JULI: Capítulo 5
(VERSIÓN 1.0)
Por Rebelde Buey
9.
—Te venís con el
vestidito gris que te trajiste hace quince días… el que tiene esas cosas negras.
Las “cosas negras” eran
costuras y detalles gris topo, y el vestido en cuestión era una prenda breve de
modal gris claro muy delgado, súper ajustado, que terminaba en una falda
cortísima. Arriba no tenía mangas, solo dos tiritas y escote interesante, que
con mis pechos se convertía en escandaloso. Ya saben que tengo tremendas tetas
y culazo, soy apenas rellenita y con forma de guitarra, así que esa prenda se
convertía automáticamente en algo muy muy sensual y provocativo. La tela era
tan delgada que se marcaban los bordes de la tanguita, prácticamente como si no
tuviera nada, y como la tanga era de esas bien chiquitas que se me entierran
entre las nalgas, el relieve terminaba de exponer lo puta que era: hacia afuera
por la falda, y hacia adentro por la ropa interior que se veía sin mostrarse. Ir
con eso por la calle era una invitación a que todos los hombres me miren y me
griten groserías.
—No puedo salir de acá
con eso puesto. Me va a ver el portero, los vecinos…
—No sé, bebé, arréglate
—me cerró Bencina por teléfono.
—Además, a la vuelta me
va a ver Mateo, ¿qué le voy a decir?
Llegué diez minutos
antes y busqué un baño para cambiarme de ropa y ponerme el vestidito gris. Ya
antes de entrar a la estación los tipos me miraban mucho, incluso un par me
dijeron cosas, que ni escuché ni quise entender. Al entrar fue lo mismo. Es que
estaba con un pantalón muy ajustado que me quedaba bárbaro y una remera blanca
con una frase gigante, “It’s Not Cheating”, y unos íconos de cornamentas de
animales en azul petróleo. Era amplia y a pesar de eso, la caída me marcaba los
pechos. Aunque quizá me miraban porque las sandalias, que eran muy muy
empinadas, me paraban el culo y me lo dejaban en punta y listo para un
mordiscón.
Para entrar al baño
tuve que preguntar en la vieja boletería, y el muchacho que me indicó no dejó
de mirar a mis pechos y sonreírme cuando hablaba, y estoy segura que me escaneó
el culo cuando le di la espalda para ir a cambiarme. A las seis en punto estaba
lista, de pie en el andén, puro teta, culo y muslo, metida en un vestidito tan
breve que me hacía ver como una puta fina. El andén estaba lleno de gente. Era
la hora pico de regreso del trabajo. Dos millones de personas abandonando la
ciudad más o menos a la misma hora. ¿Qué quería Bencina? Seguramente un manoseo
en el baño público, aunque no adivinaba si querría con él o algún amigo
desconocido. O ambos. Entonces lo vi. A Bencina acercarse con una sonrisa de
triunfo.
—¡Uffff…! —me aprobó al
llegar—. ¡Qué pedazo de putón se pierde el cornudo de Mateo…! —y me dio un
beso.
—¿Hoy es con vos
solito? —dije con carita de nena y juntando hombros y brazos. Mis pechos se
hicieron dos melones jugando a escaparse del escote.
—No, con algunos más.
“Algunos” me sonó a
tres o cuatro. Definitivamente terminaríamos en el baño público. Asqueroso,
pero con cierto morbo.
—¿Están en los baños?
—No —y sus ojos se
hicieron enigmáticos. En el andén había de todo: mujeres, chicos, viejos, y
hombres de todo tipo. ¡Dios, estaba lleno de hombres! Escuché una sirena y vi a
lo lejos venir al tren.
—Vení —me ordenó—.
Vamos un poco más al medio que sube más gente.
—¿Vamos a subir?
