(VERSIÓN 1.0.7)
Por Rebelde
Buey
“No sé qué les pasa a estos
negros con la ropa. A Cristiano, también. Quieren que me vista de puta, pero no
con ropa de calle. Quieren que me ponga lencería fina bien sexy, como en las
películas. A mí me gusta, no te lo voy a negar, pero es carísima y ni me dejan
lucirla. Me la arrancan enseguida, me despojan de todo y me tiran a la cama y
me violan en cuestión de segundos. Creo que justamente por las prendas que me hacen
poner.
Ya no sé cómo esconderle a
tu padre toda esta ropa, ni los resúmenes de la tarjeta que cada mes vienen con
más y más gastos de ese tipo. ¿Para qué quieren esos negros que me vista así,
si apenas cruzo la puerta me desnudan? No me importa, voy a seguir cumpliendo con
cada capricho que me pidan. Me excita vestirme así. Me excita que ellos me lo
pidan y obedecerles. Y también me excita que el cornudo de tu padre ni siquiera
sospeche que ando luciendo estas ropitas excitantes con los demás, sin que a él
le toque nada.
No pretendo que lo
entiendas, Virginia. Ni siquiera yo lo entiendo. Pero creéme que cuando me
visto con la lencería que me exigen mis machos, ya desde la mañana voy excitada
y no paro de calentarme hasta llegar a la tardecita a la casa del Abasto. Llego
tan caliente que estoy deseando que me desnuden y me violen apenas cruzo la
entrada.”
5.
Rafael abrió las puertas que correspondían al
compartimiento de su mujer. Igual que el día de su fallecimiento, allí estaban
las camisas, polleras y vestidos colgados. Fue a los cajones. Cristiano había
dicho que su esposa tenía ropa muy sexy y variada, que se vestía como una puta
para él y los demás negros. Con dolor en el estómago, debió admitir que él
jamás le había visto esas prendas. Ni siquiera tenía conocimiento de su
existencia.
En el primer cajón había medias, pañuelos y
chucherías. En el segundo, ropa interior, la que él le conocía de siempre. Los
tercero y cuarto cajones estaban vacíos.
Rafael no entendió, al principio. Buscó en los
estantes y nuevamente en los cajones. Hasta que se dio cuenta.
—¡Virginia! —llamó a su hija.
Virginia apareció en el vano de la puerta de la
habitación con su cepillo de dientes y la boca llena de espuma. Llevaba puesto
un camisolín corto semi transparente, que terminaba a la mitad de la cola y le
dejaba los muslos vivos. No llevaba el corpiño puesto, aunque sí una bombachita
negra. Por suerte.
—¿Dónde está la ropa interior de mamá? —preguntó
Rafael, mirándola de arriba abajo.
—¿Gué goga inguegó…?
—¡Andá a enjuagarte y hablamos! —la retó.
¿Hacía falta venir con la boca así? A veces no
entendía a su hija. Era tan madura para algunas cosas y tan chiquilina para
otras. La vio girar y le fue imposible no mirarle la espalda ancha, la
cinturita breve y la cola perfecta. Rafael siguió a su hija hasta el baño para acelerar
la respuesta. Virginia se agachó para enjuagarse la boca con la canilla, y
el baby-doll se le levantó en el ruedo y le dejó expuesta la cola hasta la
mitad. Una cola que ahora se mostraba en punta, y engullida por la tanguita
negra que se le enterraba entre las nalgas.
—¡Virginia! ¿Tenés que andar así por la casa?
Virginia se terminó de enjuagar y se secó la boca
con una toalla.
—¿Así cómo? Me estaba por ir a dormir, Rafael.
—¿No salís hoy tampoco? —Virginia lo miró con una
sonrisa muy condescendiente, y se miró a sí misma. Rafael volvió sobre el tema
original—. ¿Vos guardaste la ropa de mamá?
—¿Qué ropa?
—Ya sabés qué ropa. ¡La ropa interior! —Le
molestaba que su hija se hiciera la tonta. ¡Ya tenía 25, por Dios!—.
¿O la estás usando vos?
Virginia se miró al espejo y se acercó para
quitarse una mota imperceptible de maquillaje. Tuvo que ponerse en puntas de
pie.
—¿Yo? —desafió a su padre, mirándolo con picardía—.
¡Jajajja! Solo que use sus bombachas de bermudas. Es ropa de vieja, y además,
mamá estaba gorda. Yo soy varios talles menos.
—Tu mamá no era gorda, ¿estás loca? Tenía un buen
cuerpo… un cuerpo de mujer…
—De vieja.
Virginia pasó delante de su padre, recostado sobre
el marco de la puerta. Como no había mucho lugar tuvo que rozarlo sin querer
con sus pechos para apagar la luz. Luego se encaminó a su habitación, y Rafael
debió seguirla.
—Tu madre seguía despertando las miradas de los hombres, no la subestimes.
—Sí, cuando se vestía de puta.
—¡Virginia!
—¿Qué? No dije nada malo. ¿No viste la ropa de
ella que me estás pidiendo? La ropa interior… Era demasiado sexy… Más que sexy…
era de puta…
—¿Ahora juzgás a tu madre? Era una mujer, ¡podía
vestirse como se le diera la gana!
—Vos me juzgaste recién por andar vestida con el
mismo tipo de ropa, Rafael.
—¡Es distinto! Vos... Vos… —Rafael se sintió impotente—. ¡Es distinto!
—Yo también soy una mujer. Tan mujer como
mamá. Y no te ando ocultando la ropa que me gusta usar…
Virginia abrió su placard y sacó una bolsa grande de consorcio.
—Acá tenés. Toda la ropa que buscabas.
