MICRO NEWS:  El Faro, Parte III: Tipeo 100%, Correcciones 50% — Esta 3ra parte se publicará completa | Fidelidad Intermitente (2,3,4) Tipeo 80%, (5,6,7) Escrito 100% | ►Hay una actualización en el sub-blog Plop!


sábado, 15 de diciembre de 2012

La Casa Vieja en el Abasto (II)

LA CASA VIEJA EN EL ABASTO - PARTE II
(VERSIÓN 1.0.7)
Por Rebelde Buey
  

“No sé qué les pasa a estos negros con la ropa. A Cristiano, también. Quieren que me vista de puta, pero no con ropa de calle. Quieren que me ponga lencería fina bien sexy, como en las películas. A mí me gusta, no te lo voy a negar, pero es carísima y ni me dejan lucirla. Me la arrancan enseguida, me despojan de todo y me tiran a la cama y me violan en cuestión de segundos. Creo que justamente por las prendas que me hacen poner.
Ya no sé cómo esconderle a tu padre toda esta ropa, ni los resúmenes de la tarjeta que cada mes vienen con más y más gastos de ese tipo. ¿Para qué quieren esos negros que me vista así, si apenas cruzo la puerta me desnudan? No me importa, voy a seguir cumpliendo con cada capricho que me pidan. Me excita vestirme así. Me excita que ellos me lo pidan y obedecerles. Y también me excita que el cornudo de tu padre ni siquiera sospeche que ando luciendo estas ropitas excitantes con los demás, sin que a él le toque nada.
No pretendo que lo entiendas, Virginia. Ni siquiera yo lo entiendo. Pero creéme que cuando me visto con la lencería que me exigen mis machos, ya desde la mañana voy excitada y no paro de calentarme hasta llegar a la tardecita a la casa del Abasto. Llego tan caliente que estoy deseando que me desnuden y me violen apenas cruzo la entrada.”
   


5.

 Rafael abrió las puertas que correspondían al compartimiento de su mujer. Igual que el día de su fallecimiento, allí estaban las camisas, polleras y vestidos colgados. Fue a los cajones. Cristiano había dicho que su esposa tenía ropa muy sexy y variada, que se vestía como una puta para él y los demás negros. Con dolor en el estómago, debió admitir que él jamás le había visto esas prendas. Ni siquiera tenía conocimiento de su existencia.
En el primer cajón había medias, pañuelos y chucherías. En el segundo, ropa interior, la que él le conocía de siempre. Los tercero y cuarto cajones estaban vacíos.
Rafael no entendió, al principio. Buscó en los estantes y nuevamente en los cajones. Hasta que se dio cuenta.
—¡Virginia! —llamó a su hija.
Virginia apareció en el vano de la puerta de la habitación con su cepillo de dientes y la boca llena de espuma. Llevaba puesto un camisolín corto semi transparente, que terminaba a la mitad de la cola y le dejaba los muslos vivos. No llevaba el corpiño puesto, aunque sí una bombachita negra. Por suerte.
—¿Dónde está la ropa interior de mamá? —preguntó Rafael, mirándola de arriba abajo.
—¿Gué goga inguegó…?
—¡Andá a enjuagarte y hablamos! —la retó.
¿Hacía falta venir con la boca así? A veces no entendía a su hija. Era tan madura para algunas cosas y tan chiquilina para otras. La vio girar y le fue imposible no mirarle la espalda ancha, la cinturita breve y la cola perfecta. Rafael siguió a su hija hasta el baño para acelerar la respuesta. Virginia se agachó para enjuagarse la boca con la canilla, y el baby-doll se le levantó en el ruedo y le dejó expuesta la cola hasta la mitad. Una cola que ahora se mostraba en punta, y engullida por la tanguita negra que se le enterraba entre las nalgas.
—¡Virginia! ¿Tenés que andar así por la casa?
Virginia se terminó de enjuagar y se secó la boca con una toalla.
—¿Así cómo? Me estaba por ir a dormir, Rafael.
—¿No salís hoy tampoco? —Virginia lo miró con una sonrisa muy condescendiente, y se miró a sí misma. Rafael volvió sobre el tema original—. ¿Vos guardaste la ropa de mamá?
—¿Qué ropa?
—Ya sabés qué ropa. ¡La ropa interior! —Le molestaba que su hija se hiciera la tonta. ¡Ya tenía 25, por Dios!—. ¿O la estás usando vos?
Virginia se miró al espejo y se acercó para quitarse una mota imperceptible de maquillaje. Tuvo que ponerse en puntas de pie.
—¿Yo? —desafió a su padre, mirándolo con picardía—. ¡Jajajja! Solo que use sus bombachas de bermudas. Es ropa de vieja, y además, mamá estaba gorda. Yo soy varios talles menos.
—Tu mamá no era gorda, ¿estás loca? Tenía un buen cuerpo… un cuerpo de mujer…
—De vieja.
Virginia pasó delante de su padre, recostado sobre el marco de la puerta. Como no había mucho lugar tuvo que rozarlo sin querer con sus pechos para apagar la luz. Luego se encaminó a su habitación, y Rafael debió seguirla.
—Tu madre seguía despertando las miradas de los hombres, no la subestimes.
—Sí, cuando se vestía de puta.
—¡Virginia!
—¿Qué? No dije nada malo. ¿No viste la ropa de ella que me estás pidiendo? La ropa interior… Era demasiado sexy… Más que sexy… era de puta…
—¿Ahora juzgás a tu madre? Era una mujer, ¡podía vestirse como se le diera la gana!
—Vos me juzgaste recién por andar vestida con el mismo tipo de ropa, Rafael.
—¡Es distinto! Vos... Vos… —Rafael se sintió impotente—. ¡Es distinto!
—Yo también soy una mujer. Tan mujer como mamá. Y no te ando ocultando la ropa que me gusta usar…
Virginia abrió su placard y sacó una bolsa grande de consorcio.
—Acá tenés. Toda la ropa que buscabas.

