Me decidí por el restaurante.
La caminata me gustaba porque no iba a gastar dinero, que la verdad —con mi
trabajo—, no me sobra. Pero tenía pánico de cómo se pudiera ir vestida. De día
y en la calle Jordy se me podría aparecer en una minifalda de infarto, tipo
vincha, o en esas calzas súper apretadas que marcan todo. O peor aún: micro shortcitos
de lycra. Ojo, me encanta esa ropa, y de seguro a una chinita tan curvosa como
ella le debería quedar de asombro, pasa que no podía imaginarme caminando por
el pueblo junto a semejante bomba, explotando los ojos y los cerebros de cada guaso
con el que nos cruzáramos. Les soy sincero, no sé si hubiese soportado las
miradas de todos, porque con mi facha, al lado de semejante hembra, hasta el
más abombado se hubiera creído que era su resignado cornudo.
El restaurante fue un
acierto, y así y todo, tendrían que haber visto cómo se vino. Creo que tengo
una foto por acá… Fue sobria. Sobria para ella. No es que estuviera desubicada
ni nada, pero es que Jordy es muy muy exuberante, cualquier cosa que se ponga
llama mucho la atención. Se trajo un vestidito corto y escotado, que en
cualquier mujer hubiera quedado delicadamente sexy. Pero mírenla, no hay forma
de que este mujerón quede delicadamente sexy.
El vestido le explotaba,
por abajo, por arriba, por todos lados. Los muslotes, tan poderosos, terminaban
en un culazo imposible de disimular, que mantenía a los hombres de alrededor
expectantes de cada movimiento, para ver si el ruedo de la falda se subía uno o dos centímetros más.
Jordy me recibió en la
galería del restaurante. Fue verla y mis nervios, que ya estaban a flor de
piel, explotaron a pleno. Esa mujer no iba a ser mía ni en un millón de años.
La ropa que tenía puesta equivaldría a la mitad de mi sueldo; y los zapatos, a
la otra mitad. Me recordé un rato antes en casa, quitándome los pelos de la
nariz y eligiendo cuidadosamente una de las dos únicas camisas pa salir que
tengo. Lo de los pantalones fue más fácil: no hay que elegir mucho cuando tenés un par solo. Resoplé resignado, vencido sin siquiera dar pelea. Y bue, al menos
me iba a dar el gusto de cenar una noche con una de las chicas que se coge el
hijo del patrón.
Me vio y me regaló una
sonrisa cálida y espontánea. Sus ojos brillaron un poco, y quedé sorprendido por
su mirada humilde, a pesar del mujerón que era. Me saludó con un beso en la
mejilla y una cordialidad tal que desarmó por completo mi prejuicio de que era
distante con tipos como yo. Eso me gustó, por un lado, pero sobre todo me
tranquilizó.
—¿Cómo estás, Prudencio? ¡Por
fin te conozco!
“¿Por fin te conozco?” Era
yo quien debía decir eso.
—Yo… —me desnudé—. No puedo
creer que esto esté sucediendo… Supongo que en unas horas me voy a despertar en
mi cama y a prepararme para ir a trabajar.
—Hmmm… quién sabe… Por ahí
tenés suerte y te despertás en otra cama…
Era divertida, me lo habían
dicho. No supe qué responderle, así que no dije nada. Seguramente habré quedado
como un tonto, supongo que el hijo del patrón hubiera sabido qué decirle.
Casi como sin querer me
llevó hacia el atril de entrada al restaurante. Había un cuarentón escuálido y de
bigotitos finos y gel en los cabellos, casi un matón secundario de película de
gánsteres, que nos recibió con una sonrisa. En realidad, pa qué mentirles, la
sonrisa fue para ella.
—Jordy, ¿cómo te va? Hace
un par de semanas que no te veo. No me estarás esquivando, ¿no? —y medio rió
buscando una complicidad que no encontró. El tipejo me miró y volvió con ella—.
¿El reservado de siempre?