Media hora después, en su habitación y con la
lencería de su mujer sobre la cama, Rafael contemplaba cada una de esas prendas,
sorprendido por completo, shokeado hasta lo más profundo de ser.
6.
“La primera vez que tuve esas
pijas ahí adelante mío, hija… no sé cómo explicarlo. La de Cristiano fue la
primera. Pero no tardaron otras en ponerse a tiro. Las pijas de esos negros son
tan… grandes. Pero no es solo el tamaño. Si supieras lo que tiene tu padre
entre las piernas, quizá me entendieras mejor. La pija de Cristiano es muy
gruesa, no te entra en la mano, y late como si tuviera vida propia. La de los
otros negros también tienen lo suyo, cada una a su manera son hermosas. Y todas
grandes. Es inevitable que te las termines llevando a la boca. Y cuando son
varias en la misma habitación, ¿cómo hacés para no abrirte de piernas y
suplicar por que te metan esas vergas duras y animales? Es lo que hice. Es lo
que harías vos en mi lugar, Virginia. Es lo que haría cualquiera.”
Toda la semana se debatió Rafael respecto de lo
que iba a hacer con la casa vieja del Abasto. Por supuesto no iba a volver. O
mejor dicho, no iba a volver a ver a Cristiano. Ya sabía de qué se trataba la cosa,
ya había confirmado —lamentablemente— que lo que su mujer hubo escrito en sus
diarios eran verdades. No sabía, sin embargo, el funcionamiento de todo el
sistema. ¿Era una especie de hotel? ¿Era una casa de citas? ¿Había que pagar
algo? ¿Cuántos negros había en la casa? ¿Todos los negros se habrían cogido a
su mujer? Por las palabas derramadas en el diario, si no eran todos, la cifra
andaba cerca. Pero entonces: ¿quiénes eran los otros negros? ¿El tal Cristiano
era el dueño del lugar? ¿Tenía acaso algún derecho de pernada sobre las mujeres
que entraban a la casa? ¿Y sobre los cornudos?
Esta última pregunta lo sobrecogió un poco. ¿Por
qué Cristiano se había hecho felar por él? Y aún más inexplicable: ¿por qué él
sintió esa pulsión, esa necesidad repentina de llevar a la boca aquel pedazo de
verga que sobresalía como un topo oscuro en la madriguera? Sabía que tenía que
ver con su esposa. Quería entenderla, comprender esa claudicación a la voluntad
de otro para que hicieran con ella lo que quisieran. Pero solo encontró —no
podía no admitirlo— una fuerza magnética y viril en ese negro fornido y
dominante. Una fuerza escondida entre la paz de los gestos, la tranquilidad de
cada palabra y el poder de cada músculo.
No iba a ir al siguiente martes, como le había
pedido Cristiano, pero a la vez sabía que no tenía muchas más formas de llegar
a la verdad. La semana entera se debatió. De día, con su hija dando vueltas por
la casa, vestida cada vez con menos ropas, como si estuviera despertando una
primavera personal en medio del invierno que transcurría. A la noche, con las
prendas íntimas de su mujer. Las había vuelto a poner en los cajones y las
vigilaba a diario. Virginia tenía razón, por más que él se lo negara: toda esa
ropa era ropa de puta. A la noche, cuando su hija salía o se iba a dormir,
Rafael sacaba y elegía una prenda, una tanguita minúscula, un baby doll con
portaligas, lo que sea. Lo desplegaba sobre la cama y se imaginaba a su mujer,
su excitada y curvosa mujer, con aquella ropa, entregada y sometida al hijo de
mil putas de Cristiano. Increíblemente, y aunque odiara que sucediera, Rafael alcanzaba
erecciones instantáneas y comenzaba a masturbarse con furia. No lo entendía,
como tampoco entendía nada de lo que leía y releía en el diario, ni de lo que
sucedía en la casa, ni de lo que produjo Cristiano en su mujer o él mismo, el
martes anterior.
Así se encontró una semana después —sí, el martes—,
otra vez de pie frente a la puerta, ahora llevando en los bolsillos de su
sobretodo un culote de trola de su esposa que, él adivinaba, la haría quedar
como una bomba sexual emputecida.
Rafael se mordió imperceptiblemente los labios y
entró a la casa vieja del Abasto.
Se maldijo profundamente cuando Cristiano lo
encontró. Se maldijo porque se dio cuenta que lo había estado buscando sin
buscar dentro de la casa y que sintió una cosa parecida al alivio, cuando
escuchó la voz masculina a sus espaldas.
—¿Cómo está María?
El negrazo se le acercó por detrás y lo tomó de
los hombros, sin permitirle girar. Rafael sintió el poder de esas manazas sobre
él, y la determinación de ese cuerpo alto y grandote pegado a su espalda, que
lo dominaba sin la menor prepotencia.
—María… falleció… Ya sabe…
—No —lo contradijo el negro, y le acercó la boca a
su oído. Rafael pudo percibir el perfume levemente ácido de la piel del negro—.
¿Cómo está María… hoy… acá…? —y le apretó levemente los brazos.
Rafael cerró los ojos con una mezcla de recelo y
arrepentimiento. Apretó dentro del bolsillo del saco su puño, y en él, el culote
que había sacado del cajón de ropa interior de su mujer.
—Sí… sí… Está… Estoy bien…
—¿Llevás puesta la ropa que te dije?
—N-no…
—Ponetela.
—Pero Cristiano…
—Te espero en el cuarto de allá.
Rafael entró al cuarto con su ropa de calle en la
mano y solo el shortcito de su esposa puesto. Iba ligeramente doblado,
empequeñecido por la timidez y la humillación que sentía. Pero obediente.
