JULI: Capítulo 1
(VERSIÓN 1.2.)
Por Rebelde Buey
Por Rebelde Buey
1.
Antes que nada deben
saber que nunca hice cornudo a mi marido. Y que jamás lo haré.
Dicho esto, debo
aclarar que tampoco soy la Madre Teresa. Soy una mujer joven, sana, plena, con deseos
y necesidades como cualquiera. No sé cómo funciona en los hombres, pero en
nosotras no hay un patrón; un tipo te puede gustar por cualquier cosa: la
manera de hablar, la seguridad que muestra, el humor, la inteligencia, lo que
sea. Sí, también la facha; pero no es la facha lo que hace la diferencia, lo
que te hace dudar de lo que nunca dudabas. Es la masculinidad. Que puede estar
en la voz, en el olor, en una mirada.
No sé cuándo comenzó
esto que voy a contarles. Sin dudas comenzó aquel día de futbol en el parque,
cuando Bencina por primera vez me metió una mano en los pechos, con mi marido
en el baño. Pero por supuesto comenzó antes, mucho antes, con las miradas… Yo
diría que comenzó de novios, el mismo día que Mateo me presentó a sus amigos.
No me malentiendan, yo
amaba a mi novio, el que hoy es mi esposo y sigo amando, pero en el instante en
que me presentó a “sus chicos”, como él los llamaba, me di cuenta que eran más
hombres que él. No, Mateo no es poco hombre. Ni marica. Ni metro sexual,
siquiera. Mateo es un tipo común y corriente. Tampoco es que sus amigos son
unos machos de película porno, solo tienen un plus de masculinidad por sobre mi
amorcito. Bastante por encima.
Con esto no quiero
decir que me eché a sus pies o me les insinué. No sean tontos, una mujer no hace
eso. Tampoco me interesó ni me interesa hacer a mi marido cornudo. No lo
necesito. Pero cuando los amigos de tu novio son más de ir al frente que él,
más lanzados, más seguros, más masculinos… la cabeza te va trabajando de a poco
y sin pausa. No es algo de lo que te des cuenta, y sucede a lo largo de los
años. Recién caés el día que estás haciendo el amor con tu marido y tus
pensamientos se te van a sus amigos. O cuando te preparás para ir a un
cumpleaños al que sabés que va a ir uno de ellos y te ponés un poquito más sexy,
con la excusa de estar linda para tu esposo.
Bencina —lo mismo que
Adrián y Wate— me gustó desde el día que Mateo me lo presentó. El beso en la
mejilla me acercó su aroma a colonia affter shave y un dejo muy suave a tabaco
dulce. No hubo nada, por supuesto, no me interesaba nada de nada, mucho menos
con amigos de mi novio. Los años siguientes fueron casi iguales,
frecuentándonos seguido y jamás cruzando ningún límite. Hasta que en una salida
grupal, donde corrió algo de alcohol, Bencina empezó a mirarme con otros ojos.
O como dice él, yo vi con otros ojos cómo él me miraba, pues siempre me miró
con deseo.
Como fuere, desde ese
día comencé a notarlo diferente, cada vez que nos juntábamos en grupo. Comencé
a soñarlo. Comencé a evocarlo —a veces— en mi imaginación, cuando hacía el amor
con Mateo. No había culpa porque yo no hacía nada malo. Todo quedaba en un
plano de fantasía, en mi mente. Calculaba que no pasaría de eso, que ni
siquiera Bencina se daría cuenta. Hasta que Adrián y Wate comenzaron también a mirarme
distinto. No era tonta, me daba cuenta luego de un par de años de conocerlos
que los tres amigos de mi novio me querían dar. Eso no significaba que alguna
vez me insinuarían algo. Prefería que no, desde ya. Si avanzaban me iban a
poner en la situación de mierda de tener que ver si se lo contaba a mi novio o
no, y no iba a ser sencillo ni placentero decirle que un amigo me había encarado.