Media hora después, en su habitación y con la lencería de su mujer sobre la cama, Rafael contemplaba cada una de esas prendas, sorprendido por completo, shokeado hasta lo más profundo de ser.



6.

 “La primera vez que tuve esas pijas ahí adelante mío, hija… no sé cómo explicarlo. La de Cristiano fue la primera. Pero no tardaron otras en ponerse a tiro. Las pijas de esos negros son tan… grandes. Pero no es solo el tamaño. Si supieras lo que tiene tu padre entre las piernas, quizá me entendieras mejor. La pija de Cristiano es muy gruesa, no te entra en la mano, y late como si tuviera vida propia. La de los otros negros también tienen lo suyo, cada una a su manera son hermosas. Y todas grandes. Es inevitable que te las termines llevando a la boca. Y cuando son varias en la misma habitación, ¿cómo hacés para no abrirte de piernas y suplicar por que te metan esas vergas duras y animales? Es lo que hice. Es lo que harías vos en mi lugar, Virginia. Es lo que haría cualquiera.”
  
Toda la semana se debatió Rafael respecto de lo que iba a hacer con la casa vieja del Abasto. Por supuesto no iba a volver. O mejor dicho, no iba a volver a ver a Cristiano. Ya sabía de qué se trataba la cosa, ya había confirmado —lamentablemente— que lo que su mujer hubo escrito en sus diarios eran verdades. No sabía, sin embargo, el funcionamiento de todo el sistema. ¿Era una especie de hotel? ¿Era una casa de citas? ¿Había que pagar algo? ¿Cuántos negros había en la casa? ¿Todos los negros se habrían cogido a su mujer? Por las palabas derramadas en el diario, si no eran todos, la cifra andaba cerca. Pero entonces: ¿quiénes eran los otros negros? ¿El tal Cristiano era el dueño del lugar? ¿Tenía acaso algún derecho de pernada sobre las mujeres que entraban a la casa? ¿Y sobre los cornudos?
Esta última pregunta lo sobrecogió un poco. ¿Por qué Cristiano se había hecho felar por él? Y aún más inexplicable: ¿por qué él sintió esa pulsión, esa necesidad repentina de llevar a la boca aquel pedazo de verga que sobresalía como un topo oscuro en la madriguera? Sabía que tenía que ver con su esposa. Quería entenderla, comprender esa claudicación a la voluntad de otro para que hicieran con ella lo que quisieran. Pero solo encontró —no podía no admitirlo— una fuerza magnética y viril en ese negro fornido y dominante. Una fuerza escondida entre la paz de los gestos, la tranquilidad de cada palabra y el poder de cada músculo.
No iba a ir al siguiente martes, como le había pedido Cristiano, pero a la vez sabía que no tenía muchas más formas de llegar a la verdad. La semana entera se debatió. De día, con su hija dando vueltas por la casa, vestida cada vez con menos ropas, como si estuviera despertando una primavera personal en medio del invierno que transcurría. A la noche, con las prendas íntimas de su mujer. Las había vuelto a poner en los cajones y las vigilaba a diario. Virginia tenía razón, por más que él se lo negara: toda esa ropa era ropa de puta. A la noche, cuando su hija salía o se iba a dormir, Rafael sacaba y elegía una prenda, una tanguita minúscula, un baby doll con portaligas, lo que sea. Lo desplegaba sobre la cama y se imaginaba a su mujer, su excitada y curvosa mujer, con aquella ropa, entregada y sometida al hijo de mil putas de Cristiano. Increíblemente, y aunque odiara que sucediera, Rafael alcanzaba erecciones instantáneas y comenzaba a masturbarse con furia. No lo entendía, como tampoco entendía nada de lo que leía y releía en el diario, ni de lo que sucedía en la casa, ni de lo que produjo Cristiano en su mujer o él mismo, el martes anterior.
Así se encontró una semana después —sí, el martes—, otra vez de pie frente a la puerta, ahora llevando en los bolsillos de su sobretodo un culote de trola de su esposa que, él adivinaba, la haría quedar como una bomba sexual emputecida.
Rafael se mordió imperceptiblemente los labios y entró a la casa vieja del Abasto.

Se maldijo profundamente cuando Cristiano lo encontró. Se maldijo porque se dio cuenta que lo había estado buscando sin buscar dentro de la casa y que sintió una cosa parecida al alivio, cuando escuchó la voz masculina a sus espaldas.
—¿Cómo está María?
El negrazo se le acercó por detrás y lo tomó de los hombros, sin permitirle girar. Rafael sintió el poder de esas manazas sobre él, y la determinación de ese cuerpo alto y grandote pegado a su espalda, que lo dominaba sin la menor prepotencia.
—María… falleció… Ya sabe…
—No —lo contradijo el negro, y le acercó la boca a su oído. Rafael pudo percibir el perfume levemente ácido de la piel del negro—. ¿Cómo está María… hoy… acá…? —y le apretó levemente los brazos.
Rafael cerró los ojos con una mezcla de recelo y arrepentimiento. Apretó dentro del bolsillo del saco su puño, y en él, el culote que había sacado del cajón de ropa interior de su mujer.
—Sí… sí… Está… Estoy bien…
—¿Llevás puesta la ropa que te dije?
—N-no…
—Ponetela.
—Pero Cristiano…
—Te espero en el cuarto de allá.