Encontró una cama enorme en el cuarto, y un velador que iluminaba con una luz amarillo
ámbar. Sobre la cama lo esperaba Cristiano, ahora desnudo a excepción de un
breve y muy ajustado bóxer.
Fue verlo ahí, en la cama y boca arriba, arrogante
sin proponérselo, prepotente desde su vergón gruesísimo, contenido apenas
dentro del calzoncillo, que a Rafael se le aceleró el corazón. No podía decir
que era atracción sexual. Cristiano le era indiferente desde ese lugar, pero
había algo hipnótico en el negro que lo ponía ansioso, que lo perturbaba y lo
sometía a su voluntad.
La tele se apagó y la luz bajó aun más. Rafael
caminó tímidamente hacia el negro y se quedó de pie junto a él, al lado de la
cama.
—Ponete derecha, mi amor…
Rafael entrecerró los ojos y se irguió.
Ante un gesto, Rafael dio una vuelta muy lenta para
que el negro lo pudiera juzgar.
—Hmmm… —masculló Cristiano cuando Rafael había
quedado de espaldas ofrecido por un instante.
—¿Estoy… ¿Está bien...?
—Tenés muy pero muy buen culito, María… ¡Quién lo
hubiera imaginado…!
Rafael giró poco más y quedó de frente al negro,
que comenzó a mirarlo de arriba abajo. Se sintió taladrado, escrutado por esos
ojos que lo desnudaban más allá de lo desnudo que iba. Hizo un gran esfuerzo
para no encoger su humanidad, de la vergüenza. Cuando el negro llegó con la
vista al culote, algo cambió.
—No, no, no, no, María…
—¿Señor…?
—Tenés que tirarte “eso” para atrás, mi amor…
—¿La…?
—Sí. Aunque es chiquita se puede notar y queda feo
en una nena tan linda como vos.
—Cristiano, yo…
—Te la tirás bien para atrás… te la escondés
abajo, ¿entendés?
Rafael metió la mano dentro de la prenda y tomó su
pijita, llevándola abajo y atrás. El culote apretado le hizo la suficiente
fuerza para que nada volviera a su lugar natural. Fue a un espejo de pie que
había en un rincón y se vio de frente: ahí abajo, de su masculinidad no quedaba
ni rastro. Rafael se estremeció.
—Muy bien, María… —aprobó Cristiano.
El negro tocó dos veces con un dedo sobre el
colchón. Sin que nadie dijera nada, Rafael se subió a la cama con una vergüenza
atroz.
Cristiano sonrió en una mezcla de suficiencia y
diversión. Se despatarró sobre el colchón y abrió un poco más las piernas.
Estaba al palo, el enorme vergón se adivinaba claramente en todo su volumen
bajo la tela de lycra, y la punta cabezona se asomaba por encima del elástico.
—Todo tuyo, María…
Rafael, que estaba de rodillas entre las dos
piernas gruesas del negro, cayó lentamente hacia adelante, hacia el bóxer.
Acarició con sus manos los muslos portentosos, desde adentro, y fue subiendo de
a poco hacia la entrepierna. Sin dejar de mirar al negro a los ojos, suplicó:
—¿Me… quedaba bien… Señor Cristiano…? ¿Le… gustó…?
Pero el negro sólo volvió a sonreír. Rafael había
pasado con sus dedos por sobre la tela del calzoncillo, notando y anhelando el enorme
volumen que se agrandaba en el medio, pero sin tocarlo aun, y llegado al
elástico del bóxer, metiendo algunos dedos entre la tela y la piel de su
sometedor. Tenía una mano a cada lado de la pija, que sobresalía cada vez más y
más grande, como si nunca parara de crecer. Su rostro estaba ahora a pocos
centímetros, de frente, y la pija la tenía tan pegada a él que podía sentir su
calor. Bajó un poco el elástico y el vergón oscuro e inflado le saltó hacia la
cara. Rafael sintió el peso de esa pija sobre su mejilla y parte de sus labios.
Era asombroso lo que pesaba eso. Su mujer lo había recibido no solo por
adelante sino también por atrás. ¿Cómo habría hecho?
Rafael bajó aun más el elástico y la verga le
recorrió la cara, bajando. Cuando la cabeza brillosa e inflada le tocó los
labios, el cornudo abrió grande la boca y engulló la pija del macho con
sumisión total.
—¡Uhhhh…!
Cristiano gimió de puro placer y se despatarró más
de lo que ya estaba. Rafael sintió un hormigueo de orgullo en la boca del
estómago y engulló más pija.
—Sí, cornudo, síiii…
Rafael se infló de ánimos. Sentir a ese macho
disfrutar gracias a él lo envalentonó y tomó el vergón con una de sus manos.
Era grueso, y la mano no le alcanzaba para rodearlo. Lo tomó con firmeza, con
fuerza (en realidad, con ganas) y subió y bajó su mano sobre el tronco de la pija
mientras con la boca lo chupaba y lo chupaba.
—Putita, cómo estás hoy…
Cada palabra de Cristiano parecía motorizar al
cornudo. Siguió chupando y, animado por las reacciones del negro, comenzó a
ponerse creativo. No solo tragaba pija, a veces se quitaba la verga por
completo, abría la boca todo lo grande que podía y ladeaba la cabeza para
chuparlo por el tronco, desde la base hasta la cabeza, y cuando llegaba a la
cabeza, volvía a enderezar su boca y volvía a engullir pija hasta la garganta.
