LA CASA VIEJA EN EL ABASTO - III
(VERSIÓN 1.1)
Por Rebelde
Buey
8.
Lo que siguió fue un mes de locura total. Una guerra
caliente y extrema, con Rafael yendo cada vez más seguido a la casa del Abasto,
y con Virginia más y más emputecida, saliendo con cuanto tipo la invitara,
visitando tugurios siniestros y regresando borracha y semidesnuda casi todas
las noches.
Y fue una guerra fría en la propia casa, donde padre e
hija prácticamente no se hablaban, donde Virginia se vestía cada vez más zafada
para enrostrárselo a Rafael y donde ella —por supuesto— llevaba siempre un
hombre distinto a coger y gritar para su padre.
Lo de Rafael resulta más sencillo de explicar. Primero
iba al Abasto sólo los martes, sentía que Cristiano lo esperaba para que él lo
vaciara; aunque enseguida debió vaciar, además, y siempre, a algún amigo del
negro. Rafael aceptó esto sin condicionamientos: en esa casa y con Cristiano
adelante, él simplemente no podía decir “no”.
Luego de una pelea con Virginia, Rafael se sintió más
inseguro y comenzó a ir dos veces por semana y luego tres. Necesitaba entender
a su mujer, decía; y si su hija cumplía la amenaza de comenzar a visitar la
casa, él debía dejar de ir, por lo que triplicó las visitas para resolver sus
cosas más rápido.
Se preguntó varias veces cuánto había de necesidad de
comprender a su mujer, cuánto de fascinación por esos negros, y cuánto de
autoconocimiento personal. Es que cuando estaba allí, a la sola voluntad de esos
machos, Rafael se sentía liberado de todo: de ser padre, de ser jefe en la
oficina, de ser el que firmaba autorizaciones, el que pagaba las tarjetas de
crédito. ¡Dios, se liberaba de ser él mismo! Allí, en esas horas, él regalaba
su voluntad y con eso podía concentrarse solamente en sí, mientras se concentraba
en el placer de los otros.
Hubo una noche en que Cristiano no fue y Rafael se
sintió huérfano. Lo buscó por la casa, como siempre semivacía pero con algunas
habitaciones ocupadas: en dos o tres había uno o más negros sometiendo a alguna
mujer blanca, y en dos de esas habitaciones, el cornudo de la mujer se
masturbaba en solitario, agitado, sudoroso, patético.
La última habitación estaba vacía pero entraron dos
negros tras él. Rafael conocía a uno de ellos: Horus. Lo había vaciado con su
boca un par de veces por sugerencia de Cristiano. No le gustaba mucho a Rafael
ese negro, parecía prepotente, incluso un poco sádico. Pero era un negro, era
un macho, y debía respetarlo.
—Hola, María —lo saludó.
—Ho… hola… ¿No vino Cristiano, hoy…?
Un tercer negro entró a la habitación y bloqueó la
puerta. Era gigantesco, musculoso, todo un portento de macho. Rafael lo adivinó
de las notas del diario de su mujer. Debía ser “Chiquito”.
—Hoy Cristiano somos nosotros —Y se le cerraron para
manosearlo impunemente.
Hicieron que se desnudara y se vistiera con la ropa
interior de su mujer. Obediente, no por respeto sino por temor, Rafael acató de
inmediato, sintiéndose ultrajado por el manoseo y las palabras y risas jadeadas
de lascivia. Lo tiraron a la cama y le llenaron la boca de verga, que Rafael
debió tragar hasta ahogarse. Lo tomaban de sus cabellos y lo presionaban para
que tragara hasta la garganta, mientras se le reían. Le metieron una pija,
luego otra, y más de una vez no lo hacían a tiempo o se ponían ansiosos y le
metían una pija mientras todavía no sacaban la otra.
Rafael estaba temeroso, eran muchas pijas, todas
enormes, todas duras, todas bien de macho y para él solo. Por un momento se
sintió como imaginaba se debía sentir María y se le paró un poco el pitito.
Pero no estaba Cristiano. Cuando Chiquito sacó del pantalón su verga, que era
descomunalmente grande, Rafael se asustó. La verga fue a dar a su boca y tuvo
que largar las otras dos para metérsela. Los negros lo sometían, le pegaban
latigazos en la cara con sus pijas y le decían “putita”, y le sacudían la
cabeza de los pelos, para acompañar mejor cada mamada.
Uno de los negros se deslechó enseguida.
—Ahhhhhhhhhh síííííííííííí… —gimió como en un ruego, y
comenzó a mandarle lechazos directo a la garganta. Horus hundió la cabeza de Rafael
en la pija de su amigo y le tapó la nariz para que tragara sí o sí toda la
leche. Rafael tosió y tragó.
—Ahora la cola —pidió Chiquito. Los ojos del cornudo
se sobresaltaron con espanto.
—¡¡¡No!!! ¡La tengo virgen!
Los negros se rieron.
—¡En serio! Cristiano recién empieza a trabajarla. Me
dijo que en cualquier momento…
Los negros no le creyeron. Lo tomaron de los hombros y
lo tiraron boca abajo contra el colchón. Rafael sintió terror.
—Por favor, no me hagan nada… Soy virgen… Esta cola es
de Cristiano…
Horus le arrancó la tanguita que Rafael llevaba enterraba
y le abrió las nalgas como si fuera un pedazo de bofe. Estiraron los cachetes y
el cuerito del ano quedó expuesto.
—¡Es cierto! —anunció Chiquito, decepcionado.
Rafael temblaba y sollozaba como una nena.
—¡Me lo va a hacer Cristiano! Por favor… ¡Snifff…! ¡Está
reservado para él!
Horus rugió, furioso:
—¡Ya lo sé, cornudo! —Lo volvieron a la posición
original de un empujón, que fue casi un golpe—. Decile que te lo rompa rápido,
porque si estás en esta casa es para complacernos en lo que queramos…
—S… sí, Señor…
Rafael no terminaba de sollozar.
