MAMÁS LUCHONAS | MEYU (02) • [SKETCH]
(VERSIÓN 1.0)
Por Rebelde Buey con Isabel Andada.
NOTA: Un SKETCH es un formato de relato simple, rápido, autoconclusivo, de temática única, cuya estructura, marco y final se repite en todos los capítulos. Tienen uno o más leimotivs, generalmente en el final, que también se repiten en cada capítulo, dándoles unidad y familiaridad.
Para MAMÁS LUCHONAS, la idea es escribir varias series de sketches, con varias mamás luchonas y sus cornudos, pero todas compartiendo el mismo espíritu y leitmotivs.
HOY: RE INSERCIÓN
1.
El olor a esmalte de uñas barato me hizo lagrimear. No eran las emanaciones tóxicas del acetato y las otras porquerías desparramadas por la mesada del baño lo que me hacía pestañear, sino Meyu pintándose los labios. Era un espectáculo. Uno erótico, al menos para mí. Súper concentrada en cada trazo del labial, luego en cada curva del rímel. Absolutamente atenta a ella misma, ignorándome como si yo no existiera, solo enfocada en cómo verse más hermosa y más sensual para… ¿Para qué?
—¿A-adónde vas tan… arreglada? —pregunté, y me fue imposible no mirarle el culazo que le explotaba contra la silla, tan redondo, tan grande, tan de todos.
—El hermano del Pepo salió hoy de la cárcel —dijo. Se puso un collar de cuencas de metal y se miró al espejo, comprobando si estaba o no estaba tan cogible como debía—. Necesita ayuda.
Mi pinguito dio un tirón y se me paró. Entre el culazo, las tetas apretadas por el vestidito delgado como la piel y la cara de trampa que tenía Meyu cuando se arreglaba, bueno… Digan que el novio era yo y que no soy celoso porque confío mucho en ella, que si no…
—Amor —dije, y mi voz sonó como un perro apaleado—. Ayer me prometiste que... que hoy sí... ya sabés... que esta noche nosotros…
Meyu dejó de alisarse el cabello y me miró con cierto fastidio.
—Carolino, por Dios —suspiró, y se acomodó las tetas para que le quedaran más paradas dentro del vestido tirante—. Siempre con lo mismo. Parece que lo único que te interesa es el sexo.
La miré boquiabierto, recordando que llevábamos tres meses, dos semanas y cuatro días sin hacerlo. Quizá a ella no le importara tanto tener intimidad, pero yo soy hombre, y un hombre tiene necesidades… Mientras tanto, según mis cálculos aproximados (basados en moretones, olor a cogida o colonia de hombre y llegadas de madrugada), Meyu mantenía una actividad sexual comparable a la de una relacionista pública de discoteca. En teoría, claro.
—Pero es que... el hermano del Pepo... —balbuceé, sintiendo el sudor frío recorriéndome la espalda—. ¿Ese tipo no estuvo en la cárcel por integrar una banda de piratas del asfalto...?
—Fue un malentendido —cortó Meyu, y me habló como una maestra explicándole matemáticas a un niño lento—. Además, ¿qué sabés vos de redención? El Chino está tratando de reinsertarse en la sociedad. Para eso me llamó; ya te dije, necesita ayuda.
—¿De vos?
—Sí. Me dijo “Hace mucho que no la inserto, necesito que vengas para insertarte”.
—¿No habrá dicho ensartarte? Ese tipo no me da buena vibra, quizá lo entendiste mal.
Miré hacia la ventana donde podía ver la noche en su momento más oscuro. Eran las dos de la mañana. ¿Quién sale a ver a un ex convicto a esa hora? Aunque fuera el hermano del padre de una de las niñas.
Se puso de pie con ese movimiento felino que tanto me excitaba. Y aterrorizaba. El vestidito marrón se ajustaba a su cuerpo como un suncho. La tela era tan delgada que se le marcaba la ropa interior debajo, lo que la hacía más puta.
