla, me hizo una seña para que me hiciera cargo del comentario.
—Sí, mi amor, te lleno de
leche —dije con un tono tan erótico como el anuncio de la llegada de un tren al
andén.— P-pero no me digas Emmanuel…
—Es un juego, cornudo… Es
un juego de rol… Ahhhh por favorrrr… Hacemos de cuenta por un ratito que sos el
Emmanuel…
No sabía hasta ese momento
qué era un juego de rol. Supuse que lo de cornudo era por eso. Emmanuel me hizo
señas de que le siga la corriente. Y otra seña de que me la estaba por llenar
de leche.
—S-sí, Jordy… Te cojo como
el Emmanuel. Ahí te va mi acabada, mi amor…
Emmanuel comenzó a bufar
como una locomotora, mientras bombeaba de la misma manera. El tono grave de su
jadeo era muy distinto al de mi voz, y rogué o supuse que Jordy, en su
calentura, no lo notaría.
—Sí, Emmanuel, llename…
Llename delante del cuerno… —Emmanuel la tomó fuertemente del cabello y la tiró
hacia sí, sin dejar de cavarla—. Siiii síii ahhhhhhhhhhhhhh…
Y Emmanuel también comenzó
a acabar. La luz estaba baja pero no apagada, en el violento mete y saca, el
tronco pegado a la base siempre quedaba expuesto y pude ver con horror cómo los
flujos de leche viajaban a latigazos desde sus huevos hacia la conchita de mi
esposa.
—¡No! —me salió sin querer,
por reflejo.
—Síííííí… —me retrucó Jordy—.
Sí, cuerno, sí, por fin me cogés como un hombre de verdad.
Me puse rojo. Si bien
Emmanuel sabía que me la había cogido mal, dicho así de la boca de la mujer era
por demás humillante. Jordy todavía tenía las sábanas estiradas en su puño,
pues con el orgasmo había apretado lo que encontró hasta hacerlo un bollito.
Las fue aflojando a medida que el orgasmo se le retiraba y Emmanuel le
terminaba de bombear los últimos chorritos.
—Mi amor, no digas eso… —atiné
a decir—. Y no me digas cornudo…
—Ay, si nadie nos escucha…
Y vos sabés que nunca te siento… pero con esta pastilla que te tomaste… por fin
te sentí como un verdadero hombre…
Emmanuel retiró el vergón
todavía rechoncho, gomoso y suturando aún leche en filamentos gruesos que se
quedaban unidos a la conchita de mi mujer como un pacto secreto.
—Vení que te la limpio,
cuerno… —pidió mi mujer.
Emmanuel y yo cambiamos
señas mudas sin terminar de entendernos, fue hacia ella, tomó sus cabellos y
guió la boca hacia su vergón sucio de leche. Jordy abrió la boca con unas ganas
como nunca le había visto y devoró glande y tronco igual que una puta de
película porno. Emmanuel me hizo señas de que le dijera algo.
Y yo hablé.
—¿Así, Jord…?
Y me di cuenta que le
estaba hablando todavía desde atrás, desde la altura de su culo. Me corté. Ella
estaba chupando “mi” verga y escuchándome a sus espaldas. Pero me corté de
inmediato. ¿Se habría dado cuenta? Miré a Emmanuel: estaba gozando de la mamada
con la cabeza en alto, mirando al cielo y guiando a mi mujer desde los
cabellos, no se había enterado de nada. Pon suerte Jordy parecía estar también
en su mundo, así que por un lado me alegré de que seguramente no se habría dado
cuenta, y no me alegré de verla tan concentrada en la verga de un tercero, tomándola
con ambas manos sin que le alcance, comprometida con la felación y la limpieza
de quien acababa de cogérsela.
De a poco el cabeceo de
ella sobre el miembro se fue apagando y pronto Emmanuel retiró la boca de su
pija y la guardó.
—¿Puedo sacarme la venda,
Prudencio? —dijo sonriendo con maldad.
—¡No! -casi grité.
Mi amigo se estaba
retirando, no había llegado siquiera a la puerta.
—Ahora quiero que me cojas
como Julián.
Emmanuel se detuvo. Yo me
detuve. Todo el universo se detuvo.
—¿C-como Julián?