—Ahora abrí la boca que todavía tenemos que
deslecharnos Chiquito y yo…
—Sí, sí, Señoggghhhfffffggggg… ggghhhhhhfffff…
gghffffffhhhhggg….
Cristiano comenzó a trabajarle la cola a la noche
siguiente.
Los otros negros no le habían contado nada de lo
sucedido, por lo que quedó en manos de Rafael anoticiarlo. Se lo pidió apenas
estuvieron solos en la habitación. Rafael llevaba puesto zapatitos con taco, zoquetitos,
bombachita blanca con un portaligas, y la pijita bien tirada hacia atrás, como
su macho le había enseñado. La luz era poca, y Cristiano se le acercó por la
espalda.
—Cristiano… Señor…. Lo del portaligas es demasiado… Me
siento… Esto es algo bizarro… Yo no soy femenino como otros…
—Eso ya lo vamos a arreglar con el tiempo…
Rafael temblequeó un poco. La firmeza de las manos del
negro tomándolo por un hombro y sobándole las caderas lo amedrentaba. Estaba en
un feo dilema: no se sentía ni quería ser más femenino, pero sabía que tampoco
iba a contradecir a su macho.
—Es que no me siento cómodo y...
—¡Shhht! Calladita, María… Y pará más la cola.
Cristiano le pegó una nalgadita cariñosa.
—S… sí, Señor.
—Veo que te depilaste como te pedí… Me gusta… Sos más
femenina así…
—Me alegra… complacerlo en todo lo que me sea posible,
Señor.
Rafael sintió la mano del negro bajando y vulnerando
la bombachita. Recorrer con lentitud la raya de la cola y buscar el plug anal
que el mismo negro le había colocado tiempo atrás.
—Antes que te vayas haceme acordar que tenemos que
hablar de tu pelo, ¿sí? Quiero que te lo dejes más largo y te lo planches…
—S… Sí, Señor… yo… Tengo algo que pedirle, Señor…
—Decime…
Cristiano tiró del plug hacia afuera sin violencia
pero con mucha determinación.
—Ayer… Otros machos… ¡Ahhhhhhhg…!
—Sí, María…
Rafael estaba transpirando por el esfuerzo de su recto
al abrirse y liberar el plug. A la vez fue como si un soplo de aire fresco lo
aliviara. Ya se había acostumbrado al plug de modo que al quitárselo, su cuerpo
rememoró el dolor.
—Ayer vine y otros dos machos quisieron… usarme, Señor…
Usar mi cola… “su” cola…
—Entiendo —Cristiano dobló a Rafael hacia adelante y
le corrió la tanguita. La cola de Rafael quedó abierta y en punta, donde se
reveló un agujero notoriamente agrandado, un ancho pozo hacia todo tipo de
posibilidades—. Qué buena dilatación tenés, María… Voy a hacer que acá te entre
cualquier cosa… Cualquier cosa…
A Rafael se le puso la piel de gallina.
—Quisiera… Señor, yo quiero que usted me prepare… Que la
haga suya… No quisiera… no quiero que otro macho… Ese derecho es suyo, Señor,
por ser el macho de mi esposa…
—No te hagas problemas… Hoy te hago mía…
Cristiano sacó de algún lado otro plug, más grande que
el anterior, negro y flexible. Tenía una manguerita conectada al extremo y una
bomba manual para inflarlo.
—Señor… Confío en que me tratará con respeto y
cuidado… —dijo Rafael mirando el aparatito que ya Cristiano maniobraba hacia él.
—No te preocupes, cornudo, te voy a romper el culo con
mucho respeto y con todo cuidado.
Cristiano le colocó el plug no sin pocos problemas. Si
bien Rafael estaba ya muy estirado por usar el dilatador, este nuevo plug era
bastante más grande. Es que muchas de las pijas de los negros eran tremendas,
monumentales, monstruosas en algunos casos. Cristiano prefería prevenir.
Lubricó el plug. Y también el ano del pobre Rafael.
Un buen rato lubricó y trabajó a su putita. El plug se
resistía a entrar, aunque Cristiano empujaba cada vez más fuerte. Acariciaba el
cuello de Rafael pidiéndole que se relaje, pero no era sencillo. Insistió, presionó,
volvió a insistir y de a poco fue entrando.
—¡Ahhhhhhhhhh…! —gritó Rafael con el nuevo tapón por
completo adentro.
—¿Estás feliz, María? —preguntó Cristiano con maldad—.
Yo sí.
Rafael, con los ojos llenos de lágrimas y el culo
ardido hasta el infierno, moqueando, respondió sumiso:
—S… sí, Señor Cristiano… Entonces estoy feliz yo
también…
—Putita… —dijo Cristiano sonriendo con cierta ternura,
y comenzó a inflar el plug anal.
Demoró el negro
en hacerle la cola. Tres horas largas en las que tuvo que ser paciente,
recomenzar más de una vez, acariciarlo, hablarle, retarlo. Primero dejó que
Rafael fuera solito a buscarle la pija para mamarla como un cornudo obediente.
Cada vez se la chupaba mejor, estaba aprendiendo. Lo tomaba de los cabellos, le
manoseaba el culo y le estiraba la tanguita entre las nalgas, siempre que podía.
A veces lograba puertearle el ano con sus dedos, o inflaba más el plug, o lo
desinflaba para volverlo a inflar.
Cuando Cristiano notó que Rafael estaba razonablemente
caliente, lo tomó de los cabellos y le sacó la verga de la boca y se la refregó
por toda la cara. La baba y el sudor del cornudo le daban un brillo de
desesperado que al negro lo envalentonó.
—Ahora vas a empezar a ser mi putita…
—No… No quiero que me duela mucho, Señor…
—Mirá esta pija, bonita. ¡Claro que te va a doler…!
