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miércoles, 10 de abril de 2024

La Isla del Cuerno: El Faro (III) C.1

LA ISLA DEL CUERNO: EL FARO (III) — Capítulo 1
(VERSIÓN 1.0.) 
Por Rebelde Buey

NOTA: Decidí publicar los capitulitos por separado, porque si no, no la sacaba más.
NOTA 2: Las partes I y II (completas) la encontrás en la columna de la derecha (si estás en una PC) o abajo (si estás con el celular) en el apartado con título EL FARO.


1.
3 de febrero.

El viento fresco de la mañana frente al mar hizo que Camilo se acogotara el cuello del saco, clavado sobre su silla en el terraplén. Sin embargo, ningún frío parecía suficiente para abrigar las piernas, el culo o, aunque sea, los pechos de su mujer. Siempre con faldas cortas para que le metan mano más fácil. Siempre con escotes de escándalo para provocar el piropo malintencionado y entrar rápidamente en la charla sexual. 
Rómulo ató el bote al muelle y se acercó a Fátima. Le dio un beso, la magreó a gusto por la cintura y dejó caer sus manos hasta las nalgas, y recién entonces levantó la vista y saludó a Camilo allá arriba que —como un cornudo atado a una montura— no tenía más opción que sonreír estúpidamente mientras le manoseaban a la mujer en sus narices.
Fátima también giró para saludarlo. Estaba tan pegada al botero que para levantar el brazo debió inclinarse un poco y sacar cola, que apoyó contra el bulto del hombre, fregándolo como una gata, aunque procurando que pareciera sin querer.
Rómulo no traía provisiones, así que subieron de inmediato. La mujer, primero, y el hombre tras ella, de modo que a cada paso el tipo le iba mirando bajo la cortísima falda, sin pudor y sin la más mínima discreción ante el marido que los iba a recibir.
—¿Y el Sapo? —preguntó Rómulo cuando Fátima y él llegaron arriba, junto a Camilo.
—No está.
—¿Cómo que no está? Vine especialmente para llevármelo al continente. 
—Amanecimos y ya no estaba en la casa —dijo Fátima—. Ni el bolsito dejó.
Rómulo miró a la pareja con gesto desconfiado. Conocía el comportamiento de las gentes como para adivinar que ahí pasaba algo raro. Aunque lo desconcertaba la presencia del cornudo. 
—Tiene que dejar la isla. —Rómulo se rascó la cabeza, buscando—. La alcaldía lo obliga a tomarse vacaciones, si no lo hace durante tres años. 
—Creo que vino en vano, don Rómulo.
Rómulo giró sobre sus talones en un gesto de frustración. 
—Voy a ir a hablar con Mandrágora. Él va a saber qué hacer. 
Apenas el hombre se movió en dirección del faro, Fátima le salió al cruce poniéndose adelante. Los pechos pegaron un breve salto frente a los ojos del botero, que deseó que fuera jueves para poder amasarlos o hundir allí su pija en la soledad de la despensa. 
—Creemos que ese Mandrágora le quiere robar el trabajo al Sapo —anunció la mujer, esgrimiendo aún más sus pechos, como una primeriza. 