Rafael entró al cuarto con su ropa de calle en la mano y solo el shortcito de su esposa puesto. Iba ligeramente doblado, empequeñecido por la timidez y la humillación que sentía. Pero obediente. Encontró una cama enorme en el cuarto, y un velador que iluminaba con una luz amarillo ámbar. Sobre la cama lo esperaba Cristiano, ahora desnudo a excepción de un breve y muy ajustado bóxer.
Fue verlo ahí, en la cama y boca arriba, arrogante sin proponérselo, prepotente desde su vergón gruesísimo, contenido apenas dentro del calzoncillo, que a Rafael se le aceleró el corazón. No podía decir que era atracción sexual. Cristiano le era indiferente desde ese lugar, pero había algo hipnótico en el negro que lo ponía ansioso, que lo perturbaba y lo sometía a su voluntad.
La tele se apagó y la luz bajó aun más. Rafael caminó tímidamente hacia el negro y se quedó de pie junto a él, al lado de la cama.
—Ponete derecha, mi amor…
Rafael entrecerró los ojos y se irguió.
Ante un gesto, Rafael dio una vuelta muy lenta para que el negro lo pudiera juzgar.
—Hmmm… —masculló Cristiano cuando Rafael había quedado de espaldas ofrecido por un instante.
—¿Estoy… ¿Está bien...?
—Tenés muy pero muy buen culito, María… ¡Quién lo hubiera imaginado…!
Rafael giró poco más y quedó de frente al negro, que comenzó a mirarlo de arriba abajo. Se sintió taladrado, escrutado por esos ojos que lo desnudaban más allá de lo desnudo que iba. Hizo un gran esfuerzo para no encoger su humanidad, de la vergüenza. Cuando el negro llegó con la vista al culote, algo cambió.
—No, no, no, no, María…
—¿Señor…?
—Tenés que tirarte “eso” para atrás, mi amor…
—¿La…?
—Sí. Aunque es chiquita se puede notar y queda feo en una nena tan linda como vos.
—Cristiano, yo…
—Te la tirás bien para atrás… te la escondés abajo, ¿entendés?
Rafael metió la mano dentro de la prenda y tomó su pijita, llevándola abajo y atrás. El culote apretado le hizo la suficiente fuerza para que nada volviera a su lugar natural. Fue a un espejo de pie que había en un rincón y se vio de frente: ahí abajo, de su masculinidad no quedaba ni rastro. Rafael se estremeció.
—Muy bien, María… —aprobó Cristiano.
El negro tocó dos veces con un dedo sobre el colchón. Sin que nadie dijera nada, Rafael se subió a la cama con una vergüenza atroz.
Cristiano sonrió en una mezcla de suficiencia y diversión. Se despatarró sobre el colchón y abrió un poco más las piernas. Estaba al palo, el enorme vergón se adivinaba claramente en todo su volumen bajo la tela de lycra, y la punta cabezona se asomaba por encima del elástico.
—Todo tuyo, María…
Rafael, que estaba de rodillas entre las dos piernas gruesas del negro, cayó lentamente hacia adelante, hacia el bóxer. Acarició con sus manos los muslos portentosos, desde adentro, y fue subiendo de a poco hacia la entrepierna. Sin dejar de mirar al negro a los ojos, suplicó:
—¿Me… quedaba bien… Señor Cristiano…? ¿Le… gustó…?
Pero el negro sólo volvió a sonreír. Rafael había pasado con sus dedos por sobre la tela del calzoncillo, notando y anhelando el enorme volumen que se agrandaba en el medio, pero sin tocarlo aun, y llegado al elástico del bóxer, metiendo algunos dedos entre la tela y la piel de su sometedor. Tenía una mano a cada lado de la pija, que sobresalía cada vez más y más grande, como si nunca parara de crecer. Su rostro estaba ahora a pocos centímetros, de frente, y la pija la tenía tan pegada a él que podía sentir su calor. Bajó un poco el elástico y el vergón oscuro e inflado le saltó hacia la cara. Rafael sintió el peso de esa pija sobre su mejilla y parte de sus labios. Era asombroso lo que pesaba eso. Su mujer lo había recibido no solo por adelante sino también por atrás. ¿Cómo habría hecho?
Rafael bajó aun más el elástico y la verga le recorrió la cara, bajando. Cuando la cabeza brillosa e inflada le tocó los labios, el cornudo abrió grande la boca y engulló la pija del macho con sumisión total.
—¡Uhhhh…!
Cristiano gimió de puro placer y se despatarró más de lo que ya estaba. Rafael sintió un hormigueo de orgullo en la boca del estómago y engulló más pija.
—Sí, cornudo, síiii…
Rafael se infló de ánimos. Sentir a ese macho disfrutar gracias a él lo envalentonó y tomó el vergón con una de sus manos. Era grueso, y la mano no le alcanzaba para rodearlo. Lo tomó con firmeza, con fuerza (en realidad, con ganas) y subió y bajó su mano sobre el tronco de la pija mientras con la boca lo chupaba y lo chupaba.
—Putita, cómo estás hoy…
Cada palabra de Cristiano parecía motorizar al cornudo. Siguió chupando y, animado por las reacciones del negro, comenzó a ponerse creativo. No solo tragaba pija, a veces se quitaba la verga por completo, abría la boca todo lo grande que podía y ladeaba la cabeza para chuparlo por el tronco, desde la base hasta la cabeza, y cuando llegaba a la cabeza, volvía a enderezar su boca y volvía a engullir pija hasta la garganta.
Cristiano estaba encantado. Se le notaba en cada jadeo y la respiración cada vez más agitada. Tomó al cornudo de los pelos y comenzó a acompañar la mamada y darle ritmo a su disfrute. Rafael se desesperaba por complacerlo, por llenarse de verga, por ser el mejor cornudo posible. En menos de un minuto Cristiano se había entusiasmado y le agitaba la cabeza arriba y abajo como si Rafael fuera un muñeco diseñado para el placer del negro. La verga se clavaba hasta cerca de la base y luego se salía de la boca hasta llegar al glande, para volver a internarse otra vez en la boca del pobre cornudo. Todo en un segundo, una y otra vez, una y otra vez.
Fue entonces que muy tranquilamente se abrió la puerta. Rafael, sin dejar de felar a su macho, miró para el costado, buscando saber qué pasaba. Un negro alto y delgado, desnudo a excepción de una toalla blanca que lo cubría de la cintura para abajo, entraba muy tranquilamente, disfrutando del espectáculo. Rafael se quedó un instante.
—Seguí, putita… —reclamó Cristiano.
Obediente, Rafael agachó la cabeza, dejó de mirar y retornó a darle placer a su macho.
El otro negro se acercó y se colocó del lado de Rafael. Rafael, para felar a Cristiano, se había arrodillado y tenía la cola en punta, ofrecida hacia afuera.
—Tenias razón, Cristiano… Tiene una linda cola, la putita nueva…
Rafael volvió a mirar, sin quitarse la verga de la boca, y sin dejar de agitarla con sus manos.
—María… —anunció Cristiano, siempre agitando la cabeza del cornudo desde los pelos—. Este es Horus… Es un buen amigo… Y también tiene necesidades…