—Escuchame bien, Carolino… —Meyu tomó su celular de la mesita de luz, y fue a buscar la cartera. En el movimiento floreó su cabello y su aroma me impregnó el alma. Otra vez se me paró el pinguito—. El Chino es familia de Brisa. Así que de paso le voy a preguntar cómo contactarme con el Pepo, porque este mes se borró y no me dio para la leche de las nenas.
Yo sabía que el Pepo nunca le dejaba para la leche de las nenas. En cambio, siempre le dejaba la leche a ella.
Meyu tomó las llaves, me sonrió, giró para mí, y me preguntó:
—¿Estoy linda, mi amor?
Estaba para garchársela así con el vestido puesto. En cambio, dije.
—Te amo, bichi... ¿Te espero? ¿A qué hora venís?
Pero ella solo respondió:
—Cuidá bien a las nenas, que están durmiendo.
Me dejó dos besos en la frente, que ardieron como marca de ganado. Las dos perfectas huellas de labial quedaron exactamente donde la naturaleza suele colocar los cuernos en los ciervos.
2.
Fue a esperar de pie bajo la luz amarillenta de la farola, espigada, culo en punta y tetas al frente. Esa silueta que yo conocía demasiado bien. Bueno, no solamente yo. Meyu se balanceaba levemente sobre sus tacones, ansiosa. ¿Por qué no se ponía nunca ansiosa cuando me esperaba a mí? Levantaba algo de brisa y sin embargo el vestido marrón —que le compré cuando me dijo que no tenía nada lindo para usar conmigo, y que ahora que lo recordaba, era la primera vez que se lo veía puesto— se le pegaba tanto al cuerpo que no le flameaba ni los cordones del ruedo. Un viejo narigón y sin dientes pasó y se la comió con la mirada. Meyu sonrió. Me pregunté cuántos hombres del vecindario desearían a mi novia. Aunque sería más sencillo adivinar cuántos no.
El auto amarillo se clavó entre las piernas de mi novia tan bruscamente que los neumáticos chirriaron contra el asfalto. Era un Volkswagen Golf Gti, flama. El que manejaba apretó el acelerador y el escape peteardeó como un auto de rally. Meyu festejó el escándalo con una gran risa que le agitó los pechos.
El vidrio oscurecido bajó lentamente y pude distinguir al Chino en el asiento delantero del acompañante, y a dos más, atrás. Uno de los brazos del Chino, el que tenía más tatuajes, se apoyó sobre la ventanilla, y el exconvicto asomó su sonrisa sobrada y dueña de todo, y miró a mi novia de arriba a abajo como si fuera un pedazo de carne.
—Mi amor —me pidió Meyu—, andá a casa a cuidar a las nenas… —Y me agitó la mano con el dorso, en un gesto para alejarme, como si yo fuera un perrito hinchapelotas—. Lo voy a ayudar al Chino a que pueda reinsertarme… ¡reinsertarse!
No sabía qué hacer. Mi novia estaba ahí, en la esquina de casa, vestida como para que se la cojan en fila, a merced de cuatro chacales. Pero ella parecía estar bien.
Los dos tipos de atrás soltaron una carcajada seca. Ya habían evaluado a Meyu, y ahora me iban a evaluar a mí. El miedo me recorrió en un escalofrío. No era solo por los tatuajes de prisión o las miradas que me echaban, cargadas de violencia. Bueno, sí, era exactamente por eso.
Recordé la vez que en el supermercado intenté defenderla de un repositor que la estaba apoyando contra unas góndolas, y terminé disculpándome con el tipo porque aparentemente fue todo un malentendido. Incluso ella le pidió al repositor su teléfono, para disculparse en mi nombre, luego.
—¡Meyu! —rugió uno de los amigos mientras le abrían la puerta de atrás—. ¡Carajo, qué buen lomo te cargás!