—Con esa pastilla que te agranda
así la pija podemos jugar a lo que queramos.
Emmanuel abrió la puerta
con sigilo extremo. Al otro lado estaban los demás, expectantes. Habían
escuchado todo.
—Pero Jordy…
—Hacé entrar a Julián y que
me coja como él suele hacerlo… ¡como solía hacerlo!
—¿Cómo que haga entrar a
Julián?
—Es una metáfora,
Prudencio. No seas tan literal. Es como decir que aprovechemos el efecto de la
pastillita y ahora juguemos a que me coge Julián…
El mencionado Julián
ingresó a la habitación con paso altivo y orgulloso, como si hubiera sido
nombrado ganador del Macho de Oro.
—Pero es que… no sé, mi
amor, pensé que ya nos íbamos a dormir…
—¿En nuestra noche de
bodas? ¡Ni locos! Vamos a coger hasta el amanecer, Prudencio, y sobre todo
ahora que te tomaste esa cosa milagrosa. Vamos a hacer que esta noche me cojan
Julián, Peteco, Joaquín y todos los que estén al otro lado de la puerta…
metafóricamente hablando, por supuesto…
Julián se ubicó detrás de
mi Jordy y comenzó a acariciarle las nalgotas, como antes hiciera Emmanuel. Sin
embargo sacó una verga más gorda que el otro y más curva, con un glande
temible.
—¿O hay algo escondido que
no me estás diciendo, Prudencio!?
Se me pusieron los pelos de
punta ante la posibilidad de que me descubriera no sólo mintiéndole sino además
sin haber consumado realmente el matrimonio, que ahora ella creía hecho.
—No, Jordy, para nada. Si
querés que juguemos a que te cojo como Julián… —lo miré, rogándole que me la
cogiera a media máquina, como sin ganas.
—Julián y todos los demás.
Tenemos la noche entera, hasta el Emmanuel puede repetir, si tiene ganas.
Ganas iba a tener, la puta
madre.
Julián ya me la estaba
puerteando. No iba a necesitar ensalivarse: canal y canaleta estaban más que
lubricadas esta vez. Empujó.
—Ahhhhhhhh… —Jordy—. Por
Dios, cornudo, es como si me estuviera cogiendo Julián…
Hice cuentas rápidas.
Emmanuel, Julián y todos los demás ya se la habían cogido alguna vez. Que me la
cogieran ahora no me gustaba, no estaba bien y no correspondía al matrimonio
que queríamos forjar con Jordy, pero si alguien tenía que hacerlo, mejor ellos
que un desconocido, y aún mucho mejor que ella creyera que era yo el que le
daba. Eso me hizo sentir menos cornudo.
—Hasta el perfume de Julián
le estoy sintiendo… Ahhhhhhhhhh… El perfume y otra cosa le estoy sintiendo…
Ohhhhhh…
Miré cómo ese hijo de puta
que venía con ganas de cogérsela le enterraba de a poco pero sin pausa un
tronco de unos veintitrés o veinticuatro centímetros. En la primera estocada
fue derecho hasta la mitad.
—¡Qué pedazo de pija, ya me
había olvidado!
—Es la mía, Jordy —le dije.
—Sí, cuerno, sí… Es el
juego de rol… Ohhhhh por Diosssss me vas a ensanchar otra vez…
Julián comenzó a retirarla, de a poco, con
reluctancia, y mirando cómo su propia verga le iba saliendo de la conchita de
mi mujer. La tenía tomada de las nalgas, a cada lado, y por un momento giró y
me sonrió.
Y volvió a clavar con
fuerza.
—¡Aaaaaaaahhhhh por favor…!
—Jordy! —me asusté.
—Qué pedazo de pija, Julián…
—murmuraba como para ella misma—. Qué pedazo de pija…
Yo me había ido agachando
sin darme cuenta y ahora estaba con mi rostro a la altura del culazo de mi
esposa. La mano de Julián se sostenía de la nalga y se hundía en la carne de
ella cada vez que empujaba pelvis y pija para adelante, penetrando.
