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viernes, 17 de febrero de 2017

Juli (y el Cornudo de Tetas) V

JULI: Capítulo 5
(VERSIÓN 1.0)

Por Rebelde Buey


9.
—Te venís con el vestidito gris que te trajiste hace quince días… el que tiene esas cosas negras.
Las “cosas negras” eran costuras y detalles gris topo, y el vestido en cuestión era una prenda breve de modal gris claro muy delgado, súper ajustado, que terminaba en una falda cortísima. Arriba no tenía mangas, solo dos tiritas y escote interesante, que con mis pechos se convertía en escandaloso. Ya saben que tengo tremendas tetas y culazo, soy apenas rellenita y con forma de guitarra, así que esa prenda se convertía automáticamente en algo muy muy sensual y provocativo. La tela era tan delgada que se marcaban los bordes de la tanguita, prácticamente como si no tuviera nada, y como la tanga era de esas bien chiquitas que se me entierran entre las nalgas, el relieve terminaba de exponer lo puta que era: hacia afuera por la falda, y hacia adentro por la ropa interior que se veía sin mostrarse. Ir con eso por la calle era una invitación a que todos los hombres me miren y me griten groserías.
—No puedo salir de acá con eso puesto. Me va a ver el portero, los vecinos…
—No sé, bebé, arréglate —me cerró Bencina por teléfono.
—Además, a la vuelta me va a ver Mateo, ¿qué le voy a decir?
—A las seis en punto en la estación de Caballito, en el andén que va para Provincia.
Llegué diez minutos antes y busqué un baño para cambiarme de ropa y ponerme el vestidito gris. Ya antes de entrar a la estación los tipos me miraban mucho, incluso un par me dijeron cosas, que ni escuché ni quise entender. Al entrar fue lo mismo. Es que estaba con un pantalón muy ajustado que me quedaba bárbaro y una remera blanca con una frase gigante, “It’s Not Cheating”, y unos íconos de cornamentas de animales en azul petróleo. Era amplia y a pesar de eso, la caída me marcaba los pechos. Aunque quizá me miraban porque las sandalias, que eran muy muy empinadas, me paraban el culo y me lo dejaban en punta y listo para un mordiscón.
Para entrar al baño tuve que preguntar en la vieja boletería, y el muchacho que me indicó no dejó de mirar a mis pechos y sonreírme cuando hablaba, y estoy segura que me escaneó el culo cuando le di la espalda para ir a cambiarme. A las seis en punto estaba lista, de pie en el andén, puro teta, culo y muslo, metida en un vestidito tan breve que me hacía ver como una puta fina. El andén estaba lleno de gente. Era la hora pico de regreso del trabajo. Dos millones de personas abandonando la ciudad más o menos a la misma hora. ¿Qué quería Bencina? Seguramente un manoseo en el baño público, aunque no adivinaba si querría con él o algún amigo desconocido. O ambos. Entonces lo vi. A Bencina acercarse con una sonrisa de triunfo.
—¡Uffff…! —me aprobó al llegar—. ¡Qué pedazo de putón se pierde el cornudo de Mateo…! —y me dio un beso.
—¿Hoy es con vos solito? —dije con carita de nena y juntando hombros y brazos. Mis pechos se hicieron dos melones jugando a escaparse del escote.
—No, con algunos más.
“Algunos” me sonó a tres o cuatro. Definitivamente terminaríamos en el baño público. Asqueroso, pero con cierto morbo.
—¿Están en los baños?
—No —y sus ojos se hicieron enigmáticos. En el andén había de todo: mujeres, chicos, viejos, y hombres de todo tipo. ¡Dios, estaba lleno de hombres! Escuché una sirena y vi a lo lejos venir al tren.
—Vení —me ordenó—. Vamos un poco más al medio que sube más gente.
—¿Vamos a subir?
Solo la gente que vive en Buenos Aires y toma el tren del oeste en la hora pico sabe lo que puede ser eso. Ya desde que sale, en la terminal de Once, no hay más lugar. La gente no solo viaja de pie, ni siquiera necesita tomarse de los pasamanos porque el pasaje completo conforma un bloque sólido. Algunos aprovechan para manosear disimuladamente a alguna mujer. Otros, a algún hombre. Y muchos, más cerca de la puerta, para robar. Lo loco es que cuando el tren llega a la primera estación, a Caballito, nadie baja, y en cambio sube mucha gente más. No se sabe cómo suben, porque ya en el inicio no había espacio. Pero suben.
