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viernes, 3 de octubre de 2025

[PREVIEW] El Amarre Anexo XXXL | Preview 3


PREVIEW 3 | EL AMARRE ANEXO XXXL  

El Amarre - Anexo XXXL es un anexo constituido por seis relatos. Se trata de un envío de unas 65 páginas (si fuera un libro) en el que se contarán distintas historias de Mariela y Guampablo en Alce Viejo, explorando no sólo la dinámica de la pareja sino también costumbres y singularidades del pueblo. Volveremos a la Parrillita de Antonio, donde los camioneros se garchaban a Violeta; regresará don José, el despótico y sádico viejo cogedor de novias ajenas; El Leche (el macho en "Laurita dijo 'Sí'"), acompañado de otro cumpa; y conoceremos otros lugares típicos de Alce Viejo así como sus costumbres (algunas ya mencionadas en "Postales de Alce Viejo").
 Sí, por supuesto, a la novia se la garcharán en todos los relatos.

En estos días y mientras corrijo el material, les voy a ir dejando pequeños momentos como para ir picoteando.


3. 
El Día del Cornudo.

Nunca festejamos el Día del Cornudo con Mariela. Es el 11 de noviembre, y nosotros comenzamos a salir un tiempo después. En Alce Viejo, el Día del Cornudo es una celebración importante, tradicional, masiva, casi obligatoria. Un poco en broma y un poco en serio, se trata de participar con tu pareja en alguna de las múltiples fiestas de disfraces, liberarte, animarte, corajearte bajo la máscara protectora del rol asumido, y jugar a reconquistar a tu presunta infiel.
El chiste es ir con tu novia o esposa emparejados en el disfraz. Marinero y marinera, policía y ladrón, flor y abeja, etc. Es la manera de garantizarte el revolcón final con tu mujer, porque solo los roles complementarios pueden tener intimidad esa noche. No vayas de preso y tu mujer de princesa, porque no te la vas a poder coger. O al menos no “deberías”, está mal visto.

Las fiestas para el Día del Cornudo son de noche y están regadas por todo el pueblo. Algunas son privadas, pero la mayoría son públicas. En clubes, en casas, en el cine-teatro. ¡Y hasta en la iglesia!
Pasé a buscar a mi novia a las once de la noche. Salió de su casa y estaba deslumbrante, ridículamente hermosa, disfrazada de marinerita, dicho esto con muchas licencias. De marinerita lo único que tenía era una gorra de capitán y unos tirantes, por lo demás, un top blanco tipo bincha que solo le cubría las tetas, y una minifalda de tul a tono. Brillantina en el pecho, brillantina en la cara, que le combinaban con unos claritos que se había hecho en el pelo esa misma tarde. Esta realmente divertida. 
Y muy, muy cogible.
—Mi amor… —tragué saliva al verla—. Estás muy…muy… emmm… hermosa…
Su madre salió detrás, cuando ya Mariela me besaba brevemente en los labios.
—Tomá —me dijo, y me dio un saquito de hilo grueso—. Para que no tenga frío a la vuelta—. Se refería a su hija, pero me lo daba a mí. Y como si leyera mi mente—: Doblalo bien y no lo ensucies. Vas a cuidarlo vos, ¿no? Con la cartera de la nena. Ella va a estar muy ocupada toda la noche. —Y se rio burlándose de su hija. 
—¡Mamá!
—Bueno, es el Día del Cornudo. Se supone que él lleve tu cartera y tus cosas para que vos estés más cómoda.
—¡Mamá! —repitió—. Guampablo no es ningún cornudo.
—Ya sé, mi amor, ya sé —dijo en un murmullo, y se giró para regresar a su casa—. Y tu padre tampoco...
La madre se metió en la casa con una risita, y Mariela me tomó de la mano y me arrastró hacia el pueblo.
—No le hagas caso. Vos no sos ningún cornudo.
—Ya lo sé, mi amor —dije tratando de parecer despreocupado—. ¿A cuántos te vas a coger hoy?
Mariela me miró con gesto de sorpresiva curiosidad.
—No lo sé. ¿Dieciocho? Podría ser el doble si vamos a varias fiestas.
Me estremecí a pesar del aire templado de noviembre. Iba a presenciar cómo una horda de hijos de puta se la iban a coger toda la noche, de uno en uno y haciendo fila hasta que les llegara su turno. Se me paró por completo.
—Es por el amarre, ¿no?
—Sí, mi amor. Yo casi no disfruto de estas cosas. Voy a disfrutar con vos cuando nos casemos.
La mentira descarada —por la razón que fuera— provocó un respingo en mi pingo.
—¿Cómo cuando nos casemos? Cuando se termine el ritual del amarre.
—Sí, cuando cumplamos con el amarre. ¿Qué entendiste?
—Dijiste cuando nos casemos.
—No. ¿Cómo te voy a tener en abstinencia cuatro o cinco años, mi amor?
Quedé confundido. ¿Había escuchado mal o me estaba manipulando?