En algún momento, ya
casados hacía rato, comencé a vestirme siempre sexy cuando nos veíamos con
ellos. No solo en los cumpleaños, sino en las cenas en casa o hasta una vez que
me llevaron a la cancha. Sexy es sexy, no puta. Tengo buenos pechos —realmente
muy buenos— producto de la genética. Sin ser gordita tengo carne por todos
lados y entonces los escotes se hicieron habituales. A veces las remeras no
eran escotadas pero sí muy ajustaditas, lo que hacía que mis pechos explotaran.
Una mujer sabe. Pocas veces combinaba minifalda con escote, tampoco quería que
mi Mateo pareciera un cornudo. Solo en salidas y en alguna ocasión especial. Y
en esas ocasiones la reacción de los amigos de mi marido era una fija. Solía
darse una guerra de miradas y sonrisas de comisuras de labios muy sutil, de
esas que una sabe que están sucediendo y que los tontos de los hombres nunca
están seguros.
Entonces vino ese día
del partido. Mateo, Bencina y los otros chicos —más un montón de otros tipos
que yo no conocía— jugaban regularmente un campeonato. Cada sábado a la mañana un
partido, en un parque municipal. Primero él iba solo mientras yo me quedaba en
casa limpiando un poco y haciendo algunas compras, pero me aburría así que una
vuelta me empezó a llevar. Hoy creo que inconscientemente quería ir a ver a sus
amigos, porque ya el primer día me fui escotada. Les recuerdo: tengo unos
pechos de esos que no se ven todos los días.
Yo los observaba jugar,
festejaba goles y triunfos y me solidarizaba en las derrotas. Luego Mateo,
Bencina, Adri, Wate y yo nos quedábamos haciendo un asado en las parrillas, y
almorzábamos.
Aquel sábado Wate y
Adri se habían ido apenas terminamos de comer, y cuando mi marido comenzó a llevar
las cosas al fregadero común, Bencina y yo quedamos solos.
—Juli, tengo que hablar con vos.
Lo dijo en un murmullo, como si estuviera conspirando.
Mateo comenzó a lavar los cacharros, a unos treinta metros.
—Sí… —dije con genuina inocencia.
—Acá no, Julieta. Quiero hablar con vos a solas, en la
semana.
Les juro que en ese momento no lo entendí. A pesar de
que ese día me había ido con una remera bien ajustada y un shortcito de jean
bastante cavado que me resaltaba el culo redondo que tengo. Es que a esa altura
ya era como una costumbre ponerme linda para ellos.
—¿En la semana? —Me estiré para tomar un pedazo de pan
y jugar con la corteza. En el movimiento se me juntaron los pechos y el escote,
aunque no era generoso, dejó entrever hasta la división de los pechos— Sí, pasá
por casa cuando quie…
—No, no, sin Mateo —me cortó mirando en dirección a mi
marido— ¿Podemos vernos en el centro o en algún lugar que vos quieras?
Recién ahí entendí.
—¿En el centro? ¿Para qué? ¿Estás loco, Bencina?
—Dale, Juli, ya somos grandes…
—Sí, por eso, porque somos grandes…
—Juli, no soy boludo, ¿te pensás que no me doy cuenta
cómo me mirás?
Me corté en silencio un par de segundos. Fue como si
recién entonces hubiera caído de todo el histeriqueo y la seducción que les
dedicaba. Que le dedicaba. Y me sentí mal.
—¡Soy la mujer de tu amigo, Bencina!
—Y yo soy el amigo de tu marido… ¡Y mirá cómo te
venís!
Ese día yo estaba más sexy que de costumbre. Tal vez
incluso demasiado sexy. Y me di cuenta que, en el fondo, yo sabía que me vestía
así para ellos.
—¡Lo único que falta es que me digas cómo me tengo que
vestir!
Le vi el gesto de enojo, de impotencia. Se sentía
burlado y la verdad es que no se lo merecía. Miró detrás de mí, buscando ver
dónde estaba Mateo, que se había movido hacia un tacho de basura. En ese
momento cayó una hojita de árbol sobre uno de mis pechos.
Fue inmediato. Repentino. Casi un acto reflejo de
venganza infantil.
