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viernes, 3 de diciembre de 2010

La Profecía

La Profecía - Uno
Por Rebelde Buey 
(Versión 1.3) – 12.030


Aunque me lo habían advertido, y en un punto lo esperaba como algo inexorable, ver a mi novia, mi hermosa y dulce novia, tan madura, tan buenita, tan mía y solo mía, tirada en cuatro patas sobre la cama con uno de mis amigos partiéndola por atrás y otro por adelante, haciéndose chupar la pija, me angustiaba y desconcertaba a la vez.
Porque no era que Lara estaba incómoda. Sudaba y se hamacaba para recibir más y más pija, y felaba a mis amigos con gula.
—¡Más fuerte! —pedía—. ¡Dame con todo, Mauri!
Y Mauri redoblaba sus esfuerzos y se la serruchaba con mayor violencia. La tenía tomada de las nalgas, con la tanguita negra corrida hacia un lado, y la estaqueaba a pijazos. A veces él me miraba de reojo, —yo estaba al lado, a un metro, absorto— pero no dejaba de cogérsela ni por un segundo.
—No debés hacer esto, Lara… No debés… –rogaba yo.
—Mi amor… Ahhh… No es culpa… Uhhh… mía… Es…. Ahhh… ¡es el destino!
—Y si no querés que tu destino sea criar a un hijo mío, cornudo, andá a comprar más forros porque se están acabando…
Era Mauri el que hablaba ahora. Y tenía razón. Debía ir a comprar preservativos antes de que se terminaran.
¿Qué nos había pasado? ¿Qué le había pasado a Lara en los últimos dos días? 48 horas antes estábamos como dos novios en luna de miel, acaramelados, gozando del mar, amándonos todo el tiempo, besándonos, mimándonos. Ella era dulce —dulcísima—, amorosa,  considerada y compañera. Tenía ojos nada más que para mí y me consta que yo había sido su primer y único hombre. Entonces, ¿qué había pasado?

Eran nuestras primeras vacaciones juntos y las estábamos disfrutando en las playas de Villa Gesell. Llevábamos ya dos años de novios, dos años perfectos, y yo tenía planeado hablar allí sobre la posibilidad de casarnos. Los primeros días habían sido de película. Mar, amor, playa, más amor, paseos románticos por la noche…
Fue en uno de esos paseos nocturnos que se disparó todo. En una feria de artesanías y variedades había un puesto con una hindú, vestida con una toga de liturgia y lentejuelas brillosas, y un especie de turbante. Había también una tarima forrada en terciopelo y humo de sahumerios alrededor.
Todo era verso, pero Lara siempre fue muy permeable a esas pavadas esotéricas.
—¿Nos hacemos tirar las cartas?
No teníamos nada que hacer y mi novia era tan buenita, tan santa y tan devota de mí, que no se merecía negárselo.
—No tiro las cartas –aclaró la vieja de nariz ganchuda—. Pero por diez pesos le veo el futuro.
—Bichi, yo quiero ver qué me dice…
La vieja se guardó en el escote el billete que le di y quitó un pañuelo de tela que cubría una bola de cristal, sobre el terciopelo. La tiendita estaba oscura, las velas solo iluminaban la mesa y los rostros de la vieja y el entrevistado.
Hizo unos movimientos con sus manos alrededor de la bola y cerró los ojos. Afuera, el murmullo de la gente y la música de bailanta se hacían más y más sordos.
—Veo un viaje… –comenzó. Yo sonreí, siempre veían un viaje—. Un viaje inesperado a un lugar lejano… –Qué clisé—. Y veo también una oportunidad de dinero, quizá un cambio de trabajo…
Observé a mi Lara fascinada con lo que escuchaba, su cuerpo tirado hacia adelante y casi sin pestañear. Me daba cierta ternura su ingenuidad; mi novia era muy inocente para algunas cosas.
De pronto se levantó una ráfaga de brisa que agitó el humo de los sahumerios y las hojas en el piso de arena. La bola pareció teñirse de un rojo ambarino. Miré alrededor: no había viento en el resto de la feria. La vieja seguía con los ojos cerrados, callada ahora. Ahí comenzó a temblar. La brisa aumentó. Lara me tomó de las manos, cuando la vieja abrió apenas los párpados para mostrar unos ojos blancos, como si tuviera las pupilas hacia arriba.
Me asusté, no voy a negarlo. Entonces la vieja comenzó a hablar sola, en forma monocorde, como en un trance.
—Tu nombre es Lara, y eres una mujer iluminada. Eres pura, eres una bendición, un ángel en esta tierra… Tu gente ha de sentirse afortunada y orgullosa de tenerte… —¡Por fin la vieja decía algo cierto! — Pero tú eres a medias feliz… Eres solo la mitad de una mujer… Eres demasiado hembra para un solo cuerpo, y por ende para un solo hombre… Necesitas ser plena, ser satisfecha, y solamente un hombre difícilmente lo logre, mucho menos el hombre que te acompaña…
—¡Ey! –reclamé. Pero la vieja no me escuchaba. Y Lara tampoco.
—Aquel que te acompañe en tu vida será el más dichoso de todos los hombres, y para ello tú le harás crecer infinitos cuernos, hasta convertirlo en el más feliz de todos los cornudos. Vas a hacerlo por ti y por él. Tienes un cuerpo y un espíritu que él no puede satisfacer ni domar, por eso el Destino te mostrará quién es tu verdadero amor. El amor es sin condiciones, Lara, si no, no es amor; y una mujer como tú no debe recibir menos que amor incondicional… Amarás a tu hombre, por siempre, pero vibrarás con otros, con muchos otros… Sucumbirás a esa Lara relegada que duerme en ti, que hace tiempo aguarda despertar… Y este renacer sucederá este verano, con cuatro hombres que traerá tu propio hombre… Es el Destino… Y el Destino no se puede torcer…
La bola de cristal volvió a opacarse y la brisa murió. Lara y yo nos quedamos mirándonos; la vieja se derrumbó sobre la mesita, desmayada. No supimos qué hacer, solo atinamos a huir de ahí en silencio, confundidos y asustados.
—¿Qué quiso decir la vieja con eso de que me vas a hacer cornudo?
Lara me miró con su propio desconcierto, sin dejar de caminar.
—No lo sé, Bichi. Yo nunca te fui infiel.
—¡Pero tampoco se lo negaste cuando lo dijo! ¿Te estás levantando a alguno en la oficina?
—¿Qué decís, estás loco?
—¡Nunca me mentiste, Lara! ¡No empieces ahora!
—¡No me estoy levantando a nadie, ni pienso hacer nada con nadie! ¡No sé de dónde sacó todo eso la vieja! ¡Deben ser mentiras para sacarnos plata!
Llegamos en silencio al hotel, nos desvestimos en silencio y nos acostamos en silencio. Yo la observaba buscando algo, sin saber qué. Solo fue evidente que estaba nerviosa, como yo.
—La bruja dijo que me ibas a hacer cornudo porque yo no te satisfacía. ¿Es cierto?
—No quiero discutir pavadas. Vas a arruinarnos las vacaciones por las estupideces de esa vieja.
—Decime que es mentira. Mirame a los ojos y decime que es mentira eso de que yo no te satisfago.
Vi cómo se dio vuelta en la cama y apagó la luz del velador.
—¡Es mentira! –me dijo en la oscuridad.