Cristiano acomodó a su putita boca abajo y luego le
quitó lentamente la bombachita, con suavidad. Sonrió cuando vio las nalguitas
temblequear en silencio. Le hizo levantar la cola, le quitó por fin el plug
inflable y puso tres almohadones debajo, para que la cola le quede bien arriba
y parada. Comenzó a manosearlo y acariciar y humectar con su saliva el orificio
virgen de Rafael. Estuvo así un buen rato hasta que su víctima se relajó. Ahí
clavó los dos primeros dedos, ensalivados. De a poco. Con paciencia. Para que
entrara su enorme verga tenía que dilatarlo con varios dedos y por un buen
rato.
Entonces Cristiano fue a treparse sobre la cola
abierta y entregada del cornudo. Y clavó pija.
—¡¡¡¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh…!!!!!!
Solo la puntita.
—¡¡¡Me dueleeeee!!!
—Ya sé, bonita, ya sé…. Relajate, ya pasa…
—¡Me re duele! ¿Ya me la metió toda?
Cristiano rió por la simpática ocurrencia.
—Ni siquiera la cabeza completa.
Rafael, apesadumbrado, se desinfló. Cristiano
aprovechó ese segundo de relajación para clavar el resto de a cabeza.
—¡¡Ahhhhhhhhhh!!! ¡¡¡Madre de Dios!!!!
—Ya está, chiquita, ya está… ¡Ya pasó lo peor!
—Con todo el respeto que le pueda tener, Señor… ¡Me
está matando, Señor!
—Shhht, María. ¡Shhhht…! ¿Te la aguantás, María? No me
decepciones…
Rafael no quería decepcionarlo. No lo iba a
decepcionar. Negó con la cabeza enterrada en la almohada para que Cristiano no
se amilanara con sus gritos de dolor.
—Aguanto, sí… ¡Aguanto todo lo que Usted me entierre!
Cristiano comenzó a hamacar la cabecita dentro del ano
de Rafael. Solo la cabecita.
—Así me gusta. Vas a ser una buena hembrita en esta
casa…
Otra clavada profunda y fueron adentro unos
centímetros más de pija.
—¡¡¡Ahhhhhhhhh…!!!
—Aguantate, putita.
—Síiihhh… Sí, Señor… Aguanto… Aguanto… ¡¡¡Diossss,
duele muchísimo!
—Aguantate que te la quiero mandar un poco más a
fondo…
Cristiano, sonriendo, bajó la vista a esa colita en
punta. Su verga negra y gruesísima parecía un tapón metido a presión. Daba la
sensación de que no iba a entrar más. De que no podía haber entrado siquiera
eso. Escupió sobre el ano estirado por su pija y volvió a clavar con fuerza.
—¡¡¡Ahhhhhhhhhhhh…!!!!!!
—Así, putita, así… ¡Muy bien!
—¡¡¡¡Ahhhhhhhh…!!! ¡¡Por favor, Señor, sáquemelá!!
—Aguantá, putita…. Aguantá que te está entrando bien… —y
comenzó a bombearlo lentamente, para que Rafael se fuera acostumbrando.
— ¡Por favor, Señor, no aguanto más! ¡Me está
partiendo!
—¡No importa, María! ¡Tu dolor no importa! Lo que
importa es que a mí me está gustando… Ahí va otro centímetro… ¡Sentime!
Y otra vez la cadera de Cristiano empujó para adelante
con todo su peso. La verga entró un poco más.
—¡¡¡Ahhhhhhhhhh…!! ¡Por Diosssssssssss…!!
——Así… Muy bien, bonita… muy bien… Ya tenés media pija
adentro… Media pija del macho de tu mujer, bien adentro…
—¡Piedad, Señor! Se lo suplico, no me la meta más! Me
está desgarrando el culo por el amor de Diosss!!
—Te estoy haciendo mía, cornudo…. Me estoy convirtiendo
en tu macho, ¿entendés? ¿Sentís cómo te entierro verga? ¿Sentís cómo me estoy
convirtiendo en tu macho?
¿Cómo no sentir esa verga terrible? Media hora después
Rafael tenía la pija de Cristiano clavada hasta la base, sus lágrimas en la
almohada la habían dejado empapada, y la sangre sobre las sábanas no alcanzaban
a representar todo el dolor que había soportado. Cristiano se hamacaba sobre él,
bufando y hablando, y Rafael sentía el culo como anestesiado, solo percibía el
choque del negro contra su cola y sus enormes huevos pegarle abajo una y otra
vez. Hasta que el negro comenzó a agitarse como cada vez que le iba a acabar, y
ahí Rafael recuperó sus sentidos. Su ano, ardiendo, recibió el bálsamo de la
leche tibia, y su corazón, su alma, todo su cuerpo se inflaron de orgullo
mientras el negro le vaciaba dos litros de leche en sus entrañas. Rafael no
podía estar más dolorido y feliz a un tiempo. Por fin estaba sabiendo lo que
sentía su esposa. Por fin estaba sintiendo toda esa pija por completo adentro,
y toda esa leche invadirlo por dentro y desparramarse por fuera, por la
comisura de su agujerito estirado como el de una puta de la calle. Cristiano
estuvo bombeándolo sin parar de acabar como dos minutos más.
Hasta que se desplomó sobre él, gimiéndole:
—Putita…
Desde esa noche la vida de Rafael no pudo hacer otra
cosa que acelerarse. Lo obligaron a ir todos los días, vestido con las ropas íntimas
de María. Los negros comenzaron a usarlo indiscriminadamente. Primero en
presencia de Cristiano, que ostentaba una suerte de potestad sobre el pobre
cornudo; pero en la primera oportunidad que el dueño se ausentó, los otros
negros comenzaron a abusar de Rafael de todas las maneras posibles. Se hacían
chupar las pijas, por supuesto, pero solo para que se les parara bien. Apenas
la tenían dura iban a llenarle el culo de verga. Cuando se lo cogían entre dos
o tres, Rafael siempre tenía una pija en la boca, y los negros se iban
deslechando en su cola uno tras otro. Lo sometían. Lo abusaban. Algunos también
lo escupían o lo golpeaban, y Rafael aceptaba todo con una sumisión inexplicable.
