HELINA Y SU
BENJAMÍN — II
VERSIÓN 1.1
(Miniserie de Tres Partes)
(Miniserie de Tres Partes)
Por Rebelde Buey
10.
¿Cómo explicar lo
que siente un cornudo cuando escucha orgasmar por primera vez a su mujer? ¿Cómo
poner en palabras esa furia, esa impotencia, esa incomprensión, ese sentimiento
de injusticia divina? Y cómo conjugar, sin parecer un loco, esa contradicción
fabulosa, esa que hace que aunque estemos ahogándonos de dolor con cada uno de sus
jadeos, igual experimentamos un hormigueo en la entrepierna que nos obliga a
reprimir cualquier amago de erección.
No lo voy a
intentar, no hay forma. Solo puedo decirles que Helina hacía un año que estaba
conmigo, y yo nunca le había arrancado más que un suspiro. Y ahora, con tío
Ricardo en la habitación, con tan solo media hora a solas, mi novia gritaba
como una cerda en el matadero, pidiendo más pija, y volviéndose religiosa con
infinitos "Ay, Dios mío".
Media hora de mi
tío en casa, nada más, y mis vecinos ya se enteraban que a la tetona del 4º A
se la estaba garchando otro. Porque era obvio que no era yo, si en un año no la
hice gritar ni el gol contra los holandeses.
—¡Ay, Ricardo, qué
pedazo de pija...! —vociferaba a puro pulmón, como si en los departamentos
vecinos no se escuchara nada. Y luego, más bajo:— ¡Ay, por Dios, qué pija…!
¡Qué pija, Diosssssss…!
Era la primera vez
en casa, así que todavía no me mandaban a ver dibujitos. Yo estaba en el
pasillo que daba a nuestra habitación, y aunque no había autorizado esa cogida,
por mi inacción se fueron dando las cosas hasta terminar ellos en la cama
matrimonial y yo de este lado de la puerta.
—¡Asssííííí, hijo
de puta…! Asíííííííííí… ¡Dame duro así, Ricardo... no pareees!
—Sos un putón de
novela, bebé. ¡Qué rápido que acabás!
Estoy seguro que el
vozarrón fuerte se escuchó en todo el edificio.
—¡No pares! ¡No
pares, por favorrrr… que me vengo otra vez… ¡No paressssss!
Heli también
gritaba. Golpeé tímidamente la puerta.
—¡Tomá, putaaa! Ahí
te va pija hasta el fondo… ¡Tomáááááááááá!
—¡Sí, sí! ¡Rompeme
toda! ¡Haceme mierda, tío, dame con todo!
Estaban haciendo un
escándalo antológico, cada vez gritaban más. Volví a golpear la puerta.
—¡Tomá, hija de puta!
¡Tomá, tomá, tomááááááá!
—¡Ahhhhh… sssíííííííííííí…!
—¡Puta, puta, puta,
puta, putaaahhh…!
—¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhh…!
Las paredes
temblaron cuando se desató ese infierno. Abrí la puerta y entré, aunque no
sabía cómo los podría callar.
Mi tío estaba de
pie sobre la cama, alzando y clavando contra la pared a mi novia, que lo tenía
abrazado con sus piernas por la cintura. Vi la bombachita blanca de mi amorcito
colgar de un tobillo, y sus uñas clavarse en los hombros y espaldas de mi tío,
que la bombeaba con una violencia bestial, como si se quisiera meter dentro de
ella. Su jadeo era el de un toro, su respiración, no menos fuerte, y hasta el
choque semi acuoso de sus sexos, abajo, me impresionó de lo fuerte que se oía.
Al principio ni se
percataron de mi presencia, mi tío se la siguió clavando y bombeando, ahora en
busca de su propio orgasmo, y mi novia iba aflojando su clímax. Fue ahí que me
vio, por sobre el hombro de su macho, y me sonrió, con la cabeza dando pequeños
y rítmicos saltitos a causa de los pijazos que le surtía mi tío.
Sentí un dolor
terrible en el pecho. Un dolor físico. Una cosa era estar al tanto que mi tío
se la cogía, como ya sabía a esas alturas pues yo pagaba siempre el hotel donde
se la disfrutaba; otra cosa era escucharlos; y otra bien distinta
era verlos en acción.
Siguiendo a mi
novia, mi tío giró su cabeza y también me miró. Sin dejar de bombearla sonrió y
dijo:
—Cuerno, así es
como hay que cogerse a tu mujer…
Yo estaba al borde
de las lágrimas.
—Heli, no le
permitas...
Ya lo habíamos
hablado. Ella iba a dejar hacerle cualquier cosa. Mi tío aceleró la serruchada
y bufó como un motor a vapor.
—¡Te la lleno de
leche, cornudoooooo…!
No sé qué extraña
alquimia obraron esas palabras en la cabecita de mi novia, pero la muy turra me
miró burlona, como si se estuviese vengando de un año de pésimo sexo.
—¡Qué bueno que
viene tu tío a ayudarte a hacer el trabajo de un verdadero hombre, mi amor!
Y mi tío empezó a
deslecharse. Como cuando yo era chico y le acaba adentro a mamá. O como cuando
yo era chico, él tocaba el timbre y mamá no estaba.
—Ahhhhhh… ¡Tomá, putón!
¡Tomá vergaaaa! ¡Tomá! ¡Tomá! ¡Tomá!
Vi la verga gruesa
y endurecida como piedra de tío Ricardo horadar la conchita de mi novia y
bombear semen adentro. Con cada pijazo mi tío gritaba y le mandaba un lechazo
bien profundo, y mi Heli entrecerraba los ojos y suspiraba llena de él.
Y como tenía en el
aire a mi novia, la leche que le mandaba adentro comenzó a escurrirse hacia
abajo. Y Helina, con su rostro por sobre el hombro de mi tío, empalada de
verga, completamente ida porque le venía un segundo orgasmo morboso, cada tanto
me miraba y comprobaba mi inacción.
Enseguida la leche
de mi tío comenzó a escurrirse desde la conchita de mi novia, mientras la verga
entraba y salía, indiferente, y ahí solté un llanto.
Fue tremendo. Yo llorando,
arrodillado junto a la cama, y mi novia sobre ella, ensartada y volviendo a acabar
en un grito.
—¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh…!
Y yo más la
escuchaba, más lloraba. Y ella me veía llorar, buscaba ver el brillo de mis
lágrimas y más se le estiraba el orgasmo.
—¡Es un maricón! —se
quejó mi tío, ya dejando de bombear. Alcé la vista y vi los hilos de su leche
caer por detrás de los muslos de mi novia y gotear las sábanas, que de seguro
me mandarían a lavar. Fue ver esa leche y llorar más.
Mi novia se apiadó.
Se desenganchó del vergón y vino a mí. Se quedó sobre la cama, arrodillada,
y mirando hacia abajo, a donde estaba yo. Me tomo de una mejilla.
—No es un maricón —me
defendió—. Pero tenés que entenderlo, ya va a llegar el día que sea un
hombrecito...