Al otro día a la mañana casi no nos hablamos, y al medio día, en la playa, le hice una escena de celos cuando se desabrochó el corpiño y se enterró la tanguita en la cola para tomar sol de espaldas.
—¿Qué te pasa? –reclamó—. ¡Me hablás como si fuera una puta!
—¡Dejá de mostrarle las tetas y el culo a todo el mundo!
Los vecinos de las sombrillas cercanas hacían como que no nos  escuchaban.
—¡Estoy tomando sol de espaldas, boludo, nadie me ve nada! ¿Por qué me tratás así?
Yo estaba demasiado paranoico.
—Jurame que nunca me metiste los cuernos.
—Te lo juro.
—Y que nunca lo pensaste.
La vi dudar y el alma se me fue al fondo del mar.
—Una vez… Bah, a veces… Pero como una fantasía, no para hacerlo… y además, vos siempre estás ahí…
—¿Con quién te imaginaste cogiendo?
—No me los imaginé cogiendo… Ya te dije: es una fantasía, es como…
—¿Con quién, puta de mierda?
—¡Con tus amigos de póker!, ¿okei?
¿Mis amigos de póker? Ni siquiera eran mis amigos. Eran cuatro vagos con los que compartíamos una noche por semana para viciar con las cartas. De hecho, entre ellos eran amigos; yo era “el nuevo”. Lara los conocía de cruzarlos en casa alguna vez. Siempre me había parecido que mis amigos le tenían ganas, pero pensaba que eran ideas mías.
Lara cortó la discusión diciendo que se iba a caminar. Sola.
Me quedé angustiado como el cornudo que no era, viéndola irse con su cuerpo lleno de curvas hermosas, moviendo sensualmente las caderas y haciendo girar a todos los hombres que se cruzaba. Sentí un pinchazo en el corazón, pero traté de ser racional: mi novia era la más fiel de las novias, eso era un hecho; y la bruja era una farsante.
Apenas iniciada la noche, antes de salir a comer y pasear, nos amigamos e intentamos hacer el amor. Ella estaba muy sensual, hermosa en un body súper sexy. Pero con todo este asunto de la profecía, las peleas y el estrés, yo no lograba que se me parara. Todas las variantes posibles intentó Lara: me la chupó, me habló, me masajeó, me jugó. No hubo caso.
Resignada, a los 40 minutos se vistió y me hizo un comentario que me hirió, aunque sin intención.
—¿Qué te pasa ahora, Bichi? Se suponía que en las vacaciones te ibas a relajar y no ibas a tener más estos problemas…
Me sentí avergonzado y callé mientras me vestía para salir a cenar.
Al regreso, caminando del brazo, me di cuenta que mi novia miraba a algunos tipos en la peatonal, y me pareció que les sostenía la mirada.
—¡Dejá de mirar a los tipos así, parecés una puta!
—Y vos empezá a ponerte más las pilas en la cama.
Un frio me recorrió la espalda.
—¿Cómo que “me ponga más las pilas”? ¿Ahora resulta que te cojo mal?
—¡Podrías cogerme mejor!
—P-pero… ¿Y cómo sabés si te cojo mal o no? Me dijiste que yo había sido tu primer hombre.
—Sí, pero tengo amigas. Y me cuentan lo que un tipo puede dar, si quisiera…
—¡Entonces era verdad eso de que no te satisfago! Vas a convertirte en una puta porque no se me para seguido o porque no aguanto mucho. ¡Sos una egoísta de mierda!
Era manipulación pura, lo sé, y ella me odió. No podíamos estar peor.
Sí podíamos: de regreso al hotel, volviendo por la playa solitaria, dos tipos nos asaltaron, llevándose todo y escapando de una corrida.
Caminábamos al hotel rápido y tiritando de miedo, Lara llorosa y yo aguantando como podía, cuando nos cruzamos con quienes jamás me habría imaginado cruzarme allí: mis amigos de póker.
—¿Lara…? –nos reconoció uno.
—Mauri –saludé yo—. ¿Qué hacen acá?
Eran solo dos de los cuatro: Mauri, el más fachero y sinvergüenza de todos, y Guido, un chico bajito y de ojos claros, con cara de niño terrible. Mauri vio a Lara llorisqueando y se dio cuenta que algo había pasado.
—Nos acaban de robar –le expliqué—. Toda la guita. Vamos a tener que volvernos a Buenos Aires mañana a la mañana…
—No te puedo creer… –dijo, y fue a consolar a mi novia, abrazándola por los hombros. Guido también fue a apoyarla y por un momento yo quedé marginado y ellos rodeando a Lara, que aceptaba con gratitud sus caricias demasiado amigables.
—¿Pero por qué se van? ¿Por la guita?
—No tenemos con qué pagar el hotel. ¡No nos dejaron ni las tarjetas, esos hijos de puta!
—¡Y vénganse con nosotros! Estamos parando con los chicos acá cerca hasta la otra semana… –Mauri corrió unos cabellos del rostro de Lara, despejándole los ojos. Ella le sonrió agradecida—. Quédense, total ya está pago.