Ella rio. Se inclinó para subirse por encima de los tipos, que la esperaban sentados. El vestido se le estiró hasta casi explotar y el ruedo de la falda se le trepó a la cola.
—Andá para casa, Carolino —me exigió justo antes de ingresar al auto—. O me voy a enojar, ¿eh?
Y mientras subió, vi algunas manos tomarla del culo, sobarla, empujarla para adentro desde las nalgas, con el vestido ya tan subido que todo el barrio pudo verle medio culazo tragando la tanga negra. Pensé en todas las veces que Meyu me había dicho que "odiaba a los machistas", mientras ahora se acomodaba entre esos cuatro zánganos.
El auto arrancó antes de que se cerrara la puerta, dejando ver cómo una de las piernas de mi novia se metía dentro del auto, lista para la reinserción del Chino.
—¡Cornudo! —escupió uno de los de atrás, mientras se alejaban.
Me quedé solo en la noche. El motor se escuchó en la lejanía. Giré hacia mi edificio de departamentos y, al hacerlo, me topé con doña Tórtola, paseando al perro y abanicándose con un Selecciones. Sus ojos le brillaban por el morbo que el chisme ajeno le producía.
—Cosas de jóvenes —sonreí mordiéndome los dientes. La vergüenza se quedaría en mis cachetes toda la noche.
—¡Cornudo! —la escuché murmurar con una risita, aunque me hice el sordo y comencé a subir las escaleras hacia mi departamento, a cuidar a las nenas de Meyu.
3.
La pantalla del celular iluminó primero el rostro de Meyu, jadeante, y luego su desnudez. Aun mantenía algo de la lencería negra que le había visto ponerse un rato antes, aunque ahora la tanga la tenía enredada en las rodillas, estirándose con cada sacudida con la que la movían. Al principio la escena me resultó un poco confusa, por la poca luz, pero enseguida se me hizo obvio.
Mi novia estaba prácticamente sin ropas, sentada sobre las piernas de alguien, subiendo y bajando, tomando con su mano el tronco de una verga, ahí abajo, para ir corrigiendo y que la empalen sin errores y hasta el fondo.
—¿Qué querés, Carolino? —resopló, con esa voz jadeada que solía tener cuando... bueno, cuando no estaba conmigo—. Te dije que no me llames, que iba a estar ocupada con el Chino…
No le expliqué que había llamado precisamente por eso. Que después de ver cómo se metía al auto, algo entre mi suspicacia de novio y mi instinto de cornudo me obligó a llamarla. Por video. Me dije que quería comprobar que estuviera "segura", nada más, no de pajero, claro. Por eso en un momento mis dedos temblorosos aporrearon el teléfono y toqué el ícono del telefonito y la cámara.
En la pantalla, Meyu se mecía arriba y abajo como una vaquera en rodeo, siempre entre gemidos. Debajo de ella, apenas visible, distinguí las piernas del Chino —fibrosas, con una tobillera amarilla amarrándolo—. Su torso desaparecía tras el cuerpo de Meyu, pero lo denunciaban sus tatuajes.
—M-mi amor... —Tragué saliva, el sudor me hizo estremecer—. ¿Va bien la... reinserción… social?
Las manos del Chino la tomaron de la cintura y ahora comenzaron a acompañar el movimiento de sube y baja de mi novia sobre su pija.
—¡Sí, me la están reinsertando hasta la base! —casi gritó, mientras otra mano salida de un costado le terminó de quitar el corpiño y la dejó en tetas.
—¿A vos? —me hice el sorprendido, como si no estuviera viendo en ese momento cómo me la cogían en vivo.
Arriba… Abajo… Arriba… Abajo… Desnuda sobre las piernas desnudas de un tipo que la guiaba desde su cintura.
—No, al Chino, mi amor —respondió, y otra vez bajó lentamente clavándose la verga del macho hasta la base. La redondez de su cola aplastándose contra la carne del tipo me provocó un respingo en el pingo—. Creo que sus amigos lo van a ayudar, así que no te preocupes si no regreso esta noche.