Rafael supo que no podría negarse a nada que dijera Cristiano. Simplemente no iba a poder. Asintió con sus ojos.
Horus apoyó una rodilla sobre la cama y llevó una manaza a la cola de Rafael. La sobó con lentitud y premeditación, disfrutando de cada centímetro de culote y piel del cornudo, y de cada temblor en esa cola a todas luces virgen.
—Cuánta verga va a entrar acá, María… —celebró con maldad.
Rafael volvió a estremecerse. Ese Horus no le gustaba, tenía la impresión de que podía resultar medio sádico: no disfrutaba de adoctrinarlo sino simplemente del sometimiento.
Entonces, el llamado Horus comenzó a pasarle la manaza sobre la raya de la cola, presionando en el ano, siempre sobre el culote. No podía decir Rafael que la situación no lo excitara de una manera (incomprensible, eso sí), pero a la vez le daba temor. Horus pasó la mano por la raya y de a poco fue bajando hacia atrás, acariciando todo.
—Qué linda conchita que tiene María… —Rafael sintió los dedos del negro tocando el culote ahí abajo, solo que debajo de la tela iban sus huevos y su pijita tirada hacia atrás. Se estaba poniendo al palo—. Mmmm… y parece que la putita se está calentando… Parece que le gusta mucho chupar pija…
Horus seguía sobando la “conchita” de Rafael, hacia adelante y atrás, como pajeando a una mujer, pero friccionándole la pijita. Rafael comenzó a respirar más fuerte, a agitarse.
Entonces Cristiano, acostado y gozando como un beduino, abrió los ojos y reclamó:
—Te acabo, María… Agarrame los huevos y chupá más fuerte que te lleno de leche…
A Rafael se le aceleró el corazón. Fue a tomar de los huevos a su macho y con la otra mano aceleró la paja. Sintió el vergón latir entre sus dedos y en su boca, y el lechazo inflándolo y yendo a parar a su garganta.
—¡Te acabo, María! ¡Te la echo todaaaahhh!
Rafael sintió el primer chorro llenarle el buche. La pija se había tensado y relajado, y se tensaba para el segundo lechazo.
—¡Ahhhhhhhh…!
Y más guasca a la garganta. Rafael tuvo que tragar, ni se le hubiese ocurrido escupir nada. Igual, su macho quiso asegurarse:
 —¡Tragá, cornudo! ¡Tragá hasta la última gota!
Rafael seguía agarrando la pija mientras mamaba y tragaba, y Cristiano, acabando, le sacudía la cabeza y le decía de todo, aunque no gritaba.
Rafael tenía los cabellos enmarañados y transpirados, y la cara surcada de su propia baba que le había desparramado la pija, cuando le tocaba el rostro al salir y volver a entrar a su boca. Un poco de leche se le escurría por la comisura de los labios y el jadeo y la respiración acelerada le daban un rotundo aspecto de desmejora. Volvió a tragar, y tragar otra vez los últimos estertores de la acabada de su macho. Se sintió orgulloso de hacerlo gozar tan rápido, y esta vez sin ninguna ayuda.
Fue ahí que Horus se colocó delante de Rafael, se quitó la toalla que lo cubría desde la cintura y ostentó una pija delgada y larguísima. Más delgada que la de Cristiano, y mucho más larga. Iba depilado por completo, como los negros de las películas porno, y ya completamente al palo, sin necesidad de ninguna estimulación. Se arrodilló sobre el colchón, ofreciéndose, esperando que el cornudo asuma toda esa pija.
—Dale, María. Tratala con amor así le da de comer a esa boquita de puta que tenés…
Cristiano aflojó la mano sobre los cabellos del cornudo y exhaló fuerte un último aliento de goce. Se relajó y se abandonó. Horus tomó cuenta inmediata de esto y en una fracción de segundo agarró al cornudo de los cabellos, sin la delicadeza de Cristiano, más bien con cierta violencia. Rafael se sorprendió y a la vez lo esperaba. La cabeza se le torció hacia su izquierda y el segundo negro se la llevó hacia su propia pija, que esperaba durísima desde hacía rato. Rafael debió abrir la boca o de lo contrario la pija le hubiera golpeado la cara. Horus se le plantó firme y comenzó a agitarlo de arriba a abajo.
—¡Tragá, putita… ¡Tragá pija…!
Rafael buscó ayuda en Cristiano, que seguía desmayado a un costado, con los ojos cerrados. Los cabellos le dolían y toda la situación lo incomodaba. Pero siguió chupando pija.
—Así, cornudo, muy bien… No sabés la cantidad de veces que me garché a la puta de tu mujer en esta misma cama…
El comentario excitó a Rafael, pero a la vez lo mortificó la saña con la que Horus lo quería lastimar. Igual chupó como un buen cornudo; Cristiano no aprobaría una desobediencia. Chupó y chupó hasta que la boca le dolía de estar tanto tiempo abierta.
En un momento Cristiano se recuperó y se levantó. Rafael siguió chupando pija mientras Horus le agitaba la cabeza con violencia y cierto sadismo. Cristiano fue a una mesita de luz y sacó de un cajón un chupetón de plástico. Fue hacia Rafael y se lo mostró.
—Vamos a ir preparando esa colita, ¿eh, María?
Rafael abrió los ojos: era un plug anal de iniciación, un pequeño tapón que le irían a meter en el culo para ensancharle el ano.
—No te preocupes, bebé… No te va a doler y va a hacer que cuando me entregues esa virginidad tan linda que tenés, no te duela tanto… —Rafael, sin sacarse la pija de la boca mientras chupaba y chupaba, asintió con la cabeza y los ojos, pero en el gesto se le notaba el pavor—. Es por tu bien, ¿sí?
“Sí”, aceptó Rafael con la cabeza.
Cristiano ensalivó el plug anal delante del cornudo y fue hacia atrás de él. Le corrió con ternura el culote y le humedeció el ano con sus dedos ensalivados, entrándolos lenta y profundamente. Repitió la operación algunas veces y en un instante, relajado Rafael porque Horus anunciaba que le iba a acabar adentro, Cristiano puerteó el ano con el plug y empujó firme y sin tregua, bien hasta el fondo. Rafael sintió por primera vez la penetración. No podía creer cómo eso tan chico le podía doler tanto. De sus ojos brotaron dos lágrimas, pero no se quejó.
—Muy bien, María… —lo mimó Cristiano—. Qué bien se porta mi chica…
Rafael recibía y tragaba con dificultad en ese momento el torrente de leche de Horus, que le sacudía la cabeza como si fuera una pelota de básquet.
—Lo vas a usar toda la semana, eh? Día y noche. No te lo saques ni para bañarte… y la semana que viene te me venís depilado… todo depilado… no quiero tocar ni un pelo tuyo, ¿estamos?
Mientras tanto, adelante, para los últimos latigazos lecheros de Horus, el muy hijo de puta retiró la pija de la boca y se los echó a Rafael en la cara.