—Yo te la saco —dijo, y estiró su mano y me quitó la
hojita con la palma abierta, tomándome un pecho completo por sobre la remera y
manoseándome de una manera vil, asquerosa, con la mano colmada de lascivia. Me
quedé muda, sin reacción. El manoseo se demoró unos segundos en los que él me
miraba a los ojos, con una intensidad que me aceleró el corazón. También me lo
aceleró que sus dedos, en ese momento, casi imperceptiblemente me masajearan el
pezón.
Se escuchó el cierre de la canilla y el chorro de agua
que se cortó. Y Bencina retiró su mano.
—¡Sos una histérica de mierda! —me reprendió en un
murmullo—. Nos conocemos hace años, me podías haber dado mil razones para no
hacer nada, pero que me quieras hacer quedar como un pajero… no me va.
En ese momento llegó Mateo. Bencina bromeó con algo y
se levantó sonriendo. Yo no sonreía. Pensaba que había recibido una lección,
perdido un amigo, y que tendría que inventarle una excusa a Mateo para no
regresar otra vez a los partiditos y los asados en el parque.
2.
Pero al sábado siguiente regresé. Es que con el
transcurso de la semana todo se fue disolviendo, y decidí no darle al asunto
más importancia de la que tenía. Por otro lado, no pude sacarme a Bencina de la
cabeza. Incluso lo soñé en varias oportunidades. Sin dudas había sido el
manoseo. Desde que me pusiera de novia con Mateo, ningún otro hombre me había
puesto la mano encima. Su manera de apretarme el pecho fue… novedoso. Por lo
lascivo. Por lo impúdico. Porque mi marido estaba a treinta metros… Me recordó
a algunos amantes ocasionales que tuve en mi noviazgo anterior. Tipos que me
levantaba en los boliches mientras el cornudo se quedaba en casa viendo una
maratón de Lost.
Al sábado siguiente no solo fui a ver el partido sino
que —por razones que desconozco— redoblé la apuesta. La mañana estaba linda,
con mucho sol. Me puse un vestidito bien de verano, liviano, de florcitas
pequeñas, bastante escotado y muy corto. Antes de salir me miré al espejo y
supe que estaba ultra cogible. Bueno, es lo que me dijo Mateo cuando me vio. Me
besó, me metió manos bajo la falda y me dijo que le parecía que estaba un poco
zafada, que el parque estaba lleno de tipos, por el campeonato. Me hice la reflexiva,
la que no me di cuenta y le di la razón. Pero también le puse carita de cansada
y como estábamos con el tiempo justo lo convencí de que no pasaba nada, de que
con ese calor todas iban a andar así en el parque.
Vi el partido al costado de la cancha, como siempre.
No debía sentarme en el piso pero luego de un momento no me importó y lo hice.
Tuve que hacer malabares para que la falda del vestidito cubriera mi decencia.
Y no lo logré del todo. Estaba segura que se me vería la bombachita blanca que
no sé por qué había demorado tanto en elegir, así que puse un saquito de Mateo
entre mis piernas para taparme.
En el entretiempo los chicos se reunieron cerca mío,
así que cuando vinieron hacia mí me puse de pie para ir con mi maridito. Para
ponerme de pie me tuve que quitar el saquito y elegí —tal vez sin querer— el
momento en que Bencina, Wate y Adri venían de frente.
Estoy segura que me vieron hasta el apellido. Bencina
me puso cara de culo. Ya me había puesto cara de culo cuando me vio llegar con
esa ropa. En ese momento me clavó los ojos en el escote sin importarle nada, lo
que medio me hizo humedecer. ¡Qué complicadas somos las mujeres!
Más tarde, luego del asado, volvimos a quedar solos.
Bencina, mi marido y yo. Charlábamos lo más bien, bromeábamos como amigos. Nadie
hubiera sospechado que una semana antes el amigo de mi marido me hubiera
manoseado una teta y me hubiera dicho histérica de mierda.
En un momento Mateo se fue a los baños, que estaban
medio lejos. Yo fui a la pileta a lavar los platos y vasos. Bencina se me vino
atrás.