Yo lloraba como un
niño. O como un maricón. Lloraba de cualquier manera, excepto como un hombre.
—¡Es un puto! —sentenció
mi tío con la verga ya no tan rígida pero todavía con buen volumen. La tenía
brillosa de los jugos de mi novia, y del glande le goteaban hilos de leche
espesa. Me estremecí por los recuerdos.
—Mi amor —dijo Helina,
y me acarició la cabeza—, tu novia tiene necesidades, ¿entendés? Necesidades
que vos no podés... bueno, que tu tío Ricardo sabe satisfacer —Me habló como a un
nene, mientras yo cortaba un poco el llanto y me quedaba en hipos—. Mi amor,
igual me gusta tenerte por la casa, o que vayas a
trabajar y traigas platita... Pero hay cosas que solo pueden hacer los hombres
de verdad, ¿entendés?
—Pero yo también
soy un hombre...
—¡Por supuesto, mi
amor! Vos sos todo un hombrecito. El hombrecito de la casa. ¡Mi hombrecito! —festejó
con entusiasmo—. Pero es distinto, algún día lo vas a entender…
Asentí con la
cabeza, limpiándome los mocos con la manga de mi camisa. De pronto la vi reírse
brevemente y girar su rostro hacia atrás, hacia tío Ricardo, y reprenderlo. Es
que para hablar conmigo se mantenía arrodillada y el culazo le quedaba en punta
y regalado para que el otro hijo de puta la magree como a una cualquiera. Mi
novia se bajó de la cama, golpeó la mano de mi tío diciéndole
"basta", pero con una sonrisa.
Así desnuda como
estaba me tomó de la mano y me sacó de la habitación. Me llevó al living,
encendió la tele y me sentó en un sillón. Comenzó a navegar por los canales,
sin decidir.
—Mi amor, es mejor
que te quedes acá y que no vayas a la habitación, a tío Ricardo no le gustan
las interrupciones... —Pasó por las canales infantiles y de pronto se quedó en
uno—. Además, vos te aburrirías ahí adentro. Son cosas que vos no podés hacer...
son cosas de grandes.
Yo no podía ni
hablar. Quería quejarme, gritarle que dejase de tratarme como a una criatura.
Pero no podía ni hablar.
—Bueno, ahí te dejo
algo para vos —Se puso de pie y miró la pantalla con dibujos animados—. Quedate
mirando la tele, no vuelvas a la habitación, ¿eh? Sé un chico obediente y
mañana te llevo a placita —Y se fue a seguir cogiendo, soltando una carcajada
que al día de hoy sigo sin saber si fue de diversión o de pura maldad.
Dos años después,
ese trato condescendiente que tenían conmigo cuando estaban en la cama se fue
ampliando en su geografía. Pasó de la cama y sus cogidas a toda la casa y a
todo momento que tío Ricardo estuviera con nosotros. Y como cada vez estaba más
y más —tomando decisiones, mandándome a dormir o a ver dibujitos, disponiendo
de mi sueldo para las cosas del hogar—, mi pobre novia comenzó a confundirse en
público. Es que tío Ricardo no solo era su macho, con el tiempo se fue
convirtiendo en el macho de la casa. Entonces a veces, por ejemplo, podía tomar
a mi tío del brazo en la fila del supermercado, mientras me decía que ya íbamos
a casa. O le salía un "mi amor" o "querido" hacia mi tío,
para una consulta en un local de lencería. Heli se daba cuenta y trataba de
disimular, y de no volver a cometer ese error en público. Yo vivía aterrorizado
de que sin querer se delatara delante de mis amigos, de mis padres o del chismoso
de mi portero.
—¡Ay, mi amor! —me
explicó un día Heli, cuando hablamos de esto—. En el edificio ya lo deben saber todos...
No lo dijo con
morbo, me lo dijo como si me estuviera explicando la tabla del dos.
—¿Saber qué? Es mi
tío. La gente piensa que viene a visitarme.
Heli sonrió, se sujetó
el cabello en una cola de caballo, me miró, y finalmente se lo soltó con un
gesto de seducción.
—Mi amor, ya saben
que tío Ricardo es el macho de esta casa... Ya saben que los gritos a la noche
son porque él me garcha, y que vos sos un cornudo de campeonato... —y
como vio que la iba a contradecir, agregó— Ya se me insinuaron todos los tipos
del edificio... Bah, más que insinuarse, me propusieron de todo…
Me desinflé. Podía ser
el cornudo de mi tío. Había sido incluso cosas peores que eso. Pero que
cualquiera del edificio se garchara a mi novia me derrumbó.
—Por favor, Heli…
los vecinos no...
Mi novia me zampó
un besote en la nariz y me sonrió divertida.
—No, Benjamín, ¿estás
loco? No te voy a hacer quedar como un cornudo.
—Pero si ya saben
que...
—Una cosa es que lo
crean. Y otra cosa es que me garchen y lo confirmen. Además, a tu tío no le
hizo gracia y yo no voy a ser tan estúpida de engañarlo con otro.
No supe si
aliviarme por lo de los vecinos o deprimirme por la última confesión.
—Al menos una buena
que me hizo mi tío… —proclamé.
—Además, no
necesita a los vecinos, él ya tiene una lista de amigos con los que me va a
enfiestar.
Se me hizo un nudo
en el estómago.
11.
Hubo momentos —al
principio, sobre todo— durante aquel verano en el sindicato, en el que yo me preguntaba qué le pasaba a papá. Porque se notaba que
estaba mal, con cara de culo todo el día, pero especialmente cuando llegábamos
al sindicato y mamá se ponía la bikini y
andaba de aquí para allá delante de todo el mundo. O más adelante, luego del
verano, cuando Ricardo pasaba por casa a
la tarde y papá me llevaba a la plaza. Era obvio que a él le molestaba algo, y
se notaba incluso que le molestaba cualquier cosa que tuviera que ver con
Ricardo. Yo no me daba cuenta qué podía ser, y ni él ni mamá me explicaban
nada. Hoy me doy cuenta. Sé perfectamente qué sentimientos despierta tío
Ricardo cuando te coge a tu mujer con ese terrible pedazo de verga. ¿Cómo no
sentirse molesto? De todos modos, nunca lo supe —y ya nunca lo sabré— por qué
papá dejó ocupar su lugar de hombre por otro, con tanta docilidad.
Recuerdo que una de
esas tardes que tío Ricardo venía a casa y papá me llevaba a la plaza, mamá
estaba sn vestir, en bombacha y camiseta, y al escuchar el timbre ni amagó
vestirse, aunque sea para disimular. Fue la primera vez que lo recibió en ropa
interior delante mío y de papá, y tío Ricardo la saludó apoyándole una de sus
manazas en un anca. Recuerdo la expresión de papá igual a la de los
dibujitos cuando les sale humo de la cabeza. Pero no dijo nada. Mamá, todo lo
contrario, se la veía contenta, y hasta distendida. Tomó a Ricardo de la mano y
con un andar arrastradamente emputecido se lo llevó hacia la habitación.. Papá se apuró a alcanzarme una campera
y empujarme hacia la puerta para ir a la plaza.