El departamento era de un solo ambiente pero enorme, con muchos sillones que se convertían en camas, un televisor viejo y una mesa y sillas para comer. De los sillones, uno solo se hacía cama matrimonial, y por supuesto nos la cedieron. Lo agradecí, pero realmente me ponía incómodo tener que dormir con mi novia en el mismo ambiente donde también dormirían mis amigos.
Nos invitaron a ir a bailar, pero entre la pequeña mudanza y el asalto de unas horas antes preferimos permanecer allí. Quedamos Lara y yo solos y nos fuimos a dormir, sin hacer el amor.
Ellos volvieron como a las 8 de la mañana, contentos y pasados de alcohol. Les dio la bienvenida la espectacular cola de Lara enfundada en una tanguita de algodón, enterradísima entre sus nalgas. Es que Lara, dormida, se había destapado y ahora se exhibía a ellos, más desnuda que vestida. Aprovecharon que yo también estaba dormido y se deleitaron la vista.
Lara se reacomodó entre las sábanas, no despierta pero tampoco dormida, y se destapó aun más. Paró la cola y con los ojos cerrados escuchó los comentarios lascivos pero halagadores de mis amigos. Dio un par de vueltas más en la cama, asegurándose que la vieran bien, y así dormida como estaba, se tapó para volver a su sueño.
 El showcito erótico tuvo su efecto entre mis amigos, que al medio día, en el desayuno, se mostraron más confianzudos y zalameros con ella. Deambulaban en calzoncillos por la casa, y mi novia los miraba no sé si con interés pero sí con placer. A mí me daba en el hígado, pero no podía decirles nada porque era su departamento. Y para colmo Lara, con su maldito cuerpazo, no tuvo mejor idea que imitarlos. Se levantó en su bombachita de algodón y corpiño. La aparté un poco y le pedí en voz baja que no ande en ropa interior delante de otros hombres.
Me hizo caso y se puso una camisa mía. La camisa era corta y le dejaba media cola al aire, cola que seguía sentenciada por la bombachita blanca muy metida entre las nalguitas, haciéndola increíblemente sensual. Arriba, como al descuido, se había desabrochado más botones de lo aconsejable, logrando un escote que cubría poco y sugería mucho. Ahora estaba más cubierta pero muchísimo más puta. Mis amigos se la cogían con la mirada, a pesar de que trataban de disimular por mi presencia.
El solo hecho de buscar azúcar en la alacena de arriba era un espectáculo para la jauría. Mi novia se ponía en puntas de pie, estirada para llegar arriba, y la cola se le ponía durita y parada, y la tanga se le enterraba más. Mis amigos no apartaban los ojos de esa perfección de cola, y cuando ella regresaba con el azúcar, miraban para otro lado sin lograr engañar a nadie. Mi novia sonreía halagada, y se refregaba disimuladamente contra ellos cada vez que ponía las cosas en la mesa.
No pude aguantar y me quejé.
—Lara, vestite. ¡Estás en bolas delante de mis amigos!
—Ay, ¿qué tiene? Es como una bikini. Es más recatado que la bikini, incluso.
Mis amigos le dieron la razón, y yo me callé para no quedar como un paranoico, ni iniciar una pelea delante de ellos. Supongo que toda mi indecisión y mi quedo fue interpretado como una claudicación de mi autoridad ante mi novia, especialmente sobre su falta de ropa y, por lo tanto, sobre su sexualidad.