Cristiano estaba encantado. Se le notaba en cada
jadeo y la respiración cada vez más agitada. Tomó al cornudo de los pelos y
comenzó a acompañar la mamada y darle ritmo a su disfrute. Rafael se
desesperaba por complacerlo, por llenarse de verga, por ser el mejor cornudo
posible. En menos de un minuto Cristiano se había entusiasmado y le agitaba la
cabeza arriba y abajo como si Rafael fuera un muñeco diseñado para el placer
del negro. La verga se clavaba hasta cerca de la base y luego se salía de la
boca hasta llegar al glande, para volver a internarse otra vez en la boca del
pobre cornudo. Todo en un segundo, una y otra vez, una y otra vez.
Fue entonces que muy tranquilamente se abrió la
puerta. Rafael, sin dejar de felar a su macho, miró para el costado, buscando
saber qué pasaba. Un negro alto y delgado, desnudo a excepción de una toalla
blanca que lo cubría de la cintura para abajo, entraba muy tranquilamente,
disfrutando del espectáculo. Rafael se quedó un instante.
—Seguí, putita… —reclamó Cristiano.
Obediente, Rafael agachó la cabeza, dejó de mirar
y retornó a darle placer a su macho.
El otro negro se acercó y se colocó del lado de
Rafael. Rafael, para felar a Cristiano, se había arrodillado y tenía la cola en
punta, ofrecida hacia afuera.
—Tenias razón, Cristiano… Tiene una linda cola, la
putita nueva…
Rafael volvió a mirar, sin quitarse la verga de la
boca, y sin dejar de agitarla con sus manos.
—María… —anunció Cristiano, siempre agitando la
cabeza del cornudo desde los pelos—. Este es Horus… Es un buen amigo… Y también
tiene necesidades…
Rafael supo que no podría negarse a nada que
dijera Cristiano. Simplemente no iba a poder. Asintió con sus ojos.
Horus apoyó una rodilla sobre la cama y llevó una
manaza a la cola de Rafael. La sobó con lentitud y premeditación, disfrutando
de cada centímetro de culote y piel del cornudo, y de cada temblor en esa cola
a todas luces virgen.
—Cuánta verga va a entrar acá, María… —celebró con
maldad.
Rafael volvió a estremecerse. Ese Horus no le
gustaba, tenía la impresión de que podía resultar medio sádico: no disfrutaba
de adoctrinarlo sino simplemente del sometimiento.
Entonces, el llamado Horus comenzó a pasarle la
manaza sobre la raya de la cola, presionando en el ano, siempre sobre el culote.
No podía decir Rafael que la situación no lo excitara de una manera (incomprensible,
eso sí), pero a la vez le daba temor. Horus pasó la mano por la raya y de a
poco fue bajando hacia atrás, acariciando todo.
—Qué linda conchita que tiene María… —Rafael
sintió los dedos del negro tocando el culote ahí abajo, solo que debajo de la
tela iban sus huevos y su pijita tirada hacia atrás. Se estaba poniendo al palo—.
Mmmm… y parece que la putita se está calentando… Parece que le gusta mucho
chupar pija…
Horus seguía sobando la “conchita” de Rafael,
hacia adelante y atrás, como pajeando a una mujer, pero friccionándole la
pijita. Rafael comenzó a respirar más fuerte, a agitarse.
Entonces Cristiano, acostado y gozando como un
beduino, abrió los ojos y reclamó:
—Te acabo, María… Agarrame los huevos y chupá más
fuerte que te lleno de leche…
A Rafael se le aceleró el corazón. Fue a tomar de
los huevos a su macho y con la otra mano aceleró la paja. Sintió el vergón
latir entre sus dedos y en su boca, y el lechazo inflándolo y yendo a parar a
su garganta.
—¡Te acabo, María! ¡Te la echo todaaaahhh!
Rafael sintió el primer chorro llenarle el buche.
La pija se había tensado y relajado, y se tensaba para el segundo lechazo.
—¡Ahhhhhhhh…!
Y más guasca a la garganta. Rafael tuvo que
tragar, ni se le hubiese ocurrido escupir nada. Igual, su macho quiso
asegurarse:
—¡Tragá,
cornudo! ¡Tragá hasta la última gota!
Rafael seguía agarrando la pija mientras mamaba y
tragaba, y Cristiano, acabando, le sacudía la cabeza y le decía de todo, aunque
no gritaba.
Rafael tenía los cabellos enmarañados y
transpirados, y la cara surcada de su propia baba que le había desparramado la
pija, cuando le tocaba el rostro al salir y volver a entrar a su boca. Un poco
de leche se le escurría por la comisura de los labios y el jadeo y la respiración
acelerada le daban un rotundo aspecto de desmejora. Volvió a tragar, y tragar
otra vez los últimos estertores de la acabada de su macho. Se sintió orgulloso
de hacerlo gozar tan rápido, y esta vez sin ninguna ayuda.
Fue ahí que Horus se colocó delante de Rafael, se
quitó la toalla que lo cubría desde la cintura y ostentó una pija delgada y
larguísima. Más delgada que la de Cristiano, y mucho más larga. Iba depilado
por completo, como los negros de las películas porno, y ya completamente al
palo, sin necesidad de ninguna estimulación. Se arrodilló sobre el colchón,
ofreciéndose, esperando que el cornudo asuma toda esa pija.
—Dale, María. Tratala con amor así le da de comer
a esa boquita de puta que tenés…
Cristiano aflojó la mano sobre los cabellos del
cornudo y exhaló fuerte un último aliento de goce. Se relajó y se abandonó.