Pero al regreso,
luego de esas tres horas exactas, que parecían pactadas, nos llevamos una
sorpresa: mamá y Ricardo no estaban en la cocina tomando mate y charlando, como
lo hacían habitualmente. Seguían en la habitación, y esto era más que evidente
por los ruidos y gemidos casi gritados.
—Sí… Sí… ¡Qué buena
pija tenés, por favor…!
—¿Te gusta, putita…?
—¡Me encanta! ¡Oh,
Dios, seguí… seguí… uhhh…!
—Pedime, putita… ¡Pedime
verga!
El rostro de papá era
la expresión máxima del escándalo. Quiso llevarme otra vez fuera de la casa,
pero yo le gané de mano y corrí hasta la puerta de la habitación.
—Dame verga,
Ricardo… Dame verga, por favor…
—Más, putita…
—Necesito la verga
de un macho como vos… por favor, dámela…
Y se ve que Ricardo
la tenía en suspenso, porque luego de rogar, otra vez mamá se deshizo en un
gemido animal.
—¡¡Ahhhhh…!!
Y papá:
—¡Hijo, andá a tu
cuarto! No tenés que escuchar estas cosas…
Papá comenzó a
tirarme de un brazo para sacarme de allí, y yo me aferraba al picaporte con
alma y vida.
—¡Ahí va de nuevo,
putón! —se escuchó a Ricardo—. ¡Hasta los huevos!
Papá me seguía
tironeando. Y mamá:
—¡¡¡Ahhhhhhhhhhhhhhh…!!!
Desde adentro venía el sonido del choque de carne, rítmico y machacador: flak! flak! flak! y a tío
Ricardo, ya casi gritando, en un jadeo desesperado.
—¡Te voy a hacer un
hijo, puta reventada!
—¡Sí, sí, Ricardo,
acabame adentro!
—¡Te voy a hacer un
hijo para el cornudo, puta hija de puta!
—¡¡Ahhhh…!! ¡Sííí…!
¡Un hijo para el cuerno! ¡Haceme un hijo para el cuerno!
—Papá ¿tío Ricardo
me va a hacer un hermanito?
Mi pregunta
descolocó a papá, que de la sorpresa aflojó el tironeo. Y entonces mi fuerza
sobre el picaporte quedó sola, única, y ésta cedió y abrió la puerta. En un
instante papá y yo caímos dentro de la habitación, directo al piso, por el
envión. Quedamos quietos mirando cómo sobre la cama, mamá, desnuda y en cuatro
patas, recibía los embates de Ricardo, que la penetraba con furia y sadismo.
—¡Cuerno! —se
sorprendió el macho de mamá, deteniéndose solo un segundo, y retomando el
bombeo enseguida.
Mamá estaba
desencajada, colorada, transpirada por completo, con los cabellos revueltos y con
lechazos en la espalda, en los muslos y en el rostro y labios. A pesar de todo
eso, la vi hermosa. Con los brazos sobre el colchón trataba de resistir los
continuos empujones de cada pijazo. Así y todo, se enojó con papá y le gritó:
—¡Pelotudo, sacá al
chico de acá! ¿No te das cuenta que le están cogiendo a la madre con un vergón
de caballo? ¡Lo vas a traumar!
Por suerte yo crecí
libre de traumas, pero en el fondo mamá tenía algo de razón. Papá se levantó
del suelo, sin dejar de mirar cómo Ricardo le bombeaba 25 centímetros de carne adentro a su mujer, como si fuera un
pistón. Y me tomó de la mano para sacarme.
—Ahora, sí, putón —anunció
Ricardo—, te lleno el culo de leche…
Recién ahí noté que
lo que Ricardo le estaba metiendo a mamá, se lo estaba metiendo por el
agujerito de la cola. O habían cambiado justo antes de entrar, o tío Ricardo
era un mentiroso con eso de hacerme un hermanito. Papá tironeó para sacarme
pero no había fuerza en este mundo que me alejara del culazo en punta de mamá,
estaqueado de carne con cada vergazo que Ricardo le mandaba hasta los huevos.
Me quedé al lado de la penetración, prácticamente pegado a ella, viendo las
manazas del macho abrir las nalgas cada vez que avanzaba para clavar y clavar.
—¡¡Síííí…!!
¡Llename, Ricardo!! ¡Mostrale a mi marido cómo se hace!
Se ve que mamá se
había olvidado de mi presencia, o ahora le importaba menos que el orgasmo
que ya le venía—. Mostrale, mostrale, mostraleeeaaaahhh…!!!
—¡Mirá, cuerno! ¡Mirá
cómo te la lleno de leche!
Pero papá no
miraba. Me sostenía de la mano con los ojos cerrados y apretados, y una lágrima
le recorría la mejilla. El jadeo de Ricardo era fortísimo, parecía un animal, y
la fuerza que le imprimía a cada pijazo para enterrar más hondo a mamá, daba
miedo.
—¡¡Te lleno,
putaaahhhh…!!!! ¡¡Ahhhhhhhhhhhhh…!!!
Y mamá, que seguro
creía que yo estaba afuera:
—¡¡¡AHHHHHHHHHH…!!!
¡¡Cornudo, abrí los ojos!!! ¡¡Mirá bien cómo le rompen el culo a tu mujer!!
Ver a mamá empalada
por el vergón grueso de tío Ricardo pasó rápidamente de ser una curiosidad a
una obsesión. Cuando papá no estaba y tío Ricardo llegaba y se llevaba a la
habitación a mamá, era imposible no escuchar cómo se la cogía. Los gemidos, los
insultos, los pedidos de "más pija" y de "más fuerte"
atravesaban la puerta, que no siempre estaba cerrada por completo.
Comencé a espiarlos
en cada encuentro, y de hecho comencé a rogar que papá no estuviera para que no
me llevara a la plaza. Desde esa vez que los vi garchando, mamá dejó de
preocuparse por mi presencia. Pasó a andar en bolas por la casa y a coger con
la puerta totalmente abierta, y hasta llegó a pedirme gaseosas o la filmadora
en medio de una cogida.
Mi tío al principio
se mostraba receloso de mi presencia. Luego dejó de importarle, pero poco a
poco, quizás por mi obediencia total y sumisa, me fue tomando desprecio.
El primer día que tío
Ricardo vino y que ni papá ni mamá estaban, sonrió como el lobo del cuento Caperucita
y descargó toda la calentura con la que venía y su desprecio, en mí.
12
Aquella tardecita
de domingo, casi noche, tío Ricardo había llegado tarde y se había encerrado en
la habitación con Helina. Estuvieron haciendo algo, pero no mucho, supongo que mi
novia le habría estado chupando la verga, algo que la fascinaba. Salieron del
cuarto enseguida, tío Ricardo contando unos billetes y guardándoselos en un
bolsillo. Descontaba que era dinero de mi sueldo, que guardábamos en el cajón
de las medias. Miré a Heli con mala cara, y ella me devolvió un gesto de
disculpa.