Hacia la tarde, en la playa, mis amigos ya la miraban sin disimulo y le decían cosas lindas, primero sobre lo hermosa que era, pero a medida que avanzó el día, sobre sus piernas, sobre su cola y también sobre sus pechos. No lo hacían de forma ofensiva ni ofreciéndose, pero los comentarios eran insistentes, y venían acompañados de miradas mal intencionadas e incluso de algún breve manoseo supuestamente inocente.
—Tenés la mejor cola de toda la playa, Lara… –le dijo Leo, uno de mis amigos, sentado en la arena con la cola de mi novia prácticamente sobre su rostro. Es que Lara estaba mirando a unos chicos jugar vóley, de pie y delante de él, que seguía sentado en la arena.
Lara lo festejó, Leo no quitaba los ojos de esas redondeces perfectas ni la sonrisa depravada de su rostro. Los otros tampoco.
Igual, lo peor fue cuando se fueron al agua tres de mis amigos y ella. Me dejaron cuidando las cosas mientras estuvieron en el mar un buen rato. No hicieron nada indebido pero los vi jugar de manos, tirarse agua unos contra otros y arrojarse al mar. De lejos parecía todo una gran excusa para manosearla, lo que hacían en todo momento.
Cuando volvieron del agua, mis amigos fueron a jugar al vóley y  quedé a solas con ella.
—Creo que todo esto es obra del destino —me dijo entusiasmada—. Mirá: nos roban, y justo un rato después nos encontramos con tus amigos, que casualmente paran en la misma playa que nosotros… ¡Son demasiadas coincidencias!
—¿El destino es que me hagas cornudo?
—No, mi amor. Yo nunca te voy a ser infiel. El destino es que yo encuentre todo mi ser, que descubra mi parte oculta y que lo mezcle con lo que yo ya soy… el destino es que me complete, ¿entendés?
Sonaba muy lindo pero yo iba a terminar como un flor de cornudo.
—Volvámonos a Buenos Aires, mi amor. ¡No me gusta todo esto!
No quiso. Discutimos otra vez y me agarró un sofocón de calor. Fui al agua a refrescarme.
 Al regresar, no más de cinco minutos después, ella estaba boca abajo con la tanguita enterradísima en la cola y Mauri untándole bronceador por toda la espalda, piernas y… cola, por supuesto.
—Como no venías me ofrecí a pasarle bronceador, Tulio. –me explicó—. No sea cosa que el sol le queme la piel tan linda que tiene tu novia… No te enojás, ¿no? –y la seguía manoseando delante mío.
Mauri no dejaba de sonreír. Lara ronroneaba cada vez que él le acariciaba la cola paradita, hermosa y mía.
—Tardé dos minutos –me quejé.
—Bichi, ¿por qué no vas al departamento y me traés un protector 40? Este es muy poco, tengo miedo que el sol me mate.
Si la idea era sacarme de allí para dejarlos solos, no les iba a dar el gusto.
—¿No podés ir vos? –le retruqué—. Yo iba a jugar un partido de vóley con los chicos…
—Está bien –se fastidió. Se puso de pie, se arregló la tanga y se calzó el pareo y las ojotas—. ¿Me acompañás, Mauri? Yo no tengo las llaves.
Así que vi cómo ese hijo de puta de Mauri se llevó a mi novia al departamento, mientras yo me quedaba para jugar al vóley como un pelotudo. Me negaba a ir tras ellos cual novio celoso, pero tampoco quería propiciar la oportunidad. Decidí esperar un poco y luego ir al departamentito con alguna excusa tonta.
Los departamentos daban a un patio central descubierto. El nuestro, donde habían ido mi novia y mi amigo, estaba ahora cerrado con llave, y la llave puesta con media vuelta para que nadie entre. Las ventanas del costado tenían cerradas las cortinas, pero por una hendija mal acomodada se podía ver adentro.
Y adentro estaba mi Lara. Mi Larita. Mi hermosa y leal Larita, mi compañera, mi mujer, mi amante, mi fiel Lara… taladrada desde atrás por el hijo de puta de Mauri que le daba y le daba como un animal, en uno de los sillones. Ella estaba de espaldas a él, sentada sobre su pija, subiendo y bajando el mástil de mi amigo, sacudiendo su cabeza, agitando el cabello negro y largo. Podía ver a mi novia casi de frente, las manos de Mauri tomándola de la cintura para bajarla y subirla a su ritmo.
El espectáculo era devastador para mí, oscuro, dramático, terrible… pero aunque no lo crean se me estaba parando. Con vergüenza recordé  que la última vez que había querido que se me parara, Lara me chupaba la pija con un body súper sensual y yo no había podido responder.