  
7.

 Virginia se arrodilló en el sofá y se trepó al respaldo. Corrió las cortinas de la ventana y dictaminó:
—¡Llueve peor que antes! Me parece que va a estar así toda la noche.
Rafael miró a su hija, montada sobre el respaldo del sillón. Iba vestida con un jean ajustadísimo, que le quedaba pintado y le resaltaba la cola perfecta. Botas de cuero y una camisa arriba. Rafael se preguntó si para chequear el estado meteorológico era necesario montarse sobre el sofá, porque para hacerlo, Virginia debía estirarse, arquearse y sacar cola hacia afuera, lo que la hacía muy pero muy provocativa.
—Bajate del sillón, Virginia. Lo vas a ensuciar con las botas.
—Con esta lluvia no salgo ni loca.
—¿No vas a salir hoy tampoco?
—Sabés que le tengo terror a las tormentas.
Como si estuviera premeditado, un trueno oscuro partió la noche. Virginia se bajó del sillón de inmediato y fue al lado de su padre, como un cachorrito asustado.
—Vos tampoco salís, ¿no?
—Yo no salgo nunca.
—Saliste el martes, Rafael. ¿A dónde fuiste que volviste tan tarde?
—Qué, ¿ahora me vigilás?
—Al contrario, me gusta que salgas a divertirte.
Un segundo trueno hizo que ella se acurrucara en él. Rafael sintió los muslos atrapados en el jean de su hija sobre los suyos propios, y el perfume que llevaba puesto. Pero ella insistió:
—Bueno… ¿y adónde fuiste?