Pero en un instante
cambió el semblante y se puso efervescente.
—¡Mi amor! —me
anunció—. Con tío Ricardo te vamos a llevar a un paseo que te va a encantar.
Ya a esas alturas
me trataban como a un chico en todo momento. La semana anterior había sido el
día del niño y me hicieron un gran regalo, un dinorobot gigantesco, y me
llevaron al cine a ver una de Disney/Pixar.
De pronto me rendí.
Vi a mi hermosa y amada Helina, todo curvas, todo belleza y lealtad, tan
hermosa y feliz jugando a ese juego que yo apenas entendía y que a ella le
permitía tener toda la verga, todo el sexo, todos los orgasmos y morbo que yo
no podía darle... y simplemente me rendí. Le sonreí, como un niño —o un idiota—
y le pregunté, con algo de genuino entusiasmo:
—¿A dónde? ¿A dónde?
Verme aceptar mi
papel iluminó literalmente el rostro de mi novia. Vi sus ojos brillar de agua
contenida.
—A ver los trenes,
mi amor.
¿Los trenes? Sentí
una decepción. Había visto miles de trenes, ¿qué tenía de especial ir a ver
trenes? Helina vio mi carita triste y aclaró:
—Tío Ricardo tiene
un amigo que trabaja en los talleres del subte. Si vamos a esta hora que no hay
nadie te puede subir a la cabina del conductor para que lo manejes.
Di un brinco
entusiasmado y feliz, y fui a abrazar a mi novia, que me dio un beso y
enseguida me dejó para cambiarse. “Es que quiero estar linda para el paseo”, me
aclaró. Volvió de la habitación con un vestidito que me hizo parar el corazón. Y
la pijita. Era lo más sencillo del mundo, pero como mi novia tiene un cuerpazo
de revista, le quedaba despampanante. La prenda era gris topo, casi negro, y le
quedaba entallado como un guante. Arriba un escote importante, y abajo
terminaba en una faldita tan breve que debía bajársela a cada instante, pues se
le veían constantemente los filitos de las deliciosas nalguitas.
Tío Ricardo nos
llevó en auto (el que había sido mío) hasta Primera Junta. Allí, en Martín de
Calasanz y Alberdi hay un taller-dormitorio de trenes del Subterráneo de
Buenos Aires. Había pasado muchas veces por allí y nunca me había percatado de
su existencia. Los trenes salen al exterior en Primera Junta, vienen de bajo
tierra y suben hasta la avenida Rivadavia, luego recorren algunas calles por
arriba, entre los autos, y finalmente entran a dormir o reparar en este taller
a cielo abierto.
Fuimos a la esquina
por donde entran los trenes. Tío Ricardo hizo un llamado a un tal Rulo y el
enorme portón se abrió. Nos recibió un morocho engrasado hasta el cuello, de
rulos y ojos degenerados, metido en un mono de trabajo, que se comió a mi Heli
con la mirada, como si tuviera puesto un cartelito de oferta.
—Hola, Ricardo —nos
saludó.
Pero no le quitaba los
ojos de mi novia. Nos hizo pasar con una reverencia y ahí aprovechó para
mirarle el culazo. Es que Heli estaba tremenda, el vestidito la cubría con lo
justo pero la simpleza realzaba el verdadero cuerpo espectacular que tenía, ese
que calentaba a todos los hombres. Cerró el portón a nuestro paso y quedamos
ante un enorme galpón lleno de trenes quietos y sin gente a la vista.
—Mirá, mi amor. ¿Te
gusta?
Por primera vez mi
novia me trataba como a un niño delante de desconocidos. Para mi sorpresa, me
sentí más cómodo de lo que esperaba. Mi humillación era absoluta, creo que por
eso mismo, al no quedar ni un mínimo de dignidad de hombre ante este tipo, me
sentí liberado y a gusto en mi lugar de no-hombre.
—¡Síííí! —casi grité
del entusiasmo, y me acerqué a un vagón.
Rulo nos hizo un
minitour por el lugar. Vimos los fosos, las herramientas, los vagones viejos
del año 1900, y a cuatro o cinco morochos engrasados como él, que miraban un
partido de fútbol en una tele portátil.
Entonces Rulo, ahí
delante de los otros mecánicos, me miró, apoyó sus manos en las rodillas y me
habló como si tuviese cinco años.
—¿Te gustaría
manejar un tren, Benjamín?
Los otros mecánicos
nos miraron con asombro. Busqué a Helina con la vista y me fui hacia ella. Tío
Ricardo bufó su fastidio. Helina sonrió, sonrió también a los otros mecánicos y
me preguntó:
—¿Te gustaría, mi
amor? ¿Te gustaría? —Y como yo no contestaba, porque la humillación ante los
otros cuatro mecánicos me tenía inmóvil, aclaró—. Ay, mi novio es re tímido con
la gente nueva, pero seguro que quiere. ¿No querés manejar un tren, Benjamín,
como hacen ellos?
Asentí con la
cabeza, bajando la vista.
Rulo nos llevó a un
vagón de los viejos, que estaba al fondo del galpón, casi entre penumbras.
Subir no fue fácil, los vagones son altos y no tienen estribos pues están pensados
para las plataformas. Tío Ricardo me ayudó a subir a mí, y Rulo a mi novia.
Tuve que tragarme el orgullo al ver cómo ese hijo de puta de rostro perverso le
metió manos en los muslos, las nalgas y la entrepierna ante la permisividad de
ella.
—Gracias —le dijo
con una sonrisa cuando, ya toda manoseada, llegó arriba.
El vagón, adentro,
estaba en semi penumbras. La única iluminación venía de algunas luces del
galpón. El vagón estaba bastante sucio y adentro tenía un montón de porquerías.
Había madera entre los asientos, unos engranajes grandes como ruedas, bidones industriales
vacíos, lonas y rollos enormes de fibra de vidrio.
La cabina está en una
punta del vagón, separada del resto por un díptico o biombo de madera de dos
hojas, que va del piso al techo, y que cuando se despliega, aisla la cabina del
resto del vagón. Rulo me metió ahí, dejando a mi novia y a mi tío al otro lado,
y me enseñó los controles.
—Acá tenés para
entretenerte un rato —me dijo—. ¿Ves? Con este acelerás, con este frenás. Podés
tocar todo y jugar todo el tiempo que quieras —Se lo veía apurado—. ¿Te gusta?
No terminé de decir
sí que ya Rulo estaba abriendo el biombo y saliendo hacia el vagón. Cerró de un
portazo y me dejó allí solo, en la cabina.
Comencé a apretar
botones y mover palanquitas pero mi corazón y mis oídos estaban al otro lado
del biombo. Los gemidos se hicieron escuchar enseguida. Los gemidos de siempre,
de mi novia y los de mi tío. "Uhhh...", "Ahhhhh...", "Ohhhh,
síííí...". Hasta que en un momento escuché en un murmullo la voz jadeada de
Rulo.
—Uhhh, putón, ¡qué
bien la chupás…!