—¡Sos una hija de puta! ¿Por qué te viniste vestida
así?
—Bencina, me parece que
tenés un problema con las chicas que se visten lindas.
Lo quise decir ofendida
pero terminé sonriendo. Bencina siguió enojado.
—¿Pensaste en lo que te
dije la semana pasada?
—Ya te dije que eso no
va a pasar. No me voy a encontrar con vos ni con nadie a espaldas de mi marido.
Yo no hago esas cosas.
—Es para charlar, nada
más…
—Sí, claro. Mateo no se
merece que le hagamos eso.
—¿Hacerle qué?
—Hacerlo cornudo —No sé
por qué lo dije. No es que hubiera dicho algo que no venía a cuento de nada,
pero la elección de la palabra cornudo, dicha en su cara (me doy cuenta hoy)
era para ver su reacción—. ¿A vos te parece bien hacerlo cornudo?
Por primera vez en el
día Bencina me sonrió.
—Te queda bien decir
esa palabrita…
—¿Qué palabrita…?
—Cornudo…
—No seas tonto —le
dije. Pero la verdad es que apenas la había pronunciado me había gustado su
sonido. Era raro, porque esa palabra siempre me había parecido horrible. Quizá
como mi Mateo no era un cornudo ni corría riesgo de serlo, la palabrita, como
decía Bencina, tenía otra sonoridad.
—La semana pasada no te
pareció tan mal…
Yo lavaba los platos
con fuerza. Con cada movimiento de brazos mis tetotas se movían como el cono de
un parlante. Bencina estaba de frente pero un poco de costado. Cualquier tetona
conoce esa posición: es la que usan los tipos para entrever bajo el escote. Sentí
que me corría algo por adentro.
—Lo que hicimos la
semana pasada no son cuernos —No me daba cuenta por qué lado me estaba
manipulando, pero lo hacía. Y no sé por qué me aflojé y me ganó la debilidad, y
dije—: Así que a Mate no lo hice cornudo.
Fue innecesaria esa
última frase. Fue innecesario decir cornudo. Fue como retomar el mismo camino
que yo ya había cerrado. Bencina lo supo. Se acercó un cuarto de paso para quedar
pegado y cruzó su mano derecha a mi pecho izquierdo, metiéndola por el escote.
—¿Qué hacés, Bencina? ¡Dejate
de joder! —me quejé, pero como tenía las manos ocupadas con un plato y una
esponja espumosa no pude quitármelo de encima.
—Tranqui, Julieta.
Desde acá puedo ver cuando viene el cornudo.
Recién ahí caí en que
se había colocado sobre mi derecha para observar la vuelta de Mateo. Con tal
distancia jamás notaría que me estaba metiendo mano. El hijo de puta ni
siquiera necesitaría quitarla rápido, podría seguir manoseándome incluso
mientras mi marido estuviese caminando un buen rato hacia nosotros.
—No le digas cornudo…
Dejé de lavar sin darme
cuenta. La mano se me metía con lentitud por dentro del escote y comenzó a
acariciar mi pecho, piel y corpiño. Bencina sonrió y hurgó un poco más. Se llenó
la mano con mi pecho y apretó suavemente. Sentí un hormigueo furioso, intenso y
repentino, y me humedecí como no lo hacía en muchísimos años. Mateo estaría a
cincuenta metros con el pito en la mano haciendo pis y su amigo me buscaba
ahora por debajo del corpiño. Me empapé.
—¡Qué hermosos pechos
tenés, Juli…! —jadeó.
—No lo estamos haciendo
cornudo…
Me seguía masajeando una
teta, ya había metido media mano bajo el corpiño y buscaba mi pezón, que estaba
hecho un pedazo de caucho. Lo encontró de inmediato.
—¡Ahhhhhhhhh…! —no pude
evitar.
—Mmm… —gimió, con ese ronroneo
tan masculino que tiene.
Él jugó con la punta
del pezón con una delicadeza inesperada, como si liara un cigarrillo.
—No lo estamos haciendo
cornudo… —repetí yo, en un rezo.
—¡Qué lindo lo decís…! —y
me seguía manoseando.