—¡No vamos a poder entrar! —le dije casi en un grito, por el ruido del tren que ya estaba con nosotros.
—Oh, sí que vamos a entrar. ¿Trajiste el celular?
—En la cartera, con la ropa.
—Dámela.
La forma de entrar es empujando. Como los subtes japoneses, pero sin gordos contratados. Bencina y otros tipos comenzaron a empujar. Supuse que serían los desconocidos que trajera, pero no.
—Quedate conmigo —me dijo Bencina. Yo estaba al lado, pegada a él, y me uní más cuando más gente —la mayoría tipos de diferentes calañas— se pusieron detrás nuestro y se sumaron a hacer fuerza. Entramos, pero ahora los empujados éramos nosotros. No sé si fue mi vestidito, no sé si fueron mis curvas, pero de pronto unos brazos fornidos me rodearon la cintura como quien va a hacer un scrum. Y empujaron. No pude evitar ir hacia adelante y pegarme a otro tipo, un morocho bajito de unos cincuenta años o más, y cara aindiada. El brazo en mi cintura pronto pasó a ser una mano abierta sobre mis ancas, y unos segundos después me empujaron directamente metiéndome mano en la cola. Busqué a Bencina con la mirada.
—Me están mandando saludos para Mateo, ahora mismo.
Le sonreí. Me sonrió. La mano que tenía en el culo no se retiró, los empujones seguían. Y de pronto sentí otra mano más, en la otra nalga. Ésta ya no me empujaba, solo se apoyaba en mi nalga y aprovechaba la friega de los empujones.
—Otro saludo para mi marido —le dije bajito a Bencina.
—Te van a llenar de saludos en este viaje.
La puerta se cerró y quedamos todos apiñados como sardinas, apretados, rostro contra rostro, con los brazos bajos, sin espacio entre los cuerpos siquiera para mirar la hora. Bencina seguía a mi lado, casi besándome. El viejo aindiado seguía en mi frente, y sus ojitos iban de mis tetas a la cara de Bencina. Creería que era mi novio. Como era bajito, su rostro daba sobre mis pechos. Me reí por dentro. Podría volver loco a ese viejo. Con el arranque fuerte del tren, nos movimos mucho y fuerte y mis pechos se fueron contra la cara del viejo, llenándosela con mi escote. Sentí su calor y el sudor de su rostro en mis pechos, y me estremecí.
—Disculpe —nos dijimos mutuamente, y le sonreí con picardía, como para que supiera que ante otro contacto no iba a hacerle lío.
Atrás mío, supongo que ante mi pasividad —porque ni siquiera giré mi rostro como para poner fea cara— las dos manos comenzaron a tomar confianza. Primero fue algo muy tímido, como sin querer. Las manos solo acompañaban el vaivén del tren, es decir que el manoseo era muy leve. Luego comenzaron a moverse más que el vaivén.
—¿Son tus amigos los que me están metiendo mano? —le pregunté al oído a Bencina. En esa mínima inclinación para hablarle, una de las manos rodeó subrepticiamente mi glúteo.
—No traje a nadie —me sonrió.
Eso en vez de escandalizarme me encendió. Dos desconocidos de verdad me estaban metiendo mano con mi vestidito de puta elegante. Me pregunté si se atreverían a tocarme bajo la falda.
—¡Me están manoseando como a una cualquiera!
Y Bencina, siempre al oído:
—Tenés veinte minutos hasta Liniers para que te manoseen como a una puta. Depende de vos, Juli. No me vas a fallar, ¿no?
No le iba a fallar, no señor. ¿En qué momento me había convertido en su puta sumisa? Lo primero que hice, en el acto, incluso sonriéndole a Bencina a los ojos, fue sacar culo groseramente, como para que los que estaban manoseando se dieran cuenta que tenían pista libre. ¡Y vaya que se dieron cuenta! Hubo un segundo de nada, supongo que de sorpresa, y enseguida una de las manos comenzó a manosearme con decisión. Me acarició de arriba a abajo, y arriba otra vez, recorriendo una de las nalgas. ¡Era increíble! Era un abuso en toda regla y yo estaba volando de calentura. Bencina me señaló con los ojos al indio cincuentón. Me incliné un poco hacia adelante, y en un movimiento del tren le puse las tetas en la cara, literalmente. Perdón, le dije, pero le dejé los pechos sobre el rostro. El indio dijo “está bien”, y la boca se movió sobre mi piel. Me recorrió una electricidad cuando movió los labios. Estábamos tan pero tan apretados que nadie podía ver que el viejo tenía la cara en mis tetas, salvo Bencina y un muchacho con auriculares, sobre mi otro costado.