En el silencio del
galpón, aquellas palabras apenas audibles sonaron como por un parlante. Mi
corazón se aceleró. ¿Helina le estaba chupando la pija a un tipo nuevo? Ya sé
que a estas alturas yo era una flor de cornudo, pero la perspectiva de que mi
novia tuviera un segundo macho que me sometiera a mi lugar de no-hombre me
angustió. Espié desde la luz de espacio que tenía el díptico en la esquina de la
cabina. Apoyando el ojo en esa esquina veía todo bastante bien: allí estaba mi
novia, de rodillas sobre una lona sucia, con las piernas flexionadas, las botas
enmarcándole las piernotas y los muslos poderosos explotando entre botas y la
minifalda de cuero. Le chupaba la verga al Rulo con unas ganas que me
sorprendieron, quizá porque la verga en cuestión era inusualmente gorda. Con la
otra mano sostenía la pija del tío Ricardo, sobre la que cada tanto acercaba su
rostro y cabeceaba para también darle placer.
El Rulo estaba
extasiado, con los ojos cerrados y mirando al techo, repitiendo "sí, putita,
sí, putita…". Tío Ricardo, en cambio, portaba una sonrisa de triunfo.
—Te dije que este
putón la chupaba como los dioses...
—Es la mejor mamada
de mi vida...
Sabía que mi novia la
chupaba muy muy bien por los comentarios del tío Ricardo. No es que Helina no
me hubiera chupado nunca la pija, pero como me dijo ella una vez: "Mi amor,
la tenés tan chiquita que no te la puedo chupar y pajear al mismo tiempo".
Chuparme la pija, al parecer, era como chupar un caramelo. "Igual es re simpático
chupártela", me dijo para que no me sintiera tan mal.
Ahora mamaba dos
pijas de verdad, dos pijas de hombre, y se podía ver la diferencia de sus
ganas, de su pasión para llenarse la boca de verga.
—Ummmmmm, sííííí… —jadeo
el Rulo—. Despacio, bebé, que también te quiero probar por abajo…
Helina sonrió, lo
soltó y siguió chupando la verga de su macho verdadero.
—Andá para atrás —le
indicó tío Ricardo a su amigo—. Vas a ver el papo estrechito que te traje.
Rulo se terminó de
quitar el pantalón y rodeó a mi novia. ¡El hijo de puta tenía grasa hasta en
los muslos, por debajo del mono de trabajo! Helina se acomodó y se ubicó bien
frente a tío Ricardo, cabeceándole la verga, y paró el culito para quedar
regalada atrás. La hendija de la bisagra me dejaba ver bien, pero no completo;
igual pude escuchar claramente:
—¡Por Dios, qué
pedazo de orto, bebé! ¡Qué buena estás!
Vi a Helina
quitarse el glande del tío de su boca.
—¡Gracias! Me dijo
Ricardo que es todo para sus amigos!
—¡Qué pedazo de
puta divina! ¡No puedo creer que el cornudo no se pueda coger esto! —Y ahí se
ve que le quedó el culo de ella en el aire porque agregó—. ¡Por Dios, cómo se
traga la tanguita ese culazo!
Yo no podía más del
acelere que tenía. Estaba solo en la cabina y la única palanquita que
maniobraba era la mía. Busqué mil formas de ver cómo ese hijo de puta del Rulo
se la iba a clavar por primera vez, pero el ángulo no me dejaba. Jodí tanto con
el filo del biombo que en un momento me apoyé de más y la madera vieja crujió.
—¿Qué es eso? —se
asustó mi novia—. ¿Hay ratas acá?
Veía el manoseo de
grasa que el Rulo le imprimía a mi novia en el costado del muslo, arriba, y en
parte de las nalgas
—Es el cuerno —respondió
mi tío—. Siempre molestando.
Pero Helina me
amaba con todo su corazón.
—No digas eso. Mi
amor, ¿estás ahí? —me preguntó. Yo no dije nada, seguía espiando al Rulo, que le abría las nalgas a mi amorcito, y se acomodaba detrás, al medio, para
empujar—.Mi amor, ¿no estarás espiando, no? —Volví a callar, pero en el
silencio del vagón se escuchó mi paja furiosa viendo cómo el Rulo me la
penetraba por primera vez—. ¿Tenés miedo de que el señor Rulo… ¡Ahhhhh…!! …me
haga "nana"?
—Sí —dije. El Rulo
ya tenía tomada mi novia de ambas nalgas y la bombeaba adentro de ella todavía
con suavidad.
—Mi amor... —sonrió
mi novia—, tío Ricardo… ¡uhhh…! …no dejaría que nadie… ¡ahhh…! …me haga nada
malo... —Hizo un silencio. La vi moverse, empujada desde atrás—. ¿Querés abrir
la puerta y… ¡uuuhhh asíííí…! …y ves que el señor no me hace… "nana"…?
Hubo un instante de
duda en mí. El Rulo la clavó más hondo y eso me decidió. Abrí el biombo con
lentitud y vi la felicidad en el rostro de Heli, con el Rulo ensartándola de
atrás y sosteniendo la verga de tío Ricardo con una mano.
—Pero no te asustes
¿eh? Lo que me hace el señor Rulo no es malo, es cosa de grandes, ¿entendés? —y
entonces giró y le habló decidida a su nuevo macho—. Rulo, empezá de nuevo y
mostrale al cuerno cómo le cogés a la mujer...
Puse el ojo hacia
el culo en punta de mi novia, el Rulo retiraba la verga por completo y me
invitó a acercarme con un gesto. Tenía invadidas las nalgas de mi Heli con sus
manazas. Las marcas de grasa me mostraron que la había magreado como si fuera
una muñequita de placer. La mano grasienta tomó la tanguita blanca y delicada
que se perdía en ese culazo, la desenterró, la ensució, la corrió para un
costado y la palpó abajo.
—¡Los dos pijazos
te empaparon, putón! ¡Esta vez te la voy a clavar hasta los huevos!
El turro del
mecánico se ensalivó más la pija, que ya la tenía embadurnada de los jugos de
mi novia, la abrió un poquito, abajo, y arrimó el vergón rechoncho y cabezón.
—¡Ahhhhhhh...!—gimió
mi novia, cuando la verga la penetró.
—¡Uyyyyy, cuerno,
qué rico siento a tu novia…!
Vi con ojos
exaltados cómo la pija con marcas de grasa (porque cuando la tomó para
ensalivarse, la ensució) se fue enterrando dentro de mi novia, poco a poco,
centímetro a centímetro. Helina vio mi expresión y buscó tranquilizarme.
—No te preocupes,
Benji, eso grandote que me está enterrando el señor no duele... Es lo que te
decía que hacen los señores grandes... Lo que hacen los hombres de verdad... Ohhhh...
Diossss…
El vergón seguía
horadando la conchita, que lo tragaba sin que pareciera que hubiese fondo.
Media pija, tres cuartos... y seguía avanzando. Las garras de Rulo se clavaban
en los nalgones para darse empuje y entrar más.
—¡Por Dios, putón, es
impresionante lo estrechita que sos!