Solo la gente que vive
en Buenos Aires y toma el tren del oeste en la hora pico sabe lo que puede ser
eso. Ya desde que sale, en la terminal de Once, no hay más lugar. La gente no
solo viaja de pie, ni siquiera necesita tomarse de los pasamanos porque el
pasaje completo conforma un bloque sólido. Algunos aprovechan para manosear
disimuladamente a alguna mujer. Otros, a algún hombre. Y muchos, más cerca de
la puerta, para robar. Lo loco es que cuando el tren llega a la primera
estación, a Caballito, nadie baja, y en cambio sube mucha gente más. No se sabe
cómo suben, porque ya en el inicio no había espacio. Pero suben.
—¡No vamos a poder
entrar! —le dije casi en un grito, por el ruido del tren que ya estaba con
nosotros.
—Oh, sí que vamos a
entrar. ¿Trajiste el celular?
—En la cartera, con la
ropa.
—Dámela.
La forma de entrar es
empujando. Como los subtes japoneses, pero sin gordos contratados. Bencina y
otros tipos comenzaron a empujar. Supuse que serían los desconocidos que
trajera, pero no.
—Quedate conmigo —me
dijo Bencina. Yo estaba al lado, pegada a él, y me uní más cuando más gente —la
mayoría tipos de diferentes calañas— se pusieron detrás nuestro y se sumaron a
hacer fuerza. Entramos, pero ahora los empujados éramos nosotros. No sé si fue
mi vestidito, no sé si fueron mis curvas, pero de pronto unos brazos fornidos
me rodearon la cintura como quien va a hacer un scrum. Y empujaron. No pude
evitar ir hacia adelante y pegarme a otro tipo, un morocho bajito de unos
cincuenta años o más, y cara aindiada. El brazo en mi cintura pronto pasó a ser
una mano abierta sobre mis ancas, y unos segundos después me empujaron
directamente metiéndome mano en la cola. Busqué a Bencina con la mirada.
—Me están mandando
saludos para Mateo, ahora mismo.
Le sonreí. Me sonrió.
La mano que tenía en el culo no se retiró, los empujones seguían. Y de pronto
sentí otra mano más, en la otra nalga. Ésta ya no me empujaba, solo se apoyaba
en mi nalga y aprovechaba la friega de los empujones.
—Otro saludo para mi
marido —le dije bajito a Bencina.
—Te van a llenar de
saludos en este viaje.
La puerta se cerró y
quedamos todos apiñados como sardinas, apretados, rostro contra rostro, con los
brazos bajos, sin espacio entre los cuerpos siquiera para mirar la hora. Bencina
seguía a mi lado, casi besándome. El viejo aindiado seguía en mi frente, y sus
ojitos iban de mis tetas a la cara de Bencina. Creería que era mi novio. Como
era bajito, su rostro daba sobre mis pechos. Me reí por dentro. Podría volver
loco a ese viejo. Con el arranque fuerte del tren, nos movimos mucho y fuerte y
mis pechos se fueron contra la cara del viejo, llenándosela con mi escote.
Sentí su calor y el sudor de su rostro en mis pechos, y me estremecí.
—Disculpe —nos dijimos
mutuamente, y le sonreí con picardía, como para que supiera que ante otro
contacto no iba a hacerle lío.
Atrás mío, supongo que
ante mi pasividad —porque ni siquiera giré mi rostro como para poner fea cara—
las dos manos comenzaron a tomar confianza. Primero fue algo muy tímido, como
sin querer. Las manos solo acompañaban el vaivén del tren, es decir que el
manoseo era muy leve. Luego comenzaron a moverse más que el vaivén.
—¿Son tus amigos los
que me están metiendo mano? —le pregunté al oído a Bencina. En esa mínima
inclinación para hablarle, una de las manos rodeó subrepticiamente mi glúteo.
—No traje a nadie —me
sonrió.
Eso en vez de
escandalizarme me encendió. Dos desconocidos de verdad me estaban metiendo mano
con mi vestidito de puta elegante. Me pregunté si se atreverían a tocarme bajo
la falda.