Era habitual que lo retuvieran toda la noche para
seguir usándolo. En oportunidades, incluso hasta en algunas mañanas. Un día lo
hicieron vestir de mucamita francesa y desde ese día lo obligaron a hacer todas
las tareas domésticas de la casa. Rafael debía limpiar baños, llevar tragos a
los negros o a las mujeres que usaban, hacer las camas, etc. Cada vez que
entraba a una habitación donde los negros se estaban enfiestando a una mujer,
rogaba por no encontrarse a Virginia o a alguna amiga de María. Y en cualquier
momento y rincón de la casa, a la sola petición de cualquier negro, Rafael era
tomado generalmente de los pelos, hincado de rodillas y clavado de verga hasta
la base, sin misericordia, para vaciarse de leche en el lugar y al instante. Y lo
hacían muy seguido. Bueno, todo el tiempo.
Fueron días de locura total, donde Rafael agradeció
estar distanciado de su hija. Si hubieran tenido un diálogo medianamente
normal, no habría podido explicar muchas cosas de su vida en esos días.
En cambio lo de Virginia era al revés. Hacía lo
posible para que Rafael se enterara de las locuras que estaba haciendo. Despechada,
decidió mostrarle que podía ser tan puta como su madre. Si a él le gustaban
putas, entonces se iba a enamorar de ella.
En el fondo, era también una competencia a destiempo
contra su madre, de quien siempre había creído que era una mujer fiel y decente
(más allá de una “tontería” cuando sus padres eran novios, y que ella
descubriera hacía unos años), creencia que había regido su camino, y en el que
confió durante toda su vida, solo para descubrir ahora que todo era una gran
mentira, una fachada para cubrir la traición, la lujuria desbordada, el
egoísmo. No odiaba a su madre, pero sentía la necesidad de desafiarla; de
castigarla, incluso. Tener esa doble vida en la casa vieja del Abasto no solo
era una traición a Rafael, también lo era hacia ella.
A la belleza que le dio la naturaleza, solo le faltaba
determinación para ir por todo. Virginia era hermosa y lo sabía. Era delgada,
de piel morena y cola apenas ancha y bien redondeada, y muy buena cintura. No tenía pechos enormes
pero estaban mucho más que bien, y armonizaban con su cuerpo a la perfección.
El cabello era muy negro y abundante, algo rizado. A golpe de vista parecía de origen
árabe, pero al tenerla cerca se la descubría latina y de ojos y labios mulatos.
Virginia arrasó desde el minuto uno. En su trabajo todos
siempre le habían querido dar. En la facultad, también. Y en el gimnasio. Y en
el boliche. Y en… Desde “aceptables” para arriba, le dijo “sí” a todos los que
le estaban atrás. Le dio a cada hombre el teléfono de su casa y les dijo que si
ella no estaba le dejaran el mensaje a Rafael. Así que desde ese día comenzaron
los llamados. Primero Rafael se alegró: le parecía bien que su hija retomara su
vida social, así de paso se olvidaba de él. Pero para la noche ya no opinaba
igual. Le habían dejado mensajes cinco tipos, todos con claras intenciones de
joda. Por otro lado, la había escuchado a su hija hablar con uno de ellos, y no
le gustó lo que escuchó. Y luego la oyó hablar con una amiga. Hablar de
“machos”.
Al día siguiente Virginia comenzó a traerse tipos a la
casa. Así nomás. Y a cogérselos en la habitación de ella mientras Rafael
trataba de dormir. Era una tortura. Primero le daba rabia porque sabía que lo
hacía para castigarlo, pero cuando fueron pasando los días y los machos
cambiaban, y cuando los gemidos y gritos de los orgasmos de su hija no lo
dejaban dormir, Rafael comenzó a sentirse mal, angustiado, un poco deprimido y…
algo celoso.
—¿Te parece actuar así? —Rafael aprovechó uno de los
pocos desayunos en la que pudo cruzar a su hija en la casa—. ¡Parecés una puta!
—¡Vos fuiste el que no quiso que me quedara con vos!
¡Ahora no te quejes si tomo otras opciones!
—¡No son opciones, estás cogiéndote a todos esos tipos
para joderme a mí!
—Como si te importara mucho…
—¡No me gusta ver a mi hija convertida en una puta!
¡Ni siquiera disfrutás de serlo, como lo disfrutaba tu madre!
Un destello de revancha llameó en los ojos de Virginia.
Iba a decir algo pero no encontró palabras, solo una sensación de impotencia
como hacía rato no experimentaba.
—¿Qué sabés? ¿¡Qué sabés lo que disfruto o no disfruto?!
—¿Hasta en eso le iba a ganar la perra puta de su madre?— Hoy voy a ir a un
boliche swinger, Rafael… Me voy a hacer coger por todos los tipos que estén
ahí. Por todos, ¿entendés?
—¡Virginia, no me hables así, no me cuentes tus
porquerías!
—Te dije que iba a ser más puta que mamá. Te lo dije,
¿no? ¡En esta semana ya me acosté con doce hombres!
—¡No me interesa tu vida sexual! ¿Qué te pasa? ¡Además,
ya te dije que no quiero volver a hablar sobre lo que pasó la noche de la
tormenta!
—En el boliche swinger va a haber como doscientos
tipos… ¡y me los voy a coger a todos!
—¡Cortala, Virginia! ¿Te creés que eso te va a hacer
más mujer?
—¡Me va a ser más puta!
—¡Te va a hacer más patética!