 Rómulo observó incrédulo al matrimonio por un segundo completo.
—Ya lo sé. 
Ahora fue turno de Camilo y Fátima de sorprenderse. 
—El trabajo incluye la vivienda en el faro. Mandrágora le quiere quitar todo. 
Rómulo resopló. Esquivó con facilidad al lisiado y tomó a la mujer de la cintura, para hacerla a un lado. El pobre esposo debió ver ante sus ojos, a centímetros, cómo el que se la cogía todas las semanas la agarró con firmeza y masculinidad, y como si él no existiera aprovechó para bajar la mano abierta y acomodarse en toda la redondez de la nalga derecha. Ni tiempo tuvo Camilo de decir algo, Rómulo apartó a la mujer y se puso a andar hacia el faro. 
—No es ningún secreto, lo saben todos en el archipiélago. Ya lo intentó otras veces… en otras islas. Solo que ahora tiene el apoyo de la alcaldía. 
—¿La alcaldía está metida? ¿Qué carajos está pasando? 
Rómulo debió aflojar el paso para que Camilo les pudiera seguir el tranco a él y a la mujer por el camino de tierra.
—Bueno, ya saben cómo es el Sapo. Todo el día borracho, reporta a la base cuando quiere, una vez casi se le incendia el faro... no ocurrió una desgracia de milagro. Supongo se lo querrán sacar de encima. 
—Es que ese Mandrágora me da mala espina. Parece un mal sujeto.
—¿Mal sujeto? ¡Ja! ¡Es un flor de hijo de puta! Lo mínimo que va a hacer es robarse todos los meses cuanto suministro le provea el ayuntamiento.
—Entonces estará de acuerdo en que hay que ayudar al Sapo —imploró Fátima—. No podemos dejar que ese ser siniestro le robe toda su vida. 
—No, no cuenten conmigo. Mandrágora me ofreció… —Rómulo tuvo un chispazo de recato por primera vez ese año y se cortó. Pero enseguida se le fue—. … cogerme a la mujer de su empleado. 
—¿Qué…? —Fátima arqueó las cejas, incrédula—. ¡Usted es amigo del Sapo!
—Claro que soy su amigo. ¿Pero no vieron ese culo y esas tetas…?
Entre paso cojo y discusión, el faro se asomó en el último codo del camino.
—No me vas a coger nunca más —le murmuró Fátima entre dientes, pero con tanta rabia que no pudo evitar elevar la voz más allá de lo debido. La mujer miró de reojo, esperando que su cornudo no lo hubiera escuchado. De todos modos, Camilo, Rómulo y ella misma supieron que mentía. 
Fátima giró hacia su esposo, le rodeó la espalda por el cuello con un brazo, apoyándole los pechos sobre un hombro y parte de su cabeza. El pobre Camilo no pudo resistir un respingo en su pijita.
—Mi amor, hacé algo —le reclamó Fátima. Se la notaba levemente desesperada—. Esto es muy injusto para el pobre Sapito. 
—¿Y qué querés que haga? Además, se lo merece por haberte cogido anoche. 
—Fue una sola vez y se lo consentimos porque estaba borracho. 
Camilo pensó en las otras cien veces que él no lo consintió.