Meyu había hecho base sobre la pija, y el hijo de puta del Chino aplicó presión hacia abajo, desde la cintura, para clavarla todavía más adentro. No sé qué pretendía, llegar a la panza, tal vez. La soltó a mi novia, que se elevó, y volvió a llevarla hacia él, ahora con violencia. Meyu gimió fuerte con un “Ahhh…” y dejó sus labios carnosos abiertos. Los de la boca.
—Te… te están cogiendo, amor…
—Ay, no empieces con eso otra vez… Ahhhh…
—Meyu, estás desnuda y te estás cabalgando al Chino, que lo tenés abajo tuyo…
—No digás pavadas… Ves un video todo borroso y ya te hacés la película…
Mi novia subía y bajaba sobre la verga de su ex cuñado a un ritmo rápido y regular, todavía sin la desesperación final. Cerró la boca, pero también entrecerró sus ojos. De algún modo, eso me pareció peor.
—Meyu, si me mentís es como si no me respetaras…
—La única vez que… ahhh… me cabalgué a un macho en tu presencia… ahhh… fue con el papá de Luli… uhhh… y fue una sola vez y por la leche de las nenas… ¡Diosss, cómo se siente…! ¡Fue un momento de… ahhhhh… desesperación!
Era mentira. Los dos papás de las nenas se la cogían una o dos veces por mes en nuestra propia habitación. En más de una oportunidad yo debí entretener a las niñas mientras de fondo se escuchaban los gemidos de su madre y las acabadas de ella y de su papi (al grito de “¡sí, papi!”). Ella lo sabía. Y sabía que yo lo toleraba porque era la única manera de que le den la manutención de las nenas. Aunque al final nunca se la daban; no tenían plata, decían. Nunca tenían plata.
Ahora otra vez se la estaban cogiendo. Otra noche más. La noche que me tocaba a mí. Encima con ese cuerpo voluptuoso… Meyu era tan linda desnuda… Tan linda al hacer el amor… ¿Cuándo sería mi turno? Recordé las veces que me había quedado despierto esperando que vuelva en la madrugada. De un boliche. De una noche de chicas. Del cumpleaños de alguno de los amigos de sus ex. Solo para recibirla con cara de satisfecha y un "estoy cansada", cuando la buscaba.
—¿En serio vas a estar ahí toda la noche? —pregunté, sabiendo la respuesta.
—No te preocupes… —El Chino ya se había puesto de pie y ubicado a mi novia de costado, cruzando el sillón, para comenzar a bombearla fuerte hasta el final. Por el parlantito de mi celular se escuchaba el “fap! fap! fap! fap!” metálico de las carnes al chocar, ingle y cola, incesante—. Ellos me llevan a casa mañana al mediodía… Ahhhhh…
El Chino aceleró y aceleró. Meyu dejó de hablarme y ya ni siquiera echó alguna mirada en dirección a la cámara. Solo aguantaba con ojos apretados el embate final de su amante, a la espera de la volcada. El Chino comenzó a gemir fuerte y grave, y a nalguear a mi novia con cada estocada a fondo, violenta.
—¡Puta! —le gritó. Y comenzó a acabarle adentro a mi Meyu—. ¡Ahhhhh…! —gritó. Y luego otro “Ahhh…”, con la segunda clavada. Y otro más un instante después. Mi novia se quedó quietita, con las piernas apenas temblando, recibiendo con sumisión toda la leche de ese hijo de puta que había salido de la cárcel esa mañana.
Yo estaba mudo como mi novia. Pero al palo. Tenía la boca seca, me di cuenta cuando quise quejarme y no pude. El Chino, jadeando y transpirado como en un sauna, dejó adentro de mi novia el último lechazo y retiró una verga algo larga, de la que se desprendían filamentos y gotones de semen.
—Meyu… —supliqué, tan bajo que estoy seguro no me escucharon.
