PREVIEW 5 | EL AMARRE ANEXO XXXL
El Amarre - Anexo XXXL es un anexo constituido por seis relatos. Se trata de un envío de unas 65 páginas (si fuera un libro) en el que se contarán distintas historias de Mariela y Guampablo en Alce Viejo, explorando no sólo la dinámica de la pareja sino también costumbres y singularidades del pueblo. Volveremos a la Parrillita de Antonio, donde los camioneros se garchaban a Violeta; regresará don José, el despótico y sádico viejo cogedor de novias ajenas; El Leche (el macho en "Laurita dijo 'Sí'"), acompañado de otro cumpa; y conoceremos otros lugares típicos de Alce Viejo así como sus costumbres (algunas ya mencionadas en "Postales de Alce Viejo").
Sí, por supuesto, a la novia se la garcharán en todos los relatos. Ya falta muy poco.
5.
Cuernavidad.
[...] Y como es natural, un rato después de las doce, los más jóvenes se van a bailar o a encontrarse con otros jóvenes para tomar y divertirse hasta el amanecer. Ese era el plan con Mariela. Pero al pasar a buscarla y sacarla de su casa, me mostró el celular con rostro compungido.
—Es mi tío —me dijo. Y scrolleó una conversación de WhatsApp que finalizaba con una foto de la parte media de su tío, desnudo, con un vergón soberbio totalmente empalmado y sosteniendo una lata de Budweiser de 750 centilitros en una mano. La pija del viejo y el tubo de la cerveza eran prácticamente iguales—. Está deprimido por la Navidad y quiere que vayamos a visitarlo.
—Pe-pero... no parece muy deprimido. Más bien todo lo contrario.
—No conocés a tío Pongo. Cuando se deprime, se pone así. En mi familia ya se sabe. Mi papá lo averiguó por las malas, en una Navidad.
—¿Tu tío se cogió a tu mamá?
—Ay, Guampablo, lo decís como si mamá fuera una puta. Te dije que el tío estaba deprimido.
—Pero amor, todo bien con tu tío, lamento mucho su enfermedad y eso, pero a juzgar por la foto, me parece que su intención es...
—Bueno, tenés que ser un poco más misericordioso, Guampablo. ¿Dónde quedó tu espíritu cristiano para ayudar a los sufrientes? Hoy está naciendo Jesús, deberíamos ir a ver cómo está.
—Está con ganas de cogerte.
—Bueno, de última, lo usamos para reforzar el amarre.
—No, Mariela. Quedamos que nada de parientes ni amigos. No quiero que nuestro círculo se piense que soy un cornudo.
—Está bien —bufó, frustrada—. Dame un segundo que le respondo...
—No hace falta, dejalo en visto.
—Quiero preguntarle si tiene un regalo para vos.
—¡No! ¡No quiero ningún regalo!
—Ahí le pregunté...
—¡Mariela, no quiero que un tío tuyo también te coja!
—No seas insensible, el tío Pongo está deprimido.
¡Piuk! Ruidito de WhatsApp.
Mariela me mostró la conversación en su celular.
—Mirá! También pensó en vos.
El mensaje de WhatsApp quedó debajo de la foto de la chota y la Budweiser de 750 centilitros.
“Venite, ya estoy re caliente. Y si esta vez traés al cornudo, decile que tengo un regalo que le va a gustar un montón.”
Mariela me tironeó de la mano y cambió la dirección de la caminata. De pronto enfilábamos para lo de su tío Pongo.
Cuando el tío nos abrió la puerta, pensé que se me iba a salir el corazón de lo acelerado que estaba. No conocía bien la costumbre navideña de Alce Viejo, pero sí al viejo malandro. Era un vago, sucio, prepotente, que lo único que hacía era pedir plata a amigos y parientes y chupar vino de cartón. Algunos decían que no faltaba la vecina casada que le trajera la comida. Del dinero podía decirse lo mismo. Yo lo había visto solo una vez en mi vida, en casa de Mariela, y me había llamado la atención la desvergüenza con la que miraba a las mujeres de la familia (incluida mi novia) y lo retraídos que se veían los hombres, casi asustados.
Ahora daba pena y repulsión. Estaba en cueros, solo vestido con un calzoncillo de algodón que le marcaba por debajo su verga en erección descarada. Apestaba a alcohol y arrastraba las eses, y estaba cubierto de sudor como si hubiera hecho gimnasia.
—Tiíto —saludó alegremente Mariela.
—Mi amor —le farfulló el tío Pongo, y la tomó de la cintura y le metió una mano en todo el ojete perfecto de mi novia.
—Tío, estamos en la calle —se quejó mi novia, riendo como ríe una maestra jardinera ante la travesura de un niño. La mano terminó de recorrerle la zanja del culo y un glúteo completo, y se retiró.
—¡Trajiste al cornudo! —se sorprendió de repente. Y nos hizo entrar.
* * *
—No entres a la pieza, que a tío no le gusta. Y mirá la película mientras él me coge... Podríamos adoptar una nueva tradición desde este año, ¿qué te parece?
—¡Mariela, se quiere aprovechar de vos! No me hagas cornudo, por favor…
—Mi amor, sabés que no soy de esas. Es solo una costumbre de Navidad.
—¡Dejá de hablar con ese imbécil y arrodillate!
Me quedé un rato de este lado de la puerta, pero no volvió a contestarme. Me la iba a coger, eso seguro. Aunque no me quedaba claro si me estaba metiendo los cuernos o no.
La puerta de aglomerado estaba tan rota que se cerraba con un piolín y había quedado un palmo abierta. Adentro estaba oscuro, no se veía casi nada. Sólo la respiración pesada del tío Pongo llegaba hasta mí, como una neblina pegajosa de lujuria y vicio. “Así... así...”, se lo escuchaba murmurar. Grave. Como cansado. “Qué rico la chupás, cómo extrañaba esto...”. Y de pronto un “chup!”, una succión arrancada, y el jadeo de mi novia para tomar aire. “A seguir mamando”, dijo el tío, y otra vez la respiración agravada y las succiones femeninas.
—¡Cornudo, la puta que te parió, andá a ver la mierda ésa que te regalé!
La imprecación violenta, el tono enojado y seco del tío de Mariela me sacó de mi vigilia. Pegué un salto y, sin decir nada, me fui a la tele del living y puse el DVD, mientras se garchaban a mi novia.
Texto cortado e incompleto. Sujeto a modificaciones y correcciones. Esto es solo un PREVIEW.
El Amarre Anexo XXXL
(c) 2025 Rebelde Buey
►NOTA: El Anexo XXXL tendrá una modalidad inédita: será de pago y será gratis.
Quienes quieran podrán pagar un precio simbólico (entre 1 y 2 dólares —seguramente 1 dólar y medio), y quienes no quieran, accederán al relato gratis pero a cambio de regalarme una cuenta de Instagram (creada de cero o que tengan abandonada, da igual).
Esto de la cuenta de IG tiene una razón sencilla. Instagram me revienta las cuentas que uso para bajar las fotos que acompañan los relatos. (Por eso en este mega anexo estoy usando inteligencia artificial).

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