Horus tomó cuenta inmediata de esto y en una fracción de segundo agarró al
cornudo de los cabellos, sin la delicadeza de Cristiano, más bien con cierta
violencia. Rafael se sorprendió y a la vez lo esperaba. La cabeza se le torció
hacia su izquierda y el segundo negro se la llevó hacia su propia pija, que
esperaba durísima desde hacía rato. Rafael debió abrir la boca o de lo
contrario la pija le hubiera golpeado la cara. Horus se le plantó firme y
comenzó a agitarlo de arriba a abajo.
—¡Tragá, putita… ¡Tragá pija…!
Rafael buscó ayuda en Cristiano, que seguía
desmayado a un costado, con los ojos cerrados. Los cabellos le dolían y toda la
situación lo incomodaba. Pero siguió chupando pija.
—Así, cornudo, muy bien… No sabés la cantidad de
veces que me garché a la puta de tu mujer en esta misma cama…
El comentario excitó a Rafael, pero a la vez lo
mortificó la saña con la que Horus lo quería lastimar. Igual chupó como un buen
cornudo; Cristiano no aprobaría una desobediencia. Chupó y chupó hasta que la
boca le dolía de estar tanto tiempo abierta.
En un momento Cristiano se recuperó y se levantó.
Rafael siguió chupando pija mientras Horus le agitaba la cabeza con violencia y
cierto sadismo. Cristiano fue a una mesita de luz y sacó de un cajón un chupetón
de plástico. Fue hacia Rafael y se lo mostró.
—Vamos a ir preparando esa colita, ¿eh, María?
Rafael abrió los ojos: era un plug anal de iniciación,
un pequeño tapón que le irían a meter en el culo para ensancharle el ano.
—No te preocupes, bebé… No te va a doler y va a
hacer que cuando me entregues esa virginidad tan linda que tenés, no te duela
tanto… —Rafael, sin sacarse la pija de la boca mientras chupaba y chupaba,
asintió con la cabeza y los ojos, pero en el gesto se le notaba el pavor—. Es
por tu bien, ¿sí?
“Sí”, aceptó Rafael con la cabeza.
Cristiano ensalivó el plug anal delante del
cornudo y fue hacia atrás de él. Le corrió con ternura el culote y le humedeció
el ano con sus dedos ensalivados, entrándolos lenta y profundamente. Repitió la
operación algunas veces y en un instante, relajado Rafael porque Horus
anunciaba que le iba a acabar adentro, Cristiano puerteó el ano con el plug y
empujó firme y sin tregua, bien hasta el fondo. Rafael sintió por primera vez
la penetración. No podía creer cómo eso tan chico le podía doler tanto. De sus
ojos brotaron dos lágrimas, pero no se quejó.
—Muy bien, María… —lo mimó Cristiano—. Qué bien se
porta mi chica…
Rafael recibía y tragaba con dificultad en ese
momento el torrente de leche de Horus, que le sacudía la cabeza como si fuera
una pelota de básquet.
—Lo vas a usar toda la semana, eh? Día y noche. No
te lo saques ni para bañarte… y la semana que viene te me venís depilado… todo depilado…
no quiero tocar ni un pelo tuyo, ¿estamos?
Mientras tanto, adelante, para los últimos
latigazos lecheros de Horus, el muy hijo de puta retiró la pija de la boca y se
los echó a Rafael en la cara.
7.
Virginia se arrodilló en el sofá y se trepó al
respaldo. Corrió las cortinas de la ventana y dictaminó:
—¡Llueve peor que antes! Me parece que va a estar
así toda la noche.
Rafael miró a su hija, montada sobre el respaldo
del sillón. Iba vestida con un jean ajustadísimo, que le quedaba pintado y le
resaltaba la cola perfecta. Botas de cuero y una camisa arriba. Rafael se
preguntó si para chequear el estado meteorológico era necesario montarse sobre
el sofá, porque para hacerlo, Virginia debía estirarse, arquearse y sacar cola
hacia afuera, lo que la hacía muy pero muy provocativa.
—Bajate del sillón, Virginia. Lo vas a ensuciar
con las botas.
—Con esta lluvia no salgo ni loca.
—¿No vas a salir hoy tampoco?
—Sabés que le tengo terror a las tormentas.
Como si estuviera premeditado, un trueno oscuro partió
la noche. Virginia se bajó del sillón de inmediato y fue al lado de su padre,
como un cachorrito asustado.
—Vos tampoco salís, ¿no?
—Yo no salgo nunca.
—Saliste el martes, Rafael. ¿A dónde fuiste que volviste
tan tarde?
—Qué, ¿ahora me vigilás?
—Al contrario, me gusta que salgas a divertirte.
Un segundo trueno hizo que ella se acurrucara en
él. Rafael sintió los muslos atrapados en el jean de su hija sobre los suyos
propios, y el perfume que llevaba puesto. Pero ella insistió:
—Bueno… ¿y adónde fuiste?
Los rayos se multiplicaban en la noche como
flashes en la entrega de los Oscars. Los truenos no eran truenos, eran
cañonazos, y venían en andanadas cada vez más fuertes. El viento, terrible,
aullaba y cacheteaba la lluvia contra los vidrios de las ventanas y los
cortaban con infinitos hilos de agua.
La casa estaba por completo a oscuras, Virginia avanzó
a tientas por el pasillito hasta dar con lo que buscaba. Se detuvo bajo el
marco de la puerta de la habitación de su padre con un peluche y una almohada
bajo su brazo.
—¡Rafael! ¡Rafael! —susurró fuerte.
Rafael se despertó somnoliento. Unos rayos blanquearon
la oscuridad por unos segundos y vio a su hija en el vano de la puerta,
encogida como un pollito mojado. El cabello iba levemente enmarañado y le caía
asustado sobre el rostro, y la remera musculosa le marcaba las tetitas y le
dejaba ver la panza. La habitual postura entre altanera y despreocupada de su
hija se había transformado de golpe en un ruego que clamaba por una migaja de amparo.