Enseguida un torso desnudo cruzó detrás de ella. Luego otro. El segundo pasó muy casual, bamboleando un vergón grueso e inhumano que —ni siquiera erecto— era varias veces más groso que el mío en el mejor de sus días. Se sentó en el sillón de al lado.
Y comenzó a masajear el tronco con parsimonia y reluctancia. Y la pija se le fue agrandando. Y agrandando…
—¿Al… mediodía…? —dije finalmente, con voz temblorosa.
El Chino tomó a mi novia de la cintura y de una de las nalgas, la giró alrededor suyo y la llevó hacia el segundo tipo, que esperaba en el sillón. Se la pasó como una cosa. Como algo usable al que debía acceder el del siguiente turno. Meyu, obediente, volvió a girar ahora frente al segundo tipo para quedar de espaldas a él. Se sentó con cuidado sobre la nueva verga, ayudado por este otro hijo de puta que la guio —como un rato antes, el Chino— desde la cintura, para que la penetración fuera más limpia.
—Ahhhhh… —gimió ella.
Quedaron de perfil a la cámara.
—Es que son cuatro para reinsertarme —jadeó Meyu, clavada hasta la base otra vez. Este segundo tipo ya arrancó bombeando a ritmo, se ve que la leche de su amigo le haría de lubricante, no sé—. Y más que seguro van a querer repetir.
El Chino reapareció en pantalla, desde un costado. Su sonrisa arrogante me hizo hervir la sangre.
—Cornudo —escupió. Se lo veía disfrutar—., andá a cuidar a las nenas, que a esta nena te la cuido yo.
Al costado y un paso atrás, Meyu seguía recibiendo pija nueva. La cabalgata esta vez hizo un segundo de pausa cuando ella miró en mi dirección y sonrió son suficiencia.
Protesté, pero estaba tan al palo que la pijita me apretaba contra el pantalón, porque estaba sentado con las piernas muy recogidas hacia mi panza. Me toqué para acomodarme, y se ve que mi novia lo interpretó mal.
—¿Estás grabando esto? —preguntó ella.
Sin quererlo, había acertado.
—¡No! —mentí, por puro reflejo condicionado.
—¿Querés que te lleve una grabación? —rio, y en ese momento supe que el infierno no era el fuego que dicen, era esta humillación agridulce que por alguna razón yo toleraba.
El silencio duró unos cinco o seis pijazos más, de esos que le entraban hasta los huevos.
—...B-bueno —murmuré.
Ella sonrió con ojos ardiendo de poder.
—Dejá de pensar en la labor social que estoy haciendo —dijo Meyu. Detuvo la cogida un instante y se acercó tanto a la cámara que vi el brillo de sudor entre sus senos—, y cuidá a las nenas, como te dijo el Chino... que para algo sos mi novio, ¿no?
La pantalla se puso negra, dejándome con el sonido de mi propia respiración entrecortada.
4.
La puerta se abrió exactamente a las 14:27 PM. Meyu entró caminando como si se estuviera desarmando. Traía el vestido marrón, pero no muy entero que digamos. Arrugado y deshecho, y con olor a cigarrillo, alcohol barato y guasca húmeda.
—Hola, mi amor —dijo con la voz rota de haber estado gritando toda la noche.
De pronto, el Chino se asomó por la puerta.
—Se te olvidó esto —dijo, y le arrojó la tanga negra, arrugada y llena de restos de leche.
Meyu la tomó con dos dedos, como con asco, y me la dio.
—Al lavadero, Carolino. A mano, ¿eh? Que es ropa delicada.
Siempre me hacía lavar sus tangas. Los platos y sus tangas. Fue su primera regla cuando vino a vivir a casa.
Las niñas corrieron hacia ella. Brisa gritó: "¡Mami, el tío te dejó un chupetón!", señalando el cuello de Meyu donde, efectivamente, tenía una marca morada.