—¡Me están manoseando
como a una cualquiera!
Y Bencina, siempre al
oído:
—Tenés veinte minutos
hasta Liniers para que te manoseen como a una puta. Depende de vos, Juli. No me
vas a fallar, ¿no?
No le iba a fallar, no
señor. ¿En qué momento me había convertido en su puta sumisa? Lo primero que
hice, en el acto, incluso sonriéndole a Bencina a los ojos, fue sacar culo
groseramente, como para que los que estaban manoseando se dieran cuenta que
tenían pista libre. ¡Y vaya que se dieron cuenta! Hubo un segundo de nada,
supongo que de sorpresa, y enseguida una de las manos comenzó a manosearme con
decisión. Me acarició de arriba a abajo, y arriba otra vez, recorriendo una de
las nalgas. ¡Era increíble! Era un abuso en toda regla y yo estaba volando de
calentura. Bencina me señaló con los ojos al indio cincuentón. Me incliné un
poco hacia adelante, y en un movimiento del tren le puse las tetas en la cara,
literalmente. Perdón, le dije, pero le dejé los pechos sobre el rostro. El
indio dijo “está bien”, y la boca se movió sobre mi piel. Me recorrió una
electricidad cuando movió los labios. Estábamos tan pero tan apretados que
nadie podía ver que el viejo tenía la cara en mis tetas, salvo Bencina y un
muchacho con auriculares, sobre mi otro costado.
Atrás —o abajo, según
se mire— el que me venía sobando una nalga se tomó confianza y ya me manoseaba
el culo completo con toda la mano, recorriéndome la cola de manera descarada.
El manoseo era tan impune que varias veces se chocó con la mano del otro tipo
que todavía me rozaba de manera disimulada usando como excusa el movimiento del
tren. Esto avivó al tímido, que se dio cuenta que la mujer a la que estaban
magreando no iba a decir nada, así que se puso osado también. Yo no solo los
dejaba hacer, cuando podía sacaba culo o me tiraba para atrás para que el apoyo
fuera más fuerte. El que me venía toqueteando todo el culo comenzó a bajar lentamente
por el costado de mis caderas. Llegó a la costura que marcaba el límite de la
faldita.
—Te llaman… —me dijo de
golpe Bencina, con una sonrisa de hijo de puta.
Me alcanzó el celular,
que sonaba en silencio y en la pantalla decía Mateo.
—Es el cornudo —dije, y
le sonreí. El viejito y los que estaban pegados a nosotros me tuvieron que
escuchar.
Atendí. No sé por qué de
pronto me dio pudor haber nombrado a Mateo como cornudo, en medio de toda esa
gente que no era nadie.
—H-hola, mi amor —saludé
sorprendida.
Tuve que colocar el
brazo por sobre la cabeza del aindiado, que seguía zambullido en mis tetas. El
vaivén lo chocaba y lo chocaba contra mis pechos.
—Hola, Ju… ¿qué pasó?
—¿Cómo qué paso?
—Me llamaste…
—¿Yo?
El más hijo de puta de
los dos de atrás comenzó a tocar algo de piel de mis muslos. El que arrancó más
tímido ya me manoseaba el culo como si yo fuera su puta.
Y el cornudo me hablaba:
—Sí, mi vida, me
apareció una llamada perdida… —Lo miré a Bencina con furia sobreactuada.
Intencionalmente, el turro había disparado la llamada desde mi celular—. ¿Estás
en un tren?
Se dio cuenta por el
sonido. De lo que no se podía dar cuenta era de que su amigo me había metido en
ese vagón para que tres extraños le manosearan a su mujercita. De pronto esa
idea me revolucionó.
—Sí… Sí, amor, voy a
ver a Pachi.