¿Qué sucedía? Rafael debería estar muriéndose de celos
ahora mismo y hacer algo con ella. Pero en cambio, estaba haciéndola quedar
como una chiquilina estúpida.
—No pensás lo mismo de mamá —dijo por fin, sacando su
último as de triunfo… o de desesperación—. ¡Y mamá se cogió a muchos más de
doscientos! ¿Los contaste?
—¡Virginia!
—Yo los conté, Rafael. Me tomé el trabajo de contar
cada uno de los machos que se pasaron a mamá por la pija… ¿Querés que te diga
cuántos fueron?
—¡Virginia, te prohíbo que vuelvas a hablar así de tu madre!
—Rafael estaba confundido. Sinceramente, ya no le importaba lo que dijera de su
madre, al fin y al cabo ella tenía razón: era una puta de mierda. Y él ya no la
disfrutaría. Además, y esto era lo que más le dolía, María no se merecía que él
disfrutara de sus aventuras. Virginia en cambio era tan distinta en sus
semejanzas— ¡Y te prohíbo que vayas a ese boliche!
—Voy a ir, Rafael. Si querés que no me cojan los
doscientos tipos, venite al boliche y sacámelos de encima. Sacámelos de encima
como habrías hecho con mamá si hubieras sabido de lo cornudo que te hacía. Andá
a rescatarme y yo me voy con vos.
—No voy a entrar en tus jueguitos de manipulación,
¿entendés? ¡No voy a ir!
Pero Rafael fue. A Virginia le resultó sencillo y
divertido esquivarlo durante la primera parte de la noche. En un boliche, un
tipo buscando a alguien se nota como un albino triste en un pelotero de chicos.
Virginia ya (o recién) se había hecho garchar por ocho o nueve cuando su padre
la encontró. Estaba arrodillada en un camastro enorme forrado en cuero,
chupando una pija y recibiendo verga por detrás. Rafael la identificó enseguida
por el cabello y el color de la piel. Aunque la primera impresión, la del
instante inicial, fue de sorpresa por el cuerpazo de esa mujer, con su cola
perfecta recibiendo pija, con las medias y portaligas a mitad de muslo, hasta
que enseguida recordó o se dio cuenta que era su hija. No le gustó lo que vio
alrededor: una jauría en círculo de hombres de toda edad y calaña rodeaban a su
hija. Una veintena de tipos blandiendo y sobándose las pijas que ya estaban al
palo. No le gustaba, pero saber que todos esos hombres estaban allí esperando
su turno de gozar a su pequeña por su belleza, de alguna manera lo enorgulleció.
Se repuso de ese impulso enfermo y animal. Se abrió
paso entre pijas paradas y manoseadas y llegó hasta su hija y la tomó de un
brazo, mientras ella seguía chupando pija.
—¡Virginia, vamos!
La veintena de tipos abusivos lo miraron con cara de
pocos amigos.
—¡Ey, suéltela! ¿Qué le pasa? —intervino un grandote
medio gordo y de gesto oscuro.
Virginia se quitó por un segundo la verga que estaba
chupando. La baba se estiró desde el glande hasta sus labios cuando dijo:
—¡Dejame, Rafael!
Rafael vio cómo el hijo de mil putas que se hacía mamar
la pija la tomó de la cabeza y la forzó a seguir chupando.
—Mi amor, te lo pido por lo que más quieras, dejá de
hacer esto.
El grandote se iba a acercar a Rafael cuando otro lo
detuvo del brazo.
—Debe ser el cornudo…
En ese momento el que le estaba dando de atrás a su
hija comenzó a gritar y putear, y a sacudirse como un gorila dentro de la
conchita.
—¡¡Me voy, negra!! ¡Te lleno de leche, puta hermosa!
Te lleno…
Rafael miró con horror cómo un pelado cincuentón, un
tipo cualquiera, comenzaba a deslecharse dentro de su nenita como si tal cosa,
y el horror se duplicó al sentir un viejo y olvidado hormigueo en su bajo
vientre.
—Virginia, me prometiste que si yo venía…
Virginia no dejaba de chupar pija, aunque cada tanto
giraba unos centímetros su cabeza para mirar a su padre. Cuando el de atrás
terminó de acabar, cuando sus convulsiones fueron más lentas y ya bufaba como
un toro herido en la arena, quizá anticipando problemas o viendo que la cosa se
ponía medio rara, un par de machos comenzaron a discutir por ser el próximo en
cogérsela. Ganó el grandote gordo, seguramente porque metía más miedo.
El grandote se fue a poner detrás de Virginia y ojeó a
Rafael con mala cara, como advirtiéndole que se dejara de joder mientras él se
garchaba a la nena.
—Te hago caso con una condición… —anunció Virginia,
sonriendo y girando su rostro sin dejar de pajear la pija sobre su boca.
El grandote de atrás esgrimió una verga gruesa y
retacona y pinceló con su cabeza y los jugos de Virginia toda la raya de la
cola y de la concha. Y clavó de golpe, tan profundo y tan violento que Virginia
solo pudo gritar de placer.
—¡Uhhhhhhhhhhsssssíííííí…!
Rafael no podía más. Odiaba ese lugar. Odiaba a esa
veintena de chacales, a ese gordo asqueroso y a su propia erección.
—¿Qué condición? ¿Qué carajo querés ahora?
Virginia se hamacaba al ritmo de las estocadas del
grandote, pija adentro, pija afuera, pija adentro, pija afuera...
—Que me lleves a la Casa del Abasto... como tu novia.
—¿Qué? ¿Estás loca?
—¡Entonces me quedo!
—¡No seas chiquilina! ¡Me prometiste que si yo venía a
buscarte vos te venías conmigo!
—Entonces tratame como tu novia, ahora mismo.
