PREVIEW 2 | EL AMARRE ANEXO XXXL
El Amarre - Anexo XXXL es un anexo constituido por seis relatos. Se trata de un envío de unas 65 páginas (si fuera un libro) en el que se contarán distintas historias de Mariela y Guampablo en Alce Viejo, explorando no sólo la dinámica de la pareja sino también costumbres y singularidades del pueblo. Volveremos a la Parrillita de Antonio, donde los camioneros se garchaban a Violeta; regresará don José, el despótico y sádico viejo cogedor de novias ajenas; El Leche (el macho en "Laurita dijo 'Sí'"), acompañado de otro cumpa; y conoceremos otros lugares típicos de Alce Viejo así como sus costumbres (algunas ya mencionadas en "Postales de Alce Viejo").
Sí, por supuesto, a la novia se la garcharán en todos los relatos.
En estos días y mientras corrijo el material, les voy a ir dejando pequeños momentos como para ir picoteando.
2.
La Parrilla de Antonio.
Pasábamos con las bicis en la mano junto a un Scania de esos que llevan contenedores. De adentro de la cabina venía el sonido de un golpeteo fuerte, seco, como si un bombeo golpeara la cabeza de una esposa infiel contra la puerta. Abajo del camión, un hombrecito semi calvo de unos cincuenta años gimoteaba de este lado, sentado en el estribo. Un temblor me sacudió.
—Tengo entendido que Antonio tiene una o dos mozas que los camioneros pagan para llevarse y usar por media hora —me murmuró Mariela—. ¿Cómo pueden ser tan putas?
Iba a marcarle la contradicción de su argumento, pero me quedé enganchado en la imagen de ese pobre señor, esperando que se terminaran de garchar a su mujer, mientras escuchaba todo. Menos mal que con esto del amarre, la pareja que estábamos construyendo con Mariela se iba forjando a prueba de cuernos. Le di un beso en los labios a mi novia, pero parecía distraída.
—Está lleno de machos, este lugar. Todos tipos grandes. Masculinos… Meteme en uno de esos camiones, Guampablo, no seas malo…
Miré alrededor. No tenía idea qué hacer. Solo atiné a defenderme.
—Yo también soy masculino.
Pero Mariela ya no me escuchaba. Sus ojos y toda su atención estaban en algo o alguien detrás mío.
—Quiero a ese macho… —dijo con frialdad.
Giré. A unos treinta metros venía un tipo morrudo, grande sin ser grandote, de una edad indefinida, pero no menos de cincuenta.
—¿Cómo “ese macho”? Mariela, hablás como...
—Para el amarre, mi amor, para el amarre.
Miré de nuevo al tipo que venía en nuestra dirección. Andaba distraído con su celular. La luz de la pantalla le daba volumen a unos bigotes de otra época y una mirada seria, hosca.
—Señor —le dije cuando pasó junto a nosotros. Se detuvo y vi cómo mi novia se agitó nerviosa. Instintivamente se espigó para verse más atractiva. Y funcionó, porque el desconocido la miró de arriba a abajo como si fuera un pedazo de carne que estaba a punto de profanar—. Tenemos una apuesta acá con mi novia, y quizá usted nos pueda ayudar. Es camionero, ¿verdad?
El tipo dejó de mirar a mi novia y me dedicó unos segundos.
—Sí —contestó secamente. Era hosco no solo en el gesto, también en la manera de hablar. Los tatuajes en los antebrazos y el vello en el pecho que se adivinaba entre su camisa no ayudaban a ablandar su imagen.
—Yo digo que ustedes tienen una cucheta detrás de los asientos, solo para dormir, sin espacio para estar con otra persona; y ella dice que ahí atrás hay lugar para el chofer y una mujer, y que sirve perfectamente para... pasar un buen rato entre viaje y viaje.
El tipo esta vez nos miró a los dos, con detenimiento, y por primera vez sonrió como sonríen las serpientes.
—Mi camión es aquel. Podríamos hacer unas pruebas y ver quién gana la apuesta.
La apuesta la iba a ganar él. Qué claro estaba todo en La Parrilla de Antonio. Maridos y novios conscientes y resignados entregando a sus mujeres a los camioneros era sin dudas algo más común de lo que nosotros creíamos.
Le seguimos los pasos como dos patitos bebés siguen a mamá pato. Pero sólo un segundo. Enseguida Mariela se adelantó, se pegó al desconocido y comenzó a hablarle con excitación de nena buena.
* * *
Pero lo mejor eran los reflejos sobre la superficie humedecida del vergón del camionero. Los fluidos de mi novia le pintaban la pija justo hasta donde la pija había entrado. La luz rebotaba solo ahí. No en lo seco. Era como ver un gráfico de cuánto tramo de verga estaba dejándose entrar mi novia. Y cuánto iba creciendo empujón tras empujón.
Ya estaba en tres cuartos. No iba a entrar más. No podía entrar más.
—¿Te gusta cómo te la cojo, infeliz? —se me rio Buje.
Detuve mi paja, avergonzado. Mi novia abrió los ojos y me miró.
—Seguí, mi amor —me pidió amorosa—. Tenerte ahí al lado haciéndote la pajita es lo más hermoso del amarre. —Sonreí con mi pecho inflado y retomé mis movimientos—. Además… —agregó, y cerró los ojos nuevamente— ya siento que me viene… Ohhh…
—Si estás cerca te empiezo a dar duro —dijo Buje.
—Sí… sí… Dame fuerte… Dame duro…
En verdad no venía lento, pero tomó a mi novia con más fuerza desde las ancas y aceleró notablemente
—¿La sentís, putita? ¿Qué decís, cuerno, la siente?
Pero respondió Mariela.
—Me siento llena de pija…
—Avisame cuando estés lista porque te vas a sentir llena de leche.
No terminó de decir “ya estoy”, que mi novia comenzó a acabar.
—Ohhhhhhh…
Así que el camionero se soltó y se largó a galopar a lo bestia. Empezó a serruchar con tal violencia que parecía que iría a perforar el piso de la cabina. Los gemidos graves eran como gorgoteos primales, y contrastaban con los gemiditos de mi amor, creando una masa de sonido orgásmico dentro de la cabina, que por un momento me erizó la piel.
—¡Sentila, puta! ¡Va toda adentro hasta los huevos!
El bombeo era salvaje, violento. Y no se detenía. De pronto unas gotas de sudor cayeron desde los cabellos del tipo hasta los pechos de mi novia y ésta abrió los ojos y lo miró directo al alma. Sentí celos. En ese momento estaba siendo llana y totalmente su mujer. El instante de intimidad duró apenas dos segundos, enseguida ella miró de reojo y me encontró a pura paja. Agradecí para mis adentros su deferencia de no abandonarme, pero los celos se me quedaron como un nudo en la panza.
Y mientras el camionero comenzó a deslecharse adentro de ella…
—¡¡Ahhhhhhhhhhhhhhh…!
Ella:
—Te amo, mi amor…
Texto cortado e incompleto. Sujeto a modificaciones y correcciones. Esto es solo un PREVIEW.
El Amarre Anexo XXXL
(c) 2025 Rebelde Buey
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