Atrás —o abajo, según se mire— el que me venía sobando una nalga se tomó confianza y ya me manoseaba el culo completo con toda la mano, recorriéndome la cola de manera descarada. El manoseo era tan impune que varias veces se chocó con la mano del otro tipo que todavía me rozaba de manera disimulada usando como excusa el movimiento del tren. Esto avivó al tímido, que se dio cuenta que la mujer a la que estaban magreando no iba a decir nada, así que se puso osado también. Yo no solo los dejaba hacer, cuando podía sacaba culo o me tiraba para atrás para que el apoyo fuera más fuerte. El que me venía toqueteando todo el culo comenzó a bajar lentamente por el costado de mis caderas. Llegó a la costura que marcaba el límite de la faldita.
—Te llaman… —me dijo de golpe Bencina, con una sonrisa de hijo de puta.
Me alcanzó el celular, que sonaba en silencio y en la pantalla decía Mateo.
—Es el cornudo —dije, y le sonreí. El viejito y los que estaban pegados a nosotros me tuvieron que escuchar.
Atendí. No sé por qué de pronto me dio pudor haber nombrado a Mateo como cornudo, en medio de toda esa gente que no era nadie.
—H-hola, mi amor —saludé sorprendida.
Tuve que colocar el brazo por sobre la cabeza del aindiado, que seguía zambullido en mis tetas. El vaivén lo chocaba y lo chocaba contra mis pechos.
—Hola, Ju… ¿qué pasó?
—¿Cómo qué paso?
—Me llamaste…
—¿Yo?
El más hijo de puta de los dos de atrás comenzó a tocar algo de piel de mis muslos. El que arrancó más tímido ya me manoseaba el culo como si yo fuera su puta.
Y el cornudo me hablaba:
—Sí, mi vida, me apareció una llamada perdida… —Lo miré a Bencina con furia sobreactuada. Intencionalmente, el turro había disparado la llamada desde mi celular—. ¿Estás en un tren?
Se dio cuenta por el sonido. De lo que no se podía dar cuenta era de que su amigo me había metido en ese vagón para que tres extraños le manosearan a su mujercita. De pronto esa idea me revolucionó.
—Sí… Sí, amor, voy a ver a Pachi.
Bencina me hizo señas que no entendía. Yo divagaba, no sabía qué inventarle a mi marido, pero Mateo sabía que mi amiga Pachi vivía en el Oeste. Para colmo el indio comenzaba a darme besitos microscópicos con cada vaivén, supongo que midiendo mi reacción, y atrás el más cretino comenzó a meterme mano bajo la falda y a recorrer el borde de mi bombachita metida en el orto. Fue imposible que no me suba el fuego.
—¿Qué pasó? ¿Está bien?
—Sí, sí… Uhhhhh… —El de atrás ya comenzaba a hacer cuchara con su mano sobre mis cachetitos. El contacto de esa piel y el ultraje me hizo jadear—. Es que voy a verlas a ella y a las chicas… me olvidé de decirte… —no sabía qué decirle, no estaba preparada para esa llamada. Me acordé que en algún momento yo había dicho que quería estudiar filosofía y letras al año siguiente—. Quedé con las chicas en que me iban a dar una mano… con el examen de ingreso...
Mateo se quedó. Faltaba medio año para la época de exámenes. Igual me creyó.
El viejo aindiado no paraba de aprovecharse de que tenía su rostro entre mis tetas y me seguía dando besitos. Como yo no decía nada, él no aflojaba. Pero tampoco avanzaba. Bencina me tomó el costado del vestidito y lo estiró para abajo, mucho. El escote se agrandó en el acto, y como yo no llevaba corpiño, se me notó el borde de las aureolas de los pezones, más que nada el del lado de Bencina. Al viejo se le fueron los ojos y buscó mi mirada, como pidiendo permiso. Yo estaba hablando con mi amorcito, no tenía tiempo para perderlo con un viejo que me estaba chupando las tetas.
—¿Estás bien? Sonás un poquito agitada.