—Es alergia, princesita —le explicó Meyu. Pero su hija no se lo tragó.
Las niñas saltaron alrededor del Chino como si fuera un Papá Noel convicto. Él jugó levantándolas con sus brazos tatuados, con una facilidad que, para qué mentir, me dio un poco de envidia. Las chicas se colgaban de sus músculos como cuando van a los juegos de la plaza.
El Chino se solazó. Me miraba con una sonrisa sobradora, en una actitud infantil. Parecía querer dejar claro quién era el verdadero hombre de la casa. Parece que no sabía que ya había varios tipos que entraban a esta casa y eran más hombres que yo. ¿Quién era el tonto, eh?
—Te pasamos a buscar el próximo jueves —anunció el Chino, y se despidió.
Meyu dejó caer las llaves en el jarrón chino que nunca fue chino y me vio viéndola, serio.
—¿Qué? No es fácil la re inserción. Es un programa, lleva mucho tiempo, dura varios días.
—¿Dura?
—Siempre dura. ¿Nunca viste las películas?
—Está bien, está bien. Pero anoche me tocaba a mí y te fuiste… No es justo.
—Mi amor, no es que no quiera con vos, es que estoy muerta.
—Meyu, no seas así. Te tolero algunas licencias porque nos amamos y por tus nenas, pero hace más de dos meses que… ya sabés…
—¿Que no nos “desahogamos”? —resopló. Por un momento la vi flaquear, quizá tenía una oportunidad—. No seas egoísta, no dormí en toda la noche…
—Meyu…
—Está bien. Ponele un DVD a las nenas y vamos a la habitación…
Salté como un resorte. Les puse una mierda de las princesas de Disney y volé a la cama. Allí estaba mi Meyu, mi bomba sexual, mi todo. Boca abajo, culo en punta, culote metido entre las nalgas. Casi me voy, de solo verla.
—Podés hacerte la pajita mientras me toqueteás la cola…
—¿L-la… la pajita…?
—Sí, así vos te descargás conmigo y yo me duermo… Es lo que las parejas hacen, ¿no?
Sabía que varias de las amigas de Meyu hacían eso con sus novios, y algunos amigos míos con novias jovencitas, también. Era como una tendencia o una nueva normalidad entre las parejas: los hombres manoseando a nuestras novias para masturbarnos con mayor placer, mientras ellas dormían o matcheaban en Tinder. No era lo que yo quería, pero tampoco iba a perderme de manosear esas nalgotas que me enloquecían.
Pensándolo bien, en los últimos meses esta era nuestra nueva manera de hacer el amor.
No aguanté más. Vi ese culazo todo gordo y duro para mí, aunque salpicado de leche ajena, me agarré la pija que ya la tenía hirviendo y comencé a manosear a mi novia mientras me clavaba tremenda paja.
Meyu se durmió un rato antes de que me saltara la primera lechita. La primera de varias.
FIN — (VERSIÓN 1.0)
Rebelde Buey con Isabel Andada.
Este Sketch fue escrito en colaboración. Estoy ensayando este método para traer material en menos tiempo. Comenten para ver si les gusta, si les sirve, o si es preferible esperar más tiempo con los relatos habituales (no tengo otra manera de saber si esto va o no va). Por favor, necesito feed-back. Gracias!
4 COMENTAR ACÁ:
Muy bueno el relato. Esta aclaración, es para no tener problemas con algunas..." Meyu mantenía una actividad sexual comparable a la de una relacionista pública de discoteca. En teoría, claro..." Nadie va a decir que una RRPP tiene sexo... Por Dios
Me encanta la trama aunque me gustaría un poco más de humillacion hacia el cornudo y sobre todo que el cornudo mame y limpie las corridas de los machos, incluso que cuando ella se esté preparando que lo encierre con un cinturón de castidad para más humillaciones y burlas. Enhorabuena y sigue así
"¡Mami, el tío te dejó un chupetón!"
Glorioso!
exitante, esto va
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