Rafael no pudo dejar de notar la bombachita blanca que se ajustaba como un
guante sobre la piel morena de su hija. Las piernas, largas, desnudas, iban
custodiadas abajo por unos soquetitos también blancos.
—Virginia… ¿qué hacés…? ¿Qué pasa, hija…?
Virginia se quedó callada, temblando, sin saber qué
decir. De pronto un trueno estalló con increíble violencia, un bombazo que hizo
vibrar los las ventanas, y Virginia fue de una corrida a meterse bajo las
sábanas.
—¿Qué…? ¿Qué hacés…?
—Tengo miedo, Rafael. No puedo pegar un ojo, ¡estoy
aterrorizada!
—Virginia, ya sos una boluda grandota, dejate de
jo…
—¡No me hablés así, papá! ¡Soy tu hija y sabés el terror
que le tengo a estas tormentas!
—Está bien, está bien… Hacé lo que quieras. ¡Pero
no empecés a hablar como un loro ni a moverte como una loca! Dejame dormir,
¿eh? —Virginia se puso de costado y se tapó hasta los ojos—. ¿Tenés puesto el
perfume de tu madre de nuevo?
—Iba a salir, ¿te acordás? Se ve que me quedó…
—Buenas noches, Virginia.
—También me quedó la ropa interior que me había
puesto… Es un poco zafada, si querés me la saco…
—¿Eh? ¿Qué…? ¿Cómo te vas a sacar…?
—Para ponerme otra cosa, ¡no te me alteres, ¿eh?!
—¡Ponete un pijama!
—No duermo en pijama, duermo en bombacha y en
cueros… ¿ves?
—¿Qué hacés?
—¿No me dijiste que me sacara esta ropa?
—Dejate de boludear y dormí. ¡Estás cada vez más
loca, vos!
Quedaron en silencio unos segundos, escuchando el
repiquetear del agua contra las ventanas. Pero en seguida vino otro trueno
ensordecedor e interminable, y Virginia se pegó a Rafael desde atrás y lo abrazó
temblando. Rafael iba a recriminarle, pero era consciente del temor enfermizo
de su hija con estas tormentas. Además, estaba muy cansado, casi más dormido
que despierto, y ya sin energía.
Virginia vio la pasividad de su padre y arrojó el
peluche a la oscuridad para tomarlo de la cintura y pegar su cuerpo al de él,
haciendo cucharita. Rafael experimentó la tibieza de ese cuerpo y de esa piel y
se sintió reconfortado, cómodo, igual que en casa. La tibieza y el cansancio
finalmente lo vencieron y se quedó dormido enseguida.
No supo cuándo —si un minuto o una hora después—,
Rafael se removió incómodo, con un hormigueo en el cuerpo que hacía tiempo
había perdido. Se despabiló un poco y se dio cuenta que estaba al palo, con la
pija durísima e hirviendo. Y húmeda. Se despabiló más y en la oscuridad notó
una mano delicada, femenina, agarrando su pija y sobándola de arriba abajo en
una paja tranquila, subrepticia. ¿Estaría soñando con…?
—¡Virginia! —Rafael se incorporó en un grito y
prendió el velador, todo en un mismo y enérgico movimiento.
—Ay, Rafael, ¿qué pasa?
Virginia se sentó en la cama, a su lado,
refregándose los ojos. La luz le daba de costado, la musculosa le había ahuecado
el escote y como no llevaba corpiño se le veía el inicio de sus pechos, arriba,
y la redondez de los mismos, bajo la manga. Estaba más hermosa que nunca.
—¿”qué pasa”? ¿”qué pasa”? —La sorpresa de Rafael
era total—. Me estabas… Me estabas tocando ahí abajo…
—¿Quién, yo? —Virginia volvió a refregarse los
ojos—. No sé, estaba dormida. Estaría soñando...
—¡Virginia, estás loca! ¡Lo de mamá te está
afectando!
—¿Qué tiene que ver mamá? Te agarré sin querer la
pija, tampoco es para tanto. ¿Tan fea soy que te da tanto asco?
—¿Qué tiene que ver que seas fea? ¡Sos mi hija!
A pesar de la poca luz, Rafael vio claramente cómo
el rostro de Virginia se ensombreció.
—Entonces te parezco fea…
—Sabés que no es así. No me quieras manipular,
Virginia. Sabés perfectamente que me parecés hermosa. Que sos hermosa.
Mucho más hermosa que tu madre.
—Sí, pero ella pudo tener
todos los machos que quiso y yo no puedo tener al único que me interesa.
¿Cómo? ¿Quién le interesaba?
—¡No hablés así de tu madre!
¡Lavate la boca antes de hablar mal de tu madre!
—¡Dejá de hacer el papel de
boludo, Rafael! ¡Mientras vos te deslomabas en la oficina para que a nosotras
no nos faltara nada, mamá se iba a esa casa del Abasto y se dejaba hacer de
todo por todos esos negros hijos de puta! ¡Se compraba ropa que no usaba con
vos, se inventaba reuniones que no existían y te hacía cornudo apenas vos te
dabas vuelta para ir a comprar cigarrillos! —Virginia respiraba agitada, estaba
exaltada— ¡Mamá era una puta de mierda!
El cachetazo sonó más fuerte
que cien truenos en medio de cien tormentas. La mano de Rafael temblaba y se
tornaba colorada.