—Estoy bien, mi amor —dije mirando al viejo, que ya se animaba a besar el borde de los pezones—. Lo que pasa es que hay mucha gente… estoy muy apretada… —y le sonreí a mi abusador.
Además del indio pegado adelante y Bencina al costado, tenía a alguien más al otro lado, y a los que me metían mano por detrás —al menos a uno lo tenía pegado atrás, respirándome sobre el cuello. Tienen que entender que estábamos todos en el vagón pegados sin espacios intermedios. Nunca había viajado así, sabía por supuesto que esto sucedía pero igual me resultaba inverosímil. De todos modos lo que más me sorprendía era la barbarie de la situación. Tipos metiendo manos a mujeres que no eran de ellos, desconocidas, de espaldas, solo autorizados por la oportunidad y por la no reacción de ellas. Me pregunté cuántas mujeres en ese tren estarían siendo manoseadas con la misma impunidad con la que me manoseaban a mí.
—Me hubieras esperado e íbamos juntos a lo de tus amigas. Yo estoy saliendo para allá.
—Ya sé, mi amor, es que me están esperando, ya estoy llegando tarde… Además, necesito que me den una mano cuanto antes. Ahora mismo.
Los dos de atrás intensificaron el manoseo, ya por debajo de la falda, tocando carne sobre carne haciendo uso de mi culo como si fuera una cosa hecha para su entero placer. El primero tenía la mano abierta tomándome las dos nalgas desde el centro, con el dedo medio hurgando para encontrar un agujero, concha o culito. La tanguita le complicaba la maniobra, pero ya estaba cerca de su objetivo. Yo movía las caderas tratando de hacerle lugar. La segunda mano, la tímida, solo podía regodearse con mis nalgas, con lo que le dejaba el otro. Lo mejor estaba ocupado, así que en un momento, siempre por debajo de la falda del vestidito, la mano me fue recorriendo por debajo hacia adelante y con ayuda del vaivén llegó a mi concha, protegida por la tanga.
—Bueno, otro día te venís y volvemos juntos… pero organizalo mejor, a veces parece que pensaras con la cola en vez de con la cabeza, jajaja…
—Sí, otro día te paso a buscar… —Vi a Bencina de pronto desesperado, haciéndome muecas como un mimo. Me dijo con los labios: “mañana”, y a mí se me escapó, por lo sorprendente— ¿Mañana?
—Bueno, amor, mañana.
Bencina parecía feliz, y yo corté porque el hijo de puta de atrás me estaba hundiendo el dedo medio en el orificio del culito, y me pareció una falta de respeto hablarle a mi marido con el dedo de un extraño medito en el culo hasta la segunda falange. Pero enseguida me arrepentí y volví a llamar a marido.
Con el culo bombeado por el dedo de quién sabe quién, le dije al cornudo:
—Amor, se cortó… Uhhh… Solo te llamé para decirte que te… ahhhmo…
Mateo se puso re feliz, y no preguntó por mi jadeo. Me dijo que también me amaba, justo cuando el tímido lograba entrar por adelante.
Llegamos a Liniers a los diez minutos. En ese tiempo me vejaron los dos agujeritos, me manosearon las tetas (uno de los de atrás, no el viejo indio) y se sumaron un par de manos más, siempre anónimas. Como en el trayecto el tren paró en dos estaciones intermedias, la masa de gente se movió un poco, y el tímido en algún momento fue desplazado y reemplazado por otro hijo de puta pajero y desesperado que me manoseó toda en apenas segundos. Terminé ultrajada por una cantidad indeterminada de tipos, porque además, para bajar, Bencina y yo nos tuvimos que movernos entre la gente buscando la puerta y ahí el manoseo es más impune.
Llegué a casa justo antes que mi marido, con la bombachita rota y un sudor y manoseo que necesité quitarme con una ducha. Cuando salí y lo encontré en el living le di una excusa boba por la cual me volví a casa en vez de ir con mis amigas. Comimos algo, fuimos a hacer unas compras por el barrio, abrazados como dos enamorados. No había razón ninguna, pero mostrarme enamorada y de él a la vista de la gente, y saberme manoseada por desconocidos un rato antes, me elevó la temperatura como pocas cosas, y al llegar a casa casi violé a mi Mateo.
Mejor que a Bencina se le ocurriera algo rápido, pues al otro día iba a ir a buscar al cornudo a su trabajo.