Sonó feo, eh? Yo pensé lo
mismo. Y Jordy, que de tonta no tiene nada, también. Nos condujeron hacia el
fondo del restaurante, yo tercero, observando cómo los hombres de las mesas que
íbamos cruzando disimulaban sus miradas para no ser atrapados por sus mujeres.
Nos acomodamos en un rincón discreto, parcialmente separado con cortinas bordó, y cuando el
bigotito se fue, Jordy murmuró.
—Es un idiota. Siempre
busca dejarme mal parada con los amigos que traigo porque nunca le acepté una salida.
—Claro, te gustan otro tipo
de hombres… —Lo dije sin saber muy bien qué decir, pensando que ella sabía que
yo sabía que ella garchaba con Emmanuel y al menos otros ocho amigos, que eran
todos diferentes entre sí, y que ahora estaba conmigo, que también era otro
tipo de hombre.
—Sos directo, eso me gusta.
—Yo no había querido ser directo, simplemente no supe qué decir. Pero si
funcionó, mejor—. Me dijeron los chicos que me conocés de verdad. Quiero decir,
sé que te hablaron de mí desde hace mucho tiempo, y te contaron un montón de
cosas. Normalmente eso me enojaría, pero por un lado mejor. Las veces que salí
en serio con tipos no sabían nada de mi pasado, y más tarde o más temprano eso
hace que la cosa no funcione.
Yo asentía. Me preguntaba
por qué esa mujer estaba teniendo una cita en serio con un jornalero como yo.
Sin dudas podía conseguir otros cien mejores antes de que terminara la noche.
—Yo… yo estoy acá porque si
hoy no venía… algún día, de viejito, me iba a querer matar. Ya sabés, por no haber
tenido el coraje de salir una noche con vos. —De pronto me miró sorprendida,
como hacen las mujeres extremadamente bellas cuando les dicen lo bellas que
son—. No me malentiendas, estoy feliz de estar acá, pero… mirame… y mirate…
No hacía falta explicar
más. La ropa lo decía todo.
—No me interesa tu dinero —dijo,
y rió. Era un chiste y yo no lo entendí en ese momento, así que seguro quedé
como un tonto. En cambio dije:
—Y a mí no me interesa tu
pasado. Siempre que sea pasado.
En ese momento se acercó el
mozo, un muchacho simpático y bien parecido, que saludó a Jordy con la
confianza de quienes han tenido intimidad. La saludó con un beso, y hasta yo,
que soy medio menso, me di cuenta que en el movimiento le fue mirando las tetas
por entre el escote, y al llevar la mano hacia la cabeza de ella, le rozó uno
de los pechos. Por su posición, además, tendría una vista espectacular a sus
muslos desnudos. Se me paró nada más de pensar en la visión que tendría ese
suertudo. Jordy no acusó recibo del manoseo furtivo.
—¿Les dejo la carta o ya
saben lo que van a cenar?
—Dejá la carta, Manu —le
dijo ella.
El mozo Manu dejó el
librillo sobre la mesa, del lado de Jordy, y me dio otro más pequeño a mí.
—Los vinos, señor.
Creo que porque lo miré sin
decir nada —no de maleducado, sino porque no sabía qué hacer con eso— el mozo
Manu se fue.
—No sé nada de vinos —le
dije. A esta altura no tenía sentido alardear de nada, era la primera y la
única vez que iba a ver a esta mujer. No me iba a tomar, además, el trabajo de
mentir y montar un personaje—. Ni siquiera tomo alcohol.
—¿Ves? Eso me interesa
mucho más de un hombre que la plata.
—¿Que no tome?
—Sí, también. Pero me
refería a la sinceridad. Otros idiotas con los que me crucé ya me hubieran dado
un curso sobre vinos, uvas y viñedos. Aunque yo supiera más que ellos.
¡Bien! ¡Un punto para
Prudencio!
—Escuchame… No hace falta
hacer de cuenta que…
—Busco un hombre derecho,
decente, que trabaje y que quiera formar una familia rápido. Bien bien rápido.