—Me alegra... Ahhhhh...
que le gusteeeehhhh... señor... Uhhhhhh…
—¡Estás empapada y
así y todo no te la puedo meter completa…!
Yo no podía quitar
mis ojos de la penetración. Sino había entrado todo no quedaba realmente mucho
por meter. Rulo decidió que ya más no podía enterrar en esa primera estocada y
retiró la pija.
Retiró para volver
a clavar, esta vez con todo y a fondo.
—¡¡Ahhhhhhhhhhhh...!!
—gritó mi novia, y el Rulo comenzó a serruchar.
—No te preocupes,
cuerno, que no le estoy haciendo nada a tu novia —me decía, ¡y me la bombeaba
toda mientras me lo decía!
—Mi amor... Ahhhhh...
no te angusties... el señor me está tratando... ahhhhhh... como se deje tratar
a una mujer… Sííííí…
—Sí, cuerno, no te
preocupes —Y el bombeo comenzó a tomar velocidad.
—Seguí jugando... Ahhhhh...
Andá a la cabina y seguí jugando, mi amor... ohhhh, por Dios... Seguí jugando mientras
el señor juega conmigo...
Me alejé los tres
pasos y me puse en la cabina, pero de ninguna manera iba a cerrar el biombo.
Quedé más lejos pero viendo cómo el macho de siempre y ahora un nuevo macho
surtían de verga a mi novia. Igual, para disimular, yo movía palanquitas y
quería tocar botones, pero le erraba a las cosas. La imagen me tenía
idiotizado. A veces el tío Ricardo me miraba con odio y yo me daba vuelta y
espiaba la acción desde el espejo del conductor, arriba. Pero luego volvía a
girar. El tal Rulo tenía el culo de mi novia en punta, clavando desde atrás con
latigazos interminables. La agarraba de las nalgas, y cada tanto se le
patinaban las manos porque mi novia sudaba mucho cuando se la cogían. Cuando se
la cogía bien, digo.
Adelante, ella
seguía tragando verga, pero se notaba que vivía pendiente de lo que le estaba
enterrando el nuevo macho. La bombachita, que se le estiraba de muslo a muslo, fue
cediendo y bajándose con cada bombeo y agite, centímetro a centímetro. Para
cuando a mi Heli le empezó a subir el orgasmo, la bombachita ya estaba entre sus
rodillas, tocando la lona.
—Me acabo, Rulo... ¡Ahhhhhh...!
No paressss… —y agregó, mirándome a los ojos—. Si ves que grito un poco no te
asustes, mi amor...
Entonces tío
Ricardo dobló mi humillación.
—Miren la carpita
del cuerno —y se rió.
Era cierto, yo
estaba empalmado como nunca.
—Se ve que le gusta
mucho ser el que manda en el tren.
Cuando Helina me vio
la entrepierna y luego el rubor en mis mejillas, se le disparó.
—¡¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhh…!!!
¡¡¡Benjamínnnnnnnnnnnnn…!! —empezó a acabar mirándome a los ojos.
El Rulo seguía
atrás surtiéndola con todo, a una velocidad tremenda. Se la mandaba a guardar
hasta los huevos, en cada una de las mil estocadas que la daba. Bufaba y transpiraba
más que mi novia, que seguía acabando.
—Ahhhhhhhhh... Seguí,
Rulo… Seguí, por lo que más quieras... No pares... Ahhhhh… Seguí, seguí,
seguííííí…
Y el Rulo, ya
desencajado, subido casi sobre el culazo de mi novia, gritó:
—¡Te suelto la leche,
putón! ¡No aguanto másssssss!
—Ohhhhhhhhhh, síííííííííííí...
Llename, Rulo. Mándame la lecheeee... Sííííííííí...
El Rulo se puso
tenso, así en puntas de pie como se la estaba garchando a mi mujer. Cerró los
ojos, sin dejar de bombearla, y comenzó a gritar y gemir como un camello
sediento.
—¡Tomá putón, tomá
la lecheeehhh…! ¡¡Ahhhhhhhhhhhhhhh...!!
Mi novia se mordía
los labios y golpeando la lona con un puño, de pronto me dijo:
—¡¡Ohhhhhhh por
Dios, me está llenando de leche, Benjamín...!! ¡¡Me está llenando la conchita
de leche, mi amor… Ohhhhh...!!
—¡¡Ahhhhhh...!! —seguía
acabándole el Rulo, que no paraba de penetrarla y penetrarla, con fuerza, y le
amasaba el culazo con morbo—. ¡Ahhhhhh… sííííííí…!
Me la siguió clavando
un rato más, gimiendo cada vez menos y aflojando poco a poco el pijazo
violento. Mi Heli también se calmó. Pronto los gemidos se hicieron jadeos, y
los jadeos respiración. Tío Ricardo continuó haciéndose chupar la pija con una
sonrisa de satisfacción por haber quedado bien con sus amigos.
Fue cuando se escuchó
un ruido en la puerta y una risotada distendida.
—Bueno, bueno... ¿qué
tenemos acá...?
Era el grupito de
los cuatro mecánicos que habíamos visto en el recorrido. Se asomaban desde la
puerta, que por la diferencia de altura les quedaba muy arriba, dejándoles graciosamente
visibles solo sus cabezas. Sonrieron al ver a mi novia semi desnuda y tuve un
escalofrío.
—Suban, muchachos —invitó
el tío Ricardo—. Vengan que les presento a Helina, la novia de mi sobrino.
Yo quedé petrificado. Estos cuatro tipos eran unos morochos grasientos y muy rudos,
de mirada despierta y manos rápidas. Saludaron a mi novia entre manoseos
lascivos que me dieron envidia. Heli, de pie, ya con el ruedo del vestido subido a la cintura y con la bombachita
recolocada y enterrada entre sus nalgas como nunca, me vio congelado en la
cabina, mirándola. Tenía a uno de los nuevos detrás, que la tomaba por la
cintura y le besaba los hombros, y con la otra mano le sobaba groseramente una
nalga. También tenía a otro de los nuevos adelante, que la besaba la boca y se
llenaba sus manos con los formidables pechos ya sin corpiño. No sé cómo hizo
para sacárselos de encima y venir a mí.
—Mi amor, estos
señores vinieron a hablar conmigo,
¿entendés? —Asentí con la cabeza y ella tomó una de las hojas del biombo que
cerraba la cabina—. Quiero que te quedes acá jugando en la cabina como un nene
bueno y no salgas aunque los señores me hagan gritar mucho.
Puse una total y
sincera carita triste.
—Pero yo quería
mirar…
Helina sonrió y me
dio un beso en la nariz.
—Mi amor, lo hago
por tu bien. Es para que no te impresiones. Los señores son los dueños del tren
y yo voy a tratar de convencerlos de que te dejen jugar acá un ratito más, ¿eh?
Asentí resignado,
me gané otro besito y mi novia salió, cerró el biombo por completo y me dejó
nuevamente encerrado en la cabina.