—¿Qué cosa? —dije yo,
haciéndome la tonta, más mojada que mis manos que sostenían plato y espuma, y
ya entrecerrando mis ojitos.
—La palabrita…
—Cornudo… —le di el
gusto. Creo que era su mano viciosa la que me hacía decir esas cosas.
—De nuevo, a ver…
Dudé. Me sentía una
estúpida. Manipulada de una manera barata y cediendo con todo mi cuerpo a esa
manipulación.
—Cornudo… Cornudo…
—¿Quién?
—No seas hijo de puta…
—murmuré en un suspiro de excitación.
—¿Quién, Juli?
—Mi marido… mi marido
es un cornudo… Mateo… Mateo es un cornudo… —Y me di cuenta—. ¡Que no es un
cornudo, quise decir!
—¡Justo, mirá! —dijo de
repente—. Lo llamaste y viene caminando para acá…
Lo dijo sin que se le
moviera un pelo, sin retirar la mano de inmediato. Me dio una masajeada final a
mi excitado pecho izquierdo y cuando pasó por sobre el pezón lo tomó con dos
dedos y lo apretó con más fuerza, provocándome una descarga que me vino de la
entrepierna. Me volví a mojar de inmediato y jadeé como cuando le metía los
cuernos a mi novio anterior.
—¡Ahhhhhh…! Hijo de
putaaahhh…
Solo entonces quitó su
mano y retrocedió el cuarto de paso que nos pegaba. Retomé la friega de platos
con un temblor en los dedos, que odié.
—El próximo sábado venite
sin corpiño —me susurró. Mateo estaba ya cerca.
—¡No! —le respondí
mordiéndome los dientes.
—Te las voy a chupar
hasta hacerte acabar.
—No, no vamos a hacer
nada más. No voy a volver a venir nunca más.
—Venite sin corpiño —insistió,
y comenzó a hablar de la operación de su padre, como si estuviéramos hablando
de eso.
Mateo llegó y me besó
en el hombro. Me estremecí, y estoy segura que creyó que fue por él. Me tomó de
la cintura —yo seguía fregando— y se me pegó desde atrás, su cabeza en mi
hombro.
—Ah, ¿le estás contando
lo de tu viejo?
Me di cuenta que desde
esa posición, mi marido me estaba espiando las tetas por entre el escote, algo
que hacía seguido. Pobre Mateo, espiándole las tetas a su mujer mientras su amigo
ahí al lado, un rato antes, se las había manoseado piel contra piel hasta
exprimirle uno de los pezones.
Bencina
siguió hablando de su padre, Mateo me besó otra vez el hombro y fue como si
jamás hubiera pasado nada. Excepto por una gota que me bajaba el muslo por el
lado de adentro.
Fin - EL VIERNES QUE
VIENE EL CAPÍTULO 2
(Corrección 1.2 - 25/09.21 [Capítulo 2: oto = otro])
21 COMENTAR ACÁ:
Un gusto ver un nuevo relato tuyo lo comentamos el lunes por que mi esposa y yo lo leemos y disfrutaremos este fin de semana.
El comienzo de una nueva historia, especialmente una buena historia, es siempre refrescante. Me gusta el tono casual de esta historia, algo que podría pasar en cualquier momento y a cualquiera, le da cierto aura de veracidad automatica, ansioso del próximo capitulo.
Hielo Negro
Sos un groso compañero gran comienzo
La verdad me gust mucho. Ya espero el viernes que viene.
Flower
¡Uf! ¡Tremendo! Me encanta esta exploración de la sicología femenina. Y es que el proceso de seducción es tanto o más erótico y disfrutable que el acto sexual por sí mismo. Juli es una delicia de chica y el Bencina un joputa jeje.
Quedo al pendiente del capítulo 2.
¡Gracias!
Creo que tranquilamente se puede sacar guita haciendo videos con tus historias, la narrativa es terriblemente cachonda mas que el acto en si y si pudieras poner eso en imagenes tendria mas alcance. Veo la posibilidad de algo innovador. Muy bueno. saludos
Muy bueno. Se extrañaban
Muy bueno como todos tus relatos. Gracias.