Uno de los novios se resistió a que los recién llegados se la arrebataran para cogérsela.
—Estamos disfrazados en pareja —dijo, y señaló a su novia, vestida con un top blanco con manchas negras y una minifalda con el mismo estampado y una cola pegada al trasero. 
Pero el zángano que se la quería llevar iba vestido de gaucho.
El inminente cornudo se levantó y defendió su posición, mostrando que él estaba disfrazado como ella, para que justamente nadie se la arrebatara.
—¿Ves? —y señaló a su novia y a él mismo—. Vaquita y toro.
—Por eso —le dijo el tipo—. Como toro, vos sos el que lleva los cuernos. Además, yo estoy de gaucho y el gaucho dice dónde van las vacas y los toros de su corral… Y esta vaquita va al matadero conmigo…
No sé cómo siguió esa negociación, pero de seguro se la iban a garchar. 
Mariela se inclinó hacia mí y me tomó de la mano. Vi claramente al cincuentón mirarle el culo y meterle la mano bajo la minifalda con una lascivia como he visto pocas veces.
—Vení, mi amor —dijo Mariela—, que el señor me va a llevar a una de las habitaciones para ayudarnos.
—Prefiero que el cornudo se quede acá —dijo de manera grosera el viejo desconsiderado—. No quiero mirones cuando me garcho novias de otros.
—¡El cornudo viene conmigo o no subo! —me defendió mi novia—. Estamos haciendo el amarre. Además, me gusta verlo haciéndose la pajita al lado mío cuando me entran con todo.
Esas palabras de amor me inflaron el pecho de orgullo, e inspiró a su prima, que hasta esa noche nunca se había atrevido a que su novio presenciara sus cogidas, excepto en lo de Matanga.
—Yo también subo con mi novio. —El segundo cincuentón levantó las manos en señal de que no tenía problemas. Jana giró con vehemencia hacia su novio—. A partir de esta noche me vas a ver coger con todos los machos que me usan habitualmente, incluidos tus hermanos y tu papá.
—Mi amor, no hace falta —se resistió el Pipi—. Yo…
—Vas a estar al lado mío, no importa lo que te parezca. Es por el amarre. Es por nosotros. 
Y fuimos arrastrados escaleras arriba por nuestras mujeres, que a su vez eran arrastradas por sus machos. Arriba, las tiraron a las dos en cuatro patas sobre una cama doble king, una junto a la otra. 
Les bajaron las tanguitas hasta cerca de las rodillas, estirándolas a punto de romperse. Ni les dieron tiempo a quitárselas, no valía la pena esperar tanto. Las clavaron de verga de inmediato, casi al mismo tiempo, los dos cincuentones, y comenzaron a bombearlas de inmediato.
Apenas recibieron pija, Mariela y su prima cerraron los ojos y comenzaron a jadear. Supongo que se escucharon entre sí, porque enseguida se miraron, se sonrieron y se tomaron de la mano más próxima. Como estaban en cuatro, los brazos extendidos parecían clavados al colchón, pero los torsos y sobre todo las cabezas comenzaron a mecerse al ritmo de las embestidas.


Texto cortado e incompleto. Sujeto a modificaciones y correcciones. Esto es solo un PREVIEW.
El Amarre Anexo XXXL 
(c) 2025 Rebelde Buey

►Comenten! ¿quieren un adelanto de cada una de las seis historias?


1 COMENTAR ACÁ:

Santiago dijo...

Prefiero fidelidad intermitente

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