—¡Y no nos espíes! —agregó
al otro lado de la cabina—. Quiero escucharte jugar mientras juegan conmigo.
Lo bueno de
quedarme solo es que observé todo por las hendijas y me pude manotear la
palanquita las dos horas que esos seis hijos de puta me la estuvieron garchando
y llenando de leche.
FIN – SEGUNDA PARTE
(DE TRES)
Muchas gracias a
Mikel por ayudarme con el tipeo!!
31 COMENTAR ACÁ:
Los tres momentos algidos de la historia me pareces jugosos
Primero nos enseñas el momento en que Benjamin vio a su novia bien orgasmada por primera vez, despues el flashback del momento en que vio a su madre por primera vez y por último el momento la primera orgia. Tres primeras veces que van sometiendo al cornudo en su estado.
El pobrecito tiene que esconderse para jugar con su palanquita....
Y por ultimo, esos enigmas que dejas sobre la relacion entre Benjamin y Ricardo, son muy interesantes...jeje..yo yatengo mi apuesta....
GRACIAS
PD: Un placer extra de ayudarte es descubrir los añadidos que hiciste en las correcciones, esa escena con el padre me ha parecido impagable.
Extraordinario , me encanta esta continuacion , lo mejor fue, para que voy a coger con los vecinos , ya el tio me dio una lista de amigos , lo del subte una humillacion perfecta , aplaudo la creatividad del autor, Ale
mhhhh...dejaste picando ahi una"carga de profundidad" o un dispositivo de estallido demorado...haces referencias dos veces a la tarde en que vino el Tio Ricardo y no estaban ni papa ni mama...MHHHHHHHHHH
carlosnava57@hotmail.com
rebelde, esta muy buena
creo falta mas putez en Helina, mas maltrato al cornudo, que en otras series se vio mas
Espero haberme ganado el nexo
y la foto terrible
cad6969@hotmail.com
tremendo relato un best seller sorm1488@gmail.com
Muy Bueno Rebelde,
Pusiste el origen del "trauma" del cornudo, esa adroracion por verse humillado por un falo....
impecable.
Parece que el tercero se viene con todo.
sinchino@hotmail.com
muy buen relato.
Nos ha dejado deseando la continuación de esta saga y previendo lo que pasará. Enhorabuena
Rebelde, contando el origen de la cornudez de benjamín le diste una carga de morbo terrible al relato
Como se va formando la personalidad del cornudo desde chico
Dos frases que me encantan:
Papá ¿tío Ricardo me va a hacer un hermanito?
—¡pelotudo, sacá al chico de acá! ¡No te das cuenta que le están cogiendo a la madre con un vergón de 25 centímetros? ¡Lo vas a traumar!
saludos
David tatuado
Es muy bueno el tema de la historia y el presente, como una cosa le ayuda a asumir la otra, y con una imagen muy cornuda de pade. Es exelente ver las evoluciones que va teniendo cada pareja y asumir los límites impuestos. La experiencia del tren mató.
Saludos
Epaviejo
Hola Rebelde
Un beso y abrazo desde Colombia
Me ha cautivado esta historia quisiera que los suegros visitaran al cuerno y se dieran cuenta de la convivencia con ricardo donde la suegra y helina se unan para humillar al cuerno junto con los obreros que estan haciendo arreglos en la casa del cuerno
FELICITACIONES
Cool
Rebelde excelente relato, solo me gustaría mas humillación para el cornudo como fue en el relato de ni gorda ni flaca 2. Espero el anexo eurocase236@hotmail.com saludos
Los momentos bien definidos de la historia en tiempo pasado y resente me parecen excepcionales, adicionalmente el infantilismo del cornudo le dan un toque unico.
Espero con ansias ver el desenvolvimiento de la historia en este capitulo final
Buena historia, pero me imagino al Benja, como a Borromeo, el actor Jaimito Cohen, que actuaba con Juan Carlos Calabró, en Calabromas (un programa de Argentina de la década del '80, cita exclusiva para los que somos de Argentina) http://mla-s1-p.mlstatic.com/5191-MLA4246916749_052013-F.jpg
Muy bueno, y hablando desde mi gusto personal, me parece perfecto el grado de humillacion, pues aunque no es explicita, el tratarlo como un niño por la pija pequeña es profundamente psicologico. Le niega su condicion de hombre sin recurrir a la violencia burda.
Me mato la escena de la madre, esa hembra emputecida que no le importa nada, marido ni hijo por medio, contar de no parar de recibir pija.
eche de menos un poco mas de dialogo, pero entiendo que la historia lleva su ritmo. Pareciera que viene por ahi una historia del lado oscuro con lo del encuentro entre "tio" y "sobrino"...
Hielo Negro
A mi me gusta la ides basica del relato, pero me paso todo muy rápido de como se hizo de novia a reputa del tio y que este la haga trabajar.
Quizas este acostumbrado a los relatos mas largos donde ves toda la transformación como en Bombeando o haciendo dedo.
MIKEL:
es cierto, no me había dado cuenta que este capítulo tiene tres iniciaciones. no fue planificado, jajaj, salió sin querer queriendo, como dice El Chavo.
Respecto de la escena agregada, pasa muchas veces que al terminar y leer todo lo escrito de un tirón, te das cuenta que al relato le falta una pata. Este fue el caso.
CARLOS NAVA:
jajaja!! me gustó eso "carga de profundidad". Es cierto, está ahí para eso =)
Esa "carga de profundidad" se revelará y desarrollará por completo en el anexo 1.
CAD 6969 / EUROCASE 236:
Es que no es ésta una historia de maltratos. Es de infantilización. Y a un niño no se le pega, al contrario, se lo trata como a un niño. Por eso Helina usa con su cornudo palabras dulces y obvias. Es en el trato donde radica la humillación, no tanto en el sexo.
KKK / LUIS MIGUEL HIERRO:
muchas gracias amigos!! Al margen de los tres relatos pactados, habrá tres anexos.
SINCHINO:
La humillación por el falo poderoso y alfa es una tentación, difícil no poder escribir sobre eso, jajaj! El tercer capítulo es otra muestra -o una ampliación, mejor dicho- de la infantilización.
DAVID TATUADO:
Esa fue la escena agregada luego del primer borrador. Quedó piola, termina siendo una pieza fundacional del cornudo que Benjamín ya es. Qué bueno que haya gustado tanto!
EPAVIEJO:
ir al pasado a explicar cosas es algo que me gusta mucho, y que no siempre se puede hacer. Esta historia daba para ir atrás, y qué mejor que ir hacia la madre, emputecida frente a sus ojos, tallando la mujer y la relación que luego el mismo protagonista adoptará.
LILIANA:
jajaja!! te gustaría que aparezcan todos los personajes juntos en una orgía!! ^_^ Los obreros no vuelven a aparecer (en realidad sí, pero en el Anexo 2). Y la madre aparecerá un poco en el Anexo 3, que estoy escribiendo gracias a la idea que dejó acá mismo el lector DAVID TATUADO
JOCARUME:
La miniserie finaliza en el capítulo 3 pero ciertamente no es un final de historia. me refiero a que no queda cerrado nada (tampoco es que hay que cerrar algo, como sí se necesitaba en LA CASA VIEJA EN EL ABASTO). Sí es cierto que en el capítulo 3 se verá el asumir completamente el rol de niño, pues aparece un componente social que... bueno, no quiero adelantar nada más...