Rafael estaba furioso y confundido. Su pija cada vez
más parada no lo dejaba pensar con claridad, aunque se daba cuenta que su hija
lo estaba manipulando. Su propia hija, la que recibía con una sonrisa el
anuncio del tipo anodino al que estaba chupándole la verga.
—Me voy, bebé… te acabo toda la boquita, preparate…
Rafael no podía creerlo. El tipo tomó a su hija de los
pelos, no con posesividad ni con morbo, como lo hacía Cristiano, sino más bien
para apoyarse en ella mientras se le aflojaban las piernas al comenzar a
acabar. ¡Carajo! ¿Por qué pensaba en Cristiano justo ahora? Virginia aceleró la
paja sobre la verga y en un instante ese tipo cualquiera comenzó a acabarle en
la boca. Virginia llenó el buche, el tipo gritaba y se sacudía en su boca.
Rafael vio claramente cómo la garganta de su hija se reacomodaba para que
pasara la leche que le mandaba el desconocido.
—¡Sí, bebé, te la tragás toda…! Bebé, sos un sueño… Tragá,
bebé, tragá, así… así…
Sin ninguna razón aparente, Rafael se descubrió pensando
cómo se vería Virginia clavada hasta la base por ese animal que ya le había
cogido a su mujer, llamado Cristiano.
—No puedo hacerlo —volvió a la realidad Rafael. Miró alrededor,
a la orgía de hijos de mil putas esperando cogerse a su hijita. Increíblemente sintió
una vergüenza absurda y fuera de lugar: vergüenza de reconocer delante de
extraños que esa puta, ese pedazo de carne que se dejaba usar como una muñeca
inflable, era su hija. Entonces se le acercó y le murmuró al oído:— ¡Sos mi
hija!
Virginia había tragado el último lechazo y retirado la
pija de su boca para responderle a su padre. Sin embargo los últimos chorros de
la acabada del desconocido aun no habían salido y fueron a darle en la cara.
—¡O jugamos a “la mamá y el papá”, o no me voy!
El tipo
cualquiera se retiró empujado por la horda y otro ocupó su lugar. Un viejo que
parecía tener cien años, sonriente como un preso con visita sanitaria, sacó una
pija flaca y arrugada. Y se la zampó a la putita en la boca, que no ofreció
resistencia ninguna.
—Vamos a casa, mi amor… —Rafael no sabía qué decir—.
Vamos a casa a dormir juntos como novios…
Quizá porque lo escuchó, quizá porque sí, el grandote
de atrás, que no paraba de bombear a su hija, lo amenazó:
—Si te llevás a tu novia de acá te rompo la cara,
¿mentendés? ¡Dejala hasta que me la coja o te sacan en ambulancia!
Rafael se estremeció. Cristiano jamás hubiese hablado
así.
—¡Virginia, esto se está yendo al carajo…! —Rafael
miraba a un lado y otro de su hija, el grandote cogiéndosela como si fuera
suya, y el viejo de adelante haciéndose chupar la pija como si fuera una puta—.
Mi amorcito…
Entonces Virginia se posesionó.
—¡Callate, cornudoohh…! ¡Callate y mirá bien cómo se
gozan a tu noviecita!
—¡Virginia!
—¡Mirá y aprendé, cornudo! ¡Así se garcha a una mujer!
¡Así me tenés que hacer cuando me cojas de una vez por todas!
—¡Esto es demasiado! ¡Cuando lleguemos a casa vamos a
hablar!
—¡Síiiiiii …! ¿De marido a mujer…?
Rafael vio el gesto de su hija y se asustó. Un gesto
de perra en celo, de hembra emputecida, como si de repente ella hubiese
descubierto en su propio cuerpo todo un contenido explosivo de pasión, de
lujuria, de morbo, que la potenciaba al mil por ciento. Jamás había visto a
María con un aire semejante.
—De… de… —dudó. Sabía lo que ella quería escuchar. No
supo hasta que pronunció aquello, lo que él quería decir—. Está bien, de marido
a mujer…
—¡Sííííííííííííííííííí! —Lo que expresó Virginia con
ese “sí”, tan de nena y tan de mujer a la vez, se le antojó a Rafael como el
más puro amor que le había visto expresar, salvo cuando era una nena de verdad.
Lo que siguió, en cambio, no fue amor puro. Fue puro
morbo.
—¡Abrime la cola, mi amor! ¡Abrime para que me la
entierren a fondo!
—Por favor Virginia…
Ella giró su rostro y lo miró con furia, como advirtiéndole
que no le arruine ese momento.
—¡Abrime o no vuelvo a casa nunca más!
Rafael bajó la vista, su hija tenía razón. Estaba
arrodillado a un lado de ella, de modo que solo tuvo que girar hacia su cola.
El grandote le estaba dando maza como un obrero de calle con su martillo
neumático. La tenía tomada de las ancas y la perforaba con intensidad, casi con
maldad.
—¿Qué querés, cuerno? —preguntó.
—Mi novia quiere que te ayude…
No explicó más, fue a agarrar a su hija de las nalgas,
por lo que tuvo que estirarse un poco para tomar la que tenía más alejada. Lo
primero que sorprendió a Rafael fue lo suave y cálida que le resultó la piel de
la cola de su hija, pero más sorprendente aun fue la naturalidad con la que sus
pieles se encontraron. El ruido de su hija jadeando y gimiendo de disfrute, y
el murmullo animal de la horda de pajeros era un marco bizarro y anormal; y en
medio de eso, el encuentro de las dos pieles, de las dos humanidades tan
conectadas en tantos planos excepto en el sexual, fue para Rafael una
revelación maravillosa.
Abrió más, bien abajo, separando los cachetitos para
que la verga del grandote clave más profundamente. Sintió vibrar el cuerpo de
ella cuando su hija gimió sonoramente por esta acción, por su acción, mostrándole
cuánto disfrutaba de su pequeño tributo y rendición.