Los rayos se multiplicaban en la noche como flashes en la entrega de los Oscars. Los truenos no eran truenos, eran cañonazos, y venían en andanadas cada vez más fuertes. El viento, terrible, aullaba y cacheteaba la lluvia contra los vidrios de las ventanas y los cortaban con infinitos hilos de agua.
La casa estaba por completo a oscuras, Virginia avanzó a tientas por el pasillito hasta dar con lo que buscaba. Se detuvo bajo el marco de la puerta de la habitación de su padre con un peluche y una almohada bajo su brazo.
—¡Rafael! ¡Rafael! —susurró fuerte.
Rafael se despertó somnoliento. Unos rayos blanquearon la oscuridad por unos segundos y vio a su hija en el vano de la puerta, encogida como un pollito mojado. El cabello iba levemente enmarañado y le caía asustado sobre el rostro, y la remera musculosa le marcaba las tetitas y le dejaba ver la panza. La habitual postura entre altanera y despreocupada de su hija se había transformado de golpe en un ruego que clamaba por una migaja de amparo. Rafael no pudo dejar de notar la bombachita blanca que se ajustaba como un guante sobre la piel morena de su hija. Las piernas, largas, desnudas, iban custodiadas abajo por unos soquetitos también blancos.
—Virginia… ¿qué hacés…? ¿Qué pasa, hija…?
Virginia se quedó callada, temblando, sin saber qué decir. De pronto un trueno estalló con increíble violencia, un bombazo que hizo vibrar los las ventanas, y Virginia fue de una corrida a meterse bajo las sábanas.
—¿Qué…? ¿Qué hacés…?
—Tengo miedo, Rafael. No puedo pegar un ojo, ¡estoy aterrorizada!
—Virginia, ya sos una boluda grandota, dejate de jo…
—¡No me hablés así, papá! ¡Soy tu hija y sabés el terror que le tengo a estas tormentas!
—Está bien, está bien… Hacé lo que quieras. ¡Pero no empecés a hablar como un loro ni a moverte como una loca! Dejame dormir, ¿eh? —Virginia se puso de costado y se tapó hasta los ojos—. ¿Tenés puesto el perfume de tu madre de nuevo?
—Iba a salir, ¿te acordás? Se ve que me quedó…
—Buenas noches, Virginia.
—También me quedó la ropa interior que me había puesto… Es un poco zafada, si querés me la saco…
—¿Eh? ¿Qué…? ¿Cómo te vas a sacar…?
—Para ponerme otra cosa, ¡no te me alteres, ¿eh?!
—¡Ponete un pijama!
—No duermo en pijama, duermo en bombacha y en cueros… ¿ves?
—¿Qué hacés?
—¿No me dijiste que me sacara esta ropa?
—Dejate de boludear y dormí. ¡Estás cada vez más loca, vos!
Quedaron en silencio unos segundos, escuchando el repiquetear del agua contra las ventanas. Pero en seguida vino otro trueno ensordecedor e interminable, y Virginia se pegó a Rafael desde atrás y lo abrazó temblando. Rafael iba a recriminarle, pero era consciente del temor enfermizo de su hija con estas tormentas. Además, estaba muy cansado, casi más dormido que despierto, y ya sin energía.
Virginia vio la pasividad de su padre y arrojó el peluche a la oscuridad para tomarlo de la cintura y pegar su cuerpo al de él, haciendo cucharita. Rafael experimentó la tibieza de ese cuerpo y de esa piel y se sintió reconfortado, cómodo, igual que en casa. La tibieza y el cansancio finalmente lo vencieron y se quedó dormido enseguida.
No supo cuándo —si un minuto o una hora después—, Rafael se removió incómodo, con un hormigueo en el cuerpo que hacía tiempo había perdido. Se despabiló un poco y se dio cuenta que estaba al palo, con la pija durísima e hirviendo. Y húmeda. Se despabiló más y en la oscuridad notó una mano delicada, femenina, agarrando su pija y sobándola de arriba abajo en una paja tranquila, subrepticia. ¿Estaría soñando con…?
—¡Virginia! —Rafael se incorporó en un grito y prendió el velador, todo en un mismo y enérgico movimiento.
—Ay, Rafael, ¿qué pasa?
Virginia se sentó en la cama, a su lado, refregándose los ojos. La luz le daba de costado, la musculosa le había ahuecado el escote y como no llevaba corpiño se le veía el inicio de sus pechos, arriba, y la redondez de los mismos, bajo la manga. Estaba más hermosa que nunca.
—¿”qué pasa”? ¿”qué pasa”? —La sorpresa de Rafael era total—. Me estabas… Me estabas tocando ahí abajo…
—¿Quién, yo? —Virginia volvió a refregarse los ojos—. No sé, estaba dormida. Estaría soñando...
—¡Virginia, estás loca! ¡Lo de mamá te está afectando!
—¿Qué tiene que ver mamá? Te agarré sin querer la pija, tampoco es para tanto. ¿Tan fea soy que te da tanto asco?
—¿Qué tiene que ver que seas fea? ¡Sos mi hija!
A pesar de la poca luz, Rafael vio claramente cómo el rostro de Virginia se ensombreció.
—Entonces te parezco fea…
—Sabés que no es así. No me quieras manipular, Virginia. Sabés perfectamente que me parecés hermosa. Que sos hermosa. Mucho más hermosa que tu madre.
—Sí, pero ella pudo tener todos los machos que quiso y yo no puedo tener al único que me interesa.
¿Cómo? ¿Quién le interesaba?
—¡No hablés así de tu madre! ¡Lavate la boca antes de hablar mal de tu madre!
—¡Dejá de hacer el papel de boludo, Rafael! ¡Mientras vos te deslomabas en la oficina para que a nosotras no nos faltara nada, mamá se iba a esa casa del Abasto y se dejaba hacer de todo por todos esos negros hijos de puta! ¡Se compraba ropa que no usaba con vos, se inventaba reuniones que no existían y te hacía cornudo apenas vos te dabas vuelta para ir a comprar cigarrillos! —Virginia respiraba agitada, estaba exaltada— ¡Mamá era una puta de mierda!
El cachetazo sonó más fuerte que cien truenos en medio de cien tormentas. La mano de Rafael temblaba y se tornaba colorada.
—¡Estás hablando de tu madre, Virginia! ¡La mujer que te engendró! La que te tuvo nueve meses en la panza y que te…
—¿Ahora quién manipula a quién, Rafael? —Virginia se tomó la mejilla. Le dolía todo: la muerte de su madre, Rafael, los sentimientos de ella, las mentiras dichas, las verdades omitidas, y especialmente las cosas que nunca se irían a decir—. Yo también la amo. La amo y la extraño, y no hay un día que en algún momento no llore por ella… pero era una puta, Rafael… Era una puta y vos lo sabés.
—¿Cómo lo… supiste…?
—Los diarios… Los leí antes de ponerlos en esa caja donde los encontraste. —Virginia se tomó los brazos pero no se tapó con las frazadas—. No podía creerlo… y a la vez era tan lógico…
Rafael dijo, abatido:
—Ponete algo arriba… Estás en tetas… Ponete algo arriba y andá a tu cuarto…
—No…. No quiero. Quiero estar en esta cama, con vos…
—Virginia, no jodas…
—¿Es por mamá? ¿Ella no te respetó en vida y vos la vas a respetar en su muerte?
—No es por tu mamá…
—¿Es porque no soy como ella? Te vi desesperado recuperando su ropa de puta… la que usaba con los negros…
—Virginia, cortala…
—¡Y también sé que fuiste a esa casa a conocer a los machos que se cogían a mamá!
—¡Virginia!
—¿No pudiste ser su cornudo cuando ella vivía y querés serlo ahora? No te entiendo, Rafael. ¿Te gusta sufrir? Yo te amo, ¿entendés? Yo te amo y estoy acá para rescatarte de esa locura y de las cenizas de mamá.
Rafael se sintió de pronto tan miserable
—¿Qué tiene mamá que no tenga yo? ¿Más tetas? ¿Es porque es más puta? ¿Es eso, Rafael? —Rafael levantó la cabeza y la miró a los ojos— ¿Qué tengo que hacer para que me mires como a una mujer? ¿Tengo que ser más puta? ¿Tengo que ser tan puta como mamá?
—Andate, Virginia.
Virginia se levantó de la cama y se encaminó hacia la puerta. Rafael no pudo evitar mirar esa espalda ancha arriba y delgada, que terminaba en esa colita parada y perfecta. La bombachita se le enterraba hondo, resultando un espectáculo por demás erótico para cualquier hombre. Claro que no para él.
Virginia giró aun antes de detenerse y sorprendió a su padre mirándola irse. Mirándole la cola emputecida por esa tanguita de trola fina.
—Mirá bien este cuerpito, Rafael… Miralo bien porque es lo único que vas a poder hacer… ¡Me van a garchar todos menos vos!
—Sos mi hija, Virginia…
—Tu hija… —Virginia miró a su padre como si él fuera un niño idiota—. Soy una mujer, Rafael… Ya no soy tu hija… Soy una mujer, entendelo.
Y se fue. Rafael quedó solo, más solo que nunca, más solo incluso que cuando su esposa había fallecido. Rafael quedó solo y también angustiado. Pero no pudo evitar —aunque quiso, Dios sabe que quiso— mirarle el culo cuando ella se iba.
Tampoco pudo evitar recordar aquellos dedos abrigando su pija. No pudo evitar eso ni el hormigueo en el bajo vientre que —ahora— le hizo endurecérsela nuevamente.
  