—¿Cómo que no lo encuentran? —se enfureció Mandrágora—. ¿Se desvaneció en el aire?
Adentro estaban todos, recién terminados de desayunar. El patrón, Paolo, Jasmina y Liliana. Camilo se sorprendió de la poca ropa que vestían las dos mujeres de la casa, luciendo muslos y pechos casi como en un prostíbulo, y de la sensualidad que desprendían; la una jovial e inocente, la otra experimentada y más emputecida. No las había visto así la tarde en que las conoció, todas vestidas de ciudad.
—Durmió en lo de los señores, pero se fue antes de que ellos se despertaran. Pasé por acá más que nada para consultarle qué hacemos. 
—Está en la casa de estos dos, eso es obvio. 
—Como sea. Tengo que volver al continente con el Sapo o con una denuncia suya para la alcaldía. Vine por eso. 
—La denuncia la hago ya mismo. ¡Jasmina, tinta y papel!
—Sí, patroncito —respondió la joven. 
—No hay apuro, señor Mandrágora. —Rómulo vio a Jasmina girar y salir de un salto a hacer el recado. Qué hermoso culito tenía esa chiquilla, con ese pantaloncito breve y enterrado, pegado a la piel. Lástima que no hubiera entrado ella en el arreglo—. Puede escribirla y enviarla cuando venga el correo. 
—¿Qué quiere decir?
—Yo soy simplemente el botero… —Mandrágora lo miró sin entender, obligándolo a aclarar—: Llevo y traigo mercadería, y hoy me iba a pegar la vuelta con el Sapo, si estaba. Pero no soy agente de la alcaldía. 
—¿No teníamos un arreglo, usted y yo?
Jasmina llegó con papel, pluma y tintero, y los dejó sobre la mesa, frente a su patrón, con una reverencia infantil. A Rómulo se le fueron los ojos hacia sus pechos y su culito, cuando ella se volvió.
—Todavía no recibí nada de mi parte del trato, don, y ya me pide que denuncie a mi amigo el Sapo. ¿Entiende mi recelo? 
Mandrágora sonrió. Como siempre, todo era cuestión de precios. O mercancías. Miró en rededor: la luz entraba a regañadientes por la ventana y la puerta medio abierta, y sin embargo iluminaba a la perfección a los dos cornudos y al mañoso del botero. Pero también a las curvosas siluetas de Fátima, Jasmina y Liliana. 
—Cogete a la mujer de Paolo ahí atrás, en la piecita. A la hija todavía me la estoy trabajando. 
—Señor Mandrágora —exclamó atónito el marido—, ¿qué dice?
—¡Callate, cuerno! Tu mujer va a coger con quienes yo diga, las veces que se me cante. ¿Algún problema? 
—N-no, señor… Es solo que… no lo conocemos a este sujeto… 
—Lo vas a conocer rápido. Va a venir a usártela todas las semanas. 
Liliana dio un paso adelante y se ubicó a un costado de la mesa. De pronto su cuerpo, enfundado en esa falda suelta y muy por encima de las rodillas, con tajo adelante y a los costados, más la blusa escotada, la hicieron brillar. Tal vez fue porque se paró espigada como una hembra que sabe que va a recibir a un macho y no al remedo de hombre que era su marido.
—Señor Mandrágora, yo... no sabía que... No sé si... 
—Es igual que cuando te cogen mis amigos, Liliana, no te pongas quisquillosa. Andá ahí atrás con Rómulo y haceme quedar bien. —Como la tenía a su lado, le metió una mano lasciva por debajo de la falda y la subió hasta tomarle el culo. Luego la soltó con chasqueando la lengua—. Haceme quedar bien. ¿Entendiste? 
—Sí, señor. Le voy a exprimir hasta la última gota de leche.
El esposo, de pie presente, miró a las visitas y enrojeció como un pimiento.
—Mi amor, no hables así… No es que vayas a disfrutar… ¿no…?
Liliana tomó a Rómulo de la mano y comenzó a llevarlo hacia la piecita que estaba ahí a dos metros, tras el tabique de madera que lo separaba del living. Las cabezas de todos giraron para seguirlos.
—No seas idiota, Paolo, sabés que no disfruto del sexo, mucho menos cuando me cogen los tipos que me trae el patrón.
Rómulo tomó la mujer del culo y la magreó para comprobar las carnes. ¡Eran tal cual las imaginó! Miró de costado al pobre cornudo y sonrió anticipando su suerte. Le gustaba cogerse mujeres hermosas, como todo el mundo. Pero le gustaba más si la mujer era casada y el marido andaba bien cerca. Entró al cuartito, llevado de la mano.
Mandrágora regresó al asunto de la denuncia y ahora todas las cabezas giraron a él. Tomó la pluma como para arrancar y, de pronto, no supo. 
—Hey, vos, Camilo. Se nota que sos un tipo culto. Ayudame a escribir la denuncia… Ya que lo tenés escondido en tu casa, por lo menos… 