—¡Estás hablando de tu madre,
Virginia! ¡La mujer que te engendró! La que te tuvo nueve meses en la panza y
que te…
—¿Ahora quién manipula a
quién, Rafael? —Virginia se tomó la mejilla. Le dolía todo: la muerte de su
madre, Rafael, los sentimientos de ella, las mentiras dichas, las verdades
omitidas, y especialmente las cosas que nunca se irían a decir—. Yo también la
amo. La amo y la extraño, y no hay un día que en algún momento no llore por
ella… pero era una puta, Rafael… Era una puta y vos lo sabés.
—¿Cómo lo… supiste…?
—Los diarios… Los leí antes de
ponerlos en esa caja donde los encontraste. —Virginia se tomó los brazos pero
no se tapó con las frazadas—. No podía creerlo… y a la vez era tan lógico…
Rafael dijo, abatido:
—Ponete algo arriba… Estás en
tetas… Ponete algo arriba y andá a tu cuarto…
—No…. No quiero. Quiero estar
en esta cama, con vos…
—Virginia, no jodas…
—¿Es por mamá? ¿Ella no te
respetó en vida y vos la vas a respetar en su muerte?
—No es por tu mamá…
—¿Es porque no soy como ella?
Te vi desesperado recuperando su ropa de puta… la que usaba con los negros…
—Virginia, cortala…
—¡Y también sé que fuiste a
esa casa a conocer a los machos que se cogían a mamá!
—¡Virginia!
—¿No pudiste ser su cornudo
cuando ella vivía y querés serlo ahora? No te entiendo, Rafael. ¿Te gusta
sufrir? Yo te amo, ¿entendés? Yo te amo y estoy acá para rescatarte de esa
locura y de las cenizas de mamá.
Rafael se sintió de pronto tan
miserable
—¿Qué tiene mamá que no tenga
yo? ¿Más tetas? ¿Es porque es más puta? ¿Es eso, Rafael? —Rafael levantó la
cabeza y la miró a los ojos— ¿Qué tengo que hacer para que me mires como a una
mujer? ¿Tengo que ser más puta? ¿Tengo que ser tan puta como mamá?
—Andate, Virginia.
Virginia se levantó de la cama
y se encaminó hacia la puerta. Rafael no pudo evitar mirar esa espalda ancha
arriba y delgada, que terminaba en esa colita parada y perfecta. La bombachita
se le enterraba hondo, resultando un espectáculo por demás erótico para
cualquier hombre. Claro que no para él.
Virginia giró aun antes de
detenerse y sorprendió a su padre mirándola irse. Mirándole la cola emputecida
por esa tanguita de trola fina.
—Mirá bien este cuerpito,
Rafael… Miralo bien porque es lo único que vas a poder hacer… ¡Me van a garchar
todos menos vos!
—Sos mi hija, Virginia…
—Tu hija… —Virginia miró a su
padre como si él fuera un niño idiota—. Soy una mujer, Rafael… Ya no soy tu
hija… Soy una mujer, entendelo.
Y se fue. Rafael quedó solo,
más solo que nunca, más solo incluso que cuando su esposa había fallecido.
Rafael quedó solo y también angustiado. Pero no pudo evitar —aunque quiso, Dios
sabe que quiso— mirarle el culo cuando ella se iba.
Tampoco pudo evitar recordar aquellos
dedos abrigando su pija. No pudo evitar eso ni el hormigueo en el bajo vientre que
—ahora— le hizo endurecérsela nuevamente.
Fin - 243.399
TERCERA PARTE:
23 COMENTAR ACÁ:
amigo rebelde se me han hecho eternos estos dias que no he podido leer tus relatos pero estamos de vuelta y aprobechare para ponerme al dia un saludo y abrazo mañana comento de como me han parecido tus ultimos trabajos
atte: the sir
El final de esta segunda parte promete, ya se va develando la historia real, el suspenso es buen toque y se ve que viene lo bueno, saludos y éxitos
hielo negro
felicitaciones Rebelde , esta segunda parte es excelente realmente muy bien escrita ,me encanto todo el relato ,en particular la actitud de la hija y como ella esta enterada de todo lo que hizo la madre y lo que hace y siente el padre.
Ahora solo queda esperar los interminables dias hasta lo proxima entrega .
saludos, feliz navidad y un gran 2013 para vos y para todos los lectores
imaginate ser el cornudo ahora de la hija, muy guarra la historia, esperemos la continuación...
Es un tipo de relato muy interesante; distinto al resto de los que aparecen habitualmente. Por lo que veo te gusta incursionar en cuestiones que todavía escandalizan al común de la sociedad. Considero que está bien, ya que sirve para entender que algunas cosas no son tan "graves" como algunos sectores conservadores nos quieren hacer creer.
Saludos, y hasta el próximo relato.
Giro inesperado! No se porqué pensé que terminaba en la parte III, pero parece que hay bastante más tela. Muy bueno!
Nippur
SIR:
tranquilo, amigo. lea y comente sin apuro ;)
HIELO NEGRO:
jaja! no sé si viene lo bueno, o solo la decantación natural de esta historia. sí puedo decir que se va develando la otra historia, que va ganando lugar sobre la aparentemente primera y principal :)
CHRIS PALTINER:
gracias por tus palabras, cris. coincido con vos en que la actitud de la hija está piola, a mi juicio terminó siendo como una contra puntada a todo el resto del relato.
VICHP:
algo de eso habrá, pero siguiendo la línea de ESTE relato y no de otros. es decir, no lo esperes ultra porno tipo la del camión o bombeando. este relato es un toque más sutil.