Fin - EL VIERNES QUE VIENE EL CAPÍTULO 6


16 COMENTAR ACÁ:

pui dijo...

Hola Rebelde! Gracias una vez mas por contarnos el progresivo empuecimiento de Juli, en sintonia con el nacimiento y crecimiento de la cornamenta del pobre Mateo... (tan pobre todavia no es, porque a su mujercita la calientan otros pero por ahora la putita se desquita con él... vamos a ver como sigue su emputecimiento...je)
Me ha tocado más de una vez viajar en esa línea, y siempre me llamó la atencion la pasividad con que se dejan manosear esas putitas... y en algunas ocasiones, no solo manosear, ojo, que alguna vez he pelado pija y me la agarraron, y en dos ocasiones me la dirigieron directo a la cuevita (orto no me toco hacer nunca en un tren, es una asignatura pendiente)
De todas formas, como ya he comentado, una de las cosas que mas me calienta es tocar, manosear, chupar o garchar a una mujer mientras habla con su cornudo, y si está diciendole su amor, mucho mejor! cómo acaban las yeguas, qué putas son y qué cornudos son los pelotudos de sus novios o maridos...
Muy bueno todo el relato, y especialmente la parte del telefono!!!!!
Espero ansioso saber cómo Bencina termina de cagar a su amigo...
Hasta el viernes! y gracias AGAIN!!!!
PUI

GabrielT dijo...

Mucho morbo... Ya esperando el capitulo 6...

trabajabdofederico dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
trabajabdofederico dijo...

PRIMERO.-
Dos opiniones:
Mía.- ¿Creo Qué ya sé que se siente ir a las Vegas?
Porque así es como nos sentimos, al leer esta seria, cada vez “LA APUESTA” de nuestra protagonista Juli, ¡es más alta!
Y la ansiedad, y el nerviosismo existen a flor de piel.
Y a pesar que sé que al fanal perderé la apuesta, NO puede dejar de apostar.