¿Porque han desaparecido del blog los relatos de leche de engorde?
¿Qué te puedo decir?
Tu sabes y solo saber, “!NO entender!”
Que mi esposa un día dice algo y después dice otra cosa.
Ahora resulta que a ella, es tu fans más que yo.
A ella le encanto tu nuevo relato, sobre todo porque lo cuentas desde la perspectiva femenina, y lo lee y solo ríe, (comienza en sonrisas y termina en carcajadas) y sonriendo dice: En cualquier lugar, mi amor ahí cuernos, a las bonitas “!todos nos la quieren meter!”
A mí me agrada como capturas las mentiras que ellas se dicen (gritos e insultos, me dice mi mujer, negando todo) ellas dicen ¡NO son cuernos!.
- “Solo lo estaba saludando”
- Nos quedamos solos, pero yo NO venía con él.
- NO cogimos, el me pidió le diera “¡un poco de MI amor!”
- NO era sexo solo lo estaba ayudando, por qué esta tan solo.
Y muchos de esos tontos pretextos, que ellas se dicen, para justificar que SI es sexo.
(Más gritos de mi mujer, diciendo que yo NO entiendo a las mujeres, que Rebelde sí)
Ahora resulta.
Válgame dios.
Nos leemos el próximo fin de semana tus amigos
Federico y Señora.
el tono es distinto a otros relatos, gracias por notarlo.
en cuanto a la serie, va de menor a mayor, si bien es de la de cuernos light. es más erótica que porno esta miniserie.
la idea es ir un poquito más por el lado "psicológico", por decirlo de alguna menera
gracias por lo de "compañero" =DDD
es una serie diferente a las anteriores, es más erótica que porno. viene en esta onda, si bien de a poco se subirán las apuestas
alguna vez te lo comenté por esta vía: me gusta más la seducción y la exploración de los "alrededores", es decir las motivaciones, als zonas grises, que el coito en sí. de a poco voy hacia ese lugar literario, me parece más rico a mí también.
desgraciadamente es imposible, amigazo! si ya de por sí cuesta mantener un blog, imaginate algo tan complejo como un video (más los costos).
pero es una linda fantasía qu también tengo
muchas gracias luis!!!
estuve a punto de borrarlos, pero solo los oculté. veré qué voy a hacer (si volverlos a poner o no) cuando resuelva qué haré con el blog
Huy Rebelde qué proto puton que estas creando...
Por favor te lo pido, tomate todo el tiempo "erotico" y de "psicologia femenina" que quieras, pero que cuando se zafe (o finalmente se entregue) le haga una furibunda paja turca a bencina, dedicandosela al cornudo de Mateo y tragandose la leche hasta la ultima gota!!!
Rebelde, busca por favor un lugar para reponerlos. Son antológicos
Rebelde, busca por favor un lugar para reponerlos. Son antológicos
hmmmm... se va a desatar, pero va a ir por otro lado. este es un relato diferente a otros, en un punto. ya van a ver.
no quiero adelantar nada, puedo arruinarlo
jajajaj por alguna razón (obvia, lo sé, jaja) me acordé de ustedes dos cuando posteé este relato ^_^ .
me alegra mucho que a tu mujer le haya gustado tanto. es raro que me meta desde el punto de vista de la mujer, porque, obviamente, no soy mujer. sin embargo una cosa buena que tienen los escritores -lo mismo que los actores- es que pueden jugar a actuar esos roles o personajes. claro que si falla, queda horrible, porque queda falso, impostado. pero creo que en este relato quedó bien.
sin embargo, Fede, lamento desilusionar a tu esposa. ella cree que yo entiendo a la mujeres, y no es así.
ningún hombre en este mundo entiende a las mujeres jajaja
Muy buen relato, tiene todo para la imaginacion y la negacion de la protagonista en su mente que no hace cornudo al esposo, muy buena.
siempre trato de que los relatos tengan huecos para que el lector complete con su cabecita y su morbo, jajaja
Publicar un comentario