LICURGO ESPARTANO:
la verdad, no lo hice/hago a propósito, eso de querer provocar. ni siquiera me había puesto a pensar que el relato podría escandalizar, pero si sirve para el debate, bienvenido, jeje.
sí sabía que para muchos lectores podría ser un relato indiferente (desde lo sexual) ya que hay poco cuerno presencial y en cambio hay bisexualidad u homosexualidad.
NIPPUR:
creo que en alguna respuesta en el posteo del capítulo de inicio mencioné que está planeada para tres partes. y así es. Ahora estoy pensando en que quizá lo lleve a cuatro partes (aun no lo sé), ya que no estaba planificado escribir sobre Cristiano cogiéndose a Virginia, y al parecer hay cierta expectativa con eso.
igual, siempre están los "anexos", que nos pueden compensar, jajaj!!
MARAVILLOSO
GRACIAS
Laura
La verdad es que rompes este relato y el anterior con toda lo visto...
Mmmm no deja de estar magníficamente escrito, puede o no gustar la temática pero se agradece leer textos con tan buena redacción.
Sigue así Rebelde porque un autor no debe escasillarse y sí probar diferentes géneros.
Un aplauso.
Muy bueno. Como escritor manejaste los tiempos y los episodios de una manera exquisita teniendo en cuenta que son tres cap.
Me gusta el toque de incesto al final del relato.
¿Este es el último relato publicado del año? Habría un regalito para los buenos lectores del blog :)
como siempre muy buenos relatos!!
felicitades!
yo espero el bombeando 2!! ese relato me re calienta!1
felices fiestas!!
ed
efu2004@datafull.com
Rebelde, esta muy bien y hasta es conveniente que algun personaje este contra corriente del relato y en este caso que sea la hija es ideal , que ella lo confronte y trate de impedir que selle el destino que tiene marcado en esta historia y que lo quiera salvar de el mismo.
Además de agradecerte este nueva entrega, deliciosa como siempre, quiero esta vez desearte a ti y a todos tus lectores una muy feliz Navidad. Frase trillada, pero sincera, para un grupo de personas que comparten una afición tan peculiar, como lo es la fascinante afición cornuda.
Un fuerte abrazo, pues, y mis mejores deseos. Alzo la copa y digo feliz Navidad a todos los que gustan de los cuernos y en especial al buen amigo Rebelde Buey, por ser fuente inagotable de morbo literario y por compartir este don con todos los aficionados a la temática.
¡Mis mejores deseos!
gracias, slemx!!! y secundeo tus deseos a vos y a todos los lectores del blog =)
por cierto, para navidad (el 24) va a haber una pequeña sorpresa, o regalito de papá noel, así que el 24 a partir del mediodía español, pegate una vuelta por el blog =D
Rebelde,
sigue el nivel de este relato increíble. No veo la hora de que le desvirgue la colita vírgen.
Saludos y gracias
amigo
me gusto tu relato te confiezo que en un principio me consto un tanto entender la nueva tematica ya que no soy muy adepto a los relatos sobre homosexualidad pero conforme fui leyendo fue entendiendo todo el esenario has abierto mi vicion no siempre la primera impresion es la verdadera, te confiezo que al final del segundo relato "La Casa Vieja en el Abasto (II)" me he quedado con ganas de mas y mi mente se hecho a volar como siempre los has hecho, y lo que mas me intriga es lo que dices en tus comentarios " este relato es un toque más sutil" me atrevo a pensar y estoy casi seguro que me daras una nueva sorpresa como lo hiciste en el relato uno nada de lo que me pueda imaginar
sin duda alguna eres un maestro en lo que haces.
atte. the sir
gracias, sir, muy lindas palabras. es lo mejor para un escritor lograr que alguien se interese por algo que habitualmente no se interesa. es un gran elogio el que me has hecho =D
hay una sorpresa, efectivamente, aunque a esta altura no se si será tal, porque las cosas se van anunciando (siempre trato de hacerlo, especialmente en las mini series, que son los relatos más trabajados).
por SUTIL me refiero más que nada a que no es el típico relato de "motivación-cuernos-conclusión", sino que acá las cosas son más ambiguas, ya demás no es un relato que apunta sus cañones al momento sexual, sino más bien a todo lo que hay alrededor. te diría que lo sexual acá es secundario. por eso lo veo más "sutil".
Madre mia, Rebelde, en qué berenjenal te has metido! Dominación interracial masculina con feminización, incesto por amor, cornudismo post-mortem... más allà del morbo y la buena literatura erótica que desprende el relato ,-como todos los que escribes-, está la intriga por saber por donde continua la historia.
Qué ansiedad por que pasen los dias!
Saludos.
Perdon por el olvido, por las fechas que estamos:
FELICES FIESTAS DE NAVIDAD Y EL DESEO DE UN 2013 PRÓSPERO, SANO, MORBOSO Y ERÓTICO.
FELIZ NAVIDAD Y BUEN COMIENZO DE AÑO A TODOS LOS CORNUDOS, A LAS INFIELES y REBELDE-BUEY. QUE LLEGUE EL PRÓXIMO AÑO CARGADO DE BUENOS CUERNOS Y QUE LAS INFIELES GOZEN MAS DE PONERLE.
ABRAZOS A TODOS
Lo bueno de la series de relatos, es que cuando lees una continuación los personajes ya están presentados y puedes ir al grano..jeje. Si bien la parte sexual del padre con los negros (y su feminizacion) me ha parecido muy muy morbosa, la parte de la hija es genial. Que la hija le diga a su padre que será el unico que no pueda poseerla me ha llevado a uno de los finales mas morbosos de tus escritos. Genial!
Increible segunda parte. La feminizacion del cornudo esta en marcha...
Que personajes mas buenos, son de leyenda.
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