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viernes, 24 de agosto de 2018

La Turca (Anexo 04) - PREVIEW

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Lamí desesperado los globos que tenía por glúteos, y se estremeció.
—Mmmm… sí, cornudito, sí…
Ya casi no me molestaba que me dijera cornudo. De hecho, lo decía sólo cuando se excitaba conmigo, así que no me resultaba tan malo. Le corrí la tela que le protegía celosamente la conchita y el vaho se intensificó ligeramente. Aguanté la respiración y me lancé a chupar. Sin respirar, mi ejercicio era tolerable, y como le imprimía pasión, la Turquita se excitaba a niveles que yo antes no lograba darle ni cogiéndomela.
—Ay, sí, cornudo, chupa, chupá… Limpiá bien, cornudito hermoso…
Retorcía las sábanas en el puño, y eso me entusiasmaba más y la chupaba mejor, y eso la hacía retorcer más la sábana y gemir más fuerte.
Cuando lograba determinado nivel de calentura me sacaba de su entrepierna y me ponía junto a ella, frente a frente, con el gesto desencajado de lujuria. Era el momento. Se bajaba la bombachita hasta las rodillas o un poco más, y se abría en el medio.
—¡Cogeme! ¡Cogeme, mi amor! Demostrame que sos más hombre que el señor Turricio.
No había forma de demostrarlo. El señor Turricio (cualquiera de sus amantes, en realidad) se la cogía durante dos horas. Yo no llegaba al minuto. Desesperada, ella me metía entre sus piernas y me acomodaba. El contacto de mi pija con su humedad era el paraíso en la Tierra. Más de una vez me había acabado solo con eso.
—Cogeme, Porotito, ¡cogeme como un macho de verdad! ¡Haceme tu puta! ¡Haceme tu única puta y demostrale a tus jefes que sos más macho que ellos!
—N-no sé, Turquita… No sé si voy a poder…
Me pegué a ella, me abrazó con sus piernas y de pronto mi pija estaba pegada a los pliegues de su concha carnosa, dispuesta a penetrar.
—¡Cogeme aunque sea dos minutos y no te hago cornudo nunca más!
Me pareció ver sonrió con malicia. ¿Estaba apostando a que no aguantaba más de un minuto, como siempre? No, mi Turquita no haría eso. Mi Turquita no era así de turra. Poner la meta en tan solo dos minutos de alguna manera me cegó y me ilusionó como un niño. Dos minutos para mí era mucho, pero no era algo que jamás hubiera hecho. Posiblemente una o dos veces en el inicio de nuestra relación habría llegado a esa marca. Tal vez.
—A dos minutos llego, mi amor —dije demasiado optimista para lo caliente que estaba—. Te cojo dos minutos y dejás de coger con mis jefes.
—Sí, cuerno, solo con vos y el Morcilla!
El Morcilla era el que se la cogía mejor y el que la tenía más grande y ancha de todos. Era el que me la volvía estirada. Literalmente estirada.
—¡El Morcilla tampoco, hija de puta! ¡Si te cojo dos minutos soy tu único macho!
Y clavé.
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3 COMENTAR ACÁ:

Mikel (movido desde su blog) dijo...

Increible relato Rebelde. Eso de que el cornudo se corra sin moverse me ha parecido genial. Gracias!!!

Siervo de carne dijo...

Hola Rebelde, como siempre gran relato!

Te queria ofrecer los relatos que escribí en mi blog para que los cuelgues acá. Te mandé un correo.

Me cuentas, slds!

Rebelde Buey dijo...

te mandé correo con respuesta. recordá de mandármelos en .doc (no .docx)

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