—No me parece que yo deba...
Entonces llegaron los primeros murmullos.
—Uy, qué pedazo… —se escuchó a Liliana tras el tabique, aunque tratando de hablar bien bajito—. Me habían dicho en el continente lo que cargabas, pero…
Fátima reclamó:
—No me parece correcto eso de denunciar al Sapo, señ…
La voz de Rómulo la interrumpió.
—Date vuelta, putón. Vas a sentirlo en carne propia.
El botero no habló en ningún tono bajo, no pretendía disimular nada.
—Eso… Quiero comprobar todo lo que me contaron…
Se escuchó un topetazo contra la madera, como si a Liliana la hubieran tirado a la pared. Se escuchó también un jadeo y la hebilla de un cinturón tocar el suelo.
En el living se hizo un silencio incómodo. El pobre Paolo quedó gris ceniza, con los ojos bajos para no enfrentar a nadie. Cuando llegó el primer jadeo, Camilo se apiadó del pobre cornudo para llenar el silencio de la sala.
—Está bien —se dirigió a Mandrágora en voz bien alta—, escriba: “Oficina Principal de la Alcaldía…”
—¡Ahhhh…! —se escuchó a Liliana, todavía reteniendo la voz. La pija había entrado por primera vez, fue claro. La mujer solía reaccionar así cuando los hombres la clavaban. Bueno, excepto con su marido.
—“Asunto: Denuncia Administrativa por Incumplimiento de Vacaciones Obligatorias.”
Fátima cruzó a su marido.
—¡No vas a ayudarlo a expulsar al Sapo!
Pero de fondo vino el sonido de un choque de carnes y otro gemido de la señora Liliana.
—Ohhh… sssíííí…
Fátima miró al pobre Paolo, disminuido como una pasa de uva, procurando desaparecer. Y comprendió. Dio un paso al costado para que Camilo siguiera dictando.
—“Me dirijo a ustedes para presentar una denuncia formal contra el señor…” ¿Cómo se llama ese viejo vago?
—Yo le pongo el Sapo —resolvió Mandrágora, que escribía a toda velocidad.
—Uhhh… Despacio… Así…
La hebilla se arrastró sobre el piso. Se escuchó también un “plop”, como si la verga se hubiera retirado de la esposa de Paolo, inesperadamente.
—Abrí más las piernas, putón…
—“… por su flagrante incumplimiento de las normativas internas referentes al período de vacaciones obligatorias.” 
El putón habrá abierto más las piernas porque por unos segundos no se escucharon más jadeos y en cambio vino otro sonido acuoso y enseguida un golpeteo sordo contra la madera, como un bombeo. 
—Señor —interrumpió Paolo—, sería bueno ir a revisar los depósitos de gaso…
—Vos te quedás acá, te necesito por si se me acaba la tinta.
No lo necesitaba. No se le iba a acabar la tinta en todo el mes. Solo quería que los demás lo vieran ahí, mientras le cogían a la mujer al otro lado del tabique.
Los topetazos sobre la madera comenzaron a hacerse más notorios. Quizá por eso Jasmina intentó irse.
—Patrón, si quiere yo podría ir a revisar esos tanques.
—Vos subí y esperame preparada en la cama de arriba… No voy a tardar mucho con esto.
—Sí, señor —dijo la jovencita, hizo una reverencia jovial y subió por las escaleras desabotonándose la blusa para ganar tiempo.
Los topetazos vinieron acompañarlos por los gemidos de mujer.
—Ahhh… Ahhhh… Qué rica pija… Qué buena pija por Dios… Seguí…
Mandrágora le hizo una seña a Camilo para que continuara.
—“…viéndome obligado a informarles que el susodicho burló estas disposiciones…”
—Ahhh… Ahhhh… Por Diossss… Así… Así… Asííí… Más duro…
Los topetazos contra el tabique se hicieron tan fuertes que Fátima y Paolo observaron que la delgada pared se movía, como si respirara.
—“…y de forma deliberada y sin previa notificación faltó a presentarse para su regreso al continente”.
—Qué buen culo que tenés, hija de puta… —se escuchó a Rómulo con voz jadeada—. La próxima te lo hago hasta los huevos…
El pobre Paolo volvió a estirar el cuello y asomar su cabecita.
—Patrón, si no le molesta yo…
—Callate, cornudo, si no querés que te la haga coger hasta por los perros de la isla.
—Dame, Rómulo, dame pija… ¡¡quiero más pija!!
—Al carajo, el culo te lo hago ahora…
El golpeteo incesante, como martillazos de pija contra la pared, continuó y se fue haciendo más poderoso. Mandrágora, sin embargo, parecía no darle importancia: miró a Camilo, que a su vez observaba el tabique y se humedeció la boca haciendo saliva.
—¿Y, Camilo…? ¿Qué más pongo en la denuncia…?
Camilo tragó. No había calculado que ese rufián podría ser tan déspota. Ese rufián al que él estaba ayudando a quedarse en su isla para siempre.