Mi Señora.- Me encanta que expreses eso, que una; ¡nunca puede dejar de pensar! en nuestros “Cornuditos” y ¡DISFRUTARLO mucho!
Eso es lo que más nos gusta ¡Hasta sonrisas! Nos arranca.
Y los Machos ¿creen que son por ellos?
“Si supieran que los engañamos, a los dos”

P.D.- Aclaramos que expresamos primero mi punto de vista, NO por no ser caballeroso, y dejar primero a las damas, pero como dice mi mujer, dejamos al final su opinión, por ser según ella, “Es más interesante”

trabajabdofederico dijo...

SEGUNDO.-
Pese a que ya habíamos escrito lo que acordamos.
Mi esposa insistió que le gusta mucho ese concepto.
- metida en un vestidito tan breve que me hacía ver como “!UNA PUTA FINA!”
Pues dice que las mujeres comúnmente se visten:
1.- De Puta calienta huevos.
2.- o de mujeres finas, con ropas caras y accesorios.
Pero…?
Pero un concepto “DUAL” es; “¡todo UN ARTE!”.
Y como tal debe ser reconocido y admirado.
Una siempre se viste, ¡para que la aprecien! ¿NO sé por qué?
Esta mal sentirlo pero, es verdad.

Y ya dejo de servir de secretario, Nos leemos el próximo fin de semana tus amigos
Federico y Señora.

GabrielT dijo...

Che Rebelde... Que paso con 'Leche de engorde' (por lejos tu mejor trabajo, en mi opinion) y 'Andrea y Cornelio'?

Rebelde Buey dijo...

entonces el próximo capítulo te va a encantar. no hay llamada por teléfono pero habrá algo todavía mucho mejor, ya lo verás.
calculo que será el capítulo que más te va a gustar, luego me decís jajaj

Rebelde Buey dijo...

para el 6 te espera mucho más morbo aún... =)

Rebelde Buey dijo...

creo que existe ese concepto intermedio. está la que se viste de puta, la que se viste de fina, pero algunas se visten finas pero muy sexys. por supuesto si son finas no será de manera grosera que le digan al mundo que están de regalo. aunque es cierto que se ve muy poco.
a mí particularmente me gustan sexys sin llegar a putas, y de buen gusto al vestir (sencillez)

Rebelde Buey dijo...

por qué decís que al final vas a perder la apuesta? qué apuestas es la que harías?
el final se publica en unas horas, yo creo que el relato va a saldar cualquier deuda que haya contraído jejeje...

Rebelde Buey dijo...

con LECHE DE ENGORDE estoy "trabado" con la parte de la actualidad (la parte dramática-policial) y estuve un poco "cansado" con la mecánica de la serie. Pero ya se me está pasando el cansancio y en cualquier momento lo retomaré.
en cuanto a ANDREA Y CORNELIO, tengo un par de relatos escritos a medias, pero como no me conforman su calidad, los dejé por la mitad.
Tengo unos cuantos relatos "abandonados". Algunos, por ejemplo, porque iba por la página 20 y pico y recién ahí comenzaba algo de sexo (una de Zombies), y otros porque no les encontraba la vuelta o me parecían con poco peso específico. quién sabe algún día los suba en un sub-blog, para los más curiosos

GabrielT dijo...

RBY, me referia a los relatos viejos... Parecen haber desaparecido del blog... Que me perdi?

Anónimo dijo...

Rebelde sos un genio! aumentando la temperatura en cada uno
pero ya el pueblo quiere sea enfiestada garchada como una puta llenada de leche
Y todavia espero lo que comentaste de esos relatos de teen abisadas y emputecidas por viejos verdes degenerados
Abrazo

Calosgouzy dijo...

Morbosísima situación. Ella emputecida por otro, ella hablando por teléfono con el cornudo... absolutamente excitante.
Me encanta esta historia.

(REUBICADO)
Att. Calosgouzy

Rebelde Buey dijo...

léete el capítulo 6, el último, jejeje...

Rebelde Buey dijo...

siempre es bella una mujer hablando por teléfono con su enamorado... mientras la empala el macho fijo. ^_^

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