Mi novia giró sobre sí misma y se puso frente a su macho, siempre sentada sobre la pija. Pude ver claramente su cintura y su cola, igual de curvilínea que una guitarra, subir y bajar por ese palo que la perforaba mil veces.
Yo sudaba, y no por el calor. Sentía excitación y angustia a la vez. Por un lado quería derribar la puerta para interrumpir todo, y por otro estaba inmóvil, fascinado por esa corrupción que le infringían a mi novia.
Opté por espiarlos, mi pija durísima, mi corazón acelerado, mi estómago apretujado, no decidiéndome si esa noche rompería con mi novia o si me iba a gestionar una paja monumental. O las dos cosas.
No podía hacer mucho allí, así que luego de un buen rato volví a la playa donde habían quedado mis otros tres amigos. Se extrañaron que no estuviera Lara conmigo, les expliqué que ella había ido al departamento con Mauri, hacía ya bastante.
No sé por qué, me había agarrado de pronto como un impulso por ser provocador, morboso, maldito, masoquista. Quería herirme a mí mismo, maltratarme. Estaban convirtiéndome en un cornudo en ese mismo momento, y quise ser un cretino completo, hundirme más. Como cuando uno tiene una caries dolorosa y escarba con un palito para ver dónde y hasta dónde duele. Busqué eso al decir que Mauri y mi novia estaban en el departamento hacía rato: ver sus reacciones. Y no me equivoqué. Me di cuenta que se miraron entre ellos, comunicando algo que solo quedaba reservado para sí. Los odié. Me odié. Odié a Lara. Pero me hice el desentendido y me puse a tomar sol, tratando de que no se me parara otra vez.
Mauri apareció a los treinta minutos, sin Lara.
—No encontramos el protector 40, Tulio. Y tu novia no quiere estar en la playa con este sol.
—¿Buscaron bien? –pregunté mordiéndome la lengua—. Creo que lo vi en uno de los sillones —reconozco que estaba siendo cruel conmigo mismo.
—¿El 40? Está en mi bolso —aclaró Guido, el de cara de niño terrible.
Y en ese momento, el palito hurgó bien profundo en la caries.
—¿No me hacés un favor, Guido? —le pedí—. ¿No le vas a decir a mi novia dónde está? O dáselo vos directamente.
Dudó, desconcertado. Pero Mauri, que venía de cogérsela, lo alentó.
—Andá… nosotros nos quedamos acá haciéndole compañía a Tulio…
Era una forma de decirle que me iban a tener vigilado. Igual, a esa altura yo no buscaba atraparlos sino comprobar cuánto tiempo iban a tardar en regresar, para saber si Lara se habría conformado con un solo par de cuernos o iba a ponerme dos.
Fui corriendo al agua para bajar mi erección.
Mi novia y Guido volvieron juntos una hora después. Él mirándome raro, como esperando una trompada mía o algo así, Lara sonriente, feliz. Hice como si nada, pero interiormente hervía de emociones contradictorias. Tener a mi novia en bikini junto a Mauri, a quien un rato antes había visto penetrándola, era una cosa extrañísima, porque la veía hermosa a ella, sus ancas anchas y su cola redonda, su tanguita que debía mostrar lo público pero ocultar lo mío, y verla ahí, sabiendo que lo mío ya era público… De golpe mi novia parecía más grande que nunca. Más mujer, me refiero, como si ella fuera más mujer; que yo, hombre. El hecho de que me hubiera puesto los cuernos me daba una sensación dual: la veía más débil y, a la vez, más fuerte.
Se me paró la pija y me llevé a Lara al agua, casi contra su voluntad.
La besaba entre las olas, la abracé y le metí mano por todos lados, especialmente en la cola. Ella primero me lo festejó divertida pero yo no estaba jugando, me había convertido en un cornudo desesperado.
—¡Te estás poniendo pesado, Tulio!
Amagó irse y la quise retener.
— Vamos al departamento a coger, mi amor. Quiero estar con vos, me tenés re caliente —Parecía un cornudo patético.
—Me voy con los chicos, acá tengo frio.
Y se fue, con la piel de gallina y los pezones parados por el agua fría. Esos pechitos duros y esa cola tremenda llegaron rápido a donde estaban mis amigos, quienes la recibieron en su seno.
Como pude, me hice una terrible paja bajo el agua del mar, lo que les garantizo que es difícil. Y un segundo después de acabar me fui a caminar para ordenar mis pensamientos. Que mi novia hiciera lo que quisiera: yo ya era un cornudo, volviera a coger o no.