Todos los otros eran idiotas, la mitad sin trabajo, la otra mitad con fobia al
compromiso, y todos, absolutamente todos, no son nada decentes. Y me dijeron
que vos sí.
Yo sí, eso era cierto.
Me tomó de una mano. Para
ella fue algo mínimo, un gesto de empatía, o tal vez para que yo la escuchara
con mayor atención. A mí me provocó un terremoto interno.
—Además conocés mi pasado,
eso es importantísimo. Sabés perfectamente cómo me gusta el sexo, no puedo
andar con tipos que no tengan experiencia y ni hablar de que la tengan chica.
Disculpame que sea brutal, pero me dijeron el Emmanuel y los otros que tenés
algo... especial entre las piernas… Se supone que no es lo más importante pero para mí lo es, y bastante.
¿¡Qué yo la tenía grande!?
¡Carajo!
—¿Te dijeron qué…?
—Ya sabés… Que la tenés…
bueno, te digo tal cual lo que me dijeron, palabras de ellos, no mías: “Prudencio
la tiene como la de un caballo”.
Ay, por Dios. No podía
creer que aquella mentirita piadosa que una vez dije en esa mesa redonda de los
lunes, eso que dije para no sentirme achicado delante de los otros que
alardeaban de sus pijones y las hembras que estiraban, podía caerme ahora sobre
la cabeza, un año después, y en esta situación.
—¿Como un caballo…? No, no…
¡No la tengo así de grande!
—Ya sé, obvio que
exageraron. La de un caballo mide un metro. Pero así como te hablaron de mí, a mí me
hablaron de vos. De cuando se juntan a charlar y las cosas que les contaste.
Que tenés mucha experiencia, que la tenés enorme. No sería importante si ésta
fuese una cita común, estúpida, como las miles que tuve. Pero ésta es distinta,
estamos hablando con la verdad cruda y desnuda: vos sabés mis secretos, mi
pasado, lo que me gusta, sabés que soy una mujer híper sexual, que ahora quiere
ponerse seria y formar una familia rápido. Y yo sé que vos también tenés tu
pasado. Y que encima venís con un buen paquete. No voy a mentir como todas las
mujeres, el tamaño es importante, especialmente para mí, que estoy acostumbrada
a Emmanuel, a don Perno, a don Brótola y a todos los grosos del pueblo que me
fueron estirando año a año.
Comencé a transpirar frío,
me estaba bajando la presión.
¡Carajo! ¡Carajo! ¡Carajo! ¡Carajo!
Por suerte el mozo Manuel,
que ya alguna vez se había cogido a la mujer que tenía enfrente —y que, por la
intimidad que se notaba, tenía de verdad una buena pija, pues era obvio que
habían repetido—, se apareció para darme tiempo.
—Disculpen que interrumpa —Nos
miró a los dos, algo contrariado—. Y disculpen aún más lo que les vengo a
transmitir, pero… —De pronto sacó una bandeja pequeña con una copa con
sombrillita—. Aquellos señores —y señaló a dos muchachones de unos treinta
años, musculosos, anchos, simpáticos, que nos saludaron con una sonrisa—. Le
obsequian a la dama este daiquiri…
¿Qué mierda?
Manuel se disculpó, pero
Jordy no le dio mayor importancia y pidió la comida por los dos (sin
consultarme).
—Son lindos chicos —me
dijo, refiriéndose a los dos descarados que le ofrecían una bebida con intenciones de garchársela, a pesar de estar conmigo—. ¿Ves? En una cita común, con
un hombre común, no le hubiera dicho esto. Se sienten tan inseguros la mayoría
de los hombres... Pero vos sos distinto. En otra oportunidad le hubiera inventado
a mi cita una excusa y hubiera terminado la noche con ellos. O en el mejor de
los casos, me acercaba camino a los baños y me traía sus teléfonos. Hoy, no —finalizó
pretendiendo tranquilizarme, pero dejándome más nervioso que antes.