LUIS FERNANDO RODRIGUEZ:
me la bajaste con Borromeo, Luis!! jajaja!!
HIELO NEGRO:
diste en la tecla respecto de la humillación. es tal cual lo decís vos.
Respecto de los diálogos, yo la veo como siempre. Quizá te refieras a diálogos sexuales, en los actos sexuales. Ahí sí puede ser que haya bajado un poco. Los nuevos textos, de a poco, irán bajando en la parte explícita para centrase más en las motivaciones, cavilaciones y reacciones de los cornudos/putitas/machos.
BASSETEROS:
que la haga trabajar??? Mmmm... Nadie hace trabajar a Helina.
Respecto de que el emputecimiento pasó rápido, es cierto, pasa que en esta serie en particular, la historia no es sobre el emputecimiento, ni los motivos, ni el sufrimiento por los cuernos, etc. Acá se presenta y se relata un comportamiento, y un pacto tácito en el que a un adulto se le da un trato de niño por tener la pija de un niño.
A este relato en particular no "le interesa" el emputecimiento, es algo dado para poner la lupa en la infantilización.
En BOMBEANDO y muy especialmente en HACIENDO DEDO, en cambio, la razón de ser del relato es el emputecimiento, y cómo reacciona el cornudo ante ese evento inesperado.
Muchas gracias amigos por comentar!! Surgen buenas cosas del feed-back!
Este relato esta muy bueno. Me gusta como mezclas lo que le pasa al cornudo de benjamin con su esposa y lo que le pasaba con su mama. En mi punto de vista una de tus mejores series.
No me canso de leer los relatos. Esta es otra buenísima historia. Ansioso de leer la continuación.
Bendita serie, es tan rica (abundante) en tópicos, los comento mas tarde junto al "Alto Mando" con mi esposa, Para que autorice la plana. jeje
Por más que busque palabras para expresar lo que me hace sentir los relatos de RB, no las encontré, el motivo soy MUY estúpido.
La mejor forma que encontré, compararlo con una anécdota personal:
De chico mi madre nos daba de comer ensalada todos los días, “SOLO era lechuga” con limón. Pero a mí me gustaba.
El año pasado abrieron un restaurant (solo de ensaladas) y claro mi señora nos llevo, el paraíso” eran una mezcla de todo, (ingredientes) hasta ahora siempre que vamos probamos una nueva (cuando se puede $) nunca supe que las ensaladas podían saber así.
Lo mismo son los relatos de RB, yo NO conocía esta mezcla de factores (NO sé cómo decirlo) pero el resultado es genial.
El infantilismo es muy original.
Yo no había leído de él, u oído hablar de eso.
Helina, su paciencia me llega al corazón.
Esa mujer es ¡UNA SANTA!.
NO voy hablar del capítulo, porque creo que viene lo mejor.
¡Haaaa! qué diablos, ¡yo NO me aguanto!
1.-Me encanta como los vecinos la comienzan a “ACOSAR”.
Ese tipo de “ACORRALAMIENTO” a una mujer ¿Decente?, me calienta mucho que todos se consideren con derecho de metérsela, Uuuufffff!
(Por favor en “UN FUTURO”, escribe de una vecina muy acosada, que tan solo ponga un pie en la banqueta, todos los machos, se le echen encima)
2.- Lo que me escandaliza y encanta (me encanta más):
A).- Que Benjamín suplique; ¡Los vecinos NO! Uuuufffff!
B).- Que el tío, este contando “Dinero” que le de ella, ¿me intriga?
C).- Que la madre sea una PUTA, es tan uuufff!
D).- Que ella comenzó a confundirse en público, jaja que malo eres autor, pero también un genio, jaja un “GENIO MALVADO”
2.-Ya era severo, infantil frente al tío.
Pero al hacerla frente a todos.
Uuuufff!
La sacaste de jonrón.
3.-Los ¿Recuerdos? Me la ponen DURÍSIMA.
¡Todos! NO solo los de la madre?
Hablaras de ellos, ¡verdad!
“La ANGUSTIA” de Benjamín es una delicia.
"Perdón" por el retraso pero soy proletario y solo los fines de semana ahí tiempo.
quiero leer como el tio Ricardo las preña a las dos bien preñadas, para que le crezcan los cuenos y la homillación.
Me encanta el relato. Muy excitante como Helina ya no le importa que todos sepan que su macho es Ricardo. Por que en el edificio lo único que la detiene que se la enfiesten los vecinos es Ricardo. Ella está dispuesta a darle el culo a todo aquel que Ricardo quiera. Creo que el único cambio que haria en el relato es en la vestimenta de Hélina. Que usara el mismo vestido pero sin ropa interior. Por otro lado el recuerdo con los padres fue buenisimo. Abre una puerta para desarrollar una historia sobre esa parte de la vida de Benjamin.
EDGARIN / FEDERICO / MMRUJANO:
Gracias, amigos!! Aunque el primer Anexo es sobre el protagonista cuando pequeño, no hice nada más sobre la madre. Podría agregar algún anexo (aunque sea breve y si me dan los tiempos) porque ese subtema parece que prendió fuerte.
De todos modos en breve re publicaré buena parte de la serie INFANCIA SUBURBANA, que tuve que levantar en su momento, donde ESE es todo el tema (a mi juicio, mi mejor trabajo).
FEDERICO:
muchas gracias por tan elaborado (y sabroso, jaja) elogio.
Respecto de lo original del tópico, o del tipo de cuerno, la verdad es que no lo vi nunca por ahí. Es una idea que se me disparó viendo una sesión de porno interracial de Bang Bros, en la que la chica al principio tenía dos autitos de juguete, y luego un negro con una verga de 37x7 la destruye, jajaj. Evidentemente asocié autitos + negro pijudo= cuernos morbosos =P
ANÓNIMO:
lamento decirte que no van a quedar preñadas en esta miniserie, amigo. cada serie tiene sus tópicos, y el de éste es el infantilismo. Igual, cada tanto siempre aparecen historias con un embarazo (ERAMOS TAN POBRES es exclusivamente de eso)
Quizás podría hacer un anexo donde Ricardo por problemas de dinero decide montar una fiesta con los vecinos del edificio.
Rebelde, soy tu mayor fan y hay varios escritos que me encantaría concluir, este por ejemplo y quería saber, para obtenerlos debo comentar en cualquiera de las partes o específicamente en el primero?
hola, pierre. este relato está terminado. Te falta leer el capítulo 3, que está disponible en este mismo blog, sin ninguna restricción (lo encontrás en la columna de la derecha, bajo el título NOUVELES).
Además tenés los Anexos, que son historias aparte, por fuera dela continuidad de la historia principal, pero que aclara o complementa asuntos o cosas sueltas de los personajes.
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