—¡Ahhhhhh…! ¡Sí, Rafael, sí…!! ¡Asíiiiii…! ¡Uuuhhh…!
El grandote aceleró la embestida, sonreía con sadismo
y cada empujón era más fuerte, y así Virginia se desacoplaba. Rafael agradeció íntimamente
esas sacudidas, le garantizaban volver a abrir las nalguitas de su hija una y
otra vez, y volver a manosear esa piel cálida y exquisita.
Adelante, el viejo de cien años ya había sido reemplazado
y otro más le tiraba la leche en la cara a su nenita mimada. El grandote
comenzó a convulsionarse para acabar.
Virginia giró con intención de ver a su padre sucumbir
ante ella, y él giró para mirarla. Ver a Rafael como un cornudo, como el
cornudo que no había logrado ser con la estúpida egoísta de su madre, le
disparó el primer orgasmo morboso y torturado de su vida. Y en el medio de ese
orgasmo que le venía lento y silencioso, en medio de ese cruce de miradas tan
nuevas, Virginia tubo un segundo de paz, un segundo de intimidad con Rafael, y una
hinchazón le vino al pecho desde lo profundo de su alma.
—Te amo, Rafael… Te amo… —dijo Virginia, y comenzó a
acabar.
Y el grandote:
—Te la enlecho, cornudo. ¡Abrimela más que te hago un
hijo!
El grandote comenzó a acabar como un preso. La sacudía
con estocadas violentas, la empujaba, la chocaba y Rafael debía sostener la humanidad
de su hija para que no se desplomara y siguiera recibiendo pija.
—Te amo te amo te amo… —murmuraba ya sin voz Virginia,
la cara enchastrada de los últimos lechazos de las pijas que había chupado.
—Así, cuerno, sí… Abrímela así, así… ¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhh…!!!
Y Rafael, que a esa altura ya no sabía qué era él, ni qué
era su hija, ni qué era lo que estaban haciendo, sentía su pijita explotarle en
el pantalón. Le dolía de estar tan apretada y le dolían los huevos de retener
tanto morbo y tantos polvos.
El grandote empezó a acabar como un caballo, cada sacudida
era un gemido desesperado, un chorro de leche directo a los confines de su
hija, y cada lechazo iba acompañado de un espasmo, de un estremecimiento en
todo el cuerpo de Virginia, que Rafael sentía en sus manos, y que debía menguar.
Era una locura. Todo aquello, toda ese lugar, toda esa
noche era una locura. Su hija estaba loca. Él estaba loco. Y en medio de esa
locura, con la tanguita casi por las rodillas, con la cola roja de haber sido magreada
por diez tipos mientras la bombeaban, con el rostro y los cabellos revueltos y
salpicados de lechazos, con la cara desencajada y el corazón hecho una
efervescencia de amor y triunfo, Virginia, su dulce, tierna y pequeña hijita Virginia
giró hacia él, hacia su padre; sonrió, no como una hija sino como una mujer
llena de amor y, suavemente y despacio, le dio a Rafael un primero beso en la
boca, el primero de todos. Un beso salado, lleno de otros, un beso que la llevó
a ella al cielo y a él a las profundidades más oscuras del miedo y de la incertidumbre,
porque ahí, en medio de esa locura, el beso era el cielo y el infierno en un
mismo lugar.
¿Y acaso donde se tocan el cielo y el infierno… no es el paraíso?
FIN de la Tercera Parte (Finaliza en la Cuarta Parte) —249.623
CUARTA PARTE (Y FINAL):
28 COMENTAR ACÁ:
FELIZ AÑO COMPAÑERO
Espero poder seguir leyendote un año mas estos relatos que nos regalas cada 15 dias.
excelente relato felicitaciones Rebelde
espero fervientemente el proximo capitulo
feliz 2013
Tremendo regalo de año nuevo, muy bueno este relato, el mejor de la serie hasta ahora, ojala se alargue la serie porque los personajes son muy buenos. Me gusta como la hija da la oportunidad al padre de ser el cornudo consiente que no pudo ser con la puta de la madre, ojala esa relacion padre - hija/novia se desarrolle mas.
Hielo Negro
Luizer: Feliz Año nuevo REBelde! espero on ansias el 15 de enero por el relato.... :D
Qué hermosa puta Virginia, hacerse enfiestar por varios machos de cualquier edad en un cogedero. Veamos ahora lo que le espera cuando tenga que visitar la casa de los negros.
Saludos rebeldes.
HARI, CHRIS, LUIZER y a todos!!:
Feliz año para ustedes también!! La idea es continuar con dos relatos mensuales, aunque este año se supone voy a tener más actividad personal, que posiblemente me quite bastante tiempo (veremos cómo se desarrollan las cosas)
HIELO NEGRO / LICURGO:
uy! estoy en problemas!! la mini serie terminaría en el próximo relato y no incluye a Virginia en la casa de los negros. Ese es el plan original y el final más lógico de la historia que se cuenta. espero q no se sientan defraudados, creo que cuando lean cómo termina la historia van a entender por qué no agrega mucho.
aunque si los lectores se quedan con muchas ganas de ver a Virginia y Rafael en la casa con los negros, siempre se puede hacer más adelante un "anexo" ;·)
uff tremendo relato amigo. has sabido llevar a rafael al terreno dondde virginia lo queria tener de una manera estupenda.
Gracias por estos buenos momentos.
saludos
Creo realmente que virginia no tiene que ir con Rafael a la casa del abasto ,considero que ella hace esto precisamente para alejar a rafael de ese lugar que es el pasado que lo encadena a su esposa muerta y la mision y anelo de virginia es darle una esperanza y un futuro a rafael.
PEPECORUNDO:
hmmmm... no sé si es exactamente ahí donde virginia lo quería tener, o donde pudo tenerlo.