Bencina me hizo señas
que no entendía. Yo divagaba, no sabía qué inventarle a mi marido, pero Mateo
sabía que mi amiga Pachi vivía en el Oeste. Para colmo el indio comenzaba a
darme besitos microscópicos con cada vaivén, supongo que midiendo mi reacción,
y atrás el más cretino comenzó a meterme mano bajo la falda y a recorrer el
borde de mi bombachita metida en el orto. Fue imposible que no me suba el
fuego.
—¿Qué pasó? ¿Está bien?
—Sí, sí… Uhhhhh… —El de
atrás ya comenzaba a hacer cuchara con su mano sobre mis cachetitos. El
contacto de esa piel y el ultraje me hizo jadear—. Es que voy a verlas a ella y
a las chicas… me olvidé de decirte… —no sabía qué decirle, no estaba preparada
para esa llamada. Me acordé que en algún momento yo había dicho que quería
estudiar filosofía y letras al año siguiente—. Quedé con las chicas en que me
iban a dar una mano… con el examen de ingreso...
Mateo se quedó. Faltaba
medio año para la época de exámenes. Igual me creyó.
El viejo aindiado no
paraba de aprovecharse de que tenía su rostro entre mis tetas y me seguía dando
besitos. Como yo no decía nada, él no aflojaba. Pero tampoco avanzaba. Bencina
me tomó el costado del vestidito y lo estiró para abajo, mucho. El escote se
agrandó en el acto, y como yo no llevaba corpiño, se me notó el borde de las
aureolas de los pezones, más que nada el del lado de Bencina. Al viejo se le
fueron los ojos y buscó mi mirada, como pidiendo permiso. Yo estaba hablando
con mi amorcito, no tenía tiempo para perderlo con un viejo que me estaba
chupando las tetas.
—¿Estás bien? Sonás un
poquito agitada.
—Estoy bien, mi amor —dije
mirando al viejo, que ya se animaba a besar el borde de los pezones—. Lo que
pasa es que hay mucha gente… estoy muy apretada… —y le sonreí a mi abusador.
Además del indio pegado
adelante y Bencina al costado, tenía a alguien más al otro lado, y a los que me
metían mano por detrás —al menos a uno lo tenía pegado atrás, respirándome
sobre el cuello. Tienen que entender que estábamos todos en el vagón pegados sin
espacios intermedios. Nunca había viajado así, sabía por supuesto que esto
sucedía pero igual me resultaba inverosímil. De todos modos lo que más me
sorprendía era la barbarie de la situación. Tipos metiendo manos a mujeres que
no eran de ellos, desconocidas, de espaldas, solo autorizados por la
oportunidad y por la no reacción de ellas. Me pregunté cuántas mujeres en ese
tren estarían siendo manoseadas con la misma impunidad con la que me manoseaban
a mí.
—Me hubieras esperado e
íbamos juntos a lo de tus amigas. Yo estoy saliendo para allá.
—Ya sé, mi amor, es que
me están esperando, ya estoy llegando tarde… Además, necesito que me den una
mano cuanto antes. Ahora mismo.
Los dos de atrás
intensificaron el manoseo, ya por debajo de la falda, tocando carne sobre carne
haciendo uso de mi culo como si fuera una cosa hecha para su entero placer. El primero
tenía la mano abierta tomándome las dos nalgas desde el centro, con el dedo
medio hurgando para encontrar un agujero, concha o culito. La tanguita le
complicaba la maniobra, pero ya estaba cerca de su objetivo. Yo movía las
caderas tratando de hacerle lugar. La segunda mano, la tímida, solo podía
regodearse con mis nalgas, con lo que le dejaba el otro. Lo mejor estaba ocupado,
así que en un momento, siempre por debajo de la falda del vestidito, la mano me
fue recorriendo por debajo hacia adelante y con ayuda del vaivén llegó a mi
concha, protegida por la tanga.
—Bueno, otro día te
venís y volvemos juntos… pero organizalo mejor, a veces parece que pensaras con
la cola en vez de con la cabeza, jajaja…
—Sí, otro día te paso a
buscar… —Vi a Bencina de pronto desesperado, haciéndome muecas como un mimo. Me
dijo con los labios: “mañana”, y a mí se me escapó, por lo sorprendente— ¿Mañana?