No sabía qué decir. No
sabía qué hacer. No sabía qué mentira podía salvarme de esa situación. Me sentí
una mierda, y otra vez frustrado. Ya sé que nunca había tenido una oportunidad
real con esta mujer, pero vamos, somos hombres, así que ustedes saben: siempre
algo de esperanza, aunque sea mínima, nos guardamos.
—Andá con ellos —dije, y
les juro que nunca antes en mi vida me costó tanto decir algo. Mi voz de
derrota fue tal y tan profunda que Jordy la interpretó como fastidio.
—Perdoname, estaba
queriendo hacerte un cumplido… Quizá me dejé llevar por esta conexión tan
sincera que siento que tenemos.
Increíble… Ella, con su
profunda experiencia y conocimientos sobre todo tipo de hombres, en ese momento
estaba más perdida que cualquier otra mujer del planeta.
—Andá, quiero verte caminar
de ida y de vuelta —mentí. En ese momento deseaba con toda mi alma que estos
chicos la sedujeran, que se fuera con ellos y no volver a verla nunca más. Era
una humillación mil veces más tolerable que la que me esperaba si esta cita
avanzaba.
Jordy sonrió, creyendo
entender.
—Entonces abrí bien grande
los ojos.
Se levantó, rodeó la mesa y
se dirigió lenta y sinuosamente hacia los dos muchachos. Dios, cómo caminaba esa
mujer. El culazo iba sin exageraciones de un lado al otro, con una cadencia
exquisita que hacía imposible no sentir un hormigueo en la entrepierna. Llegó a
ellos y se movió como una gatita, apoyando sus manos sobre la mesa y arqueando
cintura para sacar grande ese culazo perfecto. Adelante, los pechos le quedaron
inflados y apuntando a los dos tipos. Se me paró la pija como cuando Emmanuel
y los otros me contaban sus aventuras.
Cruzaron palabras y
risitas, y en más de un momento giraron hacia mí. A veces Jordy hacía un “no”
con la cabeza, y luego reían. Pasó Manuel con nuestra bandeja y le pidieron una birome. Uno de los
chicos anotó algo en una servilleta.
Llegó Manuel con la comida
y me encontró mirando cómo Jordy “se levantaba” de broma a los dos muchachos.
Manuel se sorprendió un poco, primero, y luego sonrió negando con la cabeza.
—Ay, esta Jordy, esta
Jordy…
Al volver, el mozo se cruzó
con ella, que regresaba para acá caminando con reluctancia y sensualidad.
Ni se sentó. Sonreía de
oreja a oreja, se notaba que iba exultante, casi eufórica.
—Pidamos que envuelvan esta
comida. Vamos a mi casa. Quiero que hagamos el amor ya mismo, estoy re
caliente.
—¿Q-qué? ¿Co…? ¿¡Ahora!?
—Tu actitud con esos que me
quisieron levantar me recalentó. Nunca nadie lo manejó así, como si no le
importara… —Me dio el papelito—. Siento que con vos no voy a necesitar nunca
más otro hombre. Vamos a mi casa. Ahora.
Tomé la servilleta escrita con
los nombres y los teléfonos de los crápulas y me quedé en silencio, congelado
por el pánico (que ella interpretó como un tiempo que me tomé para evaluar si
quería o no tener sexo con ella).
—¿Y? ¿Qué decís, Prudencio?
¿Sí o no?
¿Qué debía decidir?
OPCIÓN A: SÍ — Decirle que
sí y que sea lo que Dios quiera. Ella descubriría que no sólo no la tengo de
caballo, sino que encima la tengo chiquita. Sería una cagada, un momento de
mierda, una desilusión, aunque ya estaríamos desnudos y en su cama. Seguramente
no querría verme nunca más pero me la iba a coger. O al menos la vería desnuda.
Sin dudas iba a ser altamente humillante, y sin dudas ésta iba a ser la única
oportunidad en mi vida de estar con una mujer así. Con el plus de que tendría
algo para contar a mis nietos. Bueno, si alguna vez lograba tener un hijo.