Otra vez adentro. Y otra
vez Jordy gimiendo y bufando como con Emmanuel. Julián comenzó un bombeo no muy
violento pero sí muy rítmico y con cierta cadencia y velocidad. Hacía un
movimiento diferente a Emmanuel: cuando retiraba la pija elevaba los talones y
la sacaba a cierta altura (muy leve), y al re entrar en la conchita, bajaba, y
mientras enterraba verga, iba subiendo hasta metérsela hasta los huevos.
Parecía una biela de motor, regulando. Un motor bien aceitado, porque la verga
que al principio entró seca ya salía brillosa de lubricación. Julián dejó de
mirarme y hacerme señas, simplemente se dedicó a cogerse a mi esposa y
disfrutarla desde la punta de la pija hasta los huevos. Me sentí usado, aunque
todo esto había sido idea mía. Para peor, Jordy estaba muy concentrada en su
juego de rol.
—Uuuffffff… Por Dios,
Julián, cómo me llenás de pija… Ahhhhhh… Mostrale a Prudencio cómo hay que
cogerse a su mujer… Ohhhh… Mostrale cómo… Ahhhhhh… cómo me cogieron vos y tus
amigos todos estos años…
Y Julián me mostraba.
Bueno, no me mostraba, pero yo tenía la cara pegada a la cola de mi esposa y el
hijo de puta no paraba de cogérmela. Si hasta las venas de la pija parecían
haberse agrandado, tratando de hacerse más anchas para estirar todavía más a la
futura madre de mi hijo.
Lo que siguió fueron veinte
o veinticinco minutos de bombeo sin tregua, cada vez más rápido, cada vez más
violento y profundo, si es que eso era posible. Y mi mujer hablándome como si
le hablara a Julián:
—Así, Julián… Así… No
pares, Julián, no pares que me viene… así… ahhhh…
Y se vino. Dos veces con
Julián. Lo bueno es que en los momentos del orgasmo, Jordy dejaba de hablarme
como si fuera Julián y me hablaba a mí.
—Así, Prudencio... Ahhhhh…
Así se coge a una mujer… Ahhhh… Así se la hace acabar…
Pero cuando acabó Julián,
otra vez a hablar como si fuera él. Julián la tomó de los cabellos y comenzó a
serrucharla con furia asesina, con violencia lisa y llana. El choque constante
y rítmico entre los dos cuerpos era un escándalo, y los nalgazos con mano
abierta cada vez que la clavaba a fondo, en vez de escandalizar a mi esposa, la
excitaban más.
—Sí, Julián, acabame!! ¡Acabame
adentro como a vos te gusta! Ahhhhh… ¡Llename de leche y hacele otro hijo a
Prudencio!
Sí, me la llenó de leche.
Igual que Emmanuel. E igual que Peteco y los otros que siguieron en fila,
cogiéndomela uno tras otro porque la… —no sé cómo decirle— de Jordy seguía
insistiendo en que me la coja con los ojos vendados simulando ser uno u otro.
Terminó la noche de bodas
toda enlechada, las nalgas, las tetas, la cara, el cabello hecho un desastre,
el maquillaje corrido de transpiración y guasca. No quiso bañarse. Quiso que yo
me abrace a ella así como estaba y que nos quedemos dormidos. Y me hizo besarla
tanto que, aunque no quise, le fui limpiando la cara de los lechazos recibidos;
y la boca y lengua, de las pijas chupadas para escurrir.
A pesar de todo esto, me
iba a dormir tranquilo. Habíamos consumado el matrimonio y eso era lo único que
importaba. Sin embargo, un segundo antes de que Jordy se quedara dormida, me
tiró aquello que definitivamente no me dejó dormir:
—Prudencio, mi amor… De
ahora en adelante quiero que te tomes esa pastilla y me cojas siempre así.
Aunque me tenga que vendar todas las noches. Creo que encontramos la manera de
que me hagas el amor y me tengas satisfecha sin que tenga que ir a coger con
otros como cualquier puta de Alce Viejo… ¿No te parece?
Iba a decirle que no. O que no sé. O que tal vez.
No, mejor que no. Pero se durmió antes de que tomara aire para responder. ¿Qué
iba a hacer? No podía hacer entrar a casa cada noche a un tipo distinto para
que ella se creyera que yo me la cogía bien. ¿O sí? Y decirle la verdad me
ponía otra vez ante la casi seguridad de un divorcio que no yo no quería.