CHRIS:
coincido con vos. creo que si se relata a virginia en la casa del abasto no va a agregar nada a esta historia, ya que en realidad pasa por otro lado.
igual que el diario de la madre, la casa del abasto es solo una excusa, la punta de un iceberg de una relación que había permanecido escondida y latente.
Guauuuuu amigo que decir de esta obra maestra, si el capitulo 2 me dejo al palo que decir del 3, es fantastica esa combinacion que haces de, cuernos, recuerdos, interracial, humillacion, sumision, voyeurismo, sexo entre hombres y mucho morbo, todo combinado magistralmente, si tu Rebelde tenias dudas de que esta saga nos gustara madre mia que exito formidable, cada dia me sorprendes mas, me alegro que venga una cuarta parte y la verdad tal vez tengas razon y quede mejor que se termine ahi.
Un morbaso leerte amigo y todo el exito para ti en este 2013.
VM
www.vikingomiron.blogspot.com
Ahhhhhh me olvidaba formidable las cartas navidenas de las esposas putas jaja gran idea y un placer ver que dedo al camion 3 viene en camino esa saga me encanta!!
VM
www.vikingomiron.blogspot.com
Un giro espectacular a la trama...que la hija le pida al padre que finja ser su marido, me ha parecido muy interesante. El cornudo vuelve a serlo a pesar de viudo...jeje...tu capacidad de crear giros es digna de aplauso. El desvirgamiento del cornudo me ha dado muchisimo morbo y como esta ya tomalmente sometido a su negro e. En este relato has logrado unir dos ambientes morbosos distintos y la verdad es que has logrado un buen maridaje...jeje. Gracias
Este relato tomo un giro inesperado al trasnformar su cornudes de marido a pasar a ser el cornudo de la propia hija, espero el final con un encuentro incestuoso plagado de mas cuernos y sumisiín, fabuloso.
VIKINGO:
ciertamente se han mezclado en este relato como muchos sub temas. no me había dado cuenta hasta que lo mencionaste, jajaj!
Por cierto, Dedo al Camión 3 no es que continúa, sino más bien que ese capítulo 3, que primero fue publicado y luego "lo levanté", está en la lista de espera como un "comodín" por si una quincena no llego con el relato prometido. Pero es el mismo relato que alguna vez fue publicado en estas mismo blog, y que imagino que ya leiste.
MIKEL:
es increíble cómo desde este lado del mostrador la cosa se ve totalmente diferente. yo no veo la sorpresa, si bien veo el giro. debe ser mi cabeza de escritor, o que ya al sentarme a contar una historia no la puedo ver sin esos elementos, pero la cuestión es que yo ya "veo" esos giros como inevitables, acsai. y de hecho, si re leés la historia, vas a ver que cada giro está insinuado o levemente anunciado, jejej... ;-)
TAURO FELIZ:
parte de lo que esperás para el final se va a dar, aunque creo que no todo. sí vas a tener un final... ¿incestuoso?
lo que no va a haber es mucho de cuernos, en el sentido de otros relatos. en el próximo capítulo concluye la historia, que no deja de ser una historia de amor dramática, y tendrá un final en esa línea :D
espero que les satisfaga! :S
Uno de los relatos más magistrales de toda tus obras.
Sinceramente muy morboso, por un momento el hecho de que sea padre e hija se llega a olvidar por la intensidad morboso de los cuernos. En mi caso el placer incestuoso queda supeditado al placer de los cuernos y en semejante explosión de morbo y puterio de la hija. Muchos piden un final con la hija en la casa de los negros,no creo que haga falta. En todo caso si las aventuras de la hija continua que sea ya en un futuro con su novio o su marido.
Gracias de nuevo por brindarnos este regalo para comenzar el año.
No te olvides de ponerme en tu lista para el próximo relato por favor:
elplacersensual@gmail.com
Gracias
MUY BUENO, TODO UN CORNUDO, ESPERO EL FINAL.
raurau19@hotmail.com
Tremendo. Cada episodio ha ido subiendo de temperatura de manera deliciosa. Lo único malo es que soy de quienes lamentan que en el próximo episodio acabe, pero ojalá se dé ese anexo posible que comentas.
Sin duda, lo más delicioso es el nivel de transgresión. Cuando uno cree que ya se ha leído todo sobre aventuras cornudas, sale el amigo RB y nos regala esta joya. ¡Mil gracias!
SLEMX:
el cierre ya está casi terminado, pero LAMENTABLEMENTE para todos, esl últmi capítulo... NO TIENE SEXO!!!
jajaja
me aprece que eso me obliga a incluir más adelante un ANEXO, sí o sí ^_^
Antes que nada feliz año gente!!!
bueno, me lei todo de corrido, los 3 relatos, una bomba.
Pense que no me iban a gustar por la temática rara, pero la verdad que entraron en mi top 10. Me encantó muy bueno, re loco jugar con los tiempos y lo filial.... lo homo no esta de mas... es un cornudo putito!!
Que bueno che!!! un abrazo Rebelde!!
—Te estoy haciendo mía, cornudo…. Me estoy convirtiendo en tu macho, ¿entendés? ¿Sentís cómo te entierro verga? ¿Sentís cómo me estoy convirtiendo en tu macho?
Rebelde, GRACIAS!!
Laura
no podes escribir tan bien... mil gracias che
sí, señor. ya está anotado ;-)
que pasada, gracias
Deliciosa entrega!!!
Es genial...si me permitís soñar, Rebelde. me hubiese gustado que Cristiano y sus amigos tuvieran un round con Rafael y Virginia, así les mostraban hasta dónde podrían llegar...
Excelente, as usual...
No te olvides de pasarme algunos relatos, por favor...
Diegote
parejitamorbosa1984@hotmail.com
Excelente!
sin duda alguna LA MEJOR descripción que haya leído “De Sumisión” como se entrega Rafael al negro, “Te estoy haciendo mía, cornudo” de verdad la imagen se grabó en mi mente.
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