Fin - 243.399

TERCERA PARTE:

23 COMENTAR ACÁ:

Anónimo dijo...

amigo rebelde se me han hecho eternos estos dias que no he podido leer tus relatos pero estamos de vuelta y aprobechare para ponerme al dia un saludo y abrazo mañana comento de como me han parecido tus ultimos trabajos


atte: the sir

Anónimo dijo...

El final de esta segunda parte promete, ya se va develando la historia real, el suspenso es buen toque y se ve que viene lo bueno, saludos y éxitos

hielo negro

Unknown dijo...

felicitaciones Rebelde , esta segunda parte es excelente realmente muy bien escrita ,me encanto todo el relato ,en particular la actitud de la hija y como ella esta enterada de todo lo que hizo la madre y lo que hace y siente el padre.
Ahora solo queda esperar los interminables dias hasta lo proxima entrega .

saludos, feliz navidad y un gran 2013 para vos y para todos los lectores

vichp dijo...

imaginate ser el cornudo ahora de la hija, muy guarra la historia, esperemos la continuación...

licurgo el espartano dijo...

Es un tipo de relato muy interesante; distinto al resto de los que aparecen habitualmente. Por lo que veo te gusta incursionar en cuestiones que todavía escandalizan al común de la sociedad. Considero que está bien, ya que sirve para entender que algunas cosas no son tan "graves" como algunos sectores conservadores nos quieren hacer creer.

Saludos, y hasta el próximo relato.

Anónimo dijo...

Giro inesperado! No se porqué pensé que terminaba en la parte III, pero parece que hay bastante más tela. Muy bueno!
Nippur

Rebelde Buey dijo...

SIR:
tranquilo, amigo. lea y comente sin apuro ;)

HIELO NEGRO:
jaja! no sé si viene lo bueno, o solo la decantación natural de esta historia. sí puedo decir que se va develando la otra historia, que va ganando lugar sobre la aparentemente primera y principal :)

CHRIS PALTINER:
gracias por tus palabras, cris. coincido con vos en que la actitud de la hija está piola, a mi juicio terminó siendo como una contra puntada a todo el resto del relato.

VICHP:
algo de eso habrá, pero siguiendo la línea de ESTE relato y no de otros. es decir, no lo esperes ultra porno tipo la del camión o bombeando. este relato es un toque más sutil.

LICURGO ESPARTANO:
la verdad, no lo hice/hago a propósito, eso de querer provocar. ni siquiera me había puesto a pensar que el relato podría escandalizar, pero si sirve para el debate, bienvenido, jeje.
sí sabía que para muchos lectores podría ser un relato indiferente (desde lo sexual) ya que hay poco cuerno presencial y en cambio hay bisexualidad u homosexualidad.