Regresé a la noche, y fui directo al departamento.
Otra vez la puerta estaba cerrada, la llave echada y las persianas bajas. Adentro se oían jadeos varios y risotadas de mis amigos. Llamé a la puerta. Las risas se callaron, hubo ruidos como de muebles acomodándose. ¡Me jugaba todo a que alguno se la estaba garchando! Luego de un larguísimo —interminable— momento, la puerta se abrió. Lara me recibió casi en lágrimas y me abrazó como si yo hubiera vuelto de la guerra.
—¡Mi amor, estás bien! —y comenzó a llenarme de besos. Mientras me besaba, miré a alrededor—. ¿Dónde te habías metido? ¡Te buscamos por todos lados, ya estaba desesperada!
Era todo tan extraño... Porque conozco a Lara, y lo que me decía era verdad, estaba desesperada. Pero por otro lado estaba siendo enfiestada o al menos cogida por alguno de los cuatro vagos. Porque:
a- Lara estaba cubierta con un salto de cama ordinario que la cubría bien, pero se notaba que debajo estaba vestida con lencería negra de encaje, bien de perra, con ligas y todo; una ropa con la que podía hacerle parar la pija a un muerto.
b- La cama matrimonial estaba mal guardada, como plegada a las apuradas, y se veía parte de una sábana salirse de uno de los bordes.
c- Había un olor a sexo en el ambiente que no podía soslayarse con nada.
Pese a todo esto, las lágrimas de Lara eran verdaderas.
—No parece que estuvieras buscándome desesperada…
—¡Tonto! ¡Te busqué por todos lados, fuimos al hospital y hasta la comisaría! Yo estaba súper angustiada y los chicos me estaban ayudando a desahogarme y relajarme…
—Así que estás desesperada… –le dije, y le quité despacio el salto de cama ridículo, dejándola en bombacha, corpiño y ligas—. ¿Esta es tu ropa de desesperada…?
—Me puse linda para recibirte cuando volvieras…
Esto sí era una mentira; ya dije que la conocía. Fui al sillón que se convertía en cama de dos plazas. Lo abrí. La cama estaba deshecha, por supuesto, y había restos plateados de los sobrecitos de preservativos. Lara bajó la vista y mis amigos desaparecieron como ninjas.
Me senté, pero no en la cama ya abierta, sino en el sillón donde a la tarde ella se agitaba sobre Mauri, clavándose la pija hasta la garganta.
—Vení –le pedí. Estaba agarrando, otra vez, el palito para hurgar en mi caries infectada. La hice poner de espaldas al sillón, como si fuera a sentarse, pero de pie todavía.
—Mi amor… –me rogaba acongojada—. Te juro que no es lo que parece… Te juro que sí estaba desesperada por vos…
—Ya sé… –le dije calmado por fuera y revolucionado por dentro. Me recosté dado vuelta en el sillón, con las piernas sobre el respaldo, mi torso en el asiento, mirando hacia arriba. La cabeza me quedó a la altura de su cola, si se sentaba—. Vení, mi amor…
—P-pero…
—Vení…
Sin entender, llena de dudas, de inseguridad, se agachó como para sentarse sobre mi rostro, pero sin animarse a hacerlo del todo. Justo cuando su cola me alcanzaba, le corrí la tanga ahí abajo.
—Estás loco… —me dijo.
Pero no, no estaba loco. El contacto con su conchita caliente fue una explosión. Estaba recién cogida, eso era evidente. Apenas se apoyó sobre mi rostro le comí literalmente su sexo, con hambre, con gula, con desesperación. Queriéndola hacer mía con la boca, haciéndola reconsiderar quién era su macho, devorando cada pliegue de ella para hacerlo mío nuevamente.
—¡Ahhh...! ¡Por Diosssss…! —gritó cuando la comí.
Comenzó a moverse, así sentada, como se había movido unas horas antes, solo que esta vez no se clavaba la pija de otro macho sino mi lengua. Flexionaba sus rodillas, se movía lo que podía, se regodeaba con mi boca, con mis ganas, con toda mi cornudez.
Yo tenía el cogote hacia abajo, soportando su cintura subir y bajar, y esa formidable culazo todo sobre mí. Me dolía el cuello, pero iba a aguantar así todo lo necesario. Lo único que deseaba era comerla, enseñarle de alguna manera que yo era su hombre, que yo era su amor, que yo era su macho, que yo era su…
—¡Cornudo! —me gritó poseída por la lujuria y a punto de acabar. ¿Me había dicho cornudo, la hija de puta?— ¡Cornudo mío, te amo!
Y empezó no solo a moverse más, sino a calentarse de una forma en la que nunca se había calentado. Y tuve que sufrirlo, porque se olvidó de mi cuello, de mi posición, de su angustia y de lo que sea. Se olvidó de todo y comenzó a cabalgarme la cabeza, cogiéndome la cara como si no importara nada en todo el universo que no fuera mi boca.
Y empezó a acabar como una yegua, gritando, puteando, sometiéndome a su capricho, humillándome frente a quienes un rato antes la ajusticiaban en la cama grande, que aguardaba desplegada, todavía sin conocerme.
—¡Qué bien me comés, cornudo, qué bien me comés…! –quería mostrarme algo ofendido por esa etiqueta, aunque sea para lucir algo de dignidad. Pero no tenía chances, Lara me cabalgaba la cara y me ahogaba en su disfrute.
La sostenía como podía desde sus nalgas, cada vez que flexionaba sus rodillas para bajar, como para que no me rompiera el cuello. Y le engullía la conchita con tanto amor y devoción que pasó a acabar a los gritos.
—Síiiii… ¡Sí, cornudo, síiiiii…! ¡Ahhhhh…! ¡Aaahhhhhh…! –Yo estaba más al palo que nunca. Aunque mi novia se estaba convirtiendo en una puta, que acabara conmigo así no solo era excitante, era íntimo, nuestro, y muy pero muy romántico—. Te amoooooooooo cornudo, te amo, te amo, te amo, te amo…
Cuando se calmó le temblaban las piernas y se tiró en el sillón, a mi lado. Me miró y sonrió con felicidad. Me besó, así al revés como estábamos, igual que en la peli de Spiderman. Me agarró de la pija y comenzó a pajearme, pero más como un mimo que como algo sexual.
—¿Dónde te habías metido, Bichi…?
—Fui a caminar… supe que me estabas haciendo cornudo durante la tarde… –Lara se apenó—. Cuando te vi con Mauri… y cuando supe que estabas con Guido… no pude evitar ponerme al palo… No sé por qué…
—¡Mi amor! —se emocionó mi novia y me regaló otro beso enamorado. Pero en seguida me retó—. ¡Me tenías re mal!
— Al final la vieja era una bruja de verdad… Todo lo que predijo…
—¿No estás enojado conmigo?
—Estoy furioso. Pero más sorprendido que furioso…
—Te amo… Sabés, ¿no?
—Yo también.
—No, no… No me refiero a que te quiero… Ahora sé que vos sos el hombre que el Destino reservó para mí… Vos sos mío, desde ahora… Desde que tus amigos me hicieron mujer completa…
—¡Desde que me hicieron cornudo!
—Ay, sí… Estás hermoso así cornudo como ahora… Sos más hermoso que antes, mi amor…
Fue tan dulce en su tono, en su forma de soltarme la pija y ponerse de pie. Casi tan dulce como cuando me besó en los labios, para dejarme en el sillón, al palo como estaba, y subirse a la cama deshecha de dos plazas.
—¡Mauri! —llamó en voz más alta, mirándome con cara de turra.
Y apareció Mauri, en calzoncillos, al palo, con un gesto obsceno que por un momento me dio miedo. Atrás venían los otros chacales, dispuestos a carroñar sobre lo que mi novia permitiera.
Peló una pija de tamaño considerable, gruesa, y pasó delante mío ignorándome por completo, para encontrarse con Lara.
Mi novia lo estaba esperando de piernas abiertas, mordiéndose los labios con deseo. Mauri llegó y fue todo tan simple, tan fácil cómo ella lo dejó penetrarla, tan sencillo cómo de pronto se había convertido en esta puta…
—¡Ahhh…! –gimió Lara cuando él movió su pelvis hacia ella, enterrándosela.
—Sí, putita, sí… –le escuché jadear a mi amigo y comenzó a  bombearla suavemente.
Yo tenía una erección como jamás había tenido y estaba a punto de acabar sin tocarme, solo mirando a esos hijos de puta con mi novia.
—Cornudo…  Mmm… No le creas… –me aclaró Lara por sobre el hombro de su verdugo, libidinosa y llena de morbo—. No es que yo sea… uhhh… una putita… Ahhh, sí… –veía la verga de Mauri entrar y salir toda, completa, repetidas veces, empalándola con insistencia—. Esto es culpa del destino… 

Fin - 12.030

28 COMENTAR ACÁ:

Anónimo dijo...

Muy buen relato, espero la continuación. Igual que del de "Bombeando".
Saludos.

Anónimo dijo...

Que jugada !!! Vos sos fenomenal!!! Mira k conveniente el destino... Relato super excitante!!! Sigue asi rebelde!!!! Soy samy400... en verdad muy buen relato!!!!

Anónimo dijo...

Hola Buey
Una vez más fantástico tú relato, creas unas situaciones con tal realismo que paren vividas en carne propia, autobiográficas.
Me encanta el descaro de tus amigos al cogerse a tú novia, sin preocuparles lo más mínimo si vas a consentir o no.
TE FELICITO, y también por el relato.
Raúl

Anónimo dijo...

me encanta como eres capaz de sacar algo ta sensual de cada situacion
el final es muy excitante
gracias
Mikel

Anónimo dijo...

felicidades rebelde muy bueno muchas partes de este... ers un cabron felicidades... saludos de pantera

Pablo dijo...

Brutal, Rebelde, brutal!

Què dominio de la narración, combinando sabiamente ironia y morbo!

Tiemblo cada vez que abro el blog y veo un relato nuevo tuyo. Tiemblo y no precisamente de miedo!

Pablo.

midnightwalker dijo...

Ya tenia ganas de leer este relato sobre cuernos a partir de una profecia,y la verdad no me imaginaba tan buena cantidad de morbo.Es muy del estilo de Bombeando o de Semana Negra pero tiene su propia y original esencia,junto con todo su delicioso sabor de cornudez al maximo...ha de ser muy dificil para vos,que cada nuevo relato que publicas ya lo queremos como una serie,pero es que provocan tan buen efecto,que nos enviciamos! jejeje...saludos!!! = )

Rebelde Buey dijo...

jajaja!! es cierto, MIDNIGHT. Ojo, no me molesta para nada, al contrario, es un halago. Pero sí pensé más de una vez... "¿Cómo hago??!"
Especialmente cuando algún texto fue pensado como un unitario (como BOMBEANDO).
Pero por suerte tengo bastante ejercicio en escribir relatos de corte popular, masivo, y me ha tocado tener que escribir por encargo más capítulos o incluso seriales a partir de un texto autoconclusivo.
Es decir, dejo reposar mi cabeza y más tarde o más temprano aparece la idea para una segunda parte (como sucedió en su momento con DEDO AL CAMIÓN)

Y sí, LA PROFECÍA va hacia Semana Negra, y ya tengo casi terminado uno todavía SIN TITULO que está exactamente enla misma línea estética y filosófica de SEMANA NEGRA (mismo tono romanticón, etc. aunque la historia nada que ver)
Veremos si les gusta ;)

Slemx dijo...

La vida es injusta. ¿Qué tienen Gates y Tulio que no tengamos el resto de los mortales? ¿Por qué ellos acaparan la plata y el morbo, respectivamente, en tanto que nosotros nos tenemos que conformar con una magra quincena y una tía fiel? Cosas del destino... :(

:D

Soberbio relato, camarada Rebelde. ;)

Anónimo dijo...

Sublime, como siempre!!
espero que continue y como siempre espero el proximo "infancias suburbana"
Gabriel

Altair dijo...

Muy bueno Rebelde. Interesante y divertido al mismo tiempo que erótico.

Cuando lo he leído también me ha venido a la cabeza Bombeando y Semana Negra.

No puedo criticar nada. Un gran texto en su conjunto.

juanchapa@live.com.ar dijo...

lejos unos de tus mejores relatos, varias veces leido por mi.... espero que siga a la brevedad!

Anónimo dijo...

que increíble relato! de los mejores! estuvo en juego una profecía, y lo interesante de ellas, es la inevitable espera de que se cumplan, y el no saber como se cumplirá!!.. excelente! muchas felicitaciones Rebelde!

Leito dijo...

Habia leido todos los relatos pero me estaba olvidando de este

como siempre vuelves a sorprendernos con tus historias y nosotros solo aportandote comentarios alentadores sigue asi gran amigo sigue deleitandonos con tu gran habilidad para estos relatos

Saludos

Anónimo dijo...

Che donde consigo a la bruja de tu relato!!!EXCELENT COMO CASI TODOS TUS OBRAS, UN VERDADERO GENIO.

PERVERT dijo...

Me encanto este relato Rebelde me dejo al palo.
Espero una segund parte..seria genial!!

SALUDOS PERVERT

Anónimo dijo...

Me parece hermoso mamarle la chucha a tu mujer y que este llena de la leche de verdaderos machos,

sheridan1000 dijo...

perversion al cubo

Anónimo dijo...

Me encanto, me vuelve loca pensar que son los amigos de mi esposo los de la historia. Espero que alguna vez hagas una historia con 3 parejas que se van de vacaciones.
Gaby

gaby200432@hotmail.com

Anónimo dijo...

Gran relato, gran historia. Hace poco leo tus textos y solo me queda felicitarte. Fuerza para seguir sorprendiéndonos.

Iron9forever

Unknown dijo...

Una vez más fantástico tú relato,spero la continuación

Anónimo dijo...

Fantastico Rebelde!

Eres el rey del relato erotico y no puedo esperar a la siguiente remesa en mi correo!

cons_marcos@hotmail.com

Mil gracias!

Anónimo dijo...

MAR 24 de marzo 2013
Muy muy bueno, leere la segunda parte, pero la primera excelente...!!!

manu dijo...

muy bueno, sigan asi. me gustaria recibir el relato de junior, este es mi mail phantoms2884@hotmail.com

Anónimo dijo...

ay tan lindo!!!! se parece a mi esposo no se si sabrà de todos los cuernos pero pobrecito por se le doy masajito en la frente de ambos lados jejejeje gracias por el que me mandaste mandame el de junior porfis!!! a sharavalles@hotmail.com

Diegote dijo...

Otro lento descenso al maravilloso infierno de los cuernos inevitables. Justamente, la inevitabilidad es inexorable por definición, y Tulio (los nombres de tus cornudos son geniales)la vive en carne propia como el protagonista de esa película donde lo operaban y el tipo podía ver y sentir todo pero sin decir nada. Una sola crítica, no la tomes a mal...me hubiese gustado algo más de acción, digamos...mas explícito, hasta quizás con alguna participación sumisa de parte de Tulio. Pero esto es quejarse de lleno, si son geniales los relatos. Te mando un abrazo

PD: Si me enviás algún relato, me gustaría poder leer Paternidad Asimétrica o alguno de la maravillosa serie Dame un Segundo. Muchas Gracias.

Nah dijo...

Maravillosos relato espero con ansia leer la segunda parte y saber que pasa con lara

Anónimo dijo...

Viendo ya tan desarrollada en el presente (2017)tu habilidad narrativa, es hermoso comparar y ponderar con que pocos recursos te las arreglabas para hecer un RELATAZO.
carlosnava57@hotmail.com

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