Tenía dos opciones:
OPCIÓN A: Aceptar su propuesta y
soportar que cada noche se la coja otro, mientras yo le susurro al oído para
que siga creyendo que me la cojo yo. Ya podía darme cuenta que no iba a
alcanzar con uno. Si en la noche de bodas me exigió “jugar” a ser varios, mi rol
en el matrimonio se vislumbraba como el de un reclutador de amantes pijudos
para satisfacer a mi mujer todas las noches. ¿Eso me convertía en un cornudo?
No, ella no sabía que me estaba engañando. ¿O sería una manipulación de Jordy
para zafarse de mi pijita extra small? La ventaja era que cada vez que es la
cogieran yo iba a estar al lado hablándole, y haciéndole creer que el que se la
cogía era yo. Que se me parara mientras se la cogían no era una ventaja, era un
reflejo por ver desnuda a una mujer tan hermosa.
OPCIÓN B: No aceptarlo. Podía
inventarle que tomar esa pastilla muy seguido me traería cáncer o cualquier
cosa, eso me liberaría de la culpa de decir que no. Desde ya que alguna que
otra vez debería aceptar “tomar la pastilla” (si lo hice una vez y no me morí,
podía hacerlo cada cierto tiempo), para eso se me ocurrió reservar ese acto
para cada aniversario.
La ventaja era que no me la
iban a coger a mansalva y yo no tendría que reclutar machos para que se la
cojan. Y más importante: yo iba a disfrutar de ese cuerpazo (mientras se la
cogieran los otros, yo no iba a poder hacerlo sin descubrir la trampa). La
desventaja era que otra vez regresaríamos a esos encuentros sexuales donde ella
ni me siente y se pone a hacer un crucigrama mientras me la cojo. ¿Cuánto
tiempo pasaría hasta que me haga cornudo de verdad?
Debía tenerlo decidido para
cuando Jordy se despertara en la mañana.
¿Qué debe hacer Prudencio? Ayudalo a tomar la mejor decisión votando una de las dos opciones.
Sólo debés escribir en los comentarios OPCIÓN A u OPCIÓN B, con tu nombre o seudónimo abajo, como si lo firmaras.
En caso de empate, los votos logueados valen más.
Hay tiempo de votar hasta el domingo 22 inclusive. La continuación se publicará el Lunes 30 de Septiembre, y seguirá el camino más elegido.
8 COMENTAR ACÁ:
Grandiosa historia, la verdad es que me ha encantado, el pobre prudencio no ha podido ni disfrutar de lo que prometia exito de noche...jaja
Yo voto por la opcion B, creo que prudencio merece otra oportunidad...jajaja
Gracias por tu arte
Opción B
Y daré mis razones. En la opción A vemos una repetición de lo que vimos aquí. En la opción B todavía podemos ver este juego pero muchas cosas más y que Prudencio se folle a Jordy mientras chatea con otro para hacerle cornudo es muy humillante.
Hdoeh
Prudencio comiendo semen, como Plabito, jajaja.
Opción B
María
Gran capitulo Rebelde!!!
Gran resumen (Terminó la noche de bodas toda enlechada, las nalgas, las tetas, la cara, el cabello hecho un desastre, el maquillaje corrido de transpiración y guasca. No quiso bañarse. Quiso que yo me abrace a ella así como estaba y que nos quedemos dormidos. Y me hizo besarla tanto que, aunque no quise, le fui limpiando la cara de los lechazos recibidos; y la boca y lengua, de las pijas chupadas para escurrir.)
Personalmente creo que la opcion A con algunos cambios para que no sea repetitivo es mi eleccion, igual no vengo acertando y la historia esta buenisima jaja!! adelante compa!
SALUDOS VIKINGO MIRON
si te sirve de consuelo, yo vengo acertando mitad y mitad. en este caso, apostaba a que la opción A iba a ganar por goleada, y le erré de palo a palo.
ahora tendré que inventar algo que no estaba en mis planes y no sé qué ni cómo va a quedar xD jajaja
B
Está de caña, creo que lo estamos poniendo difícil a Rebelde
Lamento aportar s que trabajes más, Rebelde, pero quiero saber qué hace Jordy si el Prudencio se niega! Opción B!!
opción b
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