NIPPUR:
creo que en alguna respuesta en el posteo del capítulo de inicio mencioné que está planeada para tres partes. y así es. Ahora estoy pensando en que quizá lo lleve a cuatro partes (aun no lo sé), ya que no estaba planificado escribir sobre Cristiano cogiéndose a Virginia, y al parecer hay cierta expectativa con eso.
igual, siempre están los "anexos", que nos pueden compensar, jajaj!!

laura cd dijo...

MARAVILLOSO
GRACIAS

Laura

Altair dijo...

La verdad es que rompes este relato y el anterior con toda lo visto...

Mmmm no deja de estar magníficamente escrito, puede o no gustar la temática pero se agradece leer textos con tan buena redacción.

Sigue así Rebelde porque un autor no debe escasillarse y sí probar diferentes géneros.

Un aplauso.

Anónimo dijo...

Muy bueno. Como escritor manejaste los tiempos y los episodios de una manera exquisita teniendo en cuenta que son tres cap.
Me gusta el toque de incesto al final del relato.
¿Este es el último relato publicado del año? Habría un regalito para los buenos lectores del blog :)

Ed dijo...

como siempre muy buenos relatos!!
felicitades!
yo espero el bombeando 2!! ese relato me re calienta!1
felices fiestas!!
ed
efu2004@datafull.com

Unknown dijo...

Rebelde, esta muy bien y hasta es conveniente que algun personaje este contra corriente del relato y en este caso que sea la hija es ideal , que ella lo confronte y trate de impedir que selle el destino que tiene marcado en esta historia y que lo quiera salvar de el mismo.

Slemx dijo...

Además de agradecerte este nueva entrega, deliciosa como siempre, quiero esta vez desearte a ti y a todos tus lectores una muy feliz Navidad. Frase trillada, pero sincera, para un grupo de personas que comparten una afición tan peculiar, como lo es la fascinante afición cornuda.

Un fuerte abrazo, pues, y mis mejores deseos. Alzo la copa y digo feliz Navidad a todos los que gustan de los cuernos y en especial al buen amigo Rebelde Buey, por ser fuente inagotable de morbo literario y por compartir este don con todos los aficionados a la temática.

¡Mis mejores deseos!

Rebelde Buey dijo...

gracias, slemx!!! y secundeo tus deseos a vos y a todos los lectores del blog =)
por cierto, para navidad (el 24) va a haber una pequeña sorpresa, o regalito de papá noel, así que el 24 a partir del mediodía español, pegate una vuelta por el blog =D

Cuerno Beta dijo...

Rebelde,

sigue el nivel de este relato increíble. No veo la hora de que le desvirgue la colita vírgen.

Saludos y gracias

Anónimo dijo...

amigo
me gusto tu relato te confiezo que en un principio me consto un tanto entender la nueva tematica ya que no soy muy adepto a los relatos sobre homosexualidad pero conforme fui leyendo fue entendiendo todo el esenario has abierto mi vicion no siempre la primera impresion es la verdadera, te confiezo que al final del segundo relato "La Casa Vieja en el Abasto (II)" me he quedado con ganas de mas y mi mente se hecho a volar como siempre los has hecho, y lo que mas me intriga es lo que dices en tus comentarios " este relato es un toque más sutil" me atrevo a pensar y estoy casi seguro que me daras una nueva sorpresa como lo hiciste en el relato uno nada de lo que me pueda imaginar
sin duda alguna eres un maestro en lo que haces.

atte. the sir

Rebelde Buey dijo...

gracias, sir, muy lindas palabras. es lo mejor para un escritor lograr que alguien se interese por algo que habitualmente no se interesa. es un gran elogio el que me has hecho =D
hay una sorpresa, efectivamente, aunque a esta altura no se si será tal, porque las cosas se van anunciando (siempre trato de hacerlo, especialmente en las mini series, que son los relatos más trabajados).
por SUTIL me refiero más que nada a que no es el típico relato de "motivación-cuernos-conclusión", sino que acá las cosas son más ambiguas, ya demás no es un relato que apunta sus cañones al momento sexual, sino más bien a todo lo que hay alrededor. te diría que lo sexual acá es secundario. por eso lo veo más "sutil".

Pablo dijo...

Madre mia, Rebelde, en qué berenjenal te has metido! Dominación interracial masculina con feminización, incesto por amor, cornudismo post-mortem... más allà del morbo y la buena literatura erótica que desprende el relato ,-como todos los que escribes-, está la intriga por saber por donde continua la historia.
Qué ansiedad por que pasen los dias!
Saludos.

Pablo dijo...

Perdon por el olvido, por las fechas que estamos:

FELICES FIESTAS DE NAVIDAD Y EL DESEO DE UN 2013 PRÓSPERO, SANO, MORBOSO Y ERÓTICO.



tauro_feliz dijo...

FELIZ NAVIDAD Y BUEN COMIENZO DE AÑO A TODOS LOS CORNUDOS, A LAS INFIELES y REBELDE-BUEY. QUE LLEGUE EL PRÓXIMO AÑO CARGADO DE BUENOS CUERNOS Y QUE LAS INFIELES GOZEN MAS DE PONERLE.

ABRAZOS A TODOS

Mikel dijo...

Lo bueno de la series de relatos, es que cuando lees una continuación los personajes ya están presentados y puedes ir al grano..jeje. Si bien la parte sexual del padre con los negros (y su feminizacion) me ha parecido muy muy morbosa, la parte de la hija es genial. Que la hija le diga a su padre que será el unico que no pueda poseerla me ha llevado a uno de los finales mas morbosos de tus escritos. Genial!

Marcos P. dijo...

Increible segunda parte. La feminizacion del cornudo esta en marcha...

trabajabdofederico dijo...

Que personajes mas buenos, son de leyenda.

Publicar un comentario