OPCIÓN B: NO — No habría
manera de soportar la humillación de que vea lo que realmente tengo entre mis
piernas, y más con la expectativa con la que ella venía. Quedaría como un
tonto, o un marica. Ella incluso podría hacerme una escena en el restaurante,
aunque lo dudaba. Lo peor, sin embargo, era lo que me esperaba en el campo de
don Perno, con el Emmanuel y sus amigos. Sin dudas se enterarían de mi negativa
a cogérmela, con lo que cada lunes sería una nueva recriminación por la
oportunidad perdida, por ser cagón, por ser exquisito o vaya a saber qué.
Decirle que no, desde ya, sería cortar esto antes de nacer. Y tal vez fuera lo
mejor.
—FIN—
por Rebelde Buey
¿Y? ¿Qué debe hacer Prudencio? Ayudalo a tomar la mejor decisión votando una
de las dos opciones.
Sólo debés escribir en los comentarios OPCIÓN A u OPCIÓN
B, con tu nombre o seudónimo abajo, como si lo firmaras. Si estás logueado,
tu voto vale más.
NOTA: Votos sin una firma (aunque sean dentro del comentario) no valen. Firmá con un nick, sin loguearte (aunque sea dentro del comentario).
Votos logueados valen x2.
Votos logueados valen x2.
El próximo viernes a las 24 horas se cierra la votación, y el lunes (si el tiempo me lo
permite) se publica la continuación de la historia, de acuerdo a lo que votó la
mayoría.
16 COMENTAR ACÁ:
Increíble y genial historia. Este escritor cada vez me gusta más. En serio son geniales todos sus relatos e historias.
Voto por la A.
Opcion B... aunque mucha opcion no das. Seria B pero que Prudencio de vueltas y termine llamando el a los de la barra para que le cojan a Jordy
yo voto por la A
que gran relato!!!!
muchas gracias, federico!!
hmmm... no me había imaginado eso. es cierto que la opción B no muestra demasiado cómo serían las posibilidades. pero hay que tener cuenta que el que habla es Prudencio, que tiene poca información. de hecho, muchas veces van a ver que lo que él cree que podría suceder con las opciones, no se da de esa manera.
así que cuidado al elegir jajaja
gracias Mikel!! :D
Este es un ejemplo de un voto Anónimo pero Firmado. PERFECTAMENTE VÁLIDO.
Voto por la opción X, me gusta maz
soy Pedro, de Colombia. viva colombia!
______________________________
Como ven, dice "Anónimo" arriba pero está firmado abajo, como Pedro. Es válido.
Que fuerza tiene Jordy y el personaje de Prudencio me encanta, esto me hace acordar a esos libros de elige tu propia aventura en donde teniamos siempre dos opciones y ahora con rebelde que mejor!!
Yo voy por la opcion B con un estilo a lo que menciona Daz en el anterior comentario, que se la cojan otros creo que seria una gran humillacion, pero se que cualquiera de las dos opciones nos dejaras bien satisfechos!!
Arriba REBELDE!
SALUDOS
VIKINGO MIRON
grcias, vikingo!
acordate que estamos en el inicio del relato (ojo que éste no es un foto-relato donde las cosas pasan pronto que tarde). este es como un relato de los de siempre, pero con la participación de los lectores en el medio :D
no creo que en lo inmediato vaya a haber cuernos
Opción A definitivamente. Otra oportunidad así jamás la tendrá.
Estaba enviando mal el voto creo . Si sale muchas veces lo siento . Quiero la OPCION A sin duda . Mario_357 .
Amigo rebelde como siempre un verdadero placer poder leer esas historias y el toque dan picoso que le pones.
Voto por la opcion A
The sir
Siervo de Carne: Buenísimo relato. Opción A de todas maneras!
Si es temprano para los cuernos tambien lo es para que Jordi se desilusione... jaja:
OPCION B.
Cat
Esta historia me pone a mil jeje. Solo quería felicitarte.
Carlos, de Colombia.
Opcion A
Publicar un comentario