—Bueno, amor, mañana.
Bencina parecía feliz,
y yo corté porque el hijo de puta de atrás me estaba hundiendo el dedo medio en
el orificio del culito, y me pareció una falta de respeto hablarle a mi marido
con el dedo de un extraño medito en el culo hasta la segunda falange. Pero enseguida
me arrepentí y volví a llamar a marido.
Con el culo bombeado
por el dedo de quién sabe quién, le dije al cornudo:
—Amor, se cortó… Uhhh…
Solo te llamé para decirte que te… ahhhmo…
Mateo se puso re feliz,
y no preguntó por mi jadeo. Me dijo que también me amaba, justo cuando el
tímido lograba entrar por adelante.
Llegamos a Liniers a
los diez minutos. En ese tiempo me vejaron los dos agujeritos, me manosearon
las tetas (uno de los de atrás, no el viejo indio) y se sumaron un par de manos
más, siempre anónimas. Como en el trayecto el tren paró en dos estaciones intermedias,
la masa de gente se movió un poco, y el tímido en algún momento fue desplazado
y reemplazado por otro hijo de puta pajero y desesperado que me manoseó toda en
apenas segundos. Terminé ultrajada por una cantidad indeterminada de tipos,
porque además, para bajar, Bencina y yo nos tuvimos que movernos entre la gente
buscando la puerta y ahí el manoseo es más impune.
Llegué a casa justo
antes que mi marido, con la bombachita rota y un sudor y manoseo que necesité
quitarme con una ducha. Cuando salí y lo encontré en el living le di una excusa
boba por la cual me volví a casa en vez de ir con mis amigas. Comimos algo,
fuimos a hacer unas compras por el barrio, abrazados como dos enamorados. No
había razón ninguna, pero mostrarme enamorada y de él a la vista de la gente, y
saberme manoseada por desconocidos un rato antes, me elevó la temperatura como
pocas cosas, y al llegar a casa casi violé a mi Mateo.
Mejor que a Bencina se
le ocurriera algo rápido, pues al otro día iba a ir a buscar al cornudo a su
trabajo.
Fin - EL VIERNES QUE
VIENE EL CAPÍTULO 6
16 COMENTAR ACÁ:
Hola Rebelde! Gracias una vez mas por contarnos el progresivo empuecimiento de Juli, en sintonia con el nacimiento y crecimiento de la cornamenta del pobre Mateo... (tan pobre todavia no es, porque a su mujercita la calientan otros pero por ahora la putita se desquita con él... vamos a ver como sigue su emputecimiento...je)
Me ha tocado más de una vez viajar en esa línea, y siempre me llamó la atencion la pasividad con que se dejan manosear esas putitas... y en algunas ocasiones, no solo manosear, ojo, que alguna vez he pelado pija y me la agarraron, y en dos ocasiones me la dirigieron directo a la cuevita (orto no me toco hacer nunca en un tren, es una asignatura pendiente)
De todas formas, como ya he comentado, una de las cosas que mas me calienta es tocar, manosear, chupar o garchar a una mujer mientras habla con su cornudo, y si está diciendole su amor, mucho mejor! cómo acaban las yeguas, qué putas son y qué cornudos son los pelotudos de sus novios o maridos...
Muy bueno todo el relato, y especialmente la parte del telefono!!!!!
Espero ansioso saber cómo Bencina termina de cagar a su amigo...
Hasta el viernes! y gracias AGAIN!!!!
PUI
Mucho morbo... Ya esperando el capitulo 6...
PRIMERO.-
Dos opiniones:
Mía.- ¿Creo Qué ya sé que se siente ir a las Vegas?
Porque así es como nos sentimos, al leer esta seria, cada vez “LA APUESTA” de nuestra protagonista Juli, ¡es más alta!
Y la ansiedad, y el nerviosismo existen a flor de piel.
Y a pesar que sé que al fanal perderé la apuesta, NO puede dejar de apostar.
Mi Señora.- Me encanta que expreses eso, que una; ¡nunca puede dejar de pensar! en nuestros “Cornuditos” y ¡DISFRUTARLO mucho!
Eso es lo que más nos gusta ¡Hasta sonrisas! Nos arranca.
Y los Machos ¿creen que son por ellos?
“Si supieran que los engañamos, a los dos”
P.D.- Aclaramos que expresamos primero mi punto de vista, NO por no ser caballeroso, y dejar primero a las damas, pero como dice mi mujer, dejamos al final su opinión, por ser según ella, “Es más interesante”
SEGUNDO.-
Pese a que ya habíamos escrito lo que acordamos.
Mi esposa insistió que le gusta mucho ese concepto.
- metida en un vestidito tan breve que me hacía ver como “!UNA PUTA FINA!”
Pues dice que las mujeres comúnmente se visten:
1.- De Puta calienta huevos.
2.- o de mujeres finas, con ropas caras y accesorios.
Pero…?
Pero un concepto “DUAL” es; “¡todo UN ARTE!”.
Y como tal debe ser reconocido y admirado.
Una siempre se viste, ¡para que la aprecien! ¿NO sé por qué?
Esta mal sentirlo pero, es verdad.
Y ya dejo de servir de secretario, Nos leemos el próximo fin de semana tus amigos
Federico y Señora.
Che Rebelde... Que paso con 'Leche de engorde' (por lejos tu mejor trabajo, en mi opinion) y 'Andrea y Cornelio'?
entonces el próximo capítulo te va a encantar. no hay llamada por teléfono pero habrá algo todavía mucho mejor, ya lo verás.
calculo que será el capítulo que más te va a gustar, luego me decís jajaj
para el 6 te espera mucho más morbo aún... =)
creo que existe ese concepto intermedio. está la que se viste de puta, la que se viste de fina, pero algunas se visten finas pero muy sexys. por supuesto si son finas no será de manera grosera que le digan al mundo que están de regalo. aunque es cierto que se ve muy poco.
a mí particularmente me gustan sexys sin llegar a putas, y de buen gusto al vestir (sencillez)
por qué decís que al final vas a perder la apuesta? qué apuestas es la que harías?
el final se publica en unas horas, yo creo que el relato va a saldar cualquier deuda que haya contraído jejeje...
con LECHE DE ENGORDE estoy "trabado" con la parte de la actualidad (la parte dramática-policial) y estuve un poco "cansado" con la mecánica de la serie. Pero ya se me está pasando el cansancio y en cualquier momento lo retomaré.
en cuanto a ANDREA Y CORNELIO, tengo un par de relatos escritos a medias, pero como no me conforman su calidad, los dejé por la mitad.
Tengo unos cuantos relatos "abandonados". Algunos, por ejemplo, porque iba por la página 20 y pico y recién ahí comenzaba algo de sexo (una de Zombies), y otros porque no les encontraba la vuelta o me parecían con poco peso específico. quién sabe algún día los suba en un sub-blog, para los más curiosos
RBY, me referia a los relatos viejos... Parecen haber desaparecido del blog... Que me perdi?
Rebelde sos un genio! aumentando la temperatura en cada uno
pero ya el pueblo quiere sea enfiestada garchada como una puta llenada de leche
Y todavia espero lo que comentaste de esos relatos de teen abisadas y emputecidas por viejos verdes degenerados
Abrazo
Morbosísima situación. Ella emputecida por otro, ella hablando por teléfono con el cornudo... absolutamente excitante.
Me encanta esta historia.
(REUBICADO)
Att. Calosgouzy
léete el capítulo 6, el último, jejeje...
siempre es bella una mujer hablando por teléfono con su enamorado... mientras la empala el macho fijo. ^_^
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