Fátima, Rómulo y Camilo regresaban por el camino que llevaba al muellecito. Camilo un poco atrás, esforzándose por llegar a la par de su mujer y el cretino que se la cogía.
—Es inaudito lo que acaba de hacer, señor Rómulo —se indignó Fátima—. Pensé que usted era una persona más seria y respetable.
—Le doy a todas las mujeres casadas que puedo. Usted mejor que nadie debería saberlo. Acá en el archipiélago está lleno de cornudos, yo solo hago el trabajo que ellos descuidan. 
—No todas las mujeres de las islas son así de libertinas… —aguijoneó el marido—. ¿Verdad, mi amor? 
—Usted es muy afortunado, señor Camilo. Una mujer tan bella como su esposa... He visto damas mucho menos atractivas con hombres... bueno, con hombres con piernas, que pueden... ya sabe... no como usted… Y así y todo igualmente los hacen cornudos. 
La brisa venida del mar trajo olor a sal marina y se llevó la humillación. Camilo odió a Rómulo. Fátima, también. Pero por otra cosa.
—Eso no justifica lo que hizo —siguió reclamando ella—. Escuchamos todo lo que sucedió en ese cuartito con la señora Liliana... y los jadeos y gemidos de ella, y sus palabras soeces para con el pobre marido… no me acuerdo su nombre…
—Cornudo, querida. 
—No seas tonto, Camilo. ¿A vos te hace gracia?
Camilo sonrió con una satisfacción que le infló los cachetes. Su mujer estaba celosa. Hija de puta: ella, casada a la que se la cogían los dos negros empleados, más el Sapo y Rómulo, amonestaba al botero por hacer con otra mujer casada lo que hacía con ella misma, también casada.
Llegaron al terraplén que conducía al mulle. Se detuvieron.
—Díganle al Sapo que no sea estúpido. Quedándose con ustedes solo va a empeorar su situación. 
El botero bajó al embarcadero, seguido por Fátima. El marido debió quedarse arriba, solo en su silla de ruedas, como siempre.
— Ya le dijimos que no está en nuestra casa. Cuando amanecimos...
Rómulo levantó una mano con gesto de que sobraban explicaciones. 
—No es mi maldito problema. Solo sepan que conozco la fama de Mandrágora, ese tipo es un desquiciado y no tiene límites. —Desanudó la soga atada al amarradero, se subió al bote y con un patadón a la madera comenzó a alejarse sobre el agua increíblemente calma—. El jueves vengo con “su” mercadería —prometió el botero, con la vista yendo y viniendo de las ancas a los pechos de la Puta del Archipiélago. Y una sonrisa de suficiencia.


Fin del Capítulo 1 de la Parte III — (VERSIÓN 1.0. /

El Capítulo 2 de esta tercera parte se está corrigiendo y reescribiendo. En cuanto lo tenga, lo subo. Supongo será para la semana que viene (no va a ser antes)

Podés encontrar todos los capítulos de manera ordenada en el apartado EL FARO, en la columna de la derecha (si usás PC o explorador de internet vía celular), o en los bloques de abajo (si estás usando la app para celular).

Comenten. Eso me alienta a escribir más.

12 COMENTAR ACÁ:

Edmond dijo...

Valio la pena la espera, que morbo, que puta tan bien educada la señora Liliana. No entiendo porque Fátima defiende tanto al sapo como si no tuviera más machos a su disposición, incluido Mandrágora si se queda. Una pregunta Rebelde, el anexo que había comentado sobre la cogida a Jasmina, se puede recibir por correo, o lo publicará acá?

Rebelde Buey dijo...

EDMOND: No está en el texto, pero ojo que si se queda Mandrágora, también se quedan Liliana y Jasmina. Y Fátima dejaría de ser la única mujer de la isla ;-)
Respecto del anexo, no lo tengo a mano ahora (de hecho, ni me acordaba que está en juego un anexo), pero lo que hago habitualmente es regalárselos a los lectores que suelen comentar la serie en cuestión (vía mail) y a los que alguna vez compraron aunque sea un pack (se les agrega al blog de cada relato de pago), a modo de agradecimiento por participar e incentivación, claro)

luisferloco dijo...

Esta frase, es borgeana... sabés que no disfruto del sexo, mucho menos cuando me cogen los tipos que me trae el patrón. Buenísima!!!!

luis ramirez dijo...

De verdad que es muy buena esta saga, la espera valió muchísimo la pena. Lo que ahora me toca esperar con ansias (además de la continuación de esto jejejeje) es el anexo. Va a estar de verdad bueno.

Quien nunca te alcanzo dijo...

Emociona "ver" a Jasmina en acción, ojalá ocurra pronto

trabajabdofederico dijo...

Rebelde te envié un correo, a mi mail, espero tengas tiempo de verlo, y espero te agrade.
Federico y Señora.

Rebelde Buey dijo...

LUISFERLOCO: jajaja bueno, tanto como borgiana, no, pero quedó cachonda xD
QUIEN NUNCA...: Algo de acción de Jasmina ya vimos en el último capítulo de la Parte II. Y algo más vas a ver, no te preocupes. Pero recordá (recuerden todos) que este blog está transformándose más en erótico-sexual y situacional que en porno-hard.
LUIS RAMIREZ: Muchas gracias, Luis. Otro más que menciona el Anexo, y yo no lo tengo presente. Debo revisar mis textos y mis comentarios porque no me acuerdo.
TRABAJA FEDERICO: Recibido. Y sepan (ustedes, pero esto vale para todos) que no tengo ningún problema en que reversionen relatos míos o generen nuevas historias con mis personajes. Al contrario, me da mucha curiosidad. Y hasta podría publicarlo acá.
• Por otro lado, para aquellos que lo hagan y tengan ganas de publicarlo por su cuenta, no en este blog, solo cuiden que quede claro que ustedes son los autores de ese cuento o reversión , y que los personajes y/o historia están basadas en Rebelde Buey (y pongan el link de este blog así traen lectores nuevos).

trabajabdofederico dijo...

Perfecto, ten buen inicio de semana.

Cat dijo...

Y a Fatima? La haran coger con los perros de la isla? Ella que es la puta del arquipelago? Mal puedo esperar por la continuacion...

luis ramirez dijo...

Jajajajaja, no te preocupes, mi estimado rebelde, acá estamos para recirdartelo. El anexo es sobre lo que pasó la noche de la lectura de la carta de amor del prometido de jazmín y el patrón.

Rebelde Buey dijo...

CAT: jajaja nooo! era un decir. aunque tengo una historia que espero alguna vez escribir, sobre una pareja de novios que viven juntos y el novio termina siendo el cornudo del perro xD
LUIS RAMIREZ: supongo serán sobre las cartas de jasmina y el novio, de ida y vuelta, en la isla. porque eso es lo que tenía escrito. Pero no estoy seguro.

luis ramirez dijo...

Según yo no, peeeero..... me interesa. Suena interesante lo que estás escribiendo. La verdad cualquiera de las 2 ideas me llama bastante la atención. De cualquier modo siempre nos entregas grandes anexos, así que esperaré con ansias lo que estás escribiendo